Jonathan Swift nació en noviembre de 1667, en Irlanda. De padres ingleses, se crió en Dublín, de la mano de su tío, y con él aprendió todo lo que un niño tenía que saber. Aprendió a leer a los tres años y desde muy joven se relacionó con escritores e intelectuales. En esos años no habría intuido todo lo que haría, décadas más tarde.
De todas sus obras, la más conocida es Los viajes de Gulliver. ¿Sabían que cuando se publicó, Swift no se animó a firmarla? La novela apareció de forma anónima en 1726 y de inmediato fue un éxito. Swift lo supo por una carta de un buen amigo suyo, Alexander Pope. “Hace diez días se publicó aquí un libro sobre los viajes de un tal Gulliver del que desde entonces habla toda la ciudad”, contaba. “La edición se agotó en una semana”.
La primera edición del libro fue de aproximadamente 1.000 ejemplares y en cuanto se agotó, se publicaron dos más. Los lectores veían en la historia de Swift una fabulación tan divertida que era imposible no hablar de ella. De repente, las caricaturas en los periódicos dejaron de ser tan interesantes. Todos hablaban de los personajes de Swift. Pero así como tuvo adeptos, también surgieron opositores. Ese fue el caso de los escritores Walter Scott y William Thackeray, quienes interpretaron la novela de Swift como una pieza de lo más vulgar que se mofaba de la condición humana y atentaba contra el espíritu de la sociedad.
Swift cultivaba la sátira a través de sus escritos y en Los viajes de Gulliver la había llevado a su mejor expresión. Su pecado fue haber sido demasiado brillante. Se apoyó en las formas del relato de viaje para describir otras culturas y confrontarlas con el estilo de vida de su sociedad. Desde el punto de vista estílistico, consiguió comunicar de la forma más sutil que la autenticidad es ilusoria y el poder es un absurdo.
La caracterización de los lugares con los que se encuentra Gulliver permiten evidenciar una fuerte crítica a la sociedad inglesa. Gulliver los encuentra salvajes, despreciables y, de alguna manera, extraños.
Swift creó varios de sus personajes basándose en personalidades de su época, como el rey Jorge I de Inglaterra, que es evocado en la figura del rey tirano de los liliputienses, o el primer ministro británico del momento, Robert Walpole, que es encarnado en el tesorero de los liliputienses.
La novela surgió en un momento convulso de la política en el Reino Unido y en un periodo bastante fructífero para la literatura inglesa. Era la época “agustina”, como se vino a conocer después, entre 1700 y 1744, en la que el clasicismo imperaba. Los escritores intentaban buscar la inspiración en referencias de la Antigua Grecia y en la Roma previa al siglo XV. Swift se alimenta de todo esto, pero va más allá. Decide, no solo narrar algunas cosas propias de su tiempo, registrar a través de su obra el momento que vive, sino burlarse de él y todo lo que pueda surgir a su alrededor, pero con el fundamento que la sátira requería.
Swift era miembro del club ‘Scriblerus’, fundado en 1713, que no tenía otra razón distinta a congregar escritores y poetas para ejercer la sátira sobre la sociedad moderna. De ahí surgió la novela, pues el autor recibió la encomienda de escribir una sátira sobre la literatura de viajes que en ese momento estaba tan de moda y prometía ser el género rey del momento. Robinson Crusoe era la novela leída por todos. Swift comienza a tomar notas y a raíz de ellas aparece Los viajes de Gulliver, que comenzó a tomar forma como libro a partir de 1721.
Su publicación anónima se debió a que en 1695 comenzó a regir una ley de censura que cuidaba la salida de cualquier texto manuscrito, sin importar género o autor. Swift fue cuidadoso, pues sabía que su historia podría despertar malestar una vez entendieran los lectores que se mofaba de ciertos sectores políticos del momento. No firmó con su nombre sino que utilizó el de ‘Richard Sympson’. El editor Benjamin Motte fue el responsable de ajustar el texto para su publicación.
Diecinueve años después de su aparición, Swift falleció. Su mente se había empezado a deteriorar, especialmente tras su regreso a Irlanda. Como escritor, exploró la poesía, la novela, el relato corto y el ensayo, siempre desde la orilla de la sátira. Se fue habiendo conseguido iluminar a los lectores con una de las obras más trascendentales de la literatura universal, por su historia, la manera en que se cuenta, y la brillantez de su argumento.
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