La poesía rockera de la española Norma Fierro

‘Somos chicos del verano, chicos del invierno’ es el poemario de la también periodista, ligada durante muchos años al gabinete de prensa de FNAC, responsable de organizar varios conciertos de Fito Páez, Charly García y Andrés Calamaro en Madrid, y que un día le abrió una de sus presentaciones a Saul Williams.

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La poesía rockera de Norma Fierro en  'Somos chicos del verano, chicos del invierno'. Diseño: Jesús Avilés/Infobae.
La poesía rockera de Norma Fierro en 'Somos chicos del verano, chicos del invierno'. Diseño: Jesús Avilés/Infobae.

Una cosa es saber que hay alguien por ahí que ha escrito y publicado un poemario que fue concebido a partir del puro lirismo del rock y el dolor de los días y el recorrido de las experiencias, un poemario del que le han hablado previamente a uno y del cual no se recordaba el título ni el nombre de su autora. Una cosa es eso, y otra muy distinta es descubrir, con el correr de los días, que uno se ha hospedado en la casa de ese alguien, que ha sostenido el libro aquel entre las manos y ha estado hablando de los Stones, Cuba, Patti Smith y el cine de Goddard por unos buenos minutos.

Viajé a Madrid con el ánimo de entrevistar a Vargas Llosa. Lo intenté, pero no estuve ni cerca. Después, quise hablar con Irene Vallejo, pero estaba en Frankfurt y su regreso a España no coincidía con mi estancia. Hablé, eso sí, con la escritora colombiana Isabel Cristina Arenas, residente en Barcelona, y con la chilena Sofía Carrère, autora de “Un cielo de juguete”. Un poco, también, con Aixa Rava y con Marisa Martínez Pérsico, y estuve en el mismo salón con Luis García Montero, en la librería Lata Peinada, en su sede de Malasaña.

Sin querer queriendo, también terminé, no solo hablando sino hospedándome, con una poeta española de la que no recordaba que ya había escuchado mencionar y a la que, desde hacía un tiempo, quería encontrar.

En la mañana, Norma tenía lista la habitación para cuando arribamos T y yo. Su casa lucía como en las fotografías. Era como entrar a una sala de cine, o a una tienda de discos, o a una librería, o a las tres cosas juntas en un mismo sitio. Cuadros, pósters, referencias a películas y al rock británico previo a los 80. Algo sobre Cuba y París. Los vinilos en el salón, la tornamesa, una guitarra eléctrica, los libros... En el balcón una mesita, y encima, un cenicero con los restos de un cigarro que se desvanecía mientras afuera de la calle de Gutemberg corría el viento otoñal.

Al final terminamos hablando sobre su libro y cómo intentó hacer algo a lo John Cooper Clarke. Lo sostuve entre las manos, pero en ese momento no asocié que alguien ya me había hablado de él. Le dije que me gustaba la portada, y que el papel se sentía muy bien. Después se lo regresé y ella lo guardó de nuevo en la biblioteca. “He tenido que poner el cuartito en renta porque, al final, de esto no se vive”, creo que me dijo en ese momento.

Hablamos también sobre la vez en que se fue a La Habana, sin un centavo, a ver a los Stones tocar en Cuba, y de cómo se encargó de una de las visitas de Fito Páez a Madrid, y de Charly García, y Calamaro, y tantísimos otros, mientras estuvo al frente de la programación musical de la FNAC; hablamos de sus días en París y Roma, de las tiendas de discos en Londres, de Johnny Cash. Hablamos de librerías, de la Panta Rhei y la del hermano de Fernando Trueba.

Norma lo decía todo con una sonrisa en la cara y una amabilidad rebosante, sosteniendo a Elvis, su perro chihuahua, el más guapo que he visto, el más majo, como dice ella. Hablamos un poco más sobre música y poesía, sobre Leonard Cohen, y después sobre albergues de animales y lo difícil que puede llegar a ser la vida sin compañía. Luego nos señaló la forma más rápida de llegar al Bernabéu.

T y yo estuvimos hospedados en su casa por dos noches y solo hasta que nos despedimos, cuando estuvimos de regreso en Colombia, caí en cuenta de que esa mujer era la misma de la que un escritor madrileño me había hablado hacía unos años, y ese libro el mismo sobre el que yo había leído.

Esa mujer era, entendí luego, Norma Fierro, la misma que había organizado tantas venidas de artistas a Madrid, en los tiempos de Tibu; la misma que trabajó en Canal+ por las mañanas y en las noches escribía versos y letras para canciones de bandas underground; la misma a la que un día enviaron a cubrir la guerra en Ucrania y allí sintió como suyo el dolor ajeno de la gente viviendo a merced del fuego.

Y el libro era ese, el mismo poemario sobre el que había leído, del que alguna vez me habían dicho que había sido presentado en plan gira a lo rockstar, abriéndole al mismísimo Saul Williams. Y el título era el mismo Somos chicos del verano, chicos del invierno.

Portada del libro "Somos chicos del verano, chicos del invierno", de Norma Fierro. Imagen: Amazon.
Portada del libro "Somos chicos del verano, chicos del invierno", de Norma Fierro. Imagen: Amazon.

La poesía de Fierro se da como todo buen tema de rock: a partir de la ruptura, en un intento por reconciliarse consigo misma. Este no es un poemario al uso, de poemas sueltos, hay una estructura, como de relato. El libro tiene su comienzo, su nudo y su desenlace. Cada verso cuenta historias de personajes fuertes con debilidades fuertes, y en el medio de las historias, la música.

En este libro están presentes Bob Dylan y Patti Smith, también Janis Joplin y Jimmi Hendrix; algo de Allen Ginsberg hay por ahí, y hasta el mismo Elvis Presley agita sus caderas entre las páginas. De hecho, My Way podría ser la banda sonora para un par de poemas, o un capítulo entero.

La poesía aquí es toda rockstar, porque Norma Fierro es una rockstar, aunque ella diga que no. Sus versos dan fe de ello, sus experiencias. Y también la casa que nos ha compartido a T y a mí, en donde estas líneas tomaron sentido y donde pude escucharle, aunque fuera por unos días, de la misma manera que le escucharon quienes fueron a verle antes de que saliera a escena el bueno de Williams.

«Vomito todo menos el alma,

esa se retuerce muda

en esta acera de amanecer».

Una cosa es saber que hay alguien por ahí que ha escrito y publicado un poemario que fue concebido a partir del lirismo del rock, y otra cosa es descubrir que has pasado algunos días en su compañía, en su propia casa, sin saberlo en el momento. Eso me ocurrió a mí con la poeta española Norma Fierro.

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