Ceferino Reato: “Muchos periodistas se fabrican el Rodolfo Walsh que más les conviene. Los más ‘progresistas’ soslayan que era guerrillero”

En su último libro, “Masacre en el comedor” el periodista y politólogo argentino cuenta un atentado organizado por Montoneros en el que murieron 23 personas. La investigación fue premiada por Fopea y la Justicia pidió reabrir la investigación.

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Ceferino Reato es periodista y
Ceferino Reato es periodista y politólogo. En sus libros, revisa la década del 70 en la Argentina. (Luciano González)

De todos los libros que escribió, el periodista y politólogo Ceferino Reato asegura que Masacre en el comedor fue el más difícil. Y explica por qué: “Sufrí que no se hubiera hecho una investigación judicial completa porque eso hubiera permitido dar con mucho material para consultar. Eso fue un problema. Y hubo otro problema, y es que a pesar de que lo que yo pensaba, que es que los sobrevivientes y los familiares de los muertos iban a querer hablar, no fue así. Son personas que se acostumbraron a llorar en silencio porque no les hicieron lugar”.

Su libro más difícil, Masacre en el comedor: La bomba de Montoneros en la Policía Federal. El atentado más sangriento de los 70, acaba de valerle a Reato el premio al Mejor Libro de Investigación que otorga el Foro de Periodismo Argentino (Fopea). Un jurado conformado por los periodistas Roberto Guareschi, Silvina Premat y Miguel Wiñazki definió que fuera su obra, editada este año por el sello Sudamericana, la ganadora de la distinción.

En su libro, Reato habla del 2 de julio de 1976, algo más de dos meses después de que empezara la última dictadura. Ese viernes, a las 13.20 del mediodía, un explosivo identificado como “bomba vietnamita” detonó en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, dependiente de la Policía Federal y ubicado en Moreno 1417, en pleno barrio porteño de Monserrat. Hubo 23 muertos y 110 heridos.

El autor material del hecho fue José María Salgado, un oficial de Policía de 21 años que en realidad pertenecía a Montoneros y que estaba infiltrado en la Superintendencia. “Quien estuvo a cargo de diseñar la operación, que en términos de inteligencia militar fue brillante, fue Rodolfo Walsh. Walsh estaba a cargo de los Montoneros inflitrados en las distintas fuerzas de seguridad y estaba detrás del aparato de inteligencia de la organización. Era el jefe de quien puso la bomba: la operación es de él”, asegura Reato en diálogo con Infobae Leamos, tras ser premiado por Fopea.

“Fue el atentado más sangriento de la Argentina hasta que se produjo la voladura de la AMIA en 1994, en el que hubo 85 muertos, y el más mortal de los años setenta. No había nada escrito ni un seguimiento judicial detallado. Sí pude dar con el registro del sumario administrativo que se inició en la comisaría correspondiente en ese momento, pero no mucho más”, describe el escritor, también autor de Disposición final, en el que entrevisó al dictador Jorge Rafael Videla.

“Aunque logré dar con los nombres de los testigos, de los sobrevivientes y de su familia, fue muy difícil hablar con ellos. Por un lado, la Policía no profundizó sobre ese atentado porque era una gran humillación que hubieran atentado en la sede en la que, además, en el cuarto y quinto piso, tenían instalada una cárcel política en la que no sólo encarcelaban sino que torturaban, y por otro lado, los sobrevivientes y los familiares no fueron escuchados como víctimas porque, conocidos los salvajismos de la dictadura, la violación sistemática de los derechos humanos por parte de la dictadura, todo eso clipsó los ataques y las violaciones de los derechos humanos por parte de las guerrillas. Entonces esas víctimas y esos familiares no fueron escuchados”, explica Reato.

El atentado que ocupa el centro de la escena en el libro del periodista no fue condenado judicialmente. La jueza María Romilda Servini declaró la prescripción de los hechos y eso fue ratificado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Sin embargo, en junio de este año y luego de que Reato publicara Masacre en el comedor, la Cámara Federal dispuso la reapertura de la investigación para que se investigue la responsabilidad de algunos integrantes de la organización Montoneros en la fatal detonación en la Superintendencia.

“Valoro mucho que una entidad periodística muy representativa y muy federal como es Fopea haya premiado un libro que es crítico con la figura de Walsh. Crítico en el sentido de que muestra una faceta menos conocida de una persona que es un ícono como periodista y escritor. Aparte de escritor y periodista, Walsh era un revolucionario y un guerrillero, y rebanarle esa porción de su vida y soslayarla no hace justicia con la densidad de esa persona”, sostiene Reato, y agrega: “Muchos periodistas se fabrican el Rodolfo Walsh que más les conviene. Los más ‘progresistas’ juegan a eso y ocultan una forma de vida que él había elegido: la de un revolucionario y guerrillero”.

En rigor, aún no está confirmado que la Justicia efectivamente reabra la causa. “Es bueno que se investiguen las cosas, no tanto por las sanciones, que también, sino sobre todo porque tiene que ver con la verdad. No sé qué va a pasar en este caso ahora: el fiscal ya se pronunció en contra de la reapertura, asegura que la causa ya prescribió”, sostiene Reato.

José María "Pepe" Salgado tenía
José María "Pepe" Salgado tenía 21 años y era un infiltrado de Montoneros en la Policía Federal. Fue quien detonó el explosivo.

Consultado sobre por qué la eventual reapertura de la investigación se produce casi medio siglo después del atentado, el periodista responde: “Ahora hay una postura no tan hegemonizada por organismos de derechos humanos y el kircherismo, y creo que entonces los ataques de las guerrillas también son cuestionados por una parte importante de la opinión pública. La caída de la mirada contemplativa respecto de lo que hicieron las guerrillas era algo que iba a pasar y está pasando”.

En su investigación, el periodista asegura que luego del atentado del 2 de julio de 1976, el uso de lo que él llama “cárcel política” que la Policía Federal hacía funcionar en el cuarto y quinto edificio del edificio de la calle Moreno “se intensificó”. “En un principio llevaban prisioneros que podían ser torturados y luego liberados o trasladados, y luego del atentado de Montoneros, muchos fueron desaparecidos”, describe Reato.

Entre sus libros, no sólo se cuenta el que incluye el testimonio de Videla, que murió en la cárcel condenado por delitos imprescriptibles de lesa humanidad, sino también Los 70, entre otros. “Los 70 van a estar siempre con nosotros. Hubo tantos sueños, tantos ideales, pero también tanta muerte y tanta sangre, que no nos podemos desprender de todo eso. La pregunta tal vez sea cómo hacer para que eso quede en la historia y no se use para hacer política en el presente. El mejor antídoto es contribuir a que se sepa qué pasó”, explica el periodista.

“Ya vimos bien lo que pasó respecto de las responsabilidades de la dictadura, vimos que hubo un plan sistemático para violar los derechos humanos. Sobre las guerrillas faltaba precisamente una mirada. Nadie se detenía a ver con profundidad qué hicieron las guerrillas por el uso político de los 70 que impulsó el kirchnerismo”, sostiene Reato, y agrega: “Al ser un grupo político, no es que les interese la historia por sí misma sino dónde arraigar sus discursos. El discurso del kirchnerismo se arraigó ahí, pero ese uso político ha sido tan evidente que ahora cuando se cuestiona al kirchnerismo se cuestiona también su mirada sobre los 70″.

La Cámara Federal impulsa revisar lo ocurrido hasta ahora con la investigación sobre el atentado del 2 de julio de 1976. Un fiscal se opone a esa iniciativa. Casi medio siglo de que la “bomba vietnamita” explotara en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal, no hay una visión unánime sobre cómo deben ser juzgados los hechos. Reato arriesga una hipótesis: si la de los 70 fue la década más convulsionada de la vida política Argentina, la detonación del explosivo coronó su atentado más sangriento.

Así empieza “Masacre en el comedor”

Las bombas vietnamitas del tipo Claymore son un invento norteamericano que no solo matan personas y destruyen edificios: también están diseñadas para mutilar, cercenar, cortar los cuerpos, como una manera de sembrar un terror adicional entre los enemigos, sus simpatizantes, los neutrales y la sociedad en general.

El comedor de la Superintendencia
El comedor de la Superintendencia luego de la detonación del explosivo.

Los montoneros usaron una bomba de ese tipo para destruir el Casino —que es como los policías llaman al comedor— de la Superintendencia de Seguridad Federal, en la calle Moreno 1417 del barrio porteño de Monserrat, a una cuadra del Departamento Central de Policía, seis del Congreso y diez de la Casa Rosada, el viernes 2 de julio de 1976 al mediodía, ya en plena dictadura.

Veintitrés personas murieron y otras ciento diez resultaron heridas, varias con secuelas muy graves por las mutilaciones provocadas por la onda expansiva, mientras comían los platos buenos, abundantes y baratos del comedor, que también estaba abierto a empleados de negocios y empresas del barrio.

Montoneros afirmaba que buscaba eliminar preferentemente al personal superior de la Policía Federal, en tanto “centro de gravedad” de la represión ilegal de la dictadura, pero de los veintitrés muertos solo dos eran oficiales y de muy baja graduación. Siete de las víctimas fatales ni siquiera cumplían tareas policiales: el encargado del comedor, el cajero, un mozo, un enfermero, un bombero, un suboficial retirado que estaba haciendo su changa de repartidor de pan y una empleada de YPF. Hubo cinco mujeres entre los fallecidos.

Fue el atentado más sangriento de los 70 —una década plagada de muertes— pero también de la historia del país hasta el 18 de julio de 1994, cuando un coche bomba destruyó la AMIA y dejó ochenta y cinco víctimas fatales. Mató más que el ataque terrorista contra la embajada de Israel, de 1992. Y habría matado más aún si Montoneros hubiera logrado su propósito original de derribar todo el edificio. Fuera de nuestras fronteras, continúa siendo el mayor atentado contra una dependencia policial en todo el mundo. Ninguna otra policía recibió un golpe así.

Según Reato, Rodolfo Walsh fue
Según Reato, Rodolfo Walsh fue el responsable de diseñar la estrategia de ingeniería a través de la cual se llevó a cabo el atentado contra el comedor policial.

Desde un punto de vista estrictamente militar, el atentado fue una obra maestra del muy eficiente servicio de Inteligencia e Informaciones de Montoneros, y de la secretaría Militar de la cúpula guerrillera, de la cual dependía en forma directa. Y una prueba de por qué Montoneros se había convertido el año anterior, en 1975, en la guerrilla urbana más poderosa en toda la historia de América Latina.

Todos los policías habían ido a comer alguna vez al Casino de Seguridad Federal; por lo tanto, todos se consideraron sobrevivientes de la masacre. Para ellos fue una bisagra en sus vidas, ligadas fuertemente a “la institución”, las dos palabras que sus miembros siguen utilizando para referirse a la Policía Federal. Además del dolor por la gran cantidad de muertos y heridos, para la Policía Federal —y para el gobierno militar, al cual estaba subordinada sin intermediarios—, fue una gran humillación: Montoneros había logrado penetrar en el edificio de Seguridad Federal, el núcleo duro del dispositivo organizado desde hacía cinco años para vigilar, infiltrar, controlar y reprimir a los grupos guerrilleros, no solo en la capital del país.

Allí funcionaba la Dirección General de Inteligencia, uno de cuyos tres departamentos era Contrainteligencia, que fue burlada por “los subversivos”, como se les decía en aquellos años de plomo.

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