Investigó la historia del maquillaje para ver qué hay debajo: por qué pintarse tiene mala reputación

La escritora canadiense Daphné B. dialogó con Infobae Leamos sobre su libro “Maquillada, ensayo sobre el mundo y su sombra” y de cómo la industria de la belleza permite hablar de fenómenos como el racismo, el machismo y la desigualdad social.

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Daphné B. es canadiense y pasa horas mirando YouTube. Ver tutoriales de maquillaje es una de sus formas más frecuentes de procrastinar.
Daphné B. es canadiense y pasa horas mirando YouTube. Ver tutoriales de maquillaje es una de sus formas más frecuentes de procrastinar.

Maquillarse es contar una historia. Quien se maquilla busca decir algo de sí mismo, generar sentido: la piel es una superficie sobre la que se puede escribir, dibujar, trazar una identidad. Así se hacía en tribus antiguas, antes de vivir en el tiempo monetizado. Maquillarse era acatar –o romper– un código social, las normas de una comunidad, diferenciarse de otros pueblos. Hoy, en la era del consumo, que además se potencia con la era de la imagen, el maquillaje tiende a reducirse a la frivolidad y, sobre todo, a la frivolidad femenina.

“Preferimos mantener una visión reduccionista del maquillaje porque alimenta la idea de una mujer maquillada (o una persona no hombre) fundamentalmente frívola, absorta en su propia imagen y decidida a complacer a los demás”, escribe Daphné B., autora de Maquillada: ensayo sobre el mundo y sus sombras (Blatt & Ríos). ¿Cómo sacar el maquillaje del sentido común, de la tiranía de lo fugaz y superficial? O mejor: ¿cómo disociar lo que está en la superficie de lo frívolo? Después de todo, ¿no es la superficie el terreno donde se inscribe el sentido?

En su libro de ensayos, la poeta y traductora canadiense elige el tema del maquillaje como lente para mirar fenómenos y procesos sociales contemporáneos: la construcción y defensa de la identidad, los cánones de belleza, las redes sociales y los millones de dólares que mueve la industria, la cultura digital y la adicción a scrollear hasta el infinito –esa práctica que se parece tanto a los impulsos descontrolados y angustiantes de comprar y comprar sin lograr nunca la satisfacción–, el racismo, la desigualdad, el machismo.

Al principio, Maquillada: ensayo sobre el mundo y sus sombras marca una contradicción que es sintomática de otras: Grimes, la estrella canadiense de pop que durante años se autoproclamó antiimperialista, anunció en 2018 su relación con Elon Musk, el empresario que sueña con colonizar ya no la Tierra, sino Marte. “¿Qué había hecho Grimes, sino visibilizar las contradicciones constitutivas de nuestro siglo, esas contradicciones que continuamente amenazan con destruirnos?”, se pregunta la autora.

Pero la mayor contradicción no es la de Grimes y Musk. Todo el libro está atravesado por contradicciones y formas distintas de ver el maquillaje. Por ejemplo, se cuenta que, como en muchas cárceles de mujeres el uso del maquillaje está prohibido, muchas sobornan a los guardias para conseguir cosméticos. No se trata de una afición extrema por la coquetería, es otra cosa: la autora puntualiza que el uso de cosméticos es un ritual humanizador en un ambiente donde se despoja al individuo de su individualidad.

Un aspecto en el que Daphné B. se mueve con fluidez es el mundo de los influencers. Adicta confesa a mirar videos de influencers como Kylie Jenner, encuentra que la vulnerabilidad juega un rol importante: cuando un influencer llora frente a cámara y pide perdón por algún exceso, se muestra vulnerable porque le sirve. Pero si mostrarse vulnerable monetiza, ¿qué tan sincero es el descargo, qué tan real es el arrepentimiento?

Lejos de ponerse por fuera de las contradicciones de la época, la autora es la primera en reconocer que estar dentro del sistema capitalista implica participar activamente de él. Así se va construyendo la voz narrativa: con enojo, con ironía, con impotencia que deriva de nuevo en enojo (y en ironía). Entre reflexiones y referencias poéticas, la autora también narra las idas y vueltas amorosas con un sociólogo y la relación tensa con la madre (“Mi cuerpo floreciente significaba la caída en desuso del suyo”).

La autora revela muchas cosas, pero esconde una esencial: su propio nombre. Daphné B. es un nombre “maquillado”: es el seudónimo que utiliza la poeta y traductora canadiense nacida en 1990 para firmar estos artículos, traducidos por Cecilia Pavón, donde, con una escritura fluida y por momentos juguetona, reflexiona sobre temas tan diversos como la prohibición del maquillaje en las cárceles de mujeres (“En prisión, maquillarse es un ritual humanizador. El sistema penitenciario degrada al individuo al despojarlo de su individualidad”), la vulnerabilidad fingida que los influencers necesitan construir para conectar con sus seguidores, los efectos del maquillaje sobre la autoestima en un mundo regido por el consumo y el deseo nunca satisfecho, entre muchos otros.

En Maquillada hay horas y horas de Youtube, de encierro, de seguimiento pormenorizado de las polémicas de influencers –la fascinación por Kylie Jenner y su imperio cosmético-mediático tiene un lugar importante– y mucha poesía. El libro abre con una cita de la poeta Anne Boyer: “La estrella del pop anarquista ha tenido un bebé con el hijo del multimillonario [...]”. De esta forma, el poema parece anticipar la relación entre Grimes y Elon Musk. Pero es algo más. Es una declaración de principios que recorre todo el libro: el gesto de contar lo instantáneo y fugaz del consumo con el lenguaje demorado y opaco de la poesía.

Kylie Jenner, una de las obsesiones de Daphné B. (Cindy Ord/Getty Images for The Met Museum/Vogue )
Kylie Jenner, una de las obsesiones de Daphné B. (Cindy Ord/Getty Images for The Met Museum/Vogue )

“Durante mucho tiempo los poemas podían, de alguna manera, ‘predecir el futuro’–explica la autora a Infobae Leamos por correo electrónico–. En realidad, ahora pienso que la poesía tiene la habilidad de enunciar verdades simples, hechos sobre qué significa ser humano, vivir, amar y morir. Eso está ‘fuera del tiempo’, no necesariamente relacionado con las noticias y los eventos del día a día. Por eso puedo referirme a un poema escrito hace un milenio. Entonces, quizás me refería a que el placer instantáneo del consumo se relaciona con el capitalismo, que no es algo ‘natural’, pero también está conectado con nuestra pulsión de muerte, el placer que obtenemos de la autodestrucción”.

-¿Cómo surgió el tema del maquillaje como objeto de ensayo?

-Yo solía escribir un newsletter llamado “Choses sérieuses”, o “Serious Things” (“Cosas Serias”, en español), donde escribía sobre maquillaje adoptando una lente crítica. De hecho, ahora es un podcast :) Yo era una entusiasta del maquillaje y, mientras completaba mi segunda maestría en traducción, mi estrategía número uno de procrastinación era mirar videos de maquillaje y belleza en Youtube. Muy rápido me metí en la cultura de la belleza y encontré un ámbito paradigmático de tantas cosas que definen la época: era un muy buen tema que ejemplificaba cómo florecía la cultura influencer, el capitalismo tardío, pero también se asentaba en el nexo de muchos discursos de género, racismo, etc. Estaba sorprendida de que no hubiera ensayos o artículos que hablaran del maquillaje como un fenómeno cultural digno de atención, un tema “serio”. Todo lo que se escribe sobre maquillaje es usualmente para “vender” productos en lugar de analizar su significado e impacto cultural y cómo se relaciona con las preocupaciones contemporáneas. Es un resabio del sexismo el hecho de que no podamos tomarnos en serio el maquillaje, ya que se asocia sobre todo con mujeres. Como no pude encontrar nada interesante sobre el tema, decidí hacerlo yo misma. Y les hablé a todos los escritores, intelectuales y periodistas de Quebec para que se suscribieran, jaja.

-¿De qué modo los lentes del maquillaje te permiten hablar de fenómenos como la desigualdad, el patriarcado y el racismo?

-Como decía, el maquillaje se sitúa en el cruce de muchos discursos sobre género, economía, ecología, tecnología, colonialismo, racismo. Se usó en muchos contextos diferentes y por motivos distintos a través del tiempo y espacio: rituales, ceremonias, propósitos religiosos, teatro, cine, trabajo sexual, transformación, camuflaje, embellecimiento, etc. También es una tecnología del cuerpo, del yo (citando a Foucault) que usamos para crear o delinear nuestra identidad. Como una mercancía, un commoditie, las ofertas de maquillaje son impulsadas por la cultura selfie y los medios de consumo fácil como los videos de “makeup transfo”. ¡Es un tema tan rico! Yo estaba realmente sorprendida de que tan poca gente hubiese escrito sobre él de modo crítico.

-Tu nombre no aparece completo, de algún modo está “maquillado”. Antes firmabas como Daphné Cheyenne. ¿Encontrás relaciones entre el uso del pseudónimo y la práctica del maquillaje?

-Es verdad. Bueno, escribir es un acto performativo. Escribir “yo” en una página en blanco es darle nacimiento a un “yo”, una voz que toma el espacio público. Es un nacimiento político, y creo que tenemos más agencia sobre él que sobre nuestro nacimiento biológico. Cuando empecé a escribir, borré los dos nombres de mi familia porque necesitaba diferenciarme de mis padres, que eran también aspirantes a artistas. Crecí con sus sueños rotos, sus aspiraciones. Fue muy duro. Ahora, mi nombre de autora es Daphné B. Es como si yo fuese una lagartija a la que se le cayó la cola. Creció otra cola, pero es más chica que la original. Es una cicatriz. Cuando le di nacimiento a mi yo en el acto de escribir, elegí mi nombre. El maquillaje es similar, en el sentido de que es una tecnología del yo. Lo usamos para interpretar una identidad determinada.

-En el libro, escribís “me da vergüenza consumir y desperdiciar mi vida en sitios que alimentan mis deseos inagotables”, y después: “Me gustaría escuchar hablar a mi vergüenza y aprender de ella”. ¿Cómo se vinculan en este libro el consumo, la vergüenza y la escritura?

-Creo que todos experimentamos la vergüenza de distintas formas. Quizás la clave es no huir de esa vergüenza o intentar enterrarla, sino tratar de entenderla, interrogarla y aprender qué nos quiere decir. Si se vuelve un motor para escribir y hacer cosas, para cambiar, es buena: no nos paraliza, nos moviliza, nos “descentra”, nos deshace, nos activa. Es la única forma de aprender de ella.

-Uno de los temas del libro es la fragilidad. ¿Vivimos en una época que nos impulsa a revelar nuestra fragilidad? ¿O más bien a ocultarla?

-Yo diría vulnerabilidad, más que fragilidad. No sé si somos impulsados a esconderla o revelarla, depende del contexto. Una cosa que muestro en el libro es que la vulnerabilidad y su espectáculo nos ayudan a relacionarnos. En el caso de la cultura influencer, la vulnerabilidad puede ser monetizada. No es necesariamente algo falso. A veces, la vulnerabilidad está mostrada de forma sincera… pero también es una herramienta de relaciones públicas, un activo que algunos influencers capitalizan para ganar seguidores y fortalecer el lazo emocional con sus fans.

Grimes y Elon Musk, una de las contradicciones del capitalismo que señala Daphné B.
Grimes y Elon Musk, una de las contradicciones del capitalismo que señala Daphné B.

-¿Por qué como sociedad decidimos reducir el maquillaje a la frivolidad, y más puntualmente a la frivolidad femenina?

-Esa es la pregunta que investigo en el libro. Yo diría que es complejo y se remonta a los filósofos griegos y falsos binarismos que siguen vigentes. Y, por supuesto, es una consecuencia del patriarcado. Empieza con la separación cuerpo/alma, hermana de otras dualidades como hombre/mujer, civilización/barbarie, adentro/afuera, superficie/fondo, etc. Siempre hay un elemento que es visto como inferior… Y el maquillaje, dado que está asociado con el cuerpo, la mujer, el afuera, la superficie, fue visto como inferior, superfluo, frívolo, “fake”, etc. Como tantas otras cosas, por ejemplo los adornos. Mi hermana gemela es ceramista y trabaja con ornamentos, y estos también tienen una larga historia de ser feminizados, exotizados, devaluados… Incluso considerados de “mal gusto”. Creo que era Platón a quien le disgustaban los colores y los poetas. Eran vistos como una forma de ocultar la “verdad” y distorsionar la realidad, como el maquillaje. Lo que digo en el libro es que nuestra verdad cambia constantemente y el maquillaje es parte de la realidad/verdad. No soy esencialista, no creo en un yo estable y determinado. Más bien, creo en un yo fluido y co-construido. Hay que considerar que durante mucho tiempo el maquillaje estuvo asociado a las trabajadoras sexuales. Y dado que tenemos miedo y desprecio por la sexualidad femenina y el deseo que nos provocan, tiene mucho sentido que el maquillaje sufra una mala reputación.

-Señalás que la práctica del maquillaje está llamada a cobrar cada vez más protagonismo. ¿Por qué?

-Vivimos en un mundo cada vez más textual/audiovisual, donde se requiere al máximo nuestro sentido de la vista (en oposición al sentido del olfato, o incluso del tacto). Las selfies no son solo imágenes, sino una forma de comunicarnos con nuestros amigos y familiares. Siento que el maquillaje (y también el maquillaje virtual, los filtros, las modificaciones de la cara, las cirugías, etc.) solo puede ganar más tracción por la importancia de las imágenes, pero también por la centralidad del rostro como un sitio de comunicación.

-En la antigüedad, el maquillaje permitía encarnar roles, contar historias. Luego, decís “Al maquillarme, cuento mi historia una y otra vez”. ¿Qué historias permite contar el maquillaje en la actualidad? ¿Cuáles te permite contar a vos?

-¡La historia que quieras contar! Mi maquillaje suele ser bastante básico. Pero hace tres días estaba leyendo con otros dos poetas en Le port de tête, la mejor librería de Montreal. Nos pusimos disfraces, vestidos rosas, alas de ángel, y me puse un poco de glitter en las mejillas. Dibujé en mis ojos lágrimas grandes y oscuras. Quería parecer una princesa de Disney enojada, una Cenicienta medio bruja. Estaba enojada, muy enojada… Esa es la historia que quise contar ese día.

Así es “Maquillada”

Admiramos a los influencers de la belleza porque encarnan un sueño, porque reflejan nuestras aspiraciones personales, porque simbolizan un savoir-faire, una forma de autoridad en materia de maquillaje. En la web, les dicen “make-up gurus” por su posición de líderes. Son nuestros mahatmas y sus consejos nos guían no solo en nuestras compras sino que llegan a tener una dimensión espiritual.

Las voces de estos gurús me calman, que estén ahí me hace sentir segura, y como soy testigo de sus fallas, de sus pequeñas crisis de ansiedad, entre dos cut crease y un poco de rubor, lo que quiero es decirles: “Gracias a dios, ustedes son mi faro en la noche, y si la única cosa que iluminaran fuera yo, al menos seguirían brillando”.

Y es verdad, ellos iluminan mi umbral de pobreza. Yo me sostengo sobre el umbral, cubierta de base, con mis privilegios por ser miembro de Rouge Sephora y mi envío gratuito, porque este año he gastado más de mil dólares en maquillaje.

Quién es Daphné B.

♦ Nació en Montreal en 1990. Es poeta y traductora.

♦ Publicó los libros de poema Bluetiful, Delete y La pluie des autres.

♦ Colabora con diferentes revistas y cofundó la plataforma feminista de difusión de literatura canadiense Filles Missiles.

Daphné B. presentará su libro Maquillada. Ensayo sobre el mundo y sus sombras este miércoles a las 18.30 en la Alianza Francesa (Av. Córdoba 946, Buenos Aires). Entrada libre y gratuita, con cupos limitados.

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