“Pensaste que se llamaban «redes sociales» porque son un mega entramado de comunicación, pero en realidad se llaman así porque quedaste enganchado como un pescadito. Ya no podés escapar. La araña de tu angustia tejió la enorme red”, escribe el argentino Pedro Mairal en su nuevo libro, Esta historia ya no está disponible.
En este libro, cuyo género resulta difícil de precisar (no es una novela pero los textos cortos que lo componen tampoco terminan de ser cuentos), el autor de éxitos como La uruguaya y Una noche con Sabrina Love abarca un amplio abanico de temas misceláneos, desde la parernidad y los conflictos vocacionales hasta las redes sociales y los modos de dormir, en una muestra de su particular modo de ver e interpretar el mundo para, luego, escribirlo.
“Es difícil no creerle; no creerle todo, digo”, escribe el chileno Alejandro Zambra en la contratapa. Admirador de Mairal, el autor de Bonsái y Poeta chileno destaca el humor “que surge sin buscarlo, cuando la escritura, venturosamente, se vuelve un modo de prolongar las conversaciones solitarias”, y afirma: “No creo que sea posible aludir a este libro sin pronunciar, aunque sea a la pasada, la palabra sabiduría”.
Editado por Emecé, Esta historia ya no está disponible juega, desde su título y portada, con la fugacidad y volatilidad de la era digital. Pero la mirada atenta de Pedro Mairal, observador silencioso y detallista, logra capturar una instantánea de aquella realidad que se le escurre como arena entre los dedos y deja, como único vestigio, solamente sus recuerdos.
“Esta historia ya no está disponible” (fragmento)
Modos de dormir
Esa coreografía lenta de dos personas durmiendo. Están un rato quietos, de pronto se mueve uno y se mueve el otro, al unísono. Los cuerpos saben, parecen decir: ahora giramos para allá. Pasan otro rato largo, inmóviles, respirando, y dicen: ahora giramos para este otro lado. Duermen y van adquiriendo distintas posturas, componiendo escenas mudas. Se comunican como sonámbulos, con ciclos telepáticos.
Dormí con dos mujeres en mi vida, dice Juan. Con dos mujeres enredé mis sueños y mi vida entera. Las dos tenían estilos completamente distintos para dormir y me los contagiaban a mí.
Una de ellas tenía un estilo muy dramático. Adquiría unas posturas expresionistas, el pelo largo en la cara, el cuerpo en una torsión forzada, el camisón como flameando en la noche de la estepa, un estilo europeo, algo siquiátrico, un poco Pina Bausch, sufriente, digamos, brazos estirados en una misma dirección, con algo de gesto último y desesperado, árbol invernal de ramas arqueadas por el viento, huyendo de algo o alcanzando algo, inmóvil, derrotada y luchando en un aullido mudo. Su lado B daba un poco de miedo. Dormía como una loca y de día era la persona más cuerda del mundo. Lógica, y siempre con una sonrisa. Yo dormía como ella, arrastrado por la correntada de una pesadilla, el pijama trastornado, la angustia en el esternón, oblicuo, descoyuntado. De día éramos felices.
Mi otra pareja, en cambio, era más de siesta tropical. Más terrestre, derramada en la pesadez del calor. Tocando tierra. Su gran cadera dorada era protagonista central de la cama, ahí en medio como un durazno gigante que parecía enorgullecernos a ambos. Dormía como leona voluptuosa, calma, aplastada en la paz del reino, no volaba una mosca, su muslo sobre mi muslo, el sueño profundo imperturbable. Dormía, así, inocente y serena durante toda la quietud de la noche, y de día era una mujer atormentada, intratable y temible. Volaban platos, con ataques de llanto y barbitúricos mal recetados. Los dos vivíamos con los cables pelados, sufriendo.
Quizá lo estoy adornando un poco para producir un efecto, dice Juan, pero de verdad que eran bastante así sus modos de dormir. Y no sé bien qué conclusión sacar, porque tampoco tenían correlación con su sexualidad, no es que una fuera fría y la otra caliente. Me refiero a algo más secreto, porque la intimidad sexual no es nada comparado con la intimidad del sueño.
Hay una confianza tan grande en el abandonarse junto a otro, bajar todas las guardias, ser completamente vulnerable, hay una entrega ahí que no se repite en ninguna otra circunstancia de la vida. Algo se enreda en un nivel muy primario cuando dormimos con otra persona. Algo que no se desata nunca más, y aunque esas dos personas se separen, quedan sueños del otro enredados en nudos, en raíces emocionales.
En un divorcio se puede hacer división de bienes, pero no de sueños. Porque los cuerpos repasaron esas coreografías noche tras noche, dos animales respirando juntos, cuidándose el uno al otro, contagiándose sus comportamientos involuntarios, sincronizándose. Dos cuerpos que se nivelaron en el espacio de la cama, se conjugaron en sus formas, en una especie de Tetris de solo dos bloques. Ensamblándose en sus articulaciones para caber en el rectángulo del colchón. Rodillas contra rodillas, como atletas congelados persiguiéndose, como nadadores paralelos, como amantes paracaidistas flotando en el sueño, cayendo juntos, con los ojos cerrados.
Quién es Pedro Mairal
♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1970.
♦ Es escritor y músico.
♦ Escribió libros como El gran surubí, Salvatierra, Breves amores eternos, Pornosonetos y La uruguaya.
♦ Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine.
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