Gioconda Belli, entre la militancia y la literatura: “El detonante que me abrió las puertas de la poesía fue la rebelión”

La escritora nicaragüense, una de las más importantes de su país, acaba de publicar “Luciérnagas”, un libro de ensayos. El feminismo, el activismo político y el erotismo son los grandes temas de los que habló con Infobae Leamos.

Gioconda Belli es una referente de la literatura de Nicaragua y de Latinoamérica. (Leonardo Cendamo/Getty Images)

Tiene nombre de obra de arte, y no solo eso: de la obra de arte más famosa de la historia. Un nombre que en español se traduce: alegría. Algo del destino de Gioconda Belli (Managua, 1948), la escritora nicaragüense más conocida puertas afuera de su país, parece cifrarse en ese nombre…. Y en ese apellido, que alude a la belleza.

La obra de Gioconda Belli, centrada básicamente en figuras y problemáticas femeninas, y de un erotismo muy personal y sutil, comienza con un tímido libro de poemas que fue muy bien recibido en su país, Sobre la grama (1972) y sigue con otros poemarios que llevaron a considerarla una de las renovadoras de la poesía del país de Rubén Darío y Ernesto Cardenal, y a obtener numerosos premios, entre ellos, el Casa de las Américas (un espacio que además compartió como jurado con su admirado Julio Cortázar), y el Jaime Gil de Biedma por El pez rojo que nada en el pecho.

Hacia fines de los 80 devendría novelista, con obras traducidas a diferentes idiomas, multipremiadas y devoradas por miles de lectores, como La mujer habitada, El pergamino de la seducción, Waslala, Las fiebres de la memoria o El país de las mujeres, que hoy en Argentina se resignifica, ya que empieza con un atentado fallido a Viviana Sansón, lideresa del Partido de la Izquierda Erótica (PIE) y presidenta del país ficticio Faguas.

Toda la información sobre su figura literaria puede leerse en su sitio oficial. Y en una participación en el ciclo de charlas “El autor y su obra”, en el Festival de Poesía de Granada, Nicaragua, resume en forma amena y clara su trayectoria.

Su última obra, Luciérnagas. Un libro de ensayos sobre los ensayos del vivir (Seix Barral), recopila artículos escritos entre la década del 90 y el presente, y gira en torno a dos ejes: política y feminismo. El volumen incluye poemas y una entrevista realizada en 1998 a Zoilamérica Narváez Murillo, hija de Rosario Murillo, actual vicepresidenta de Nicaragua, luego de la fuerte denuncia de abuso sexual que la joven hizo contra su padrastro, Daniel Ortega, actual presidente y líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), movimiento que derrocó al dictador Anastasio Somoza y del cual la escritora participó activamente en su juventud, experiencia que ya había narrado en su memoria El país bajo mi piel.

En la invitación a la presentación de Luciérnagas en la reciente Feria del Libro de Guadalajara (FIL), en México, Gioconda tuiteó: “Estos ensayos revelan discusiones sobre el destino del FSLN después del 90, escritos sobre literatura y sobre el papel de la mujer. Son luciérnagas, resplandores de la realidad.”

En esta entrevista a distancia con Infobae Leamos, la autora ahonda en los motivos que la llevaron a volcarse al género ensayo, a la organización y al contenido de los textos del libro que se abre con un epígrafe poético: “Soy la mujer que piensa/algún día mis ojos encenderán luciérnagas”. Y que comienza con una frase que enlaza aquellas cosas que hay dentro y fuera de los libros: “La vida es un ensayo constante”.

-¿A qué deseo respondió la división del libro en tres partes, una de ensayos políticos, otra que cruza literatura y feminismo y el central, la entrevista a Zoilamérica Narváez Murillo?

-Luciérnagas es un libro de ensayos, o sea, reflexiones y escritos donde se pueden leer las posiciones, pensamientos y creencias que son el trasfondo de mis novelas y poemas. Soy escritora porque me apasiona observar y participar de la multiplicidad de experiencias que me han hecho ser lo que soy. Por ejemplo: el detonante que me abrió las puertas de la poesía fue la rebelión. Esa energía era una mezcla de rabia contra las injusticias que veía en Nicaragua y rabia porque la sociedad intentara tratarnos a las mujeres como dependientes, sometidas e intelectualmente limitadas. Cuando encontré un cauce donde verter esas energías, sentí que me había salvado de una vida sin propósito. Ese fue el hecho original que hizo que no fuera suficiente para mí solo ser escritora, yo quise participar plenamente. En Luciérnagas he querido compartir y mostrar el efecto de esa doble experiencia. Por muchos años, mi vida militante fue más importante para mí que mi rol de escritora. Eso cambió a medida que maduré y me di cuenta de que mi obra poética y narrativa había tenido más eco y hecho una diferencia mayor que mis afanes por organizar el partido, pero debido a lo que ha pasado en Nicaragua desde 2018 y el asombro de tantos sobre esta malversación del sandinismo por parte de Ortega y su esposa, pensé que estos escritos del 90 que salen en Luciérnagas y la entrevista con Zoilamérica permiten conocer quiénes son estas personas que se arrogaron la representación del sandinismo, un proyecto colectivo por el que murieron y arriesgaron su vida cientos de personas. Hoy ese proyecto ha sido destruido. Se usa para para justificar las atrocidades que están haciendo Ortega y Murillo para perpetuarse en el poder.

Zoilamérica Narváez Murillo denunció a su padrastro, Daniel Ortega, por abuso sexual.

-El ensayo es un género que está siendo revalorizado para las mujeres escritoras porque salvo excepciones como Virginia Woolf o Simone de Beauvoir, a las autoras de ficción también siempre se las tuvo al margen de ese género más “pensante” que sensible, ¿es así?

-En el mundo de habla hispana, sí, pero en Canadá y en Estados Unidos, por ejemplo, hay muchos libros de ensayos escritos por mujeres: Margaret Atwood, Doris Lessing, Chimamanda Ngozi Adichie, Siri Hudsvet. También en España: Nuria Labari, Nuria Barrios, Rosa Montero, han escrito ensayos muy interesantes. El público lector no está muy acostumbrado, sobre todo el público femenino, a leer ensayos, pero para mí son como lluvias de ideas que excitan la reflexión y ayudan a tomar posiciones y a analizar las opiniones propias y ajenas. Además, como en el caso de Luciérnagas, uno puede informarse en pequeñas dosis, leer los diferentes artículos y conocer el mundo del pensamiento femenino con un lenguaje más accesible y entretenido. Mirá el éxito de Irene Vallejo con su Infinito en un Junco. Cuando se mezcla el ensayo con la vivencia personal, como es el caso en los ensayos de mujeres, la lectura es una experiencia pensante diferente.

-La entrevista a Zoilamérica fue hecha en 1998, después de que ella se animara a denunciar a su padrastro. Fue una entrevista pionera, pre #NiUnaMenos. ¿Hoy volverías a hacerle las mismas preguntas? ¿Agregarías otras? ¿Quitarías algunas?

-No creo que cambiaría. El tiempo de esa entrevista es lo que creo la hace más auténtica porque fue hecha cuando la denuncia recién había salido a la luz. Ahora hay un documental muy bueno, Exiliada, de Leonor Zúniga, que cuenta cómo es la vida de Zoilamérica hoy. Debo decir en honor a la transparencia que Leonor es mi nuera, una gran documentalista, pero la idea fue absolutamente de ella.

-En tu novela “El País de las mujeres”, ellas toman el poder y gobiernan a través del Partido de la Izquierda Erótica, y se impone el “felicismo”. ¿Qué fue primero, la sigla PIE o su despliegue? ¿Creés que si las mujeres gobernaran este sería un mundo mejor, más feliz? Y es ese caso, ¿cómo ubicás a una mujer como Rosario Murillo, destinataria de una carta en tu libro?

-Primero fue el nombre: Partido de la Izquierda Erótica. El nombre llevó a las siglas. Varios ensayos en Luciérnagas ahondan sobre la novela y sus motivos. Explico, sobre todo, cómo el poder administrado por mujeres debería tener otro signo, otro concepto del poder, porque el poder como existe ahora es una concepción masculina, pensada para un mundo donde el hombre domina. Y eso mismo explica que haya mujeres como Rosario Murillo que siguen esos parámetros masculinos para ser aceptadas. Precisamente lo que se plantea en El país de las mujeres es la necesidad de cambiar la naturaleza del poder. En Luciérnagas hago una exhortación a tomar en cuenta el rol biológico de la mujer y lo que eso ha significado para su marginación social.

-Hablando de los roles de las mujeres: ¿te resulta fácil conciliar la vida familiar con la de escritora?

-Me resulta difícil conciliar la vida de escritora con la escritura, jajaja. Es paradójico, pero ahora existe todo un universo que nos demanda a los escritores estar en muchas partes y ser parte de la experiencia lectora de manera presencial. Tiene su lado positivo: los festivales literarios, las ferias de libro, y otras instancias del mundo de la cultura invitan a los escritores a salir de sus casas, pero al mismo tiempo eso nos obliga a viajar mucho y reduce el tiempo que tenemos para escribir. Cuesta mucho concentrarse si una no puede quedarse quieta, sola, con ese frágil mundo imaginario de palabras. Una debe buscarse los tiempos de no moverse. También quisiera tener una fotocopia mía que hiciera la parte administrativa de mi vida. Eso demanda mucho tiempo. Mis hijas e hijo están ya mayores, pero querría tener más tiempo para los nietos… La verdad es que la escritura no es una profesión que invite a socializar y, sin embargo, estar en el mundo es condición esencial para escribir.

-En el artículo “Feminismo, cuerpo y ciudadanía” te referís con algunos reparos a los transfeminismos y hablás de una deuda de las feministas con la gran desigualdad en las tareas de cuidado y del trabajo invisible que evidenció la pandemia. ¿Te parece que son posturas irreconciliables?

-Tengo admiración y respeto por mujeres como Camila Sosa Villada o Elizabeth Duval, que transitaron y que no podían ser más mujeres de lo que son. Puedo entender lo que debe ser sentir que uno está en un cuerpo equivocado y eso me inspira a apoyar sus procesos de cambio. No soy TERF para nada. Yo creo que son luchas distintas las que ellas hacen por su identidad de las que yo me refiero en mi ensayo y que hacemos las que hemos sufrido la discriminación por nuestra biología y nuestro cuerpo femenino. Lo que sí veo es que el problema social de lo que significa ser mujer, madre, esposa, hija con los patrones machistas, es una lucha milenaria cuya vivencia ha sido diferente para ellas, pero que las incluye. A las trans hay que protegerlas doblemente, porque reciben agresiones por los dos lados, por ser trans y por ser mujeres. Yo tengo confianza en que se logren consensos sobre este tema porque está siendo muy cargado de censura y de agresividad. Por mi parte, pienso que la discusión sobre las trans no puede ser sobre los derechos que ética e individualmente les pertenecen, sino acerca de su adaptación y algunas complejidades de su inclusión al sexo que han escogido. Hay que reconocer que hay cambios de mentalidad que requieren comprensión y gradualidad. Entre nosotras no puede eso convertirse en un motivo de división porque esa es una batalla perdida de antemano.

Quién es Gioconda Belli

♦ Nació en Managua, Nicaragua, en 1948. Es una de las escritoras más importantes de su país.

♦ El feminismo, el erotismo y el activismo son algunos de los ejes centrales de su obra.

♦ Fue integrante del Frente Sandinista de Liberación Nacional que luchó contra la dictadura de Anastasio Somoza.

♦ Es autora de libros como La mujer habitada, El país de las mujeres, Luciérnagas y El pez rojo que nada en el pecho.

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