Pedro Mairal: “Me parece un peligro la pérdida del derecho a la ficción”

El escritor argentino acaba de publicar “Esta historia ya no está disponible”, un libro que reúne mails, tuits, diarios, columnas y relatos. Por qué las redes sociales pueden ser literatura y la muerte como única instancia en la que se terminan los borradores en esta entrevista.

Pedro Mairal, autor de "La uruguaya" y "Esta historia ya no está disponible". Foto: Xavier Martin.

El último lanzamiento de Pedro Mairal, Esta historia ya no está disponible, es un libro difícil de encerrar en categorías genéricas. Pareciera ser un cuaderno abierto que logra un pacto cómplice con el lector: rompe la cuarta pared y hace sentir que uno tiene acceso a los borradores -impecables- del escritor consagrado, que uno puede espiar su intimidad, sus procesos creativos, su neurosis a la hora de llenar la hoja en blanco.

Mairal juega habilidosamente con distintos géneros literarios: publicó poesía, libros de cuentos, novelas, literatura para niños e incluso está mostrando una reciente faceta musical componiendo canciones con la propuesta “Pensé que era viernes”. En toda su obra, se nota su vocación creativa desde lo lúdico, sin presiones, alejándose de la exigencia del mercado por la novela.

Con este último lanzamiento retruca una vez más demostrando que la palabra se fortalece cuando su pluma la somete a distintos formatos. Mairal enfatiza en que no hay géneros menores como tales. “Esta historia ya no está disponible es una especie de diálogo conmigo mismo, es un espacio donde no hay mucho borde. Hay algo de la novela que no estoy escribiendo”, contó el autor a Infobae Leamos.

Desde el nombre de su último trabajo, una leyenda que la red social Instagram despliega cuando una story ya desapareció de la plataforma -por tiempo o por haber sido borrada-, Mairal parece anticipar eso de que incluso en los supuestos géneros menos consagrados puede haber potencia narrativa.

Con humor -de ese que se consigue sin forzarlo-, una atención absoluta y poética en los detalles y descripciones que buscan “subirle el volumen a los sentidos”, Pedro Mairal nos comparte relatos sobre los tiempos de encierro pandémico, el vínculo con las redes sociales, la paternidad y la actividad misma de la escritura. ¿Qué hace un escritor mientras no está escribiendo? ¿Qué hace mientras sí escribe? El autor de La uruguaya, Una noche con Sabrina Love y Maniobras de evasión desafía el mercado con un libro que incluye columnas publicadas en El equilibrio, textos que escribió para el diario Folha de São Paulo, un intercambio de mails abierto con Tamara Tenembaum y relatos inéditos.

Alejandro Zambra define estos textos como “susurrantes y medio milagrosos”. “Después de vivir intensa y silenciosamente, después de absorber, de calar sin pausas ni prisas el presente, Mairal decide narrar, y lo hace con tanta precisión, tan perfectamente adentrado en la experiencia, que es difícil no creerle; no creerle todo, digo”, afirma el escritor chileno en el prólogo.

-Uno de tus narradores dice en un momento que le gustaría crear “un archivo personal y privado que sea el continuo de texto de todo lo que uno va escribiendo. Diarios, mails, cuentos, tuits, párrafos de una novela, mensajes, poemas, listas”. Lograste combinar eso acá. Es un gran diálogo con vos mismo, en distintos ritmos y momentos de la vida. ¿Lo sentís así?

-Yo no sé bien cómo siento los libros y qué es lo que hago hasta que lo leen. Es una especie de diálogo conmigo mismo en un espacio donde no hay mucho borde, entra lo que escribo. En este libro hay algo de la novela que no estoy escribiendo. Las editoriales siempre quieren la novela y no siempre escribo eso. Algunas personas consideran estos libros como de transición entre dos novelas y creo que no es así. Para mí son mucho más centrales que alguna novela que puede salir fallida, tiene algo de condensación de escritura. Estos son todos textos que me gustan y por eso los recopilo.

-Se espera la novela pero vos publicás esto y funciona, ¿sentís que estás revolucionando el mercado?

-La rebelión contra el mercado es constante. Lo que pasa es que uno no es el primero que hace eso. Sin querer compararme con Borges, él fue el que rompió de entrada con eso. Hasta podríamos remontarnos a Macedonio Fernández y la idea de la novela como algo imposible, como algo a veces innecesario y, en todo caso, algo de rompecabezas, de novela rota que después armará el lector. Tengo una actitud de rebelión contra esa exigencia del mercado de la novela y es una batalla que siempre hay que dar.

-Las redes sociales están muy presentes en estos relatos, tus textos funcionan como un gran pantallazo de la vida actual. ¿Te costó incluirlas? ¿Le tenés miedo a lo efímero de las plataformas?

-Incluir tecnología en la escritura es un peligro porque nunca sabés cuánto va a durar eso. Quizás te sentís muy modernito poniendo la palabra WhatsApp o Instagram y eso en cinco años es una antigüedad; siempre tiene un costado precario. Es impredecible qué se va a entender de eso dentro de diez años. Pero, por otro lado, uno está metido en su época y hoy día no lo podemos obviar si se quiere escribir desde una perspectiva realista.

-Tus narradores llevan una vida parecida a la tuya: son escritores, se llaman Pedro Mairal, tienen tus mismos hijos. Mostrás el detrás de escena de tus textos: “Y no sé cómo seguir este párrafo”. Se genera una intimidad compartida con el lector, como si rompieras la cuarta pared. ¿Aún así es ficción? ¿Te divierte el juego de que crean que sos vos?

-Lograste que esa pregunta que es típica se vuelva interesante: justamente hay ahí un truco que tiene que ver con la creación de una intimidad. Esa intimidad se construye. Uno sabe lo que está mostrando atrás de su pantalla, qué cosas dan información del personaje que la gente se va armando de vos. De todas formas lo curioso es que no lo controlás para nada, porque la gente se arma un Frankenstein sobre vos como autor con cosas que lee, con novelas, cosas que escuchó tuyas en una entrevista, cosas que alguien le dice con errores; hay una especie de creación del autor que es imposible de controlar. Te lo cuento pero no te lo cuento, no soy yo todo el tiempo pero está en ese borde. Trabajo con la experiencia personal pero también con los sueños, los deseos, los miedos. Exagero todo el tiempo, resto o disimulo, cuento menos de lo que fue, lo que convenga para la historia. Esa escritura que estoy haciendo genera sus propias reglas y quizás me exige a mí cierta exposición o me exige cierto ocultamiento. Cuando me siento a aclarar qué sucedió y qué no sucedió se arruina porque se pierde ese amor por la lectura voyeur. El acto de leer es espiar un poco.

-¿Te pesa lo que pueda llegar a pensar un lector de vos?

-Cuando estoy escribiendo ficción, no. Queda bien clarito que eso es un personaje inventado. Me parece un peligro -y veo como algo que avanza bastante- esta pérdida del derecho a la ficción. Si no se entiende el concepto de ficción es peligroso porque justamente es lo que permite una gran catarsis, una gran liberación. En ese plano suceden cosas que no terminan de suceder a veces en el plano de lo real y es necesario que sea una especie de campo de maniobras y de territorio donde todo es posible. Por otro lado, me gusta esta expresión que dijiste de que rompo la cuarta pared porque creo que en este libro la rompo y a la vez la vuelvo a levantar; en un momento los últimos textos se vuelven ficción. Si esa pared se construye y se borra y se vuelve a caer, ¿qué quiere decir eso? ¿La escritura dónde está al final? ¿Dónde está esa pared? ¿Cuál es el lugar desde donde se construyen esas voces? No importa al final si escribo en tercera persona o en primera. Decidí mezclar textos de ficción y de no ficción para que se ponga en duda los momentos en que esa pared parece no estar como también los momentos en los que parece sí estar. Quizá la ficción no es tan ficción y quizá la no ficción no es tan no ficción. Están muy cruzadas.

-En tus talleres sos muy enfático con la idea de escribir subiéndole el volumen a los sentidos: “Como si uno le estuviera recordando a los muertos cómo era esa cosa tan rara de haber estado vivo alguna vez”. Me interesa la neurosis de Pedro escritor, ese Pedro al que le pasan cosas: ¿registrás en algún diario todo lo que te pasa o te entregás a lo que la memoria recuerde?

-Haber hecho durante tanto tiempo los ejercicios de observación sensorial me ayuda a estar bastante alerta y presente en el presente, siendo un tipo muy ansioso y siempre desplazado en un futuro inmediato. Me ayuda a vivir también con mi nostalgia por el pasado. A la hora de inventar un personaje tengo bastante memoria con respecto a lo que me pasó. Esos detalles dan verosimilitud que provocan la sensación de “lo leía y sentía que lo estaba viviendo”.

-Advierto que escribís sobre el tiempo mientras va pasando el tiempo; el tiempo es la piedra fundamental de tu obra: ¿qué significa para vos como escritor el paso del tiempo?

-Sí, totalmente. Para mí el tiempo es el gran tema. Me fascina ver el registro de paso del tiempo, sobre todo la transformación de la gente, de los cuerpos, de las costumbres, de las ciudades, esos cambios que parecen invisibles como el crecimiento de una persona o incluso cómo se pudren las cosas, cómo florecen, cómo renacen, cómo se mueren. Esta especie de polea que no para nunca de girar me resulta fascinante y me da mucho vértigo. Si controlás el tiempo en la narrativa es como si tuvieras el botón de pausa, el botón de rewind, el botón de fast forward.

-Cuando frenás esa velocidad y te detenés en un detalle particular, se luce tu formación poética.¿Te sentís ante todo un poeta?

-Sin dudas. Mi matriz principal es la poesía por más de que después tenga una mirada narrativa. En este libro hay una actitud poética porque justamente se detiene con lupa sobre ciertos elementos. Hay una aproximación que da una especie de giro centrífugo en torno a un tema, mira algo en particular que no tiene a veces mucha aparente relevancia y se la da. Mirar algo hasta que se pudra, mirarlo muy exhaustivamente, sin duda esa actitud tiene mucho del poema. Son como unos rulos que después el lector estira en su cabeza y arma esta especie de novela rota en pedacitos que está hecha de una actitud poética.

Rafa Otegui y Pedro Mairal conforman el dúo musical "Pensé que era viernes".

-Hay un microrrelato del libro que vi hace muchos meses en tu cuenta de Twitter. ¿Se te ocurrió genuinamente en formato tuit y después te diste cuenta de que era publicable en un libro?

-Creo que no habría que santificar tanto la literatura, considerarla como un lugar sagrado tan ajeno a las redes sociales; y por otro lado, no habría que desacralizar o subestimar la escritura en redes sociales. Hay un lugar donde están bastante entrelazadas, me da lo mismo dónde se publica, para mí lo importante es escribirlo. ¿Por qué no compartir eso en redes sociales? ¿Porque es alta literatura? No, no lo considero, no creo que ese texto sea tan alta literatura que no lo puedo rebajar a redes sociales. Por otro lado, ¿por qué no agarrar un texto que salió bastante redondito escrito en redes sociales para ponerlo en un libro? Hay que descentralizar un poco la literatura de lo escrito en papel y darle una entidad de escritura real, posible y estética a algo que escribiste en un tuit o en el pie de un post de Instagram. Lo que más me interesa es la idea de que no hay géneros menores, incluso un tuit puede estar en el mismo plano que un párrafo puesto en una novela, una columna o una nota periodística. No es que la novela es el género mayor, todo está en un mismo plano y quiero que se note. Me gusta levantar la escritura que se considera menor y rebajar también la escritura que se considera que está muy arriba.

-“Ya no puedo escribir narrativa sin sentirme un impostor”, escribiste. ¿De dónde sale esa sensación tan íntima de fraude?

-En los periodos en los que no estoy escribiendo me siento un poco impostor. Hay una especie de ‘superyó’, un deber ser, una autoexigencia que no frena nunca. Siempre estoy conmigo mismo parado acá al lado diciendo ‘deberías estar escribiendo’. Si pasan algunos días sin sentarme realmente a escribir ahí sí me empieza a trepar el monstruo. Me agarra un desasosiego que tiene que ver con una sensación de caos y de vértigo donde la vida está yendo demasiado rápido y no estoy pudiendo frenar para anotar. Solo con escribir un par de párrafos se me pasa. Mirando para atrás me doy cuenta de que van saliendo un montón de cosas, ya tengo más de 30 años escribiendo. La ficción, la tercera persona o escribir desde otro género puede ser un alivio de mí mismo. Al final no podés zafar de vos mismo, pero vale la pena intentarlo. Hacés el intento de irte lejos y después te das cuenta de que estás escribiendo sobre unas cosas súper íntimas como me pasó en El año del desierto: yo pensé que era una novela política y en el fondo estaba escribiendo sobre la enfermedad de mi mamá. Son ríos subterráneos que no se controlan, la escritura es un poco eso.

-No puedo no preguntarte por la adaptación audiovisual de “La uruguaya” dirigida por Ana García Blaya. Sé que tuviste una experiencia que no te convenció con la adaptación de “Una noche con Sabrina Love”, en este caso, ¿estás contento con el proceso y con el resultado?

-Sí, fue mucho mejor la experiencia. En Una noche con Sabrina Love no participé en la adaptación. Fue rara la experiencia, yo era muy nuevo, fue una gran lección para mí. Ahora con la adaptación de La uruguaya al cine la experiencia fue mucho más linda, no deja de ser rara pero rara para mejor, para bien. Yo lo tomé de un modo mucho más lúdico y participativo pero también solté. Yo no sé cómo se hace cine, yo sé hacerlo con palabras. Para hacer el guión hay que romper el texto y llegaron a algo muy genial que de alguna manera termina respondiéndole al libro. Eso es lo que más me interesa de lo que hizo Anita García Blaya: la película dialoga con el libro y le contesta desde una mirada femenina. Si el libro es súper masculino y está atrapado en la conciencia de un hombre hétero cuarentón, la película le responde a esa mirada. Hice una especie de cameo, aparezco en un momento al fondo. También escribí una canción que suena cuando caen los títulos y que grabó Rafa Otegui, se llama La vidita; es una colaboración medio lateral en la película pero mucho más lúdica, sin enojo, sin preocupación de que estén traicionando mi historia. Es muy lindo, lo sigo disfrutando. Ana ganó el premio a Mejor Directora en el Festival de Mar del Plata. Es una gran fuente de alegría sobre todo por cómo se hizo, con crowdfunding. Hernán Casciari sabe trabajar con una comunidad, sabe tomar la fuerza de lo colectivo. Me ayudó mucho a salir del tupper en que a veces está metido el ambiente literario.

-¿Te corregís mucho a vos mismo? ¿Cuándo un texto pasa a dejar de ser borrador y finalmente ‘estar listo’?

-La tentación es pensar que todo es un borrador y pensar al borrador como algo vivo. Me tienta pensar que no hay un texto definitivo nunca y lo único que congelará eso será la muerte.

Quién es Pedro Mairal

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1970.

♦ Es escritor y músico.

♦ Escribió libros como El gran surubí, Salvatierra, Breves amores eternos, Pornosonetos y La uruguaya.

♦ Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine.

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