El 4 de mayo de 1998 Alois Estermann, entonces nuevo comandante de la Guardia Suiza, fue encontrado muerto. También fueron encontrados muertos su esposa, la venezolana Gladys Meza Romero, y el cabo Cédric Tornay. Todos tenían heridas de balas de arma de fuego. Al día siguiente, el portavoz del entonces papa Juan Pablo II declaró que las tres muertes habían sido respondabilidad del soldado, Tornay, y que se había tratado de “un ataque de locura”. Pero el misterio que explica que hayan aparecido esos tres cadáveres permanece en estado de enigma más de dos décadas después de los hechos.
Ahora, un libro escrito por la abogada de la familia Tornay, Laura Sgrò, rebate la precipitada sentencia pronunciada como “historia oficial” y reabre uno de los mayores secretos de todos los ocurridos en el ámbito del Vaticano.
Sgrò, que es también abogada de la familia de Emanuela Orlandi, la joven ciudadana vaticana desaparecida en 1983, acaba de publicar Sangue in Vaticano (Sangre en el Vaticano), en el que cuenta que en 2019 Muguette Baudat, la madre de Cédric, la contactó en el enésimo intento de obtener respuestas y su investigación desde entonces abre numerosos interrogantes e irregularidades sobre cómo se llevaron a cabo las pesquisas.
Lejos de las variadas hipótesis que se han publicado estos años, como posibles relaciones homosexuales o triángulos amorosos, Sgrò explica en una entrevista: “Lo que se desprende de mi investigación es que se basaron en las declaraciones que el entonces portavoz del papa Juan Pablo II, el español Joaquín Navarro Valls, hizo esa misma noche, a las pocas horas de la tragedia. La Oficina de Prensa vaticana presentó a Cédric ante el mundo como un asesino suicida sin siquiera haber realizado una autopsia”.
La abogada, protagonista también de la defensa de Francesca Chaouqui en el juicio vaticano por el caso conocido como Vatileaks2, asegura que “no se interesaron por la vida de Cédric, ni investigaron la que llevaban Estermann y su esposa. Ni siquiera se sabe qué hizo la pareja el último día de sus vidas”.
La madre de Tornay se mostró de inmediato convencida de que la historia había sido de otra manera y pidió repetidamente la reapertura de la investigación, que la Corte de Apelaciones del Vaticano siempre ha rechazado. El 13 de diciembre de 2019, Sgrò solicitó el acceso al expediente completo del Tribunal Vaticano, señalando numerosas “lagunas” en la reconstrucción de los hechos y la posibilidad de presentar “nuevas pruebas”.
Tras más de dos años de silencio, el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, intervino personalmente para pedir a la Corte que prestase “especial atención” a la solicitud de acceso al expediente. A partir de ese día, el 30 de marzo de 2021, desde la Justicia vaticana sólo ha habido silencio.
“La escena del crimen estaba contaminada, se contaron más de veinte personas en el lugar de los hechos sin guardapolvos, guantes ni zapatos. Las autopsias se realizaron con una urgencia injustificada, solo en presencia de los peritos del Vaticano; la pericia caligráfica sobre la supuesta carta de Cédric que sugiere un gesto imprudente se realizó sobre una fotocopia y no sobre la original; una carta que, además, pasó por un número considerable de manos antes de ser entregada a Muguette Baudat, la madre de Cédric”, señala Sgrò.
“Por no hablar de la absoluta falta de investigación sobre la vida de los Estermann. Ni su familia ni sus amigos fueron escuchados. De hecho, según los investigadores, parece que no se relacionaron con nadie en absoluto. Me pregunto: ¿es posible que el Comandante de la Guardia Suiza Pontificia y su esposa -que trabajaba en la Embajada de Venezuela- no tuvieran relaciones sociales ni laborales con nadie?”, añade.
La abogada denuncia que “este terrible asunto” fue el único entre los grandes casos que han involucrado al Vaticano, como la desaparición de Orlandi o el atentado a Juan Pablo II, que ha querido manejar solo, sin delegar en las autoridades italianas.
“Esta vez, a pesar de la presencia de tres personas asesinadas y de la evidente inexperiencia de los investigadores vaticanos -pues nunca había sucedido algo así dentro de los muros leoninos-, se decidió cerrar las puertas y tratar el asunto confidencialmente desde dentro. ¿Por qué? ¿Qué información no debía salir del Estado?”, se interroga la abogada.
Sgrò relata en su libro las dudas sobre la carta manuscrita del soldado tanto por la caligrafía como por el tono, que su madre no reconoce, pero también sobre la pérdida de las fotografías de la escena del crimen y una autopsia realizada en el Vaticano sin las medidas necesarias para este tipo de exámenes. “Envié un ejemplar de mi libro con una nota personal tanto al Santo Padre como al Secretario de Estado. Espero sinceramente una respuesta”, señala.
Para Sgrò su trabajo sólo tiene un objetivo: “La familia de Cédric Tornay quiere la verdad. Quieren saber qué pasó realmente esa maldita noche. Y en esta búsqueda de la verdad, me han pedido ayuda”.
Fuente: EFE
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