El detrás de escena de la ceremonia del té, desde el siglo XVI hasta el mensaje que nos da en el presente

Malena Higashi es tercera generación de japoneses en Argentina y decidió enseñar la tradicional ceremonia, que pasa de padres a hijos. El libro “El viento entre los pinos” recoge su conocimiento sobre el ritual.

Malena Higashi preparada para la ceremonia del té (Dominique Besanson).

El año 2017 marcó un antes y un después en la vida de Malena Higashi. Le surgió la oportunidad de estudiar por un año en Japón en la escuela Urasenke, donde se enseña la ceremonia del té, en la ciudad de Kioto. En Argentina tenía casa, trabajo estable y pareja. Sin embargo, supo que ese año lo cambiaría todo y se fue. Sobre esa experiencia escribió: El viento entre los pinos. Un ensayo acerca del camino del té, que acaba de salir por Editorial Fiordo. El texto es un ensayo acerca de la ceremonia del té y del camino que emprendió. Es, también, su primer libro.

Al pequeño café de especialidad ubicado en el barrio de Caballito Malena llega cargada. Acaba de dar una clase de la ceremonia del té y porta una mochila, una bolsa de tela con algunos de los elementos que utiliza en la práctica y una cartera pequeña. Es menuda, tiene el pelo recogido de un negro profundo, los labios rojos, la piel blanquísima.

Malena es nikkei de tercera generación, así se les llama a los descendientes de japoneses. Su bisabuela era japonesa, pero fue su abuela Miko, —nacida en Argentina— la que le enseñó sobre la ceremonia del té desde que era chica. Y también la que la impulsó a explorar sus raíces y a viajar a Japón más de una vez. Así recuerda como tomó la decisión de escribir sobre lo vivido.

"El viento entre los pinos. Un ensayo acerca del camino del té" (Editorial Fiordo)

Durante el año que estuve en Japón llevé un diario. No escribía todos los días porque no tenía tiempo, la escuela era realmente muy exigente. Pero sí llevaba registro de las cosas que hacíamos. Lo que pasó fue que cuando volví me dije, ‘bueno, voy a ordenar todas las notas que tengo’. Y todo lo que estaba haciendo era crónica, algo más narrativo, donde aparecían claramente como varios personajes más”, cuenta Higashi.

Pero después llegó la propuesta del libro y se puso a trabajar en un formato breve, más ensayístico. “Lo que intenté hacer es explicar qué es la ceremonia del té. Que se entendiera de una manera lo más simple posible dentro de su complejidad, pero acompañando un poco al lector”, dice y sigue: “También sentía que, a pesar de que venía practicando desde hacía mucho tiempo, fue como llegar ahí, y empezar todo de nuevo.”

Malena estudió Letras y es periodista, y es esa impronta la que está presente en el registro con el que está escrito El viento entre los pinos. Un tono íntimo, personal.

El té en primera persona

“Los autobuses en Japón son pequeños. Creo que un occidental estándar no entraría bien en el asiento. En cambio, yo sentía que estaba hecho a mi medida. Estábamos volviendo al hotel. En sintonía con la lluvia tenue y mirando por la ventana, lloré sin que mi abuela lo notase. Pensé en todos los años en que había hecho mi práctica en piloto automático. ¿Por qué? Siempre el foco estuvo en otra cosa: la facultad, el trabajo, en el intento de cumplir mi rol de nieta. Me vino a la mente una cita de un libro de María Gainza, una de mis autoras preferidas. El artista Federico Peralta Ramos dice: ‘Lo que no está adentro tuyo, no es tuyo’”, recuerda Higashi.

Para la autora de El viento entre los pinos era importante recubrir la experiencia personal de otras lecturas, y otras voces. “Para mí el té es indisociable de la vida. Y mi vida no es solamente libros de té. También aparecen Clarice Lispector, María Gainza, otros libros que leí y me fueron marcando caminos”, señala. “En el libro cito un montón de otros autores que, en general, son maestros de té. En la parte final puse la bibliografía, pero fui contando cómo llegué a esos libros y cómo los leí”, explica Higashi.

Malena Higashi (Dominique Besanson)

Chadō es el nombre de la ceremonia donde se prepara el té, que puede durar horas. Se trata de una disciplina que se estudia y está normada, regulada. “Una ceremonia de té completa puede durar cuatro horas, porque se sirven dos tipos de té, uno más liviano y uno más espeso, se ponen dos veces carbones que se van consumiendo. Se coloca incienso, se sirve una comida ligera que tiene varios pasos y se acompaña con sake, una bebida alcohólica. Hay un pequeño corte en el medio donde los invitados salen al jardín, se sientan a observar y vuelven a entrar a la sala. Es una experiencia que está totalmente organizada, pautada, pero la interacción entre las personas es única en ese momento. El desafío era relatarlo y que el lector entienda la implicancia que tiene preparar solo un té”, explica.

Wabi es un estado mental”, dice y continúa: “Esa frase me ilumina, todo me cierra: aquel momento a solas en el jardín del museo, las horas, los días, los años que estuve sentada sobre el tatami mirando a mis compañeros preparar té. Ese estado mental. Por eso, cuando alguien me pregunta cuál es la filosofía detrás de la ceremonia del té, lo invito a tomar un té. Se puede acceder a ese estado mental pero solo a través de la experiencia”, describe Malena en el libro.

El viento entre los pinos se completa con ilustraciones que van apareciendo a medida que avanza el relato, a cargo de Nicolás Stimolo. Son dibujos de los elementos y símbolos de la ceremonia del té. “Siempre imaginé un libro que tuviera ilustraciones, porque si yo digo, batidor de bamboo, te podés imaginar cualquier cosa. Y a su vez son dibujos muy minimalistas, con trazos muy simples. No quería que estuvieran sobrecargados. Me interesaba que hubiera una interpretación un poco más artística de estos objetos que ayudara a entender de qué estábamos hablando”, dice.

Una de las ilustraciones de Nicolás Stimolo que forman parte del libro "El viento entre los pinos".

Una tradición ancestral anclada en el presente

Malena Higashi da clases desde hace años en la escuela Urasenke Argentina, —una institución dedicada a la enseñanza y difusión de la ceremonia del té en nuestro país—. Las inició junto a su abuela Emiko, también maestra durante décadas, quien falleció el año pasado a los 90. Ahora, además de las clases, realiza ceremonias más abreviadas para el público de Buenos Aires y del interior, que se acerca curioso a querer saber más sobre el té. Pero no está sola: lo hace junto a una pastelera especializada en dulces japoneses, Ana Irie.

“Hay un interés por el tema dentro de lo que es el mundo del té. Esto es muy específico, muy particular. Es una ceremonia con su historia, con su filosofía. Hay gente a la que le interesa muchísimo la cultura japonesa, entonces quiere venir a clases una vez por semana y gente que simplemente dice, quiero probar un matcha, porque nunca lo probé’”, cuenta Higashi. “Nos pareció que era una buena manera de difundir lo que hace cada una de una forma más amena. No te voy a tener ahí sentado cuatro horas, te voy a preparar el dulce con el que se acompaña, te explicamos de qué se trata la disciplina. Hablamos mucho sobre nuestra experiencia estudiando en Japón”, detalla.

Malena Higashi difunde y explica de manera amena una antigua tradición: la ceremonia del té (Dominique Besanson)

En el último tiempo hay una moda y una fascinación por el estudio de la disciplina y el consumo del té: en hebras, el blending y las combinaciones posibles, el matcha que aparece en el té y en la pastelería. Malena encuentra algunas similitudes entre la expansión de la ceremonia del té en el siglo XVI, en medio de guerras civiles, con mucha inestabilidad política y el contexto actual.

“Hoy también vivimos en una cotidianeidad muy bombardeada por los medios, por las noticias, por el celular que te suena, estamos muy dispersos. Y lo que propone la ceremonia del té es ese paréntesis de tiempo que empieza y que termina, y vos estás ahí solamente concentrado en eso. Es una práctica que ayuda mucho a estar anclado en el presente. Se suele hablar de la perfección del té. No existe un té perfecto, ¿Qué es un té perfecto? ¿Una performance perfecta donde no te equivocaste, donde no se te cayó nada? Nunca se logra algo perfecto, pero en ese camino, en esa búsqueda te vas concentrando, puliendo y la práctica constante te va cambiando. Eso es lo que yo sentí que me pasó después de haber hecho té todos los días durante un año”, concluye.

El viento entre los pinos se presenta este viernes 2 de diciembre a las 19 en Estancia, Mariano Acha 2898, CABA. La autora conversará con Alejandra Kamiya.

“El viento entre los pinos” (fragmento)

Sekimori ishi. La piedra que marca el camino

Después de un vuelo de Buenos Aires a Tokio con escala en Frankfurt, y un tren bala hasta Kioto, llegamos cansadas pero con ganas de salir a dar una vuelta. El hotel quedaba justo frente a la estación y como la estación era un enorme centro comercial con cafeterías y lugares para comer, salimos para dejar las valijas y volvimos a entrar. Apenas trajeron nuestro pedido, cafés fríos y unas porciones de torta con distintas variedades de chocolate, sacamos una selfie, en un gesto automático o como prueba de vida. Habíamos llegado a Japón.

Cuando mis amigas recibieron esa foto se rieron: mi tía y yo nos veíamos desplomadas sobre las sillas. Nuestros cuerpos, nuestras caras daban cuenta de ese largo viaje. Mi abuela en cambio lucía espléndida, con el porte recto y la ropa acomodada como si acabara de plancharla. Recordé la frase que había escrito en una carta el abuelo de una amiga querida: «Por fin respiro el aire de Japón». Con la humedad del verano me balanceaba entre esa certeza y el mareo del jet lag.

*

El viaje había comenzado antes del viaje. En la cocina de mi abuela, Bachan (esa es la manera cariñosa de decir abuela en japonés), había un calendario de tela con una frase de Lao Tsé: «Un camino de mil millas comienza con un solo paso». Un tiempo atrás ella me había preguntado de dónde era Lao Tsé, yo le había dicho que era chino. «Pero esa frase es de un japonés», me respondió segura. Senri no michi mo ippo kara significa exactamente eso: «Un camino de mil millas comienza con un solo paso».

Al emprender el viaje yo sentía que estaba dando ese primer paso, mi acercamiento a Japón, aunque con la sensación de que se había demorado mucho tiempo. Y apenas aparecía ese dejo de reproche me decía a mí misma que todo tiene su momento y su espacio. Tenía tantas expectativas alrededor del viaje que por momentos me desbordaba.

Preparación de la ceremonia del té (Dominique Besanson)

Soy argentina nikkei, de tercera generación. Eso significa que mi bisabuela es japonesa. Mi abuela y mi madre nacieron en Argentina. Mi apellido significa «Este» y eso fue algo que aprendí cuando pasada la adolescencia me dieron ganas de estudiar japonés. «Este», el punto cardinal. Me siento sureña, porteña, pero algo en la sangre me tira hacia el Este y una noche a mediados de junio de 2015 partí con mi abuela a Japón, y desde la ventanilla del avión se veía la luna. Era la noche más larga, entrábamos al invierno pero nos dirigíamos al verano.

*

Hacía ya muchos años que practicaba junto a mi abuela la ceremonia del té. Por eso estar en Kioto juntas tenía un significado profundo. Pero mi vínculo con esta práctica, que en Japón se conoce como chadô, el camino del té, fue siempre errático, como si lo hubiera estado esquivando, como cuando se camina por una playa bordeando la costa pero sin zambullirse en el mar. Estoy segura de que era por mi incapacidad para asumir una responsabilidad tan grande como continuar con el legado de mi abuela.

Las dos éramos parte de Urasenke, que dentro y fuera de Japón es una de las escuelas de té más reconocidas. El estilo que practica Urasenke, y la manera de transmitirlo, es lo que ha perdurado a lo largo del tiempo desde que el Gran Maestro Sen no Rikyû iniciara la tradición japonesa del té en el siglo XVI, que continúa hasta el día de hoy gracias a una sucesión de quince maestros, padres, hijos, que fueron transmitiéndose los procedimientos para preparar el té. Esos son los mismos procedimientos que difunde Urasenke, excepto una serie llamada «enseñanzas secretas» que queda limitada al linaje Sen.

El núcleo de la enseñanza pasa de generación en generación con un punto de referencia inicial que es Sen no Rikyû. Esa cadena es lo que le da integridad al sistema, y la escuela se sostuvo a lo largo de los siglos por esa credibilidad. En Argentina existe desde el año 1954 y su subsistencia dependió siempre del trabajo voluntario y apasionado de quienes forman parte del grupo. Mi abuela, Arimidzu sensei, fue quien tomó las riendas en un momento, como maestra de té y luego como presidenta de la institución.

Quién es Malena Higashi

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina. Es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA), periodista, docente del Seminario de Cultura japonesa en el Instituto Privado Argentino Japonés Nichia Gakuin y ex becaria de Gaimusho.

♦ Es practicante de la Ceremonia del té en Urasenke Argentina y egresada del programa Midorikai de Urasenke Kioto (Japón), en donde estudió durante un año.

♦ En 2019 fue curadora de la exhibición “Chado: el camino del té y la cultura de las cuatro estaciones” en el Museo Nacional de Arte Oriental (MNAO).

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