La literatura es amoral. No es inmoral —pese a que cada tanto aparecen noticias de ciertos grupos que intentan prohibir o censurar libros—, sino que la literatura, la buena literatura, nos hace suspender el juicio. Es la puerta de entrada a un mundo nuevo que tiene otras reglas y que nos hace preferir al ladrón antes que al detective; desear la victoria del corrupto, el mafioso, el asesino, el amante, el alcohólico.
La literatura del yo no quiebra las leyes de la ficción, pero las lleva a una tensión problemática. Si la figura del autor se solapa con la del narrador cambia también la del lector. No leemos —no podríamos leer— de la misma manera. Tal vez esa sea el efecto más poderoso de la primera persona del singular: el sismo que produce.
“Sofía, no te vayas a convertir en alcohólica, me advirtió mi papá antes de venir a vivir a España. Yo viajaba una semana después de un cateterismo que me había corregido una arritmia, medicada y bajo la pauta estricta de no tomar alcohol hasta que me dieran el alta definitiva. Lo que mi papá me dijo, en ese momento particular, me pareció fuera de lugar, alejado de lo que en ese entonces era mi vida y mis circunstancias. Pero mi padre me conoce, sabe que me gusta beber. Antes de que yo misma lo intuyera, él ya lo había sentido como una posibilidad”.
Así comienza Doce pasos hacia mí, de Sofía Balbuena. El libro sale por Vinilo Editora, que tiene un buen catálogo y este libro es uno de los mejores. Los libros de Vinilo son breves; Doce pasos hacia mí tiene 76 páginas. El sello publica historias que se leen en una o dos sentadas. La brevedad del formato impone un texto al hueso, un relato descarnado.
Siguiendo la máxima del show don’t tell, Balbuena narra casi sin subrayados su relación con la cerveza: desde la primera vez que se emborrachó en Salto con unas amigas hasta el día que asumió que tenía problemas. No explica ni justifica; cuenta: se cuenta.
También se busca —se “identifica”— en los libros: en The recovering: intoxication and its Aftermaths (La recuperación: intoxicación y sus secuelas), de Leslie Jamison, en Black Out, de María Moreno, en El libro de Tamar, de Tamara Kamenszain.
Dividido en doce capítulos, en una referencia al programa de Alcohólicos Anónimos que se hace explícita ya desde el título, el libro es más que un diario o una memoria de paso. Es también la historia de una mujer que se enfrenta a la soledad y a la demanda continua de éxito.
Decía Delphine de Vigan en Días sin hambre que la anorexia la dejaba como en un estado de embotamiento narcótico; Balbuena reconoce en el alcohol una forma de alejarse del mundo y mirarse a sí misma.
“Una persona volcada hacia sí, tremendamente atenta a sus particularidades, sus aciertos, pero sobre todo sus carencias y errores, inclinándose sobre el alcohol y el resto de sustancias que acompañan y sostienen el acto de beber, como herramientas que permiten habitar la propia conciencia con cierto grado de alivio”, dice la autora. En un punto, la fortaleza de Balbuena está en reconocerse vulnerable.
“Doce pasos hacia mí” (fragmento)
En España la cerveza es más barata que el agua. Viene en recipientes de vidrio o aluminio, mucho más propensos al reciclaje o a la reutilización, mientras que el agua viene embotellada en plástico y la cantidad de desperdicio que produce se está comiendo desiertos y selvas enteras en todo el mundo. En los boliches o locales de ocio nocturno, te niegan un vaso de agua cuando se lo pedís. A partir de las once de la mañana, las terrazas de Madrid se llenan de gente tomando vermú o cerveza.
En España todo el mundo almuerza con alcohol, da igual si están trabajando. Los márgenes de la venta de cerveza o vino son estrafalarios. Un barril de 30 litros de cerveza de la mejor marca cuesta 72 euros. De un barril de 30 litros se pueden servir 120 dobles, que se cobran entre 2,5 y 3 euros. De un barril que cuesta 72 euros, la ganancia es de alrededor de 200. De un libro que cuesta 15 euros, la librería que lo vende retiene un porcentaje del 30%. Es decir, 4,5 euros. De ese porcentaje que recibe la librería hay que pagar el alquiler, la luz y el agua. ¿Quién, en su sano juicio, apostaría por un establecimiento cultural en lugar de invertir en un bar en España?
Quién es Sofía Balbuena
♦ Nació en Salto, provincia de Buenos Aires. Es licenciada en Ciencia Política, máster en Literatura Comparada y máster en Creación Literaria.
♦ Vive en España y desde abril de 2019 trabaja como librera en Lata Peinada.
♦ Es autora de Doce pasos hacia mí.
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