A principios del mes de noviembre el antropólogo y escritor mexicano Roger Bartra cumplía 80 años de una vida que se ha destacado tanto en lo académico como lo intelectual, convirtiéndose en uno de los autores del territorio azteca más prolífico. Desde sus áreas de interés ha publicado poco más de una veintena de libros entre los que se encuentran “Cerebro y libertad”, “El salvaje espejo” y “Oficio mexicano”, algunas de sus obras más memorables. En el marco de las celebraciones de sus ocho décadas de vida, la Academia Mexicana de la Lengua le rindió un homenaje, durante el cual Bartra se declaró lúcido, atlético y listo para todo lo que venga y dio una adelanto de esta autobiografía intelectual.
“Decidí escribirlo hace siete u ocho años, sin saber qué iba a resultar. Fue una exploración de mi pasado intelectual. Tiene algunos elementos de carácter personal, pero es ante todo una biografía intelectual. Mi vida ha dado muchos saltos y me pregunté sobre eso. ¿Por qué paso de ser originalmente un arqueólogo a estudiar la cuestión agraria, después la identidad nacional y de ahí a estudiar los mitos de la melancolía en Europa para desembocar en la antropología del cerebro y las redes culturales? Parecen saltos mortales y en la academia no se suelen dar”, aseguró el autor en entrevista con Aristegui Noticias.
En este libro hace un recorrido por su pensamiento, desenreda un nudo formado por tres hilos conductores que se extienden a lo largo de su vida intelectual, tres flujos que se mezclan en el profundo pozo de su conciencia.
El primero de estos hilos es una obsesión por la verdad que domina todo su trabajo escrito, un primer momento para conocer lo que estimula, pero también esclaviza a Barta, como una de sus más grandes aficiones. En el segundo puesto el autor retrata esa sensación permanente de ser extranjero, por ser hijo de los escritores y exiliados catalanes Anna Murià y Agustí Bartra, una realidad que con el tiempo lo hizo sentirse como un extraño enclavado en una sociedad que siempre lo considero ajeno a ella; y en el tercero, Bartra relata su inclinación por la rebeldía, como la controló y domesticó para poder convivir con sus semejantes.
“Las mutaciones me intrigan porque al mismo tiempo ha sido algo riesgoso, por suerte he sobrevivido y no mal. La motivación que me llevó a escribir esto es cuestionarme la lógica de mi vida”, escribe.
En “Mutaciones” confiesa cómo estos tres flujos y lo que resulta de ellos, le han provocado una permanente sensación de encierro, de estar preso en las verdades dogmáticas, de estar preso en una identidad anómala y de estar poseído por una furia que a veces es crucial, mantener atrapada. Explica que cuando el nudo de todo esto se desata, Bartra se libera así mismo para sumergirse en la búsqueda de lo que llama Verdades frescas y renovadoras. Describe como su pensamiento intelectual se ve alentado por momentos de rebeldía creativa y estimulantes, al soltar las ataduras de las identidades fijas.
“He tenido diversas metamorfosis, algo poco usual en el mundo académico. Normalmente, los académicos permanecen en un tema o pocos fijos durante casi toda su vida, a mí me ha dado por saltar de uno a otro. Me considero por ello un académico, investigador, antropólogo, científico, pero también un ensayista. Los ensayistas suelen dar saltos y mutaciones con mayor frecuencia, están menos atados a los cánones tradicionales, por lo que es libre de abrir nuevos caminos, abordar nuevas ideas, internarse en territorios extraños, diferentes en los cuales ha crecido y se ha formado”, aseguró en entrevista con Crónica.
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