Es como sentarse a ver ‘Doce años de esclavitud’, con Chiwetel Ejiofor y Lupita Nyong’o, pero en lugar de Estados Unidos nos encontramos en África y tras mucho tiempo, como guiados por una especie de Salomon Northup, arribamos a la Cartagena de Indias del siglo XVI, aún bajo el mando de la corona española, y asistimos a la historia de un esclavo que ha sido alejado de su tierra, al que han adoctrinado en el oficio de los escribanos y nos cuenta sus andares y pesares, mientras se resiste a olvidar de dónde viene.
Salvador Nkó es el nombre del protagonista de esta novela, un hombre que, mientras aún es un niño, es raptado por traficantes portugueses en una aldea africana de la costa de Calabar y vendido como esclavo a religiosos españoles. Sus amos lo llevarán a conocer tierras extrañas y a nutrirse de un oficio en el que la palabra es primordial.
“Me llamo Salvador Nkó, y sin que ello haga ocasión a desprecio ni menoscabo, bien se me alcanza que en el propio nombre se aprietan mis culpas y mis dos almas. Nací en una aldea africana no lejos de la marca del ecuador, a poniente del río Ntem, en el interior de la región llamada costa de Calabar. Para mi desgracia, sin tener enteros los trece años, fui capturado, acarreado por mar y vendido como esclavo bozal y muleque, en la ciudad de Cartagena de Indias. A voluntades ajenas me vi sujeto y pues que fue necesario hacer de ellas la mía propia, puedo en verdad decir que en todo tuve la templanza por compañera. A mi amo, el caballero don Álvaro de Liñán, debo el encargo de mi cristianización, y a los padres jesuitas el conocer la lengua española, así como los fundamentos de la doctrina cristiana (...)”.
Así empieza El hijo del curandero, la novela escrita por el periodista español José María Valle-Torralbo y publicada por la editorial Palabra Libre. En este libro, la historia de Salvador Nkó, contada por él mismo, a manera de diario, les permitirá a los lectores viajar a una época en la que el esclavismo estaba en todo su esplendor. Nkó, luego de mucho andar, deberá servir a los padres jesuitas, quienes le enseñarán a dominar la lengua española y cultivarán en él la sapiencia necesaria para desenvolverse en la vida. Aprenderá el oficio de escribano junto a don Álvaro de Liñán. Será bautizado y ungido en las creencias de los buenos cristianos, y emprenderá un largo camino antes de poder regresar a su añorada África.
A lo largo de los años, Salvador comprenderá cuán distinto era su mundo a este en el que ha sido depositado. Recordará su infancia, lo que alcanzó a aprender de su tribu, las enseñanzas de su padre sobre el sagrado oficio del curandero, los sonidos de la selva, y los encuentros con Bindám, su eterno amor. Se aferrará a la nostalgia que le produce aquello que tuvo que abandonar a la fuerza y reflexionará en repetidas ocasiones acerca de su recorrido, la forma como abandonó su tierra siendo un niño y la rememora, años después, convertido en un hombre anciano.
Puertos, iglesias, plazas, caminos cubiertos de maleza, asentamientos cimarrones, casonas, navíos, cuevas y playas, son algunos de los escenarios que a lo largo de la historia de Salvador Nkó, el hijo del curandero. En cada página, el lector puede hacerse una imagen clara de las situaciones, escuchar los sonidos, oler los aromas y sentir, casi en carne propia, la brisa del mar y el paso de los años.
Esta es una novela que sorprenderá a más de un lector por su profunda humanidad. Podría ser el libro indicado para iniciar a los jóvenes en la lectura, pues logra reunir todos los elementos que nos gustan en una historia: romance, suspenso, acción y reflexión, además, al ser tan visual y sumamente sonora, esta novela adquiere matices mucho más precisos que le permiten a quien lee sentirse parte de lo leído.
Es, pues, una historia acerca de las sutilezas de la vida, de las pequeñas cosas que pasan desapercibidas, de lo importante que es aferrarse a los sueños del corazón para salir bien librados ante un camino largo y pendenciero.
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