“La ciencia es una de las formas más elevadas del quehacer espiritual pues está ligada a la actividad creadora del intelecto, forma suprema de nuestra condición humana”. La cita es de René Favaloro y quien apela a ella es Facundo Manes, neurólogo, neurocientífico y también diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.
Es que Manes acaba de publicar un nuevo libro, Decir presente. Hacer futuro, y es en esas páginas en las que elige las palabras de Favaloro para hacerlas suyas luego de calificar al cardiocirujano como “un prócer”. La importancia otorgada a la ciencia por aquel médico es uno de los pilares -tal vez el más importante- sobre el que Manes sostiene su nueva obra. Alcanza con leer la bajada del título para confirmarlo: La revolución del conocimiento como motor del proyecto argentino.
El libro, editado por Planeta, engrosa la lista de trabajos publicados por el diputado nacional por Juntos por el Cambio, que preside la comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara Baja. Antes de Decir presente. Hacer futuro, el científico y funcionario publicó Usar el cerebro y El cerebro argentino, entre otros.
Como ha hecho otras veces, en su libro Manes se mueve entre el diagnóstico del escenario actual -no parece casualidad, es médico- y la propuesta sobre qué hacer con, dice el autor, ese carro que hay que empujar todos juntos: la Argentina. Para eso, propone apenas empieza su libro nada menos que una patriada. Una patriada que se apoye en pilares como la ciencia pero también la solidaridad y la empatía.
Sobre el final de su libro, Manes propondrá una proclama en la que uno de los objeticos centrales es erradicar la grieta, ya que, según su mirada, es imposible una construcción realmente colectiva si esa división sigue operando entre los argentinos.
Tanto proponer una patriada como cerrar su obra con una proclama son acciones -aunque ahora mismo estén en la instancia de ser propuestas en un libro- que deben leerse en un contexto: la Argentina está en la antesala de un año electoral y el diputado, referente del radicalismo, será parte de las contiendas que se lleven a cabo tanto a nivel de la Nación como de las provincias.
Ante ese escenario, Manes tiene cosas para decir. Las compiló en Decir presente. Hacer futuro. Infobae Leamos comparte el inicio del libro.
Así empieza “Decir presente. Hacer futuro” (fragmento)
Patriada. No hay palabra más noble ni más oportuna que defina lo que en este tiempo debe impulsarnos para que nuestra Argentina se encamine hacia el desarrollo, hacia la modernidad, hacia la equidad social. Y para que se termine así de una vez por todas la inmoralidad del hambre, de la postergación, del desánimo. Se trata de que cada uno y cada una desde su lugar ofrezca de sí lo mejor en la búsqueda obstinada de un objetivo colectivo.
No es poca cosa, es ponernos a andar de manera armónica para que podamos avanzar. No significa marchar al unísono, no es necesario que pensemos igual sobre todo, significa que nos pongamos de acuerdo para cuidar al más débil, para producir y para educarnos, para que tiremos del mismo carro llamado Argentina.
Hacer futuro también es tener una mirada reflexiva y provechosa de nuestra historia. No hay futuro sin memoria. Saber cómo llegamos hasta acá es un modo eficaz de saber adónde tenemos que ir. Porque a la vez es una manera de medirnos con nuestros próceres que sentaron los cimientos para esta nación, con quienes habitaban nuestro territorio y con los inmigrantes que regaron con el sudor nuestro suelo, con los mártires que dejaron la sangre por un país mejor, con quienes hicieron los caminos para que andemos, con quienes sembraron nuestra tierra para que comamos, con quienes se formaron para que nos sanemos, para que aprendamos, para que creemos, y saber si estuvimos a la altura de su esfuerzo. Pero también permite tener una mirada prospectiva: saber que deberemos mirar de frente a las próximas generaciones y poder decirles que les estamos dejando algo mejor.
En todo este tiempo las crisis nos arrinconaron, hicieron que nuestro horizonte sea más pequeño y nuestra expectativa cada vez más módica. Debemos tener un orgullo que nos despabile. No podemos acostumbrarnos a vivir así. De esas crisis debemos salir resilientes. Nuestra perspectiva no puede estar en estirar un poco la arremetida de la próxima crisis, la quietud que antecede a un nuevo temporal. Merecemos un futuro mejor de verdad.
Las crisis y las emergencias han sido históricamente fuerzas que ayudaron a parir nuevas ideas y oportunidades y han fortalecido las voces de los pueblos. Todas las sociedades están enfrentando, de una manera o de otra, dificultades y desafíos. Y en Argentina, entre tanta incertidumbre, tenemos la obligación de soñar, pensar, explicar, trabajar y hacer un país desarrollado e igualitario.
La Argentina necesita desde hace tiempo, y ahora decididamente, un acuerdo que convoque realmente a toda la población. Necesitamos consensuar hoy mismo un plan estratégico que no sea el de un grupo, un partido o un gobierno, sino el de la Argentina. Necesitamos recomponer la confianza y unirnos en un sueño colectivo y así lograr un nuevo clima de época que nos convenza, nos conmueva y nos involucre. Necesitamos encaminarnos al desarrollo con equidad social a través del conocimiento, que es el motor económico en el mundo actual. Necesitamos millones de voces que pidan esta trasformación verdadera.
Debemos ponernos de acuerdo en esta patriada. Y el primer paso es, justamente, ponernos de acuerdo. Es una torpeza y una inmoralidad que el provecho de cada facción sea despedazar para sí lo que queda del naufragio. Tampoco tiene sentido en el medio de la catástrofe echarnos culpas. Tenemos que organizarnos, medir los daños, reparar el casco y ponernos de nuevo a navegar.
Ponerse de acuerdo no es simple, no sale porque sí, requiere generosidad y empeño, pero aun en circunstancias como estas no solo es posible sino que es imprescindible. Cada cual debe poner en pausa la mirada sesgada, encontrar en el otro razones y estar convencido de que en algo cada uno deberá ceder.
La empatía debe ser lo que cuenta: sentir lo que siente el otro, que nos duela lo que le duele y que nos alegre lo que le alegra. Lo contrario a esto se llama egoísmo y se llama mezquindad, y no hay comunidad que se organice a partir de esos valores. El miedo tampoco puede ser el ordenador social. Muchos dicen que es efectivo porque hace bajar la cabeza, porque el espanto permite que los pueblos se vuelvan dóciles. Miedo a perder el trabajo, o miedo a ser perseguidos, estigmatizados, hostigados.
No es esa manera la que debe cohesionarnos. La cooperación debe ser la estrategia que cosa los retazos de una comunidad que está resquebrajada. La solidaridad, nuestra militancia. La grieta nos ha destrozado. Y no es de este último tiempo, sino de años y años de enfrentamientos. Casi todos estamos de acuerdo en que la grieta obtura el progreso, pero persiste porque este abismo es funcional para los propios contendientes, para sus barras bravas y también para los que la promueven y la ensalzan porque viven del río revuelto, minorías intensas que construyen su identidad en un espejo invertido.
En esta patriada, la trampa no puede ser un valor positivo. La viveza criolla no es viveza. Porque es inmoral y, porque a la larga o a la corta, termina jugando en contra. Respetar las reglas no es un detalle de los que no tienen otra cosa que hacer, más bien se trata de los que hacen y quieren un bienestar común. Sobre un universo de reglas se posa una sociedad que decide vivir de manera mancomunada, y para eso pacta leyes.
Las instituciones son estructuras que modelan la vida en democracia, el mejor de los modelos de organización social. Ya pasaron varias décadas de libertad en nuestro país, cosa que hace tiempo hubiese parecido solo una utopía. De esto se trató la última de las gestas sociales. Y lo logramos. Ahora tenemos nuevos y tan trascendentes desafíos.
Es este el momento indicado para repensarnos y establecer consensos básicos. No podemos vivir de espasmos ni de salvatajes individuales. La patriada que debe movilizarnos es transformar la Argentina hacia el desarrollo inclusivo. Para eso hace falta una revolución verdadera, donde la educación y el conocimiento dejen de ser un eslogan y pasen a ser una política de Estado moderno y eficiente, donde la ciencia, la tecnología y la innovación estén conectadas de manera inteligente con el sistema productivo, que le permitan agregar mayor valor a nuestra industria y a nuestro campo, que generen trabajo cada vez más calificado, y que hagan fuerte a nuestra economía que hoy languidece. Tenemos que ser un país grande. Tenemos con qué.
Quién es Facundo Manes
♦ Nació en 1969. Es neurólogo, neurocientífico, presidente honorífico de la Fundación INECO y diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.
♦ Preside la comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara Baja. Es un referente del radicalismo.
♦ Entre sus libros se cuentan Decir presente. Hacer futuro, Usar el cerebro y El cerebro argentino.
Seguir leyendo: