Józef Wichtel era un niño cuando los nazis invadieron su ciudad natal, Radom, en Polonia. Su padre, Adam, se había unido a la resistencia polaca y había escuchado cómo los alemanes estaban aniquilando a los judíos. Así, el pequeño sobrevivió al campo de exterminio de Treblinka, gracias a un salto al vacío en el tren que lo llevaba a la muerte.
Estuvo en los campos de concentración de Sachsenhausen, Luxenhausen y Ravensbruck. En esos lugares vio el horror del Holocausto, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y, unos años después, se asentó en Buenos Aires. Nunca más regresó a Polonia.
La actriz, psicóloga y escritora Alessa Esparza grabó más de 80 horas de conversaciones que tuvo con Józef, su abuelo, acerca de esa época. No era muy comunicativo con su familia sobre el terror que marcó su niñez y adolescencia, pero con su nieta se expresó abiertamente. Así nació la novela El salto de un valiente (Planeta, 2022).
Infobae conversó con la autora del libro acerca del Holocausto, los sentimientos encontrados cuando pisó la tierra de Józef Wichtel, el amor y el perdón.
—En El salto de un valiente, Józef no guarda rencor, tal vez tiene una añoranza por la niñez.
—Creo que es la lección que nos deja, algo que me transmitió a mí y que he querido hacer en este libro: que él eligió el camino del perdón. Abrió su corazón generoso, decidió continuar con su vida desde el amor, venció a la crueldad fascista, siguió adelante y creó esta vida maravillosa.
—En un fragmento del libro, Józef no entiende por qué unos maleantes lo golpearon a sus compañeros y a él por ser judíos en un colegio católico.
—Él nunca vio la diferencia entre las religiones porque no se lo hacían notar en su casa. Habían diferentes religiones en Polonia, pero mi abuelo se preguntó por qué no se pueden unir todas, sería más simple. Creo que cuando su padre le explicó cómo era cada una tuvo mucha más confusión. Imagino que muchos niños también deben haber sentido lo mismo.
—¿Ha sido muy importante para ti contar la vida de tu abuelo durante el Holocausto?
—El Holocausto no se puede olvidar. Quería contar cómo había sido su vida en la niñez hasta que irrumpió la guerra. Józef perdió completamente la inocencia. Tuvo que separarse de su familia. Tenemos que contar estas historias para que no se vuelvan a repetir.
—En El salto de un valiente escribes que a los polacos les faltó humanidad para ayudar a los judíos cuando llegaron los nazis.
Hubo mucha indiferencia y mucho miedo. Mi familia y yo tuvimos la oportunidad de ir a Polonia en julio pasado. Queríamos ver la tierra donde nació mi abuelo, donde sufrió muchísimo. Nunca quiso regresar a su ciudad natal. Se puede decir que su familia tuvo un reencuentro con su tierra madre. Por eso, es importante conversar acerca de estos temas para que no vuelvan a suceder. Ya tenemos este aprendizaje tan doloroso que la humanidad tuvo que vivir; no puede repetirse.
—¿Fue una sensación muy fuerte regresar a la ciudad de tu abuelo por todo lo que vivió como describes en el libro?
—Cuando estuve en Auschwitz sentí una energía negativa difícil de procesar. Era un espacio muy cargado y hay que sumar todo lo que había narrado mi abuelo. Hay capítulos que los escribí llorando, tuve momentos muy fuertes que nunca me habían sucedido.
—Tu abuelo siempre te ofrecía consejos como que disfrutes tu infancia porque la vas a extrañar.
—Era una persona muy sabía. Siempre estaba impartiendo consejos. A Józef le mostré mi lado más reluciente y más oscuro. He llorado con él. Y el mejor regalo o consejo que me dio es que no sea la niña perfeccionista que en algún momento quise ser. Que sea auténtica. A mí me encantaba que me hablara sin ninguna condescendencia.
—¿Había un sentimiento doloroso cuando escuchabas a Józef narrarte cómo habían sido esos días sin su familia o pasando hambre?
—Tenía mucha tristeza y asombro, pero como lo contaba sin rencor logró hacerlo con liviandad. Las grabaciones siempre las escucho; lo narra de una manera particular durante horas. Él quería que yo lo transmitiera porque no podía encontrar las palabras o quizás no quería acercarse a esos sentimientos encontrados.
—¿Te ayudó ser actriz en este proceso de escritura?
—Sí, pude complementar esas emociones que él me decía. Pude plasmarlas como si estuviera en un escenario. Me ayudó bastante conocer el lenguaje audiovisual. Por eso, El salto de un valiente tiene una narración cinematográfica.
—Al inicio del libro, además de a tu abuelo, dedicas El salto de un valiente a tu hermano...
—Dedico unas palabras a mi hermano, pero el libro también es para que los niños conozcan esta historia tan importante. Repito: no se puede olvidar. El mensaje es el amor; hay que elegir movernos por el mundo desde la valentía sin rencor ni el odio. Debemos enseñar eso a los niños porque son el futuro.
Mi abuelo hizo pequeños y grandes saltos de valiente, eso hizo la diferencia: desde sonreír a algún desconocido en la calle o defender a alguien que lo están acosando. Hay una infinidad de actos pequeños que pueden cambiar el mundo, solo falta impulsarlos.
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