“Quizá nuestros ojos vean, pero nuestra razón está ciega”, escribe José Saramago sobre uno de sus grandes clásicos, Ensayo sobre la ceguera, en Una guía para leer a Saramago. En la novela, una ceguera fulminante que ataca a los habitantes de una ciudad. También reflexiona con una frase con completa vigencia: “No somos capaces de reconocer que ha sido el ser humano el que ha inventado algo tan ajeno a la naturaleza como es la crueldad”, y agrega: “El hombre se hace lobo del hombre”. Y el Nobel portugués concluye: “En el fondo, lo que el libro quería expresar es muy sencillo: si es así como somos, que cada uno se pregunte por qué”.
Y sobre otro de sus libros emblemáticos, El Evangelio según Jesucristo, publicado en 1991, cuenta que fue la obra “la más polémica de cuantas escribí y la que más consecuencias de todo tipo ocasionó no sólo en mi vida de escritor sino también en mi vida personal” y que, era muy joven para escribir ese libro.
En el día en que se cumplen cien años de su nacimiento -16 de noviembre de 1922- Bajalibros pone a disposición de los lectores de Infobae Leamos el libro en el que explica éstas y más cuestiones relacionadas a su obra: Una guía para leer a Saramago, que se pueden descargar desde esta página o directamente en el sitio de Bajalibros.
Publicado por Alfaguara, Una guía para leer a Saramago es una oportunidad para descubrir los detalles fundamentales de la obra de Saramago. Con una introducción de la periodista española y viuda del autor, Pilar del Río, y épilogo del poeta, ensayista y filólogo español Fernando Gómez Aguilera, en el libro Saramago sumerge al lector en las ideas, las claves, el contexto de cada libro que habitaron al escritor al momento de crear su obra.
Se trata, entonces, de un libro fundamental, un recorrido en primera persona por la obra del celebrado escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués. Así, el autor de los libros más memorables y emblemáticos como Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, El cuento de la isla desconocida y Levantado del suelo, entre otros, explica cuál era el contexto de creación de sus libros, las claves para leerlos, qué considera de cada uno de ellos y cómo su estilo literario, único e irrepetible, siempre tuvo un mensaje: la necesidad de un cambio social.
“Volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”, fueron las palabras que eligió la Academia Sueca para destacar la capacidad de José Saramago al momento de otorgarle el Premio Nobel de Literatura, en 1998. El galardón —el primero para un escritor portugués— premiaba a El año de la muerte de Ricardo Reis, una de las favoritas del autor. Nacido en una familia obrera, humilde, supo aprender y sobreponerse a los obstáculos para convertirse en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Sobre su infancia, su rol en la Primera Guerra Mundial, las numerosas veces que se quedó sin trabajo y sus mujeres también escribe Saramago.
En Una guía para leer a José Saramago el lector también encuentra las primeras páginas de los textos más destacados del escritor portugués. A su vez, las palabras propias del autor genera un valor agregado, un detalle exquisito que posee el libro. Allí también se anima a dar una definición que marcó su recorrido como escritor, en particular, como novelista y que “he de confesar que siempre recibo con impaciencia”. ¿Cuál es? “Se trata de la manida etiqueta de que soy un novelista histórico, lo que encontraría confirmación tanto en algunos libros que escribí como en mi relación con el Tiempo y mi posición ante la Historia.
¿Qué sucedía con Saramago tras terminar un libro? Sobre este detalle también profundiza cuando dice que “después de terminado un libro me encuentre invariablemente en una especie de desierto, sin ideas, sin saber qué hacer. No sé qué vendrá a continuación y así puedo quedarme semanas y meses, en los casos peores más de un año”
Una guía para leer a Saramago es una joya en primera persona de esos momentos en que el rol del artista se fundía con el de cronista comprometido de su época y nos entrega su magnifica literatura.
“Una guía para leer a José Saramago” (Fragmento)
Nací en una familia de campesinos sin tierras, en Azinhaga, una pequeña población situada en la provincia de Ribatejo, en el margen derecho del río Almonda, a unos cien kilómetros al nordeste de Lisboa. Mis padres se llamaban José de Sousa y Maria da Piedade. José de Sousa habría sido mi nombre si el funcionario del Registro Civil, por iniciativa propia, no hubiese añadido el apodo por el que mi padre era conocido en la aldea: Saramago. (Cabe esclarecer que saramago es una planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos tiempos, en épocas de carencia servían como alimento en la cocina de los pobres.)
Fue a los siete años, cuando tuve que presentar en la escuela primaria un documento de identificación, que se vino a saber que mi nombre completo era José de Sousa Saramago… Pero no fue éste el único problema de identidad que me fue concedido al nacer. Aunque había venido al mundo el día 16 de noviembre de 1922, mis documentos oficiales dicen que nacía dos días después, el 18: fue gracias a este pequeño fraude que la familia pudo escapar del pago de una multa por no declarar el nacimiento en el plazo legal.
Tal vez por haber participado en la Guerra Mundial, en Francia, como soldado de artillería, he conocido otros ambientes, distintos a vivir en una aldea. Mi padre decidió, en 1924, dejar el trabajo del campo y trasladarse con la familia a Lisboa, donde comenzó a ejercer la profesión de policía de seguridad pública, para el cual no se exigían más «habilidades literarias» (expresión común entonces…) que leer, escribir y contar. Pocos meses después de habernos instalado en la capital, moriría mi hermano Francisco, que era dos años mayor que yo.
Aunque las condiciones en que vivíamos hubiesen mejorado un poco con la mudanza, nunca llegaríamos a conocer el verdadero desahogo económico. Ya tenía trece o catorce años cuando pasamos, al fin, a vivir en una casa (pequeñísima) sólo para nosotros: hasta ahora siempre habíamos vivido en partes de casas, con otras familias. Durante todo este tiempo, y hasta la mayoría de edad, fueron muchos, y frecuentemente prolongados, los periodos en que viví en un pueblo con mis abuelos maternos, Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha.
Fui buen alumno en la escuela primaria: en el segundo curso ya escribía sin errores de ortografía, y el tercero y cuarto los cursé en un solo año. Me trasladé después al instituto, donde permanecí dos años, con excelentes notas en primero, bastante menos buenas en segundo, mas estimado por colegas y profesores, al punto de ser elegido (tenía entonces doce años…) tesorero de la asociación académica…
Entretanto, mis padres habían llegado a la conclusión de que, por falta de medios, no podían seguir manteniéndome en el instituto. La única alternativa que se presentaba sería entrar en una escuela de enseñanza profesional, y así fue: durante cinco años aprendí el oficio de cerrajero mecánico. Lo más sorprendente era que el plan de estudios de la escuela, en aquel tiempo, aunque orientado obviamente para formar profesionales técnicos, incluía, además de Francés, una disciplina de Literatura.
Como no tenía libros en casa (libros míos, comprados por mí, aunque con dinero prestado de un amigo, sí los pude tener a los diecinueve años), fueron los libros escolares de Portugués, por su carácter «antológico», los que me abrieron muchas puertas para fruición literaria: aún hoy puedo recitar poemas aprendidos en aquella época distante. Terminado el curso, trabajé durante cerca de dos años como cerrajero mecánico en una oficina de reparación de automóviles. También a esas alturas había comenzado a frecuentar, en horario nocturno, una biblioteca pública en Lisboa. Y fue así, sin ayudas ni consejos, apenas guiado por la curiosidad y por la voluntad de aprender, que el gusto por la lectura se desenvolvió y pulió.
Cuando me casé, en 1944, ya había cambiado de actividad, pasando a trabajar en un organismo de la Seguridad Social como empleado administrativo. Mi mujer, Ilda Reis, entonces mecanógrafa en Caminhos de Ferro, vendría a ser muchos años más tarde una de las más importantes grabadoras portuguesas. Falleció en 1998. En 1947, año de nacimiento de mi única hija, Violante, publiqué mi primer libro, un romance que titulé A Viúva, pero que por conveniencias editoriales vendría a salir con el nombre de Terra do Pecado. Escribí aún otra novela, Claraboya, que permanece inédita todavía hoy, y el principio de otra, que no pasó de las primeras páginas: se llamaba O Mel e o Fel o tal vez Luís, filho de Tadeu… La cuestión quedó resuelta cuando abandoné el proyecto: comenzaba a resultarme obvio que no tenía nada que decir que valiese la pena. Durante diecinueve años, hasta 1966, cuando publiqué Los poemas posibles, estuve ausente del mundo literario portugués, donde debieron haber sido poquísimas las personas que se dieran cuenta de mi falta.
Por motivos políticos fui despedido en 1949, pero, gracias a la buena voluntad de un amigo mío profesor del tiempo de la escuela técnica, pude encontrar trabajo en una empresa metalúrgica de la que él era administrador. A finales de los años cincuenta pasé a trabajar en una editorial, Estúdios Cor, como responsable de la producción, regresando así, pero no como autor, al mundo de las letras que había dejado años antes. Esa nueva actividad me permitió conocer y crear relaciones de amistad con algunos de los escritores portugueses más importante de entonces. Para mejorar el presupuesto familiar, y también por gusto, comencé, a partir de 1955, a dedicar una parte del tiempo libre a trabajos de traducción, actividad que se prolongaría hasta 1981: Colette, Pär Lagerkvist, Jean Cassou, Maupassant, André Bonnard, Tolstoi, Baudelaire, Étienne Balibar, Nikos Poulantzas, Henri Focillon, Jacques Roumain, Hegel o Raymond Bayer fueron algunos de los autores que traduje.
Otra ocupación paralela, entre mayo de 1967 y noviembre de 1968, fue la de crítico literario. Entretanto, en 1966, publicaría Los poemas posibles, una colección poética que marcó mi regreso a la literatura. A ese libro le siguió, en 1970, otra colección de poemas, Probablemente alegría, y luego, en 1971 y 1973 respectivamente, bajo los títulos Deste Mundo e do Outro y A Bagagem do Viajante. Ambos títulos recogían crónicas publicadas en prensa, que la crítica considera esenciales para la completa comprensión de mi trabajo posterior. Me divorcié en 1970, e inicié una relación de convivencia, que duraría hasta 1986, con la escritora portuguesa Isabel da Nóbrega.
Abandoné la editorial a finales de 1971, trabajé durante dos años seguidos en el vespertino Diário de Lisboa como coordinador de un suplemento cultural y como editorialista. Publicados en 1974 bajo el título As Opiniões que o DL teve, esos textos representan una «lectura» bastante precisa de los últimos tiempos de la dictadura, que se vendría abajo en abril de ese año. En abril de 1975 pasé a ejercer las funciones de director-adjunto del matutino Diário de Notícias, cargo que desempeñé hasta noviembre y del que fui despedido a raíz de las mudanzas que trajo consigo el golpe político-militar del 25 de aquel mes, que frenó el proceso revolucionario. Dos libros marcan esta época: El año de 1993, un poema largo publicado en 1975, que algunos críticos ya consideran anunciador de obras de ficción —esas que dos años después se iniciarían con el romance Manual de pintura y caligrafía— y, bajo el título de Os Apontamentos, los artículos de teoría política que publiqué en el periódico del que había sido director.
Sin empleo una vez más y, dadas las circunstancias de la situación política en que entonces se vivía, sin la menor posibilidad de encontrar uno, tomé la decisión de que me dedicaría de lleno a la literatura: ya era hora de saber lo que podría realmente valer como escritor. A principios de 1976 me instalé por algunas semanas en Lavre, una población rural de la provincia de Alentejo. Ese periodo de estudio, observación y registro de informaciones vino a dar origen, en 1980, a la novela Levantado del suelo, en que nace el modo de narrar que caracteriza mi ficción novelesca.
Entretanto, en 1978, había publicado una colección de cuentos, Casi un objeto; en 1979 la obra de teatro La noche, a la que siguió, pocos meses antes de la publicación de Levantado del suelo, nueva obra teatral, Que Farei com este Livro? Con excepción de otra obra de teatro, titulada A segunda vida de Francisco de Assis y publicada en 1987, la década de los ochenta fue enteramente dedicada a la novela: Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989). En 1986 conocí a la periodista española Pilar del Río. Nos casamos en 1988.
En respuesta a la censura ejercida por el Gobierno portugués sobre la novela El Evangelio según Jesucristo (1991), vetando su presentación al Premio Literario Europeo con el pretexto de que el libro era ofensivo para los católicos, cambiamos, mi mujer y yo, en febrero de 1993, nuestra residencia a la isla de Lanzarote, en el archipiélago de Canarias. A principios de ese año publiqué la obra In Nomine Dei, aunque escrita en Lisboa; de ahí se extraería el libreto de la ópera Divara, con música del compositor italiano Azio Corghi, estrenada en Múnich (Alemania) en 1993. No fue ésta mi primera colaboración con Corghi: también le dio música a la ópera Blimunda, sobre la novela Memorial del convento, estrenada en Milán (Italia) en 1990. En 1993 inicié la escritura de un diario, Cuadernos de Lanzarote, del que están publicados cinco volúmenes. En 1995 publiqué la novela Ensayo sobre la ceguera y, en 1997, Todos los nombres y El cuento de la isla desconocida. En 1995 me fue concedido el Premio Camões, y en 1998, el Premio Nobel de Literatura.
Como consecuencia de haber recibido el Premio Nobel, mi actividad pública se vio incrementada. Viajé por los cinco continentes dando conferencias, recibiendo títulos académicos y participando en reuniones y congresos, tanto de carácter literario como social y político. Pero, sobre todo, participé en acciones para reivindicar la dignidad de los seres humanos y del cumplimiento de la Declaración de los Derechos Humanos, en pos de una sociedad más justa, donde las personas sean prioridad absoluta, y no el mercado, o las luchas por el poder hegemónico, siempre destructivas.
Creo haber trabajado bastante durante estos últimos años. Desde 1998 he publicado Folhas Políticas (1976-1998) (1999), La caverna (2000), La flor más grande del mundo (2001), El hombre duplicado (2002), Ensayo sobre la lucidez (2004), Don Giovanni ou o Dissoluto Absolvido (2005), Las intermitencias de la muerte (2005) y Las pequeñas memorias (2006). Ahora, en este otoño de 2008, aparecerá un nuevo libro: El viaje del elefante, un cuento, una narración, una fábula.
En el año 2007, se tomó la decisión de crear en Lisboa una Fundación con mi nombre, que asume, entre sus principales objetivos, la defensa y la divulgación de la literatura contemporánea, y la defensa y la exigencia del cumplimiento de la Carta de los Derechos Humanos, además de la atención que debemos, como ciudadanos responsables, al cuidado del medio ambiente. En julio de 2008 se firmó con el Ayuntamiento de Lisboa un protocolo de cesión de la Casa dos Bicos para sede de la Fundación José Saramago, desde donde ésta continuará profundizando y consolidando los objetivos propuestos en su Declaración de Principios, abriendo puertas a proyectos activos de agitación cultural, y empeñándose en colaborar con quienes apuestan por la necesaria y positiva transformación de la sociedad.
José Saramago, 2008
Seguir leyendo: