María Bastarós, la escritora nacida en Zaragoza, publicó en 2017, de la mano de la editorial Candaya, dirigida por Olga Martínez y Paco Robles, el quinto libro, el segundo de cuentos, de su carrera literaria, una verdadera sorpresa en el mercado, pues les permitió a los lectores dar con una autora cuyas historias tenían tal fuerza que solo un libro aún más fuerte conseguía sacarles del estupor.
Aquel libro tuvo, y lo tiene aún, como título “No era a esto a lo que veníamos”, y no me digan que no llama de entrada porque, entonces, no veo qué lo pueda hacer. En estas páginas se habla sobre el terror que yace en la normalidad. Sus personajes luchan por integrarse en un universo que legitime su existencia: el del amor romántico, la maternidad, las urbanizaciones, el trabajo asalariado, la familia tradicional. Todo lo que es normal es codiciado y se irá convirtiendo en terreno hostil en donde la vida es cada vez más difícil de sostener.
Tras haber publicado “Historia de España contada a las niñas”, título que le mereció un interesante éxito editorial de la mano del sello Fulgencio Pimentel, en 2018, y haberse acercado a la cuentística en “Ya no recuerdo qué quería ser de mayor”, en 2019, la autora española consigue sorprender una vez más, pero de maneras más radicales, con estos cuentos de atmósferas que asfixian: el desierto de los Monegros, la erosión de las Bardenas, las carreteras abandonadas, los polígonos industriales… Espacios todos que, como lo señala la editorial, marcan un camino hacia los márgenes o hacia el delirio, y donde los personajes y sus deseos se encuentran casi siempre con el reverso de lo que buscan.
En estos cuentos, macabros, impredecibles y también manchados de ternura, dice Andrea Núñez-Torrón, la autora desparrama algunos capilares sanguíneos que se tocan unos con otros. Nos sorprendemos yendo hacia atrás y comprobando coordenadas, sopesando el futuro o la mala fortuna de sus protagonistas, salvadas por rituales, habitadas por un deseo que crece en su interior o encaminadas al desastre.
Al interior de estas páginas, la normalidad está llena de púas, se tranca en la garganta al intentar pasarla, de ella solo tenemos arcadas que nos revuelven todo. Aquí, lo sobrenatural, lo estrafalario, lo violento, aquello de lo que no se puede hablar en voz alta, los secretos nocivos de los padres, redireccionan la atención del lector hacia una atracción a lo desconocido, lo absurdo, lo meramente salvaje.
Si de escoger los cuentos que brindan los puntos más altos durante la lectura del libro se trata, probablemente haya que mencionar Las chicas no, Instrucciones para salvar a un grillo, Hambre de qué y Los que mantienen el fuego. Pero eso depende del lector.
Bastarós tiene la habilidad poco común de jugar con las malas sensaciones de sus personajes, sus repulsiones e incomodidades, y provocar con ellas de curiosidad al lector, naturalizándolas, apoyada en una prosa fina y cuidadosa con los detalles, bordeando los límites del terror y la fantasía. Los mejores cuentos de este libro son los que consiguen esto y dejan en claro que la normalidad nunca sale gratis.
“Un disparo certero al tuétano de la normalidad”, dice Rosario Villajos. “Una mirada perversa, inquietante y lúcida capaz de hacerte ver la heroína que se esconde en un precioso campo de amapolas”. Eso es “No era a esto a lo que veníamos”, una verdadera muestra de talento para sorprender desde lo bajo y salirse con la suya.
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