Irene Vallejo explica por qué nos hacemos las mismas preguntas que los griegos y los romanos

La escritora española, autora del best-seller “El infinito en un junco”, publicó “El silbido del arquero”, una novela corta que revisa “La Eneida”. Asegura que las inquietudes humanas son las mismas que hace 2.000 años.

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Irene Vallejo nació en Zaragoza, España, en 1979.
Irene Vallejo nació en Zaragoza, España, en 1979.

Fascinada desde que era una niña por los mitos clásicos, la autora española Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) ha dedicado su vida profesional a la divulgación de los autores de la antigüedad greco-romana, ya sea en clases y conferencias o a través de sus libros. Desde que su ensayo El infinito en un junco —que ganó el Premio Nacional de Ensayo 2020 en España— se tradujera a más de 30 idiomas y pusiera a esta escritora y sus obras ante los ojos de todos, han ido saliendo a la luz otras pequeñas joyas en las que Vallejo sigue buceando en el mundo clásico.

Un ejemplo es la obra que nos ocupa, que bajo el título El silbido del arquero, y la forma de una novela corta, tiene mucho de homenaje y también de reescritura de La Eneida, escrita en el siglo I a.C. por Virgilio, a quien la autora convierte en un personaje más de su relato, metiéndose así en su cabeza y explorando sus dudas existenciales y creativas.

Se trata de “una historia de amor y aventuras, y atravesada por intrigas políticas”, como la propia autora la definió en alguna ocasión, con una curiosa estructura en la que cada uno de los capítulos constituye un monólogo de uno de los personajes. De esta forma, tenemos los puntos de vista de todos los presentes, lo que nos permite conocer tanto la personalidad como los pensamientos de cada uno de ellos.

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La historia de Vallejo relata, en un registro poético —solo roto por el tono picaresco de Virgilio en su descripción de la Roma del siglo I, sucia y llena de mendigos— cómo Eneas, héroe caído de la Guerra de Troya, tras cruzar el Mediterráneo y ser víctima de un naufragio, llega con sus hombres a las costas de la recién fundada Cartago, en el norte de África.

Se siente derrotado, está lleno de dudas y no sabe qué hacer con su vida, aunque una extraña profecía lo señala como fundador del futuro Imperio Romano. Elisa, la reina de Cartago, y sus súbditos, los reciben en un principio con la hostilidad que genera el temor a lo desconocido: “El pueblo no entiende que ofrezcamos alimentos y toda suerte de favores a unos extranjeros ociosos”, dice uno de los soldados de la reina Elisa. Tras unas rocas se encuentra Ana, hermanastra de Elisa y tachada de hechicera, que desde su mirada adolescente observa el mundo de los adultos sin entender nada. Es quizás una de las voces más intensas e interesantes de la novela.

Entre los personajes principales, la autora incluye, además, a Eros, dios del amor y la fertilidad, que se encargará de que Eneas y Elisa se enamoren. Se nos presenta como un dios aburrido de su condición y fascinado por la complejidad de los humanos, en comparación con la simplicidad de los dioses como él. Sin olvidar a Virgilio, que, siglos después, recibe del emperador Augusto el encargo de escribir un poema épico sobre los orígenes del Imperio Romano, no quiere hacerlo y no tiene claro por dónde empezar. Su personaje ofrece, además, una visión decadente de los primeros tiempos del Imperio Romano, muy diferente a la fastuosidad a la que nos acostumbró Hollywood.

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La obra dispara la idea de que nunca dejan de fascinarnos los mismos temas: el poder que acecha sobre la libertad, las dificultades de una mujer en un mundo de hombres —la capacidad de Elisa para dirigir Cartago es cuestionada con dureza, lo que la obliga a tratar de comportarse como un hombre—, el debate interno de Eneas, entre quedarse con Elisa o volver a partir y fundar un imperio, entre el amor y la ambición. O la pequeña Ana y su tremendo alegato sobre el mundo que la rodea cuando reflexiona: “Voy a pedir a los dioses no crecer”, “me convertiré en mujer y no quiero... algún guerrero pedirá casarse conmigo...”, “...me mandará obedecerle en silencio y seré como un caballo al que conducen con una brida”.

En una entrevista, la autora señaló que la Guerra de Troya es una experiencia universal que simboliza la crueldad, que ninguno de los personajes podrá volver a ser el que fue. Irene Vallejo nos acerca a unos mitos clásicos que, una vez más, a través de personajes de leyenda, nos hablan del presente, de una humanidad que ha cambiado muy poco y a la que siguen moviendo las mismas pasiones, los mismos dilemas morales y las mismas dudas existenciales. Una pregunta, del pasado y del presente, revolotea sobre toda esta novela, fácil de leer y adictiva desde las primeras páginas: ¿Debemos luchar por salvar algo que está en crisis o debemos enfrentarnos a la incertidumbre que supondría optar por el cambio?

Entre la Historia y la leyenda, la obra es un reflejo de los conflictos contemporáneos. “Como los héroes antiguos —ha señalado la autora en alguna ocasión— hay que atreverse a tomar las naves y empezar de nuevo el viaje”. Eneas también eligió su opción.

Quién es Irene Vallejo

♦ Nació en Zaragoza en 1979.

♦ Es licenciada en Filología y se dedica a la investigación y divulgación de los atuores clásicos.

♦ Es autora de libros como El pasado te espera, Alguien habló de nosotras y El infinito en un junco.

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