Este es un libro para leer con la cabeza absolutamente volcada en él. Las páginas, con el correr de las mismas, así lo exigirán y, más importante, se lo ganarán. La prosa de Pohlenz es más que amena, pese a abordar un tema que parece ser tan exigente en cuanto a manejo de lenguaje se refiere y, sí, de páginas. Era imposible escribir un libro corto para hablar de esto. Pohlenz consigue hacerlo en alrededor de seiscientas y, más allá del número, lo cierto es que logra su cometido.
En este ensayo definitivo, porque así lo califica la editorial, el lector podrá asistir a un recorrido apasionante por el mundo del estoicismo clásico, una filosofía que brinda guía y fortalece, quizá aún más hoy que en otros tiempos.
Titulado “La Stoa. Historia de un movimiento espiritual”, este libro de Max Pohlenz, traducido por primera vez al español y editado por el sello Taurus, es la síntesis más completa que se haya hecho sobre esta corriente filosófica que nace en la Grecia Antigüa, en un contexto en el que los ideales de perfección estaban al nivel de los dioses, con su mensaje sobre el destino de los seres humanos a merced del cosmos.
El Estoicismo se abre paso en la cultura clásica, la conquista y se desplaza. En Roma ejerce una influencia amplia, no solo en el origen de otras corrientes filosóficas y religiosas sino también en el pensamiento que predominará gran parte de la Edad Moderna.
“El libro de Max Pohlenz, en su larga y detenida investigación, marcó los diversos senderos que surcaron el territorio de una posible y nueva forma de felicidad. El subtítulo indicaba ya una «historia del movimiento espiritual» hacia la intimidad del ser humano. Estaba, además, dedicado a sus alumnos, «los vivos y los muertos». Tan triste dedicatoria tenía que ver con la situación histórica en la que este libro surge, que, terminado en 1943, se publica varios años después del fin de la guerra” - (Fragmento).
De la mano de Pohlenz, el lector entenderá que para el estoico existe un principio rector de absolutamente todo llamado logos, la razón del universo; reflexionará en torno al concepto de ‘sabiduría’ y sobre quién recae. Es sabio quien usando su propio conocimiento encuentra en la naturaleza rastros de sí mismo y contribuye al desarrollo de algo más grande que sí mismo, reconoce la perfección de las cosas y las optimiza para que alcancen su máximo estado. Aquello permitirá al hombre reconocer que, aunque el destino es arduo, siempre será correcto, porque la razón universal, el logos, así lo ha dispuesto.
Se le dice ‘estoico’ a aquel que, a fuerza de desengaños es capaz de contemplar las alegrías y las penas del mundo sin que se perturbe. Allí reside la sabiduría. Históricamente se le ha asociado a personajes como Séneca, Epícteto o Marco Aurelio, que dieron fe de que lo propio del sabio es resignarse ante las circunstancias, aunque vengan mal dadas. Ser estoico significa muchas cosas, pero la experiencia romana, como la griega e, incluso, la nuestra, dictan distintas formas de ser y en eso Pohlenz es hábil, porque encuentra el punto de convergencia y lo trae a cuento.
“El subtítulo del libro indica cómo he concebido mi tarea. La misma Stoa no deseaba presentar un sistema teórico rígido que deslizara en la historia de la filosofía un cuerpo ajeno al mundo; quería ser un arte de vivir que ilustrara al hombre sobre su destino y que debía ponerlo en condiciones de satisfacerlo en cualquier situación. A lo largo de medio milenio acreditó en la práctica su fuerza para los pueblos y los tiempos más diversos y ofreció una actitud ética y paz espiritual a innumerables hombres. Ciertamente, también puede ser instructivo para el presente ver a partir de qué situación espiritual creció este movimiento, en qué creyó y qué hizo a partir de su fundación, cómo se desarrolló y por qué, finalmente, sucumbió bajo el espíritu de una nueva época” - (Fragmento).
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