Con Jorge Fernández Díaz la política se vuelve un tema inevitable. Aunque su último libro se titule Las mujeres más solas del mundo y allí el motor sean el universo femenino, los héroes civiles insospechados, las historias mínimas, los personajes cotidianos y las crónicas de hechos históricos (y luego hablemos sobre eso), el autor muestra el músculo cuando dice, por ejemplo, que Evita es una gran mentira del peronismo de los 70, ”una enorme mentira”. Y redobla la apuesta cuando agrega que “crearon una Evita de ficción, revolucionaria, que encajara con el guevarismo y con la idea montonera”.
El periodista y escritor es uno de los más leídos en Argentina, además de ser el creador del célebre policía Remil, que inicia su historia en el bestseller El puñal y sigue en La herida y La traición. ¿Por qué son tan exitosos? La respuesta podría encontrarse en cómo Fernández Díaz recurre a la ficción para narrar la realidad, esa que no puede probar pero que sabe y la novela política es el salvoconducto.
Ganador de numerosos premios como el Konex de Platino, miembro de la Academia Argentina de Letras y condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica, Fernández Díaz también es una de las voces de los más escuchadas en la radio. Con una trayectoria de más de 40 años en el periodismo en el que se define como “el de un escritor político con un posicionamiento”. Es audaz, sí.
Por eso, además, cuenta que en los últimos diez años leyó y estudió los libros fundamentales del peronismo y llega a la conclusión: “hubo una colonización, muy importante, muy hábil, muy arrolladora y nefasta” del movimiento. No se achica y se ofrece a organizarles a los militantes de hoy una biblioteca con estas lecturas.
Cristina Fernández de Kirchner aparece en el libro. “Escribí tantas veces sobre ella que no me acordaba”, confiesa. Curiosamente, esta edición de Las mujeres más solas del mundo -la primera es de 2012- incluye siete crónicas nuevas, entre las que está la anatomía del magnicidio que cambió el curso de la Historia argentina: el de Urquiza. ¿Casualidad? El libro dialoga con la actualidad desde distintos ángulos. “El uso perverso político de un episodio desdichado y repudiable habla muy mal”, opina sobre el intento de magnicidio a la Vicepresidenta.
La entrevista me deja una conclusión: Fernández Díaz es una máquina de narrar. Las anécdotas y las historias surgen y se ramifican en la conversación como en el libro y denotan para ser escritor y periodista hay que vivir mirando. Sobre ese pasado vuelve en forma de relatos breves cuando recuerda en las casi 300 páginas de este volumen su último encuentro con Tomás Eloy Martínez; cuando escribe sobre Alfredo Leuco y su hijo, Diego; la relación de Guillermo Martínez con su padre; el miedo que tuvo al visitar a Carlos Eduardo Robledo Puch en Sierra Chica y los viajes de Martín Caparrós.
“Las mujeres”, define Fernández Díaz, “son un género literario en sí mismo”. Y sobre ese territorio enigmático empieza a interesarse desde la publicación de Mamá, que siguió con Corazones desatados y Te amaré locamente, en los que el amor, la infidelidad, el narcisismo, las obsesiones por el cuerpo y la sensibilidad se abren al juego de la identificación. Detrás de todas nosotras hay muchas, desde una asesina que se convierte en voraz lectora hasta las grandes figuras de la Historia argentina. Somos ese territorio enigmático a explorar, lleno de mesetas, llanuras y selvas. Distintas e inabarcables.
—Una de las ideas de Las mujeres más solas del mundo es la de lo distinto, la disidente, ¿qué consecuencias trae hoy pensar diferente?
—Hay un relato que está basado en una periodista que conocí en un momento y en varios episodios que sucedieron en pagos chicos. Ella se empieza a meter con lo que hace el Intendente, entonces él empieza a llamar uno por uno a los anunciantes privados -como hizo Néstor Kirchner con varios periodistas y Alfredo Leuco es uno de ellos-. Imaginate en pago chico. Esta mujer termina encadenándose en la plaza haciendo un programa de radio para nadie. Es una metáfora tremenda. Las disidencias en Argentina son un problema porque es muy fácil hablar de que el problema es la grieta. No creo que sea solamente eso. La grieta es una creación del kirchnerismo, no es del resto de la sociedad. Es una reactivación de una vieja enfermedad argentina que parecía que se había muerto o había terminado. Es como el herpes, desaparece pero puede estar ahí.
—¿Cuál es la relación hoy entre el periodismo, la política y la militancia?
—La militancia kirchnerista específicamente, que es una de las militancias más notorias, se parece un poco a la década del 70, donde en las redacciones —yo no las viví pero por lo que me contaban— estaban los militantes de la JP, los Montoneros, el ERP. Lo que llaman acá “el periodista militante” me parece que es una deriva de la idea de Rodolfo Walsh y de su militancia, que fue un hecho muy particular y controversial. Lo que veo en el periodismo es un grupo de periodistas comprometidos con un modelo de país. En los últimos diez años estuve estudiando, básicamente, los libros del peronismo, de los 70. Muchos me dicen que estudié los libros que ni siquiera La Cámpora leyó. Si quieren les hago una biblioteca a los de La Cámpora. Los he leído, releído y estudiado e incluso refutado a Jauretche, por ejemplo, a quien admiro muchísimo, pero me parece profundamente equivocado. Es un nacionalismo vetusto y están todas las cosas de mala leche que inventó sobre la clase media.
—¿Y ahora?
—La colonización del peronismo ha sido muy importante, muy hábil, muy arrolladora y creo que, a la vista está, nefasta. Si al peronismo le hubiese ido bien, si la economía hubiera crecido y el país estuviera en otro sitio del que está, estaría discutiendo la independencia del Poder Judicial y otras cosas, pero no puedo. Fue una gran colonización cultural y lucho contra ella con las que son mis armas: la lectura, la cultura, por eso hago ensayos y consultas que tratan de unir la biblioteca con la calle o unir la biblioteca con Máximo Kirchner, un trabajo muy grande.
— Una de las crónicas que incluís en esta edición del libro es sobre el magnicidio de Urquiza, ¿cómo dialoga con el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner?
—Una dirigente había dicho hace dos años que la historia se había escrito con sangre. Me pareció una frase muy poco feliz, lo dijo públicamente. Ahí dije que iba a escribir e iba a tomar un episodio de la historia cuando se escribió con sangre. Lo que sucedió ahora le puede suceder a cualquiera en cualquier lugar, un loco que te puede matar. Ocurrió durante décadas y siglos. Afortunadamente no se disparó el arma porque hubiese sido catastrófico para todos. Pero qué hace el kirchnerismo con el episodio. Inmediatamente sacan por las redes las listas de los periodistas que son culpables de haber cargado el arma, con nombre y apellido, hacen una movida desde los medios que agitan el odio. El uso perverso político de un episodio desdichado y repudiable habla muy mal. ¿Y si no está la CIA y son dos descerebrados o un grupo de tipo de violentos?
—En muchos relatos las protagonistas son mujeres pero a lo largo del libro aparecen Evita y Cristina Fernández de Kirchner, ¿Qué condensan estas figuras?
—Escribí tanto de ella que no me acordaba. Representan cosas distintas porque pertenecen a dos épocas y circunstancias muy diferentes. Eva muere y es varias veces mitificada. Sus enemigos le hacen un enorme favor al mito que es robar ese cadáver y victimizarla aún más. Muere joven, y con alguien que muere en el pináculo la mitificación es mucho más directa; y Perón comenzó a hacerlo, con cuidado porque quería controlar la mitificación al principio, después se le escapó de las manos. Evita es una gran mentira del peronismo de los 70, es una enorme mentira. “Si viviera sería montonera...”, “Evita era mucho más fuerte que Perón y lo manejaba”... todo eso es absolutamente mentira. Crearon una Evita de ficción, revolucionaria, que encajara con el guevarismo y con la idea montonera. Hicieron lo mismo con Perón.
—Cristina Fernández publicó su libro Sinceramente, Mauricio Macri acaba de sacar su segundo libro, Para qué, y antes, Primer tiempo, ¿Estos libros políticos son los nuevos manifiestos partidarios?
—No sé si son los nuevos manifiestos pero está bien que los políticos escriban libros y que estén buenos. Son una competencia para nosotros los escritores. Hay muchos militantes simpatizantes a quienes les gustan estos libros. Sinceramente fue un éxito al principio y había intendentes que compraban libros con la plata de los contribuyentes para repartir en las unidades básicas. Macri también tuvo éxito con su anterior libro y este todavía no lo leí. Me parece que son bienvenidos. Menos mal que alguien escribe libros porque en la dirigencia argentina no sobran los que amen los libros. En las últimas elecciones metieron intelectuales, de ciencias políticas, gente leída en el Congreso de la Nación y eso es siempre bienvenido, enriquece la discusión en el Parlamento.
—¿Estos libros pueden ser decisivos a la hora de pensar una elección?
—Sinceramente le sirvió a la militancia para tener un discurso de cada cosa, que repetían como un mantra. Era una especie de Biblia militante. Uno después tiene la impresión de que cuando llega el momento de la verdad [las elecciones] se juegan otras cosas. Por ejemplo, cuál es el plan económico del PRO o del radicalismo, y todo eso está muy lejos de un libro. Todo se juega en el plan político y económico.
—En tu nuevo libro las mujeres son las grandes protagonistas y allí decís que “son un género literario en sí mismo”, ¿por qué?
—Siempre me parecieron mucho más interesantes las mujeres como heroínas y anti heroínas. Es un mundo a explorar muy grande, puesto que los grandes héroes de antaño eran los hombres, salvo excepciones. Hemos crecido como niños viendo películas y leyendo novelas donde la mujer no era protagonista, no se indagaba en el género de aventuras. Desde hace sesenta años ha tomado un protagonismo extraordinario en la sociedad. Han llevado la inteligencia emocional al mundo del trabajo, de la política, de la literatura. Me parece un continente espectacular, fabuloso, más interesante, que hay que seguir explorando porque el hombre siempre mira como algo enigmático a la mujer. Me parece interesantísimo literariamente, el enigma que hay detrás de una mujer, que hay muchas mujeres en una mujer.
—Antes de comenzar la entrevista hablábamos sobre el Premio Nobel, que este año fue otorgado a Annie Ernaux por su obra. También mencionabas que ciertos géneros más populares, en general, no son galardonados ni reconocidos, ¿Qué te parece este premio en relación a una mujer y ese universo femenino?
—No la leí mucho pero sé que es una literatura intimista de autoficción, que a mí me gusta cuando tienen talento para hacerlo y, evidentemente, Ernaux lo tiene pero no podría ahondar. Pero sí creo que los géneros populares de narración siguen estando fuera de los Nobel y de otros premios muy importantes. Philip Dick no tenía la menor posibilidad de ganar un Premio Nobel; Raymond Chandler nunca lo tuvo y, para dar el nombre de una mujer, Patricia Highsmith, que es una genia de la narración, nunca iba a obtenerlo. ¿Por qué? ¿Por ser mujer no lo iba a obtener? No, porque escribía novelas policiales. Y el policial, contrariando y empezando por Borges y siguiendo por Piglia en Argentina, es una literatura importante, muy importante. Pero los críticos siguen mirando con el espejo retrovisor (muchos de ellos, aunque no todos), creyendo que cualquier cosa que es un género es un cliché.
—¿Entonces?
—Harold Bloom jamás hubiera puesto una novela policial en su canon Occidental. Me parece una visión vieja, que se quedó en lo que se pensaba de la literatura en la década del 40. A Bob Dylan le pueden dar un Nobel y todos estaban chochos creyendo que es un acto vanguardista. Pero a grandes escritores de la talla que te nombro, de ciencia ficción, de novela popular noble, no. Porque una cosa es hacer un bestseller y otra tomar una literatura popular y hacer algo noble.
—El título de tu nuevo libro es Las mujeres más solas del mundo, ¿Cuándo Jorge Fernández Díaz se sintió el hombre más solo del mundo?
—Te podría decir cuando murió mi madre pero no es cierto porque ella tuvo Alzheimer y es tremendo porque uno se despide muchas veces. Cuando murió, el duelo lo había hecho antes. Sí me sentí muy solo dos veces: las dos vinculadas con mi padre. Una cuando estuvo muy cerca de echarme de casa, y creo que me curé escribiendo, y otra cuando murió. Fue de gran impacto para mí ese hombre enigmático con quien había tenido querellas, reencuentros, que le costaba tanto comunicarse conmigo, ese hombre se había muerto y cuando lo vi pensé: “el próximo soy yo” y que no hay techo. Sentí que mi vida iba a cambiar y cambió.
Quién es Jorge Fernández Díaz
♦ Es escritor y periodista. Es actualmente uno de los columnistas referenciales de La Nación y el conductor de Pensándolo bien, el exitoso programa nocturno de Radio Mitre.
♦ Publicó los libros Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán, El dilema de los próceres, Mamá, Fernández, Corazones desatados, La logia de Cádiz, La hermandad del honor, La segunda vida de las flores, Te amaré locamente y El hombre que se inventó a sí mismo.
♦ Su personaje Remil, que aparece en las novelas El puñal, La herida y La traición, se convirtió en un verdadero suceso editorial.
♦ Recibió la Medalla de la Hispanidad, otorgada por el gobierno español y la comunidad española en el país; dos veces consecutivas, el Konex de Platino al mejor redactor de la década; en dos ocasiones el Martín Fierro por su desempeño radiofónico; el premio Atlántida con el que los editores de Cataluña celebraron su labor a favor de los libros y la Medalla de Bicentenario por su obra literaria.
♦ En 2012 fue condecorado por el Rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica y en 2017 ingresó en la Academia Argentina de Letras, donde ocupa el sillón Juan Bautista Alberdi.
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