El gran autor estadounidense Ray Bradbury comenzó con la obsesión por Marte en su adolescencia. El escritor nacido en Illinois, en 1920, solía leer los libros ilustrados que había en su biblioteca. Fascinado por los hallazgos de los astrónomos Schiaparelli y Lowell, un texto de Edgar Rice Burroughs —el creador de Tarzán— sobre un excombatiente de la Guerra de Secesión y experiencias de su vida nutrieron el gran universo narrativo de ciencia ficción que nos legó.
Más de veintisiete novelas, seiscientos cuentos —algunos de los cuales están incluidos en sus libros de relatos Crónicas marcianas (1950) y El hombre ilustrado (1951)— y la adaptación de sesenta y cinco de sus historias para la televisión son parte del recorrido por la obra del padre de los “deleitables terrores”.
Pero existen más de veinte cuentos que Bradbury que quedaron fuera de la versión definitiva de la mítica obra Crónicas marcianas. Diez de ellos son traducidos ahora por primera vez al español y el resto, publicados de forma dispersa. Ahora, esos relatos se encuentran reunidos en el libro Otras crónicas marcianas.
Presentado como un hallazgo editorial y publicado por Libros del Zorro Rojo, el libro es el resultado de una exhaustiva pesquisa por parte de su editor y traductor, Marcial Souto, quien reúne en esta antología excelentes “relatos marcianos”, algunos inéditos en castellano y otros que quedaron fuera de la edición original publicada en 1950. Publicada originalmente en 2009 por Subterranean Press en inglés bajo el título The Martian Chronicles: The Complete Edition, la antología incluye 23 relatos más que la edición original.
Con selección, traducción y prólogo de Souto e ilustraciones de David de las Heras, el sello argentino ya había editado en 2020 una edición de la novela Fahrenheit 451 con las ilustraciones que realizó el galés Ralph Steadman para celebrar el cincuentenario del clásico.
La vuelta a Marte
Los representantes de Doubleday & Company, en la ciudad de Nueva York, le propusieron al autor que reuniera sus trabajos sobre Marte publicados en diarios y revistas en un volumen llamado The Martian Chronicles. El trabajo fue publicado posteriormente en tapa dura por Doubleday en los Estados Unidos en 1950. La versión en español llegó a la Argentina al mismo tiempo que la primera edición de Estados Unidos e incluía un prólogo de Jorge Luis Borges .
La recepción en la Argentina de la obra de Bradbury siempre fue muy buena. El escritor Marcial Souto (La Coruña, 1947), traductor al español de su obra, editor de las revistas Minotauro y El Péndulo, señala a Télam, que tuvo con el narrador “una amistad larga y entrañable, que ayudó, entre otras cosas, a convencerlo de que asistiera, en 1997, a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, donde siempre tuvo sus más fervientes lectores”. “Sus últimas palabras, al despedirnos en el aeropuerto, fueron: ‘Gracias por la mejor experiencia que he tenido en mi vida como escritor’”, dice Souto, que a los 21 años conoció al escritor, que tenía por entonces 48 años. Después, durante mucho tiempo, fue asesor de su editor argentino y siguieron siempre en contacto.
Este nuevo libro tiene el valor de aportar a los lectores el placer de encontrar nuevas experiencia en Marte y para los fanáticos de la ciencia ficción una especie de evangelio apócrifo que el maestro había olvidado en la papelera. Como dice Souto, “el Marte que Bradbury nos dejó, y que siempre reconocemos cada vez que volvemos a él, consta de un puñado de imágenes inolvidables: fondos de mares ventosos y vacíos, altas montañas azules, llanuras de arena blanca, canales perezosos, rebosantes de agua cristalina o vino verde perfumado que gotea desde las viñas plantadas en las orillas” señala el traductor.
“También acantilados en cuyas caras pétreas perviven, tallados por desaparecidos artistas marcianos, representaciones de animales que se desmoronan ante el paso de nuestros vehículos o la cercanía de nuestros cohetes, y ciudades como tableros de ajedrez abandonados que transmiten añeja paz, inteligencia y misterio. Solo faltan los marcianos, que los invasores terrestres parecen haber exterminado con sus enfermedades, aunque en este libro descubrimos que algunos han quedado y, como la buena poesía, tienen la fragilidad de la prosa de su creador”, indica el editor.
Estas historias, como lo demuestra la edición definitiva, se articulan sin ningún problema con los relatos del libro original. Los cuentos incluyen la destrucción apocalíptica de las civilizaciones marciana y humana, ambas provocadas por humanos. También hay historias sin escenarios catastróficos. Los resultados de muchas historias plantean inquietudes sobre los valores y la dirección de los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial (antes de Vietnam) al abordar el militarismo, la ciencia, la tecnología y la prosperidad en tiempos de guerra que podrían resultar en una guerra nuclear global.
En la crónica El Mesías, hay un religioso que viaja a Marte. Al encontrarse con un marciano lo convierte, sin proponérselo, en Dios. El marciano suplica ser liberado, y se genera una nueva religión existencialista. En otra crónica, La ventana de color fresa, la protagonista es una familia que no acaba de acostumbrarse a su nueva casa en Marte y se hacen traer su propia casa de la Tierra porque no piensan regresar.
En estos relatos se pueden repetir las palabras que escribió Jorge Luis Borges en el prólogo de la edición de 1950: “En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano [...], como los puso Sinclair Lewis en Main Street”, escribió el cuentista y agregó una pregunta: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me pueblen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?”.
—¿Por qué se habían descartado estos relatos?
—Porque no terminaban de encajar del todo en el plan que trazó el editor neoyorquino de Crónicas marcianas: hacer que una serie de cuentos solo emparentados por compartir un escenario, Marte, y unidos por una cronología a la medida, pudieran ser leídos como una novela.
—¿Y por qué se publican ahora?
—Porque nacen de la etapa más creativa de Bradbury, han resistido admirablemente el paso del tiempo y todo momento es bueno para rescatarlos y difundirlos.
—¿Cómo fue la relación con Bradbury?
—Larga y entrañable. Traduje diez de sus libros. Sirvió, entre otras cosas, para convencerlo de que asistiera, en 1997, a la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, donde tuvo desde el principio sus más fervientes lectores. Sus últimas palabras, al despedirnos en el aeropuerto, fueron: “Gracias por la mejor experiencia que he tenido en mi vida como escritor”.
—¿Hay isotopías (además de Marte) en estas historias?
—¿Te refieres a la figura retórica? La prosa es engañosamente sencilla pero con una potente carga metafórica y lírica.
—¿Qué aporte hace al libro el diálogo con las imágenes?
—Le añade una nueva dimensión.
—¿”El mesías” le da un clima religioso a la colección?
—¿Por qué? Es un cuento más, y no habla estrictamente de religión, sino del poder del discurso y de la locura.
Fuente: Télam S.E.
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