Tras conocerse los nombres de los cinco autores finalistas de la más reciente edición del Premio Nacional de Novela Publicada, impulsado por el Ministerio de Cultura, a inicios de noviembre, esta semana se definió a su ganador: el escritor bogotano José Zuleta Ortíz, con su novela Lo que no fue dicho, título publicado por el grupo Planeta a través de su sello Seix Barral y uno de los libros más interesantes del año.
Zuleta Ortíz se impuso ante Rubén Orozco, Vanessa Londoño, Paola Caballero Daza y Ricardo Silva Romero, quienes fueron seleccionados para aspirar al galardón entre 53 obras de diferentes índoles. El bogotano se ha quedado como el heredero del premio que en su pasada edición tuvo al fallecido Julio Paredes como su ganador y es el acreedor de un incentivo económico de sesenta millones de pesos.
El jurado, compuesto por las escritoras Fanny Buitrago, Martha Canfield y el crítico Luis Fernando Afanador, declaró que esta es una novela “personal y existencial que abarca nuestro tiempo y presenta un periplo de iniciación en la vida, de descubrimiento de sí mismo y de la literatura”.
Asimismo, destacaron que se trata de una narración que “da paso a vivencias como el amor ligado a la lectura o la memoria de una mujer semiciega y el reencuentro con el padre, que se convierte en un examen afectuoso y a la vez desconcertante.
Mientras que la obra de Zuleta Ortíz obtuvo el galardón en la categoría de ‘Novela Publicada’, el escritor Juan José Ferro se quedó con el de ‘Novela Inédita’ por su obra ‘Economía experimental’.
Lo que no fue dicho no es una novela de formación, señala su editorial, pero al mismo tiempo lo es; “no es una memoria, pero lo es, no es un poema, pero tiene mucho de eso… no es una trama unívoca, pero lleva de la mano al lector como las manos de un invidente imaginan un rostro”.
Esta es la novela de un hijo como testigo de desgarramientos que no juzga, y que convierte en parte del diálogo con esos otros –o con ese otro– que es la voz de un niño que se va haciendo hombre dándose cuenta de que crecer es ir perdiendo el valor de las cosas, reza la contraportada. Empieza con la muerte de la madre del protagonista, un alter ego del escritor. Una madre ausente desde la infancia, lejana y extraña que aparece poco antes de su muerte, enferma de cáncer, para pedirle a su hijo que cuente su historia, pero la vida da vueltas y las cosas que no se han dicho ganan más fuerza. Es la madre, ahora, la que quiere escuchar la historia del hijo.
El libro se convierte en una pieza autobiográfica, aunque no lo pretenda, una especie de carta a lo que pudo haber sido y no fue. “Es, quizá, el intento del hijo, abandonado por su madre a los tres años, de contarle su historia, de buscar el reconocimiento y aprobación que nunca obtuvo de ella”, escribe Luis Felipe Estrada en Vivir en El Poblado, “es el relato de cómo, a pesar de que creció sin su cariño y apoyo, se convirtió en el gran novelista y poeta que es hoy; más aún, en el gran ser humano que es capaz de acercarse al lecho de muerte de esa mujer casi desconocida, acompañarla durante sus últimos días y escucharla pacientemente, así ya no logre recordar ni su propia historia”.
Se trata del retrato de una familia y la búsqueda de un hombre que muy pronto ha tenido que enfrentarse a la soledad. “Un canto de gratitud a la vida, esa que, a pesar de haberlo dejado a su suerte, le puso en el camino seres anónimos que fueron su refugio y su familia, por quienes, a modo de homenaje, levanta esa “oración que aprendí a escondidas y que decía en silencio para no molestar al padre ateo que Dios me dio”, apunta Estrada.
De José Zuleta Ortíz, el hijo del filósofo Estanislao Zuleta, es posible decir que nació en Bogotá en 1960, pero vive en Cali desde hace mucho. Ha publicado libros de cuentos y poemarios. Fue fundador de la revista ‘Clave’ y director por diez años del Festival Internacional de Poesía de Cali. En 2009 obtuvo el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura por su libro de cuentos Ladrón de olvidos.
Ahora, con este galardón, se une al listado de los más recientes ganadores, junto a Evelio Rosero, Octavio Escobar Giraldo, Roberto Burgos Cantor y Julio Paredes, por La carroza de Bolívar, Después y antes de Dios, Ver lo que veo y Aves inmóviles, respectivamente.
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