A pocos años de cumplirse el primer centenario de su muerte, el escritor, periodista, político y filósofo marxista peruano José Carlos Mariátegui todavía es considerado uno de los mayores (y mejores) pensadores de la realidad latinoamericana.
Aunque en su corta vida -falleció a los 35 años a causa de una temprana y severa lesión en una pierna y su consecuente anquilosis, que padeció hasta sus últimos días- llegó a publicar solo dos libros y dejar preparados otros dos, el incesante interés por Mariátegui llevó a que las distintas partes de su obra hayan sido cuidadosamente recopiladas y publicadas en las siguientes décadas.
Aventura y revolución mundial, editado por Fondo de Cultura Económica, reúne un conjunto de crónicas periodísticas urbanas, ensayos políticos y culturales sobre las tierras bolcheviques, el teatro o el matrimonio, perfiles de viajeros como Chaplin o Trotski; así como cartas personales a amigos, artistas e intelectuales.
Entre estos textos pueden encontrarse desde las primeras colaboraciones para la prensa peruana, que evidenciaban un tedio creciente ante la rutina local, hasta los últimos intercambios epistolares, donde expresaba el sueño final de trasladarse a Buenos Aires. Aunque ese deseo se vería frustrado a causa de su enfermedad, que lo llevó a ser internado de emergencia en las vísperas de su tan ansiado viaje y a causa de la cual falleció en 1930.
“La pulsión vital que subyace a la experiencia del viaje abona e ilustra también su concepción de la revolución”, afirma el historiador argentino Martín Bergel en el prólogo que escribió para Arte y revolución mundial, libro que arroja una nueva luz a la obra del peruano y permite volver a pensarla desde este presente al que Mariátegui, con astucia, se anticipó.
Aventura y revolución mundial (fragmento)
Oriente y Occidente
La marea revolucionaria no conmueve solo al Occidente. También el Oriente está agitado, inquieto, tempestuoso. Uno de los hechos más actuales y trascendentes de la historia contemporánea es la transformación política y social del Oriente. Este período de agitación y de gravidez orientales coincide con un período de insólito y recíproco afán del Oriente y del Occidente por conocerse, por estudiarse, por comprenderse.
En su vanidosa juventud la civilización occidental trató desdeñosa y altaneramente a los pueblos orientales. El hombre blanco consideró necesario, natural y lícito su dominio sobre el hombre de color. Usó las palabras oriental y bárbaro como dos palabras equivalentes. Pensó que únicamente lo que era occidental era civilizado. La exploración y la colonización del Oriente no fue nunca oficio de intelectuales, sino de comerciantes y de guerreros.
Los occidentales desembarcaban en el Oriente sus mercaderías y sus ametralladoras, pero no sus órganos ni sus aptitudes de investigación, de interpretación y de captación espirituales. El Occidente se preocupó de consumar la conquista material del mundo oriental; pero no de intentar su conquista moral. Y así el mundo oriental conservó intactas su mentalidad y su psicología. Hasta hoy siguen frescas y vitales las raíces milenarias del islamismo y del budismo. El hindú viste todavía su viejo khaddar. El japonés, el más saturado de occidentalismo de los orientales, guarda algo de su esencia samurái.
Pero hoy que el Occidente, relativista y escéptico, descubre su propia decadencia y prevé su próximo tramonto, siente la necesidad de explorar y entender mejor el Oriente. Movidos por una curiosidad febril y nueva, los occidentales se internan apasionadamente en las costumbres, la historia y las religiones asiáticas. Miles de artistas y pensadores extraen del Oriente la trama y el color de su pensamiento y de su arte. Europa acopia ávidamente pinturas japonesas y esculturas chinas, colores persas y ritmos indostanos. Se embriaga del orientalismo que destilan el arte, la fantasía y las vidas rusas. Y confiesa casi un mórbido deseo de orientalizarse.
El Oriente, a su vez, resulta ahora impregnado de pensamiento occidental. La ideología europea se ha filtrado abundantemente en el alma oriental. Una vieja planta oriental, el despotismo, agoniza socavada por estas filtraciones. La China, republicanizada, renuncia a su muralla tradicional. La idea de la democracia, envejecida en Europa, retoña en Asia y en África. La Diosa Libertad es la diosa más prestigiosa del mundo colonial, en estos tiempos en que Mussolini la declara renegada y abandonada por Europa. (“A la Diosa Libertad la mataron los demagogos”, ha dicho el condottiere de los camisas negras.) Los egipcios, los persas, los hindúes, los filipinos, los marroquíes, quieren ser libres.
Acontece, entre otras cosas, que Europa cosecha los frutos de su predicación del período bélico. Los aliados usaron durante la guerra, para soliviantar al mundo contra los austroalemanes, un lenguaje demagógico y revolucionario. Proclamaron enfática y estruendosamente el derecho de todos los pueblos a la independencia. Presentaron la guerra contra Alemania como una cruzada por la democracia. Propugnaron un nuevo derecho internacional. Esta propaganda emocionó profundamente a los pueblos coloniales. Y terminada la guerra, estos pueblos coloniales anunciaron, en el nombre de la doctrina europea, su voluntad de emanciparse.
Penetra en el Asia, importada por el capital europeo, la doctrina de Marx. El socialismo que, en un principio, no fue sino un fenómeno de la civilización occidental extiende actualmente su radio histórico y geográfico. Las primeras Internacionales obreras fueron únicamente instituciones occidentales.
En la Primera y en la Segunda Internacionales no estuvieron representados sino los proletarios de Europa y de América. Al congreso de fundación de la Tercera Internacional en 1920 asistieron, en cambio, delegados del Partido Obrero Chino y de la Unión Obrera Coreana. En los siguientes congresos han tomado parte diputaciones persas, turquestanas, armenias. En agosto de 1920 se efectuó en Bakú, apadrinada y provocada por la Tercera Internacional, una conferencia revolucionaria de los pueblos orientales. Veinticuatro pueblos orientales concurrieron a esa conferencia.
Algunos socialistas europeos, Hilferding entre ellos, reprocharon a los bolcheviques sus inteligencias con movimientos de estructura nacionalista. Zinóviev, polemizando con Hilferding, respondió: “Una revolución mundial no es posible sin Asia. Vive allí una cantidad de hombres cuatro veces mayor que en Europa. Europa es una pequeña parte del mundo”. La revolución social necesita históricamente la insurrección de los pueblos coloniales. La sociedad capitalista tiende a restaurarse mediante una explotación más metódica y más intensa de sus colonias políticas y económicas: y la revolución social tiene que soliviantar a los pueblos coloniales contra Europa y Estados Unidos, para reducir el número de vasallos y tributarios de la sociedad capitalista.
Contra la dominación europea sobre Asia y África conspira también la nueva conciencia moral de Europa. Existen actualmente en Europa muchos millones de hombres de filiación pacifista que se oponen a todo acto bélico, a todo acto cruento, contra los pueblos coloniales. Consiguientemente, Europa se ve obligada a pactar, a negociar, a ceder ante esos pueblos. El caso turco es, a este respecto, muy ilustrativo.
En el Oriente aparece, pues, una vigorosa voluntad de independencia, al mismo tiempo que en Europa se debilita la capacidad de coactarla y sofocarla. Se constata, en suma, la existencia de las condiciones históricas necesarias para la liberación oriental.
Hace más de un siglo, vino de Europa a estos pueblos de América una ideología revolucionaria. Y conflagrada por su revolución burguesa, Europa no pudo evitar la independización americana engendrada por esa ideología. Igualmente ahora, Europa, minada por la revolución social, no puede reprimir marcialmente la insurrección de sus colonias. Y, en esta hora grave y fecunda de la historia humana, parece que algo del alma oriental transmigrara al Occidente y que algo del alma occidental transmigrara al Oriente.
Quién fue José Carlos Mariátegui
♦ Nació en Moquegua, Perú, en 1894. Falleció en Lima en 1930.
♦ Fue un escritor, periodista, político y filósofo marxista.
♦ Fue el fundador del Partido Socialista Peruano en 1928 y es considerado uno de los mayores estudiosos de la realidad latinoamericana.
♦ Escribió libros como 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Defensa del marxismo, El alma matinal y La escena contemporánea.
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