“Debido al desmantelamiento total del sector cultural impulsado por el gobierno fascista de Bolsonaro, el mercado es lo único que quedó en pie”, dice desde Brasil el investigador académico y crítico –además de DJ, cantante, exdueño de un bar, actual director de una galería de arte–, Leo Felipe. El diálogo con Infobae Leamos, a través del correo electrónico, se centró en la reciente aparición en la Argentina del último trabajo del autor, Historia universal del after, editado por Caja Negra.
En el libro –de género impreciso que mezcla la no-ficción con la investigación académica, e incluye cartas, panfletos, listados–, se muestran afters, pero no solo en el sentido de las fiestas clandestinas después de una disco para “reventarla” del todo. No. Felipe desgrana una serie de eventos colectivos o fiestas que empezaban en las pistas de Porto Alegre, San Pablo y Belo Horizonte y muchas veces continuaban en su departamento. Da cuenta del fracaso político de la izquierda, denuncia el fascismo y reivindica el consumo de sustancias como parte fundamental del proceso creativo.
En su reseña sobre el libro, Fernando Pagano nos cuenta que “Historia universal del after logra teorizar el mundo de la fiesta sin caer en las lecturas utópicas de la música electrónica blanca. Los cuerpos que pueblan este libro son marginales: cuerpos negros, cuerpos trans, cuerpos drogados. Su postura de trasladar la fiesta de los anticuados clubes o discos a sótanos derruidos, galpones abandonados, antros de mala muerte o simplemente una calle cortada es un intento de recuperar muchos de los espacios perdidos ante la violencia que marcó la última década de Brasil, en especial desde la asunción del bolsonarismo”.
El autor señala que la semilla del material hay que buscarla un poco antes de Bolsonaro, allá por 2012 mientras estudiaba la maestría en Historia, Teoría y Crítica de las Artes Visuales: “Me encontré con una cita del filósofo Theodor Adorno que me inquietó. Con su característico mal genio, dijo: ‘Divertirse es estar de acuerdo’. Yo ya venía de una larga trayectoria en el entretenimiento nocturno y hasta ese momento creía que estaba haciendo algo en desacuerdo con lo establecido. Un tanto en broma, comencé a elaborar una ´teoría de la fiesta´, con la intención de analizarla en el escenario del capitalismo contemporáneo, teniendo como referencia principal las ideas situacionistas sobre la revolución de la vida cotidiana y la crítica del espectáculo”.
–Paralelamente, comenzaste a entrar en contacto con esas fiestas disidentes que recién comenzaban.
–Exacto. Eran grupos formados por jóvenes que veían y vivían la fiesta de una manera muy diferente a la de mi generación, promoviendo eventos gratuitos y autogestionados en la calle, en los que se abordaban temas político-identitarios (raza, género, clase) que jugaban un papel central y funcionaban como el pegamento que los mantenía a todos juntos (incluso entonces, ya sabía que no se trataba de la música, nunca lo fue). Completamente apasionado, me involucré en sus discusiones, pensando -y realizando- la fiesta política con ellos.
–¿Cómo se traducía eso en la acción?
–Mi producción crítica se desarrolló en publicaciones en Facebook, intercambios de mensajes, artículos para la prensa, cartas dirigidas colectivamente, proyectos expositivos y, por supuesto, en las propias fiestas. De alguna manera, todo este pensamiento surgió de nuestras conversaciones en el contexto de los afters, el espacio donde las trabajadoras y los trabajadores nocturnos se relajan después de la jornada laboral. No solo se relajan, también programan próximos pasos y proyectos, chusmean y conspiran.
–¿Y cómo trabajaste esas conversaciones en el libro?
–Muchas veces, después de las reuniones, escribía sobre la experiencia del evento recién promovido o asistido, hasta que, en cierto momento, entendí que tenía los fragmentos de una narración que, mejor trabajada, podría reunir mis inquietudes sobre el entretenimiento en la era del capitalismo informacional, casi como si fuera la tesis doctoral que nunca escribí. El formato sería el de una novela de no ficción, algo similar al libro de memorias que escribí sobre el bar que tuve en la década de 1990 (La fábrica fantástica, lanzado en 2014). Además de la perspectiva biográfica, la obra también trataría toda una escena subcultural -o contracultural-, aspirando a ser una crónica o relato de un momento histórico.
–Si bien en tu libro aparecen algunos afters en el sentido que en Argentina le damos a la palabra, la mayoría ocurren en tu departamento, que parece un lugar de apertura. ¿Cómo y por qué se te ocurrió “abrirlo” para los afters?
–Creo que fue por un deseo desesperado de que la fiesta nunca terminase, además de una carencia afectiva.
-La ficción y lo real en tu libro se mezcla. Ese investigador que habla, ese “poscientífico que divaga sobre las drogas, el arte y la política y va perdiendo la cordura en el camino”. ¿Cuánto hay de vos en él? ¿Qué licencias te has tomado al escribir el libro? Por lo visto, el protagonista, que serías vos, la cordura no la perdió…
–A excepción de los capítulos que son abiertamente ficticios, todos los personajes son reales y conservan sus nombres. Sin embargo, si en el libro anterior no tuve reparos en relatar situaciones ridículas o desprestigiantes que involucraban a los personajes reales, esta vez traté de producir una narrativa que retratara a mis nuevos amigos casi como héroes. Sin embargo, alguna exposición de sus vidas era inevitable. Espero que me hayan perdonado. La cordura del autor pendía de un hilo. Creo que escribir el libro fue la forma de preservarla.
La fiesta como acto político
–En un momento decís que “lo que hacíamos en la pista reproduce el sistema, replicamos la coreografía de las mercancías que se mueven en flujo constante”. ¿Cómo se resuelve esa contradicción? ¿Se vive con ella y ya?
–Esta es una contradicción que no se puede resolver y sólo se puede vivir en su máxima intensidad. Cuando se desea politizar una fiesta, las contradicciones aparecerán todo el tiempo y habrá que afrontarlas con valentía. Politizar una fiesta significa tener una actitud ética y coherente frente a todas las etapas del proceso productivo de los eventos, que se desarrollan bajo la voracidad del capitalismo en su ilimitada capacidad de capturar y neutralizar los impulsos más revolucionarios. Prestar atención no solo a la parte conceptual y artística, sino también a las relaciones laborales y la orientación del equipo (especialmente la seguridad); ser consciente de los problemas de clase que están en juego; ampliar la accesibilidad; tener un compromiso cuasi-pedagógico con el público; evitar compañías oportunistas, etc. etc.
–¿Es posible pensar la fiesta o el after como una forma de rebelión?
–Quizás la fiesta pueda ser entendida como una rebelión generacional o de costumbres, un espacio de construcción y deconstrucción de identidades. También se sabe que las discotecas son (o solían ser) espacios históricamente ocupados por cuerpos racializados y disidentes de género. El after, en cambio, representa una deserción temporal del trabajo y un acto de sabotaje a su lógica de alto rendimiento, ya que agota el cuerpo-trabajador.
–Decís que la droga es parte de la infraestructura del capitalismo que ejerce su poder sobre nuestros cuerpos. ¿Cuál es el lugar de ella entonces, tanto en el proceso creativo como en la vivencia de la fiesta?
–Su lugar es fundamental, tanto para uno como para el otro. Mi proceso creativo está alimentado por sustancias. Hay una máxima que sugiere que los escritores deben escribir borrachos, pero necesitan café para editar lo escrito. En mi caso, prefiero otros estimulantes. En cuanto a la fiesta, no existe sin drogas.
“After party”
–¿Cuáles son tus inquietudes académicas ahora, si las tenés?
–Bolsonaro desmanteló todo el sector cultural. Y mi lugar de resistencia es ahora fuera de los muros de los claustros. Actualmente soy el director de la galería de arte Sé en San Pablo.
–¿Cuándo se termina la fiesta? ¿Es solo joven? En un momento ponés como plazo los 70 años. ¿Qué pasará después?
–Cuando no tenemos hijos, no hay límite para dejar de salir de fiesta, pero últimamente me estoy sintiendo un poco incómodo, aunque, en general, hay respeto por los longevos, especialmente en ambientes queer. Debido a la pandemia, hemos visto un fenómeno tipo baby boom en el último año. Los chicos y chicas, que antes aparecían paulatinamente, inundaron el escenario de repente, después de dos años de aislamiento social. De todos modos, es mejor hacer el papel del “rave canoso” que el del viejo rockero. ¿Qué pasará después? ¿Yoga? ¿Maratones? ¿Religión? Sólo el tiempo lo dirá.
“Historia universal del after” (fragmento)
Sobre nuestra última aventura: cada vez estoy más seguro de que toda esa cháchara sobre la ´fiesta política´es solo una forma sencilla de comunicar lo que hemos estado haciendo, un modo de simplificar una experiencia más bien compleja para que más gente pueda entender y compartirla de alguna manera con nosotros. El placer es poder. La fiesta ocupa la calle porque vivimos en una ciudad, es uno de los lugares para la experiencia, es parte de su composición.
Lo que hemos estado haciendo es buscar nuevas formas de vivir, una experiencia existencial que intenta ofrecer tanto una respuesta al fracaso del proyecto utópico de izquierda como una resistencia frente a esta estandarización de las formas de pensar, actuar, y decir que nos imponen las ideologías. Quizá sea un intento de enfrentar esta crisis de representación que estamos viviendo (necesito leer sobre esto, encontré un libro que me pareció interesante, pero era de un anarquista que no escribía dos líneas sin citar una autoridad).
Pienso en artistas y activistas que intentaron cosas parecidas, nuevas formas de amar y de hacer política, y que tuvieron gestos mucho más radicales que los nuestros (aunque todavía no hemos terminado). En el espacio privilegiado de nuestras comunas temporales dentro del sistema capitalista, siempre somos socialistas. Quizás lo que estamos haciendo es producir situaciones, pequeños ejercicios de libertad, autonomía (detener los medios de producción es fundamental) y crítica, nunca exentos de las pequeñas y grandes contradicciones que vivimos día a día. La pregunta es cómo se atraviesan esas contradicciones, cómo se afrontan o superan.
Quién es Leo Felipe
♦ Nació en Porto Alegre, Brasil, en 1973.
♦ Es escritor y trabaja en el mercado del arte.
♦ Fue dueño de un bar, cantante de una banda punk, DJ, productor de fiestas, locutor, presentador de televisión, investigador académico y curador.
♦ Escribió libros como La fábrica fantástica e Historia universal del after.
Seguir leyendo: