La obra literaria de Marcel Proust es una de las más ricas e interesantes de la historia de la literatura universal. El escritor nacido en julio de 1871 cultivó como pocos el género de la novela y fue un buen representante de la crónica y el ensayo corto. Publicó alrededor de veintiún títulos, algunos de manera póstuma, y supo ser uno de los escritores más versátiles, referente del impresionismo y el simbolismo en las letras, de su época.
Su trabajo más recordado, y el más discutido también, es la serie de novelas que integran En busca del tiempo perdido. Originalmente iba a ser solo un libro, pero la enorme extensión del mismo exigió que los editores tomaran la decisión de dividirle en siete. A día de hoy siguen siendo motivo de estudio y algunos lectores, como suele suceder con el Ulises, de James Joyce, o El hombre sin atributos, de Robert Musil, siguen huyéndole por temor a su fama.
Acaso, ¿es tan difícil leerlo a Proust? No cabe duda de que el francés fue un autor de vanguardia. Exploró como pocos con el lenguaje y la forma, y desafió los límites de la novela y el testimonio. Se puede afirmar que En busca del tiempo perdido es difícil de leer, sí, pero el calificativo queda fuera de lugar si consideramos la lectura como un reto, en este caso, y no como un mero ejercicio de búsqueda de placer.
El que lo vaya a leer a Proust para pasar el rato tiene que saber que, de entrada, ya ha empezado muy mal. “La lectura es un acto de intimidad y de concentración en el que, como propone el poeta Cavafis en su poema Itaca, encontramos aventura, conocimiento y placer. Pocos viajes han de resultar tan estimulantes como la lectura de un “libro difícil” (...). En busca del tiempo perdido es una cumbre, un ochomil de la literatura moderna que no necesita de impedimenta ni sherpas para alcanzarla, sino de sensibilidad, aprecio de la belleza, concentración y pundonor”, escribe José María Guelbenzu en un artículo publicado por El País.
Antes de embarcarse en la escritura de su obra cumbre, el francés ya había gestado títulos como Los placeres y los días o La muerte de las catedrales. El primero puede ser una buena forma de empezar a leer al escritor, pero su prosa, en relación con lo hecho en esta serie de siete novelas, evoluciona mucho en tan solo unos años y quedarse con esa primera imagen no aportará mucho al recorrido en la búsqueda de entender su voz.
Dicen por ahí que a veces es mejor empezar por lo más complejo para así llegar a lo más sencillo y comprenderlo mejor, pues ese es el caso de los libros de Proust. Entrar de lleno con los que componen la serie de En busca del tiempo perdido siempre será la mejor opción.
Los títulos que la componen son:
1. Por el camino de Swann
2. A la sombra de las muchachas en flor
3. El mundo de Guermantes
4. Sodoma y Gomorra
5. La prisionera
6. La fugitiva (o Albertine desaparecida)
7. El tiempo recobrado
Así pues, aquí los primeros tres títulos para entrar de lleno en el universo narrativo de Marcel Proust:
Por el camino de Swann (1913)
En esta novela, que evoca la infancia del autor, se hallan las páginas más célebres y los pasajes más famosos de la obra: el momento de irse a dormir, el instante en que inesperadamente el sabor de una magdalena desencadena el torrente de la memoria, el análisis de los celos que se desarrolla a través del personaje de Swann.
Se divide en tres partes, todas ellas variaciones de aquello que va quedando atrás: “Combray”, el pueblo de la infancia del protagonista; “Un amor de Swann”, o el despilfarro del tiempo en un amor, el de Odette y Swann; y “Nombres de país: el Nombre”, que gira en torno a los recuerdos de la adolescencia.
A la sombra de las muchachas en flor (1919)
Este título continúa con las memorias noveladas del autor y sus vivencias parcialmente biográficas se ubicarían entre 1880 y 1890, durante la última infancia y adolescencia del escritor. El tema central es el comportamiento social de las clases altas, dando fe de sus costumbres y sus contradicciones.
En ese mundo aristocrático, los modales, el buen gusto y los acercamientos con la nobleza, lo significan todo; entonces, los personajes se sumergen en una búsqueda afanosa por encarnar estos méritos y sufren de una ridícula aprensión al toparse con los valores opuestos.
Fuente: Narrativa Clásica Radio.
El mundo de Guermantes (1921-1922)
En el anterior tomo, el lector pudo ver cómo Marcel (el protagonista y narrador de esta historia) llegaba a la adolescencia, dando paso al natural despertar de sus instintos románticos y a la vez, experimentando una inquietud por la vida social. Ahora en El mundo de Guermantes, ese roce con las altas esferas de la sociedad parisiense será más continuo pues la familia del joven se muda al barrio de Saint Germain, muy cerca del palacio en el que habita el clan de los Guermantes, familia aristocrática con la que tendrá una vacilante relación de amistad.
Fuente: Narrativa Clásica Radio.
Si bien Proust consiguió ver publicados apenas tres de los siete libros en vida, En busca del tiempo perdido no tiene aire de obra inconclusa o póstuma. De hecho, él mismo habría dejado todo revisado y terminado antes de morir. Y sea real o no esa leyenda, lo cierto es que la obra lo respalda.
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