Este jueves, el ministro de Cultura español, Miquel Iceta anunció que el ganador del Premio Cervantes 2022 es el poeta venezolano Rafael Cadenas.
Nacido en Barquisimeto en 1930, Cadenas estuvo exiliado en los años 50 y ahora vive en Caracas.
Aquí tres de las obras que lo hicieron merecedor del premio mayor de la literatura en castellano.
Ars poética
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir
brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis
palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame
la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
Mirar
Veo otra ruta, la ruta del instante, la ruta de la atención, despierta, incisiva, ¡sagitaria! Pico de víscera, diamante extremo, halcón, ruta relámpago, ruta de mil ojos, ruta de magnificencia, ruta de línea que va al sol, reflejo del rayo vigilancia, del rayo ahora, del rayo esto, ruta real con su legión de frutos vivos cuyo remate es ese lugar en todas partes y ninguna.
De Falsas maniobras (1966)
Nuevo mundo
1
He quemado las fórmulas. Dejé de hacer exorcismos. Lejos, lejos queda el antiguo poder, mi legado. Hálito de fogata en mis narices, mi idioma desintegrado, la sombra todavía húmeda de un sortilegio. Como vena de agua en la oscuridad otra vida avanza. Todo el arrasamiento ha sido para desplazarme, para vivir en otra articulación.
2
Papeles del amanecer. Siempre hablan de la patria adoptiva, la que me ha dado. Hojas amontonadas como para una ceremonia. Sacrificio a un dios de ébano.
3
Esas escrituras invariables.
Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal.
Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado.
Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho
adicto a un culto insinuante.
4
El amanecer no me devuelve el amuleto perdido. Desde una playa un
anciano hace señales. Trato de regresar a los pozos, pero no sé el camino.
5
Entra mi sombra
Trae una serpiente, un búfalo, una mujer, una casa,
un muelle.
Intoxicación de cobres salvajes.
Avanza, avanza.
Droga.
Se apodera de lo que miro.
Va marcando aquí y allá, todo.
Luego huye para unirse a un animal.
Se pierde entre las hojas como un ave.
6
Memoria que sale a buscar cosas huidizas. Posesiones que pertenecen
menos a su dueño que al aire. Eso que un cofre de madera quiere proteger no
nació para las palabras. Sólo yo me empeño en quitárselo a los ojos.
¿Qué lengua traerá los tesoros sin tocarlos?
Al fondo un rey enfermo me ve partir.
Yo le entrego un estuche con un rubí ansioso.
7
Voy, abriéndome paso por entre la aspereza, al lugar donde está guardado
mi retrato futuro.
8
Un fuego remoto me sostiene. De su aura roja tomo mis préstamos.
Pasadizo hacia la incandescencia, no admites plazos.
9
Orgía vegetal.
Una mujer desnuda se acuesta bajo la lluvia.
Texturas donde una ausencia se mira.
Caverna olorosa, condúceme.
10
Légamos jamás recuperados.
De repente un roce. El universo de la piel. El hilo extraviado en el viaje.
Estoy bañado por lo que vive, por lo que muere.
Cada día es el primer día, cada noche la primera noche, y yo, yo también
soy el primer habitante.
De Memorial (1977)
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