Leé el cuento de Fontanarrosa que predijo el VAR, ese invento que nos hace sufrir en cuotas

Se trata de “La columna tecnológica. Fútbol y ciencia”, publicado en 1990. Mucho antes de la derrota de Argentina en su debut en Qatar 2022, el rosarino imaginó un sistema de revisión de jugadas y arbitraje a la distancia con “la inestimable ayuda de mil ojos electrónicos”.

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El offside del argentino Lautaro
El offside del argentino Lautaro Martínez que marcó el VAR, anulando el segundo gol de la Selección Argentina en el partido debut en el Mundial Qatar 2022

“¿Qué hago con los goles que grité y anularon?”, me dice mi hijo con el cuerpo pintado con incontables banderas de Argentina. Toda su piel está cubierta de poca frustración futbolística por su corta edad y las ansias de festejos. Sin embargo, queda atrapada en las huestes tecnológicas del VAR, el protagonista en el debut de la Selección Argentina en el Mundial Qatar 2022, que terminó en derrota 1-2 ante Arabia Saudita. Gritar en el balcón y desplegar esa pasión espontánea, esa que se abarrota en la garganta, se vuelve una escena surreal, una escena imposible, cargada de cautela.

La Argentina tuvo siete fueras de juego en 45 minutos, más de los que acumuló durante el Mundial de Rusia. También, la pelota pasó la línea de gol cuatro veces, pero solo una fue convalidada. Con la argentinidad al palo desolada y la ilusión de las horas previas devastada —y el enojo de mi hijo por haberlo despertado para la derrota— aparece como un presagio el cuento del humorista rosarino Roberto Fontanarrosa La columna tecnológica. Fútbol y ciencia, incluido en el libro El mayor de mis defectos y otros cuentos.

Publicado en 1990 —cuando la asociación de la tecnología con el fútbol era todavía un relato de ciencia ficción—, el cuento se centra en el sistema de revisión de jugadas polémicas mucho antes que los científicos que se atribuyeran el mérito. A este nuevo sistema contra las injusticias por patadas no vistas y goles mal cobrados, el creador de Boogie, el aceitoso e Inodoro Pereyra lo llamó “AUP”, que en alemán significaba “Arbipeissal Und Perspektiven”.

La columna tecnológica. Fútbol y ciencia narra la historia de un partido imaginario que se jugó hace más de treinta años, en un olvidado pueblo alemán. En la cancha había 73 mil espectadores y ningún árbitro, porque ese 15 de enero de 1988 se estrenaba el referato a distancia. Con un estilo desopilante y que sorprende por la similitud con la actualidad, Fontanarrosa imagina una torre de control de 75 metros de altura —siete más que el Obelisco— instalada a una cuadra del estadio.

Roberto Fontanarrosa (Télam)
Roberto Fontanarrosa (Télam)

Allí, los árbitros y jueces de línea hacen su trabajo, lejos de los cantos de la tribuna y las quejas de los jugadores, asistidos por “ciento veintisiete pantallas de televisión, prolijamente alineadas” que “emiten su mensaje, desde las paredes levemente curvadas del salón” y captan el mayor detalle de las jugadas. También un offside como el del hombro de Lautaro Martínez que determinó que su gol fuera anulado en el partido debut. Los mil de ojos electrónicos que inventa el humorista rosarino son una realidad, convirtiéndose en la patrulla futbolística, en el puritanismo de las reglas en la Copa del Mundo.

Con el café con leche a medio tomar en las tazas celestes y blancas, la desolación es total. La argentinidad al palo y la ilusión de las horas previas tienen su verdugo: la tecnología. Podemos decir entonces que Fontanarrosa es el inventor del VAR. Este es el “primer mundial que recuerdan sus ojos”, dice mi hijo. Pero esos ojos, que ahora son un manojo de bronca difícil de direccionar, tienen la esperanza de que quede algo de humanidad frente a la frialdad del dato, un intersticio para la creatividad —como lo fue “la Mano de Dios”— en el “deporte más lindo del mundo”. Volveremos a festejar.

Lionel Messi celebra un gol
Lionel Messi celebra un gol de penal frente a Arabia Saudita en el Mundial de Fútbol Qatar 2022. (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni)

“La columna tecnológica. Fútbol y ciencia”

¡Hasta siempre, señor árbitro!

Los setenta y tres mil espectadores que concurrieron el 15 de enero de 1988 al Duisburg Stadium de Oberhausen no pudieron dejar de apreciar que entre los protagonistas del espectáculo había significativas ausencias.

Y no se trataba, por cierto, de que el Ruhr 214 no alistara entre sus filas a Hans «Caperucita» Gfrörer, o bien que entre los fervorosos «barqueros» del Postfach no estuviese Fritz, «El talabartero» Kiepenheuer. Lisa y llanamente, lo que brillaba por su ausencia aquella tarde en el Duisburg Stadium era el terceto arbitral. De cualquier forma, no era una sorpresa para el público, dado que, la «Effektivaterien Ballönem Helveticen» había anunciado el match como una prueba piloto de un nuevo sistema de «referato a distancia».

Tecnologías en el Mundial Qatar
Tecnologías en el Mundial Qatar 2022. (foto: FIFA)

Efectivamente, a escasos cien metros del coqueto estadio de Oberhausen, los concurrentes podían advertir una misteriosa construcción de cemento, de forma tubular, que alcanzaba la respetable altura de 75 metros. Esta torre no presentaba ventana alguna, y más podía confundirse con un monumento moderno, o con alguna reminiscencia emblemática de la majestuosidad nazi que con lo que verdaderamente era: la central computarizada de control desde donde se dirigiría el encuentro. Los curiosos asistentes al match tampoco podían adivinar que, bajo sus pies, una intrincada maraña de cables, sensores electrónicos, filamentos inalámbricos y terminales computadorizadas, unían el estadio propiamente dicho con la torre de referato.

Dentro de la torre, a una altura de 50 metros sobre el nivel del piso, se encuentra la nave central, a la cual se accede mediante el servicio de tres elevadores, uno para el árbitro y los restantes para ambos jueces de línea. Quien entra allí, a ese vasto recinto privado de luz natural y arrullado por el permanente murmullo de los acondicionadores de aire, podrá pensar que se halla en alguna de las centrales de control de vuelo de la NASA, o bien que ha caído en el vientre mismo del Nautilus, el legendario sumergible del capitán Nemo.

Ciento veintisiete pantallas de televisión, prolijamente alineadas, emiten su mensaje, desde las paredes levemente curvadas del salón. En frente de ellas, en medio de ellas, tres hombres, tres profesionales en el difícil arte del referato futbolístico, recepcionan hasta el más mínimo detalle de cuanto ocurre sobre el campo de juego. Allí, alejados de la gritería ensordecedora de la turbamulta, ajenos a la indudable presión que configura el hostigamiento de los partidarios, los colegiados pueden dirigir, asépticamente, el encuentro.

Roberto Fontanarrosa
Roberto Fontanarrosa

El sistema, costoso hasta el momento, simplifica notablemente la tarea del árbitro y ha reducido en forma sensible los disturbios en los campos de juego. El juez, fría su mente, gozando del privilegio de beber su marca de cerveza preferida en tanto vigila a los 22 jugadores, cuenta, entonces, con la inestimable ayuda de mil ojos electrónicos que complementan los suyos. En cuanto detecta una infracción, oprime un botón y un silbato estridente se escucha a unos cien metros más allá, en todo el estadio.

Si la jugada no ha sido clara o si la infracción es dudosa, el colegiado cuenta con otro valioso recurso para calmar y convencer, en forma palmaria, al bando que se considera perjudicado: con otro simple botón desplegará sobre las dos inmensas pantallas electrónicas colocadas en ambas cabeceras del estadio, la escena repetida, con detención de imagen y ampliación de los ángulos necesarios para refrendar con sólidas razones la penalidad adoptada.

Cualquiera podría suponer que esa maniobra requeriría dos o tres minutos en concretarse, con el consiguiente retraso y ruptura del ritmo del partido. Pero no es así, ya que la memoria computarizada seleccionará entre los centenares de enfoques de la misma acción, las cuatro o cinco que considere más gráficas y contundentes, brindando al juez, en una fracción de segundo, la posibilidad de poner frente al público las que juzgue más válidas. Todo esto, sin que la máxima autoridad del match sufra el reproche de los jugadores ni sus estentóreos reclamos.

Más simple aun, para el nuevo sistema de referato, es eliminar cuanta duda pueda presentarse respecto de balones fuera de juego, balones ingresados o no tras la línea de la portería, o bien, incluso, ante la siempre controvertida “Ley del Offside”. Un sistema televisivo tipo «Fotochart» turfístico elimina cualquier clase de duda, ya que el ojo eléctrico que patrulla la línea del último defensor captará, precisará y denunciará a quien reciba el balón en posición prohibida.

En los casos de un discutido hand, por ejemplo, donde ni siquiera la visión televisiva puede dictaminar en un ciento por ciento el contacto del balón con la mano del defensor, también la insospechable computación vendrá en auxilio del señor árbitro, puesto que las pantallas mostrarán la acción, agregando un luminoso pespunte verde Nilo de coordenadas y flechas indicatorias que avalan la posibilidad o la imposibilidad, de que dicho contacto haya tenido lugar.

De cualquier manera, el revolucionario sistema, llamado provisoriamente AUP (Arbipeissal Und Perspektiven), admite también el encanto de la controversia. Nadie puede negar el importante condimento que significa para el partidario del fútbol la discusión en la oficina, durante toda la semana, sobre si tal o cual fallo estuvo acertadamente tomado. Y no puede, tampoco, quitársele al aficionado común la posibilidad de exorcizar sus frustraciones y represiones domésticas, denostando la figura del colegiado. Así ha sido siempre y lo seguirá siendo, aunque en menor medida con el nuevo sistema, que también deja, sabiamente, resquicios para la discusión.

En algunos casos muy puntuales, el poder de decisión quedará en manos del clásico y consabido criterio personal del árbitro. Allí, como siempre la falibilidad humana seguirá alimentando el intercambio de opiniones. Se dará, por ejemplo, con la inefable “Ley de la ventaja”. No habrá computadora, entonces, que ayude a dictaminar a su referí si tal o cual jugador cometió una infracción adrede o sin quererlo, como tampoco contará el árbitro con ayuda tecnológica para decidir si el delantero que se proyectaba solo hacia el gol ha de caer definitivamente o podrá continuar con su carrera, luego del golpe que intentara derribarlo.

La pantalla gigante anuncia la
La pantalla gigante anuncia la revisión del VAR durante Argentina - Arabia Saudita en el Mundial Qatar 2022 (REUTERS/Carl Recine)

La misma incógnita deberá enfrentar el colegiado cuando deba determinar, sin respaldo científico alguno, cuándo una “mano” dentro del área es intencional o casual, ya que no hay todavía, por fortuna, computadora alguna que esté conectada con el cerebro mismo de los futbolistas. Se podrán repetir, entonces, protestas o abucheos del público, pero ya nunca de la magnitud de la ocurrida en torno al recordado árbitro internacional belga, Henri Degrelle.

Justamente en virtud de este suceso, la FIFA aceleró los estudios y puesta en práctica del sistema AUP. De todos modos, ese grado de controversia, ese resquicio de humana posibilidad de error ha sido minuciosamente estudiado por los psicólogos que trabajaron en el proyecto para no revestir al más popular de los deportes de un halo tecnocrático que le reste espontaneísmo y creatividad.

Así será, entonces, que los seguidores partidarios de los conjuntos podrán continuar exteriorizando sus quejas como siempre, como en todas las épocas, a pesar de que, también en ese orden, se han detectado indicios inquietantes. En efecto, desde el 17 de junio último, un adelanto significativo se puso de manifiesto en el campo de la protesta partidaria, en ocasión de llevarse a cabo el clásico encuentro entre el Benelux-Gotha de Mons y el Astipalaia, de Grecia.

Tras un discutido fallo del colegiado sueco Gustavo Skelleftea, un proyectil misilístico del tipo M-L7, versión soviética de segunda generación, impactó y redujo a polvo la torre de control de referato. Se piensa que el proyectil fue accionado por un fanático del Astipalaia, mediante un propulsor personal, desde atrás del arco norte del estadio, distante casi unos 250 metros de la sólida construcción tubular, aún hoy hecha escombros. “Ellos también han progresado mucho”, sólo atinó a decir Gerd Walde, titular del Consejo Arbitral Germano y propulsor del sistema AUP, a título de conformista comentario.

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