“Cultura progre”, “populismo” e “inflación”: cómo definir a la Argentina según Willy Kohan

En “Somos nosotros”, el reconocido periodista escribió un “diccionario argentino de economía y política” en el que incluye los conceptos clave para entender los distintos (y eclécticos) procesos que atravesó el país, sus causas y consecuencias.

El periodista argentino Willy Kohan reunió los conceptos fundamentales para entender los procesos que transformaron Argentina en las últimas décadas en "Somos nosotros", un "diccionario argentino de economía y política".

A la hora de escribir Somos nosotros, su último libro, el periodista Willy Kohan sabía de antemano que, para realizar este “diccionario argentino de economía y política” no alcanzaría con una sola edición. Y es que en Argentina todo cambia a un ritmo tan atolondrado que, muchas veces, definiciones como “cepo”, “corralito” o “hiperinflación” quedan anticuadas incluso antes de que se apacigüen sus estragos.

En el epílogo del libro, editado por Sudamericana, el autor escribe: “Nuestra tarea recién empieza. Podría afirmar que no terminará nunca. Va a demandar nuevas ediciones y actualizaciones permanentes. Cuando la primera edición de este libro estaba a punto de ingresar a imprenta, la Argentina —otra vez— veía pasar tres ministros de Economía en menos de treinta días. La discusión sobre el futuro se manifestaba en decenas de palabras y expresiones que forman parte de este diccionario: dólar, corridas, devaluación, desdoblamiento, control de cambios, deuda, default, FMI, subsidios, inflación, déficit, impuestos”.

“A veces no es fácil distinguir el periodismo de la historia. Los separa un tiempo subjetivo. ¿Este libro es historia o periodismo? Creo que es las dos cosas al mismo tiempo, sin que exista una fecha precisa del pasaje de uno a otro género. Incluso los ecos del pasado más lejano irrumpen en el relato”, escribe en uno de los prólogos el periodista, historiador y analista político Rosendo Fraga.

Por su parte, el periodista, compañero y amigo personal del autor, Marcelo Longobardi, alabó la investigación que requirió Somos nosotros, así como la extensa carrera de Kohan: “En este Diccionario argentino de economía y política, el autor ordena el extravío del país, por momentos enloquecido y delirante. El rigor, la buena información, las referencias históricas y, por momentos, un sutil y extraordinario sentido del humor están tan presentes en este libro como cuando Willy comenta y analiza todos los días la actualidad económica argentina”.

“Somos nosotros” (fragmentos)

"Somos nosotros", de Willy Kohan, editado por Sudamericana y con prólogos de Rosendo Fraga, Marcelo Longobardi y Carlos Melconian.

“Cultura progre”

Corrección política saturada

De los diarios nacionales, el progre lee Clarín y Página 12, jamás La Nación, Ámbito Financiero o El Cronista. En el orden internacional, The New York Times, nunca el Wall Street Journal o el Financial Times.

En general se ubica del lado de los más débiles en lo que a política internacional se refiere, y es fundamental para el progre argentino estar siempre en contra de los Estados Unidos. Una especie de grieta light le permite al progre dividir al mundo entre buenos y malos. Una serie de prejuicios lo ayuda a mantenerse del lado bueno. Son lineamientos generales que le aseguran ser siempre políticamente correcto.

A saber: es sospechoso cualquier vínculo con alguna élite o sector de clase alta; con el golf, el polo o el turf, con la actividad hípica y los caballos en general; con el Jockey Club o con la Sociedad Rural. Debe alejarse de las tradiciones en general, de la religión opio de los pueblos, no debe ir ni a misa ni al templo. Tampoco es progre ser fanático de fútbol, aunque pueden tolerarse excepciones, siempre y cuando tenga plena conciencia de que se trata de una distracción utilizada por el poder para controlar a las masas. Esta teoría encontró sustento eterno cuando la selección argentina ganó su primera Copa Mundial de la FIFA durante un gobierno militar en 1978.

El progre podría llegar a bailar al son de la música de Michael Jackson, pero en el fondo no estaría bailando feliz, ya que no puede disfrutar de nada que venga de los Estados Unidos. Si lo convencieran de llevar a sus hijos a Disney, aprovecharía la ocasión para señalar lo que no le gusta de la sociedad norteamericana.

Es muy difícil que el progre logre desconectarse de la corrección política, en una actitud que lo torna agotador como compañero de viaje. En líneas generales prefiere Europa como destino turístico, aunque también es muy progre viajar por América Latina, cuya música lo conmueve: desde la Trova Cubana del régimen de Fidel Castro, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, hasta los autores e intérpretes argentinos de los años setenta, como Víctor Heredia, León Gieco, Teresa Parodi y Mercedes Sosa.

Cabe señalar que el progre no se identifica tanto con el rock and roll ni con el rock nacional. El rock pasa de lo políticamente correcto, lo enfrenta; podría encontrarse algo de progre en Sui Generis, más por el lado de Nito Mestre que por el de Charly García.

El argentino progre no rechaza las bondades del capitalismo. Pero como el dinero, el bienestar, los viajes y el confort son satisfacciones que deben experimentarse en privado, en su vida pública solo caben ideas y posturas políticamente correctas: una obsesión que lo lleva a la sobreactuación permanente.

Puedo afirmar, según mi experiencia de casi cuarenta años en el oficio, que la cultura progre domina el mensaje en los medios masivos de comunicación.

Debido a la vertiginosa rapidez con la que suceden cambios radicales en Argentina, Kohan espera que "Somos nosotros" tenga constantes reediciones ampliadas.

“Inflación”

Estatismo económico

La definición de inflación más aceptada por la cátedra es que se trata de un proceso de aumento generalizado de los precios, sin relación con los factores estacionales o los factores puntuales como el acomodamiento de los precios relativos. Es una disciplina en la que los argentinos se consideran doctorados. Los procesos inflacionarios han sido muy escandalosos y dañinos para la sociedad; su contracara es un 50 % de pobreza.

La Argentina es un ejemplo imbatible en las discusiones académicas sobre los motivos que conducen a procesos inflacionarios. Ha aportado a la cátedra económica internacional una conclusión en la que todos coinciden: la inflación y la cultura inflacionaria están relacionadas con un Estado que gasta más de lo que recauda. En el plano nacional, en el provincial y en el municipal, el Estado argentino opera con déficit de presupuesto; lo cubre con procesos inflacionarios.

Generalmente se reconoce que la inflación es un fenómeno multicausal, y la Argentina no escapa a las generalidades de esa ley. Con la emisión de deuda y de moneda local sin respaldo se inyectan pesos en la economía para adquirir bienes y servicios, y suben los precios. La falta de productos importados y las políticas arancelarias suben los precios de los productos locales.

Lo mismo sucede con los privilegios sectoriales, empresariales y sindicales, que terminan pagados por los consumidores. Y tarde o temprano, también deben ajustarse los precios políticos en las tarifas públicas; una realidad que siempre se enfrenta en forma violenta y que también genera inflación.

La Argentina es el mejor ejemplo para mostrarle al mundo que no se frena la inflación sin ajustar los presupuestos. Con déficit fiscal superior a dos o tres puntos del producto, los países suelen terminar con procesos inflacionarios. La contracara de dichos procesos son la pobreza, la marginalidad, el deterioro de la calidad de vida y la inseguridad. No hay progresismo con inflación. Lo más progresista es detenerla; pero es difícil porque genera un aumento ficticio de la recaudación y momentos de sensación de mayor consumo.

Los dirigentes políticos recurren a estos procesos inflacionarios para sostener la adhesión y simpatía de la opinión pública. La Argentina ha tenido experiencias inflacionarias tan nefastas que han generado anticuerpos en sus habitantes. El gen inflacionario ya está incorporado: es la forma irresponsable e infantil de enfrentar la realidad del sector público, que gasta más de lo que recauda y ahoga al sector privado con impuestos. Se defienden quienes pueden acumular bienes que no pierden su valor como lo pierde la moneda. La inflación es el impuesto más injusto porque lo pagan los más pobres. Sus víctimas son los asalariados, los que a fin de mes reciben dinero desvalorizado por la inflación.

Aunque al ganar las elecciones presidenciales en 2011 Cristina Kirchner dijo “Si quieren el ajuste, busquen a otra”, Willy Kohan sostiene que "la realidad le impuso el peor de los ajustes: un control de cambios con un insólito cepo al dólar".

“Populismo”

Engaño organizado

Evitar como sea el ajuste. Gobernar para ganar las elecciones y mantenerse en el poder. Repartir subsidios. Sobrevaluar con artificios la moneda para mejorar los salarios. Aumentar el empleo público y el gasto estatal sin importar cómo se financie. Con deuda hasta donde le presten al país y con emisión e inflación hasta donde aguante la presión social.

Dólar barato para la clase media, tarifas políticas y explosión de subsidios para los sectores de más bajos ingresos. La fórmula más eficiente para ganar las elecciones: el populismo económico. Agotar los stocks de capital acumulado y gastar todo ahora sin pensar cómo se repondrá, así ha sido buena parte de nuestra historia económica. Populismo económico hasta que estalla, hasta que el país se queda sin crédito, hasta que el Estado ya no puede pagar su deuda y llega al default y la megadevaluación de la moneda. El ajuste por las malas.

Ocurrió con distintos matices, por derecha y por izquierda: en 1975 con el Rodrigazo, en 1981 con el fin de la tablita de Martínez de Hoz, después de la derrota de Raúl Alfonsín en 1987 y con la llegada de las hiperinflaciones en 1989 y 1990; con el estallido de la convertibilidad en 2001 y con el fin de la luna de miel de los mercados con la administración Macri en marzo de 2018. Ese deterioro se acentuó con el regreso del peronismo de izquierda que sucedió a Macri, con Alberto y Cristina Fernández.

La clave para entender la vigencia del populismo económico en la Argentina es la aceptación que tal facilismo logra en la opinión pública y, sobre todo, en el padrón electoral. Con la promesa de evitar el ajuste, en 1999 la Alianza ganó las elecciones presidenciales con más del 50 % de los votos. Fernando de la Rúa, el presidente electo, decía en la campaña: “Conmigo, un peso un dólar”.

Tras el triunfo electoral, el ajuste llegó por la vía de un fuerte impuestazo y la espiral de endeudamiento externo que se necesitaba para cubrir el déficit cada vez mayor en los últimos años del uno a uno. Cuando meses antes del estallido de diciembre de 2001 el economista Ricardo López Murphy propuso un ajuste serio en el gasto del Estado, la opinión pública y la dirigencia política lo crucificaron.

También Cristina Kirchner ganó las elecciones presidenciales del año 2011 con el 54 % de los votos con la siguiente advertencia: “Si quieren el ajuste, busquen a otra”. Otra vez los especialistas alertaban sobre la explosión del gasto, la crisis energética, la inflación y la fuga de capitales. La realidad le impuso el peor de los ajustes: un control de cambios con un insólito cepo al dólar. Sucumbió en las urnas.

Mauricio Macri eligió el modelo gradual para tratar de salir del círculo vicioso del populismo económico hasta que estalló. El plan proponía solucionar el problema de a poco y tomar deuda para cubrir la diferencia. Pero tropezó con una fuerte resistencia política, dentro y fuera de su coalición, para ajustar en serio. Y no funcionó.

Terminó cuestionado por casi todos los sectores, sin conformar a nadie. Y la dinámica de la crisis por la aceleración del déficit, la inflación y la devaluación acabó por derrumbarlo en las urnas. El regreso de Cristina al poder con Alberto Fernández repuso en el país un nuevo populismo económico, pero ya sin reservas ni llegada de capitales, financiado con niveles delirantes de devaluación e inflación. Un fenómeno que elevó el índice de pobreza hasta el 50 %.

La sociedad argentina —atrapada hace años entre falsas expansiones que generan tremendos desajustes y estallidos para intentar equilibrar— no encuentra una salida pacífica. Ni gobiernos ni oposiciones presentan un programa serio para ponerle freno al despilfarro en el Estado que busque reducir el déficit fiscal y la emisión sin respaldo, y terminar con la inflación, una anomalía que logró ordenarse en casi todos los países civilizados del mundo, en todos nuestros vecinos de la región, además de Europa, los Estados Unidos, Asia y África.

En general, sincerarse en materia económica no suma votos en la Argentina. Está claro que la culpa no ha sido solo de los que gobiernan: es la dirigencia, sí, pero también somos nosotros.

Quién es Willy Kohan

♦ Es periodista especializado en economía, finanzas y negocios.

♦ Además, es conferencista, productor, conductor y ejecutivo.

♦ Produce y conduce en la tarde de FM Radio Milenium 106.7 el programa “Somos Nosotros” y participa como columnista económico en el programa de Marcelo Longobardi que se emite por CNN Radio.

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