Rafael Cadenas, ganador del Premio Cervantes: “Los poetas de las últimas cuatro décadas saben escribir pero no le llegan a la gente”

A los 92 años, se llevó la mayor distinción en lengua española. Excomunista, es un crítico duro del chavismo, al que considera “antibolivariano”. Esta entrevista se hizo en 2013 y quedó inédita por la incierta realidad editorial venezolana.

Guardar

Nuevo

El poeta venezolano Rafael Cadenas, en Caracas, en 2013. (José Tomás Angola Heredia)
El poeta venezolano Rafael Cadenas, en Caracas, en 2013. (José Tomás Angola Heredia)

Rafael Cadenas no solo es la más relevante voz poética de Venezuela, sino una de las mayores en el mundo hispano. Lo acaba de comprobar el Premio Cervantes que le otorgaran hace unos días. Varias veces propuesto en el pasado, que lo obtuviera en el 2022 a sus 92 años pareciera prefigurar un perfecto camino hacia la inmortalidad literaria. Los otros pasos que conforman este ascenso serían el Premio Reina Sofía de Poesía iberoamericana recibido en 2018, el XII Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca de 2015, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara, México, en 2009 o el Premio Nacional de Literatura de Venezuela en 1985.

La poesía de Cadenas es como él: meditada, reflexiva, escrita más con el silencio metafísico que con el ruido terrenal. En el conjunto de su obra se percibe la impronta de su legendaria modestia. Por eso cuando uno se encuentra frente al poeta, la timidez de su hablar, la humildad de su estampa, contradicen ese enorme despliegue de reconocimientos recibidos que harían ensoberbecer a cualquier escritor.

Aunque ya jubilado como profesor universitario, muchos de sus alumnos refieren que, en las clases, Cadenas de cuando en cuando solía quedarse callado en una actitud casi contemplativa. Eran esos momentos en donde un halo de misterio envolvía el recinto en espera de lo siguiente que diría el maestro.

En 2013, antes de que Cadenas empezara a recibir tantos homenajes internacionales, tuve el honor y el placer de hacerle una entrevista pensada para un ensayo sobre su obra. La incierta y depauperada realidad editorial en Venezuela frustró esta publicación, pero me dejó en las manos con una conversación muy honesta y profunda que permaneció inédita hasta hoy.

La cita ocurrió en un pequeño parque ubicado justo al lado del edificio donde vive el poeta. Allí nos sentamos y pude tomarle unas fotografías, también nunca hechas públicas, que son las que acompañan este trabajo. Con su hablar lento y a media voz, Cadenas pensó mucho sus respuestas. Es famoso por hacer eso. Y al finalizar me pidió que le enviara por correo electrónico mis preguntas, las mismas que había contestado porque a su decir: “me siento mejor cuando escribo que cuando hablo”.

Así que no solo poseo mis notas tomadas en ese encuentro, sino sus respuestas manuscritas, pues el poeta luego me entregaría 14 páginas de su puño y letra. Parte de eso es lo que compartiré aquí. Apenas un atisbo para conocer a este asceta de la palabra.

“Estamos en manos de un gobierno cuyo propósito es destruir el país que conocemos”

-¿Qué leía el joven Cadenas?

-Los clásicos españoles, la generación del 27, sobre todo a Salinas, a Rubén Darío en mi juventud temprana; después a Walt Whitman, a los creadores del poema en prosa, franceses casi todos, y entre nosotros en Hispanoamérica, a Álvaro Mutis, Ramos Sucre y Sánchez Peláez; al mismo tiempo a Rilke, Pessoa, Ungaretti, Micheaux, William Carlos Williams, Milosz, pero debo mencionar también a los prosistas porque la influencia sobre la poesía y sobre el autor no es solo de la poesía. Y entre los escritores leí bastante a Machado, Alfonso Reyes, Sanín Cano. Nombro a Antonio Machado porque su prosa me interesa mucho.

-¿Y ahora, qué lee el Cadenas de hoy?

-Leo de todo, pero los libros me desbordan. Por eso tengo tantas dudas con los diversos géneros. Para colmo leo varios periódicos, veo televisión y me he distraído más de lo que quiero. Me duele que los libros se amontonen en espera. En este momento leo el Fausto de Goethe y mucha literatura que antes podría pasar por esotérica pero hoy está en cualquier librería como Om: Creative Meditations de Alan Watts, Io sonno quello de Nisargadatta Maharaj o Filosofía mística de Salvador Pániker.

infobae

-¿Cómo llegaste a la escritura, qué te llevó a escribir poesía?

-Probablemente fue una elección inconsciente, pues, yo no decido casi nada, me dejo llevar por la vida. A veces mi poca asertividad me asusta un poco, pero lo que hago es quedarme quieto. Esta postura es extraña, no puedo defenderla. Tampoco sé qué valor puede tener lo que escribo. Tal vez debido a ese rasgo no me presento como poeta. Como le dije a alguien, tal vez un día de estos lo haga, pero es que no estoy seguro de nada, solo de lo que creo.

-La poesía suele ser un género de juventud, por el que se entra a la literatura pero luego aparecen otros géneros que atraen más y la escritura toma otro derrotero.

-Tal vez porque sobre todo en nuestra mocedad la poesía parece fácil, se confunde con la versificación, requiere menos trabajo. Luego vamos percatándonos de sus exigencias; pero en literatura nada es fácil. Ni el artículo periodístico sin pretensiones literarias. Sé cuánto cuesta escribir. De ahí mi admiración a los que usan bien el idioma dentro de cualquier género.

-En lo que va del siglo XXI, las corrientes estilísticas en el mundo de la lírica son enormes. Son muchísimas las apuestas por las diferentes experiencias y expresiones. ¿Cómo te ves en el concurso de tantos autores?, ¿cómo crees que recibe el lector tu obra, te preocupa acaso?

-Hay una diferencia insalvable entre lo que piensan los lectores y lo que uno es. Me parece que se debe ignorar eso para preservar lo libre en la propia escritura. Esa valoración puede ser excesiva. Siento cierta pobreza en mí. Lo más sano es no compararse y celebrar lo que otros hacen, celebrar a veces con envidia de la que no daña. Hoy cada vez me cuesta más juzgar la poesía por la profusión de modos diferentes de escribirla. La variedad es inmensa porque cada quien tiene que inventar su forma, que antes estaba establecida.

El poeta Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022. (José Tomás Angola Heredia)
El poeta Rafael Cadenas, Premio Cervantes 2022. (José Tomás Angola Heredia)

-Sin embargo alguna idea debes tener al menos de la poesía venezolana reciente. Hablo de autores, obras y el estado de los lectores.

-Los poetas y las poetas –aquí sí es válido especificar con el artículo femenino- de las últimas cuatro décadas saben lo que es un poema, cómo escribirlo, no cometen errores. Hacen una poesía bastante culta. Tal vez esa maestría se deba a los talleres, pero sus creaciones son para lectores de poesía, no pasan de allí. No les llegan a la gente, lo que se debe a la poca preparación de millones de venezolanos. Eso, claro, no pasa solo aquí. No creas que en los países más desarrollados la situación es muy diferente.

-Si hay en tu obra un poema que ha viajado por el mundo, que ha calado tan hondo en el alma de otros escritores y lectores es “Derrota”, publicado inicialmente en 1963, aunque escrito mucho antes. Luego aparecería reeditado en Los cuadernos del destierro/ Falsas maniobras/ Derrota (Caracas, 1970, Fundarte). ¿Cómo ve Cadenas ese poema, medio siglo después?

-No me reconozco en ese poema y menos mal, si no fuera así estaría estancado. Sobre todo por sus referencias políticas que hoy me son ajenas. Derrota forma parte de la locura que trajo otra más grave, la actual que cuenta con un poder enorme. A unos estudiantes en Bogotá les dije, y se rieron mucho, que yo no había escrito ninguno de mis libros, pues eran de hace años, y es que si yo escribo algo ayer, eso pertenece al que lo escribió entonces, no al que está hablando contigo en este momento. Imagínate qué lejos de mí está lo que escribí en Trinidad (N. del A.: Cadenas vivió exiliado en la isla de Trinidad a finales de los años cincuenta del siglo pasado, huyendo de la persecución política), no solo por sus deficiencias formales sino por no corresponder a mi sentir. Eran escritos ingenuamente falsos. Hay que ser sinceros sin artificios, sino el necesario artísticamente.

-Ahora que aflora el tema político, has sido muy crítico con el régimen en Venezuela. Te preocupa.

-Me preocupa más de lo que puedas figurarte. Estamos en manos de un gobierno cuyo propósito es destruir el país que conocemos para montar sobre sus ruinas otro a imitación del régimen cubano y veo con temor que millones de venezolanos no perciben el peligro. Me refiero a los indiferentes. ¿Seguiremos llamándolo autocracia?, ¿no estaremos usando un eufemismo? Además está lleno de contradicciones que no sé cómo las lleva sin derrumbarse. Te voy a señalar, a mi ver, la principal. Se proclama “bolivariano”, no sé con qué títulos, pero ha promovido la desunión de los venezolanos, lo más antibolivariano que cabe imaginar, guiado por una doctrina anacrónica, aunque sabe que la discordia puede conducir a una tragedia colectiva, lo que parece interesarles. De ahí su aversión al diálogo, lo que es rasgo de barbarie, y lo más aterrador es que se consideran en posesión de la verdad. No sé cómo intelectuales venezolanos y extranjeros apoyan esto.

-¿Meditas sobre la inmortalidad literaria?

-Yo no pienso en eso. Todos somos olvidados, pero ya que lo preguntas he pasado la mayor parte de mi vida indagando sobre el misterio de la existencia. Eso me ha llevado a leer mucho y a querer abarcar más de lo que es posible. Por eso no tengo una dedicación absoluta a la poesía. Me desespero en pos de respuestas imposibles.

-Si uno lee consecutivamente el corpus de tu obra poética notará cómo el verso se ha ido apartando de malabarismos semánticos, deja de ser un artefacto plástico y se hace una expresión más adusta, diría filosófica, precisa, abandonando el lirismo a la mente del lector. Como si se tratase de un iceberg, cuya presencia solo vemos acotada a una pequeña revelación que esconde, y lo sabemos, algo mucho mayor.

-Todo eso ha ido surgiendo y no sé a qué atribuirlo. No es algo que uno se propone. Los poemas de los últimos años son breves, cercanos al aforismo, exigentes por la posesión de lo que no dicen. En muchos ocupa bastante lugar el contenido, lo que está mal visto hoy cuando se da primacía a la forma o se busca un equilibrio, pero creo que esa inclinación contenidista puede ser compensada por un lenguaje sin brecha.

En el nombre de Bolívar. Para el poeta Cadenas, el chavismo es todo lo contrario. (EFE/ Rayner Peña R.)
En el nombre de Bolívar. Para el poeta Cadenas, el chavismo es todo lo contrario. (EFE/ Rayner Peña R.)

-Hay mucho ego en el mundo literario. Si me permites el tremendismo, muchas veces hay más ego que talento. ¿No deberíamos sacar el ego de la ecuación de la creación?

-Haces bien en excluir el ego de tu pregunta pues está tras todas las malandanzas humanas e inhumanas. ¿No lo padecemos hoy en el mundo y aquí? Cuántos problemas políticos, económicos, sociales tienen su origen en él, pero a los más les resulta difícil percibirlo. Su hipertrofia, tan visible en los poderosos, causa estragos diariamente, pero él mismo le cierra la puerta a la psicología. Hace falta humildad. Ella puede contrarrestar la insolencia del poder, pero este la rechaza. Es la tragedia de siempre acentuada hoy.

Unos días luego de que se le otorgara el Premio Cervantes, lo llamé a su casa para darle un colofón actual a este texto, saber lo que pensaba de ese reconocimiento, cómo se sentía. Supuse que el teléfono estaría ocupado recibiendo decenas de llamadas de todos lados del mundo para entrevistarlo o felicitarlo, pero cuando lo llamé, el teléfono repicó como si no hubiera nadie. Aquella intermitencia sonora del tono repicando sin que nadie contestara me sobrecogió. Era el más hermoso y profundo tropo que el poeta habría podido darme. La pregunta que no obtiene respuesta. El silencio. Ese enorme, ruidoso, potente alarido que jamás ocurrió. Eso es Rafael Cadenas.

* José Tomás Angola Heredia es poeta y dramatugo venezolano.

Quién es Rafael Cadenas

Nació en Barquisimeto, Venezuela, en 1930.

De muy joven empezó a escribir y a militar en el comunismo.

Por esa militancia, entre 1952 y 1957 se tuvo que exiliar. Pasó ese periodo en Trinidad.

A partir de esa experiencia escribió su primer libro, Los cuadernos del destierro.

Recibió la beca Guggenheim en 1986 y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela.

Ganó una beca de la Fundación Guggenheim (1986) y el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en México.

Seguir leyendo

Guardar

Nuevo