¿Revolucionar la literatura o la sociedad? La historia de Florida y Boedo, dos grupos de escritores con aroma a bares porteños

Hace un siglo, dos vanguardias discutían en Buenos Aires cuál debía ser el rol de los escritores en la sociedad. Este viernes, La noche de los Bares Notables sirve de excusa para conocer esos debates y sus escenarios.

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Jorge Luis Borges, Roberto Arlt,
Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Elías Castelnuovo, Oliverio Girondo y Norah Borges, referentes de los grupos Florida y Boedo.

Este viernes 28 se celebra La noche de los Bares Notables en la Ciudad de Buenos Aires. Según estableció la ley porteña número 35, son “aquellos bares, billares o confiterías relacionados con hechos o actividades culturales de significación; aquellos cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia local, le otorgan un valor propio”.

Además de su valor estético y sus característicos diseños, hay un agregado intangible e histórico que está dado por las personalidades que pasaron o han sido habitués de estos lugares: músicos, escritores, artistas y políticos se han sentado en sus mesas y los han transformado en puntos de encuentro míticos de la escena porteña.

Podemos pensar en Julio Cortázar y su amor por el London City, lugar mencionado en su novela Los premios, Alfonsina Storni y el Café Tortoni, el bar La Biela donde en la famosa mesa 20 pasaban sus horas Borges y Bioy Casares (y en donde aún podemos ver un homenaje a ellos en forma de estatuas sentadas a esa mesa). También está el tanguero Café de los Angelitos, donde se sentaban personalidades como Gardel, Pugliese y Troilo, Roberto Arlt en Las Violetas, y la lista continúa. Aunque varios cerraron, muchos de estos aún pueden visitarse todo el año, aunque este viernes habrá allí algunas actividades especiales que pueden consultarse en https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/contenido/23864-la-noche-de-los-bares-notables.

Los bares notables nos permiten de alguna manera viajar en el tiempo, encontrar un descanso de las cadenas gastronómicas o los cafés de especialidad para volver al café cortado y el tostado en forma de triángulo, a las barras de madera, al piso con rombos blancos y negros y el menú con folios un poco percudidos.

En La Biela, dos esculturas
En La Biela, dos esculturas recuerdan a Borges y Bioy Casares en la mesa 20, que usualmente ocupaban.

En este viaje en el tiempo, podríamos ir a la Buenos Aires de pura efervescencia vanguardista de los años 20 del siglo XX, movimiento que surge después de la Primera Guerra Mundial que viene a revolucionar y a cuestionar el orden vigente de todas las áreas artísticas del momento, una ciudad donde abundan las revistas literarias y las discusiones en torno a la literatura y sus formas. Los problemas centrales giraban en torno al sentido del arte (¿acaso el arte tiene un objetivo o debería tenerlo?, ¿para qué sirve?, ¿debería servir para algo?) y la forma que debía tener una pieza artística (un cuadro, un libro, un poema, una performance, etc.) para romper con la tradición hasta ahora vigente (más cercana al realismo o naturalismo).

Se trataba entonces de revolucionar el orden de las cosas, de proponer, como su nombre lo indica, una revolución vanguardista, novedosa, construir algo que no se haya visto antes que respondiera a este nuevo mundo modernizado y tecnológico que surge después de la Gran Guerra donde los hombres se encuentran en el medio, pequeños y perdidos, con más preguntas que respuestas. Porque si el mundo ha cambiado tanto, ¿cómo es posible que la literatura, que el arte, se mantenga imperturbable, impoluto frente a esto?

Las respuestas a estos interrogantes, hicieron que algunos autores muy reconocidos de la escena literaria de la época se organizaran según su ideología y estilo en dos grupos: el denominado Grupo Florida y el Grupo Boedo. La importancia de los bares y cafés notables recae en que son los nombres de las ubicaciones de estos lugares los que dieron nombre a estos dos grupos emblemáticos que cambiaron la literatura nacional.

El Grupo Florida solía reunirse en una confitería que lamentablemente ha cerrado sus puertas en el 2011: La Richmond. Ubicada en el centro porteño (Florida y Lavalle), reunía a autores destacados de la escena literaria porteña. Su ubicación no es fortuita ya que en ese momento las oficinas de una de las revistas más importantes para entender la rivalidad literaria de la época, Martín Fierro. Periódico Quincenal de Arte y Crítica Libre, se ubicaban muy cerca del café, en Florida y Tucumán.

Nunca es fácil definir quiénes formaban parte del Grupo Florida dado que muchos estaban en contra de ser encasillados, no estaban de acuerdo con la ideología del grupo en su totalidad, o no participaban del periódico con tanta frecuencia, pero podemos mencionar a quienes más asiduamente escribían para Martín Fierro: Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Norah Borges, Raúl Scalabrini Ortiz, Xul Solar o Norah Lange por citar algunos.

Martín Fierro se publicó entre febrero de 1924 y diciembre de 1927, período en el cual se llegaron a editar 45 números. Allí se editaban poemas, crítica teatral y musical y artículos clave para comprender las discusiones literarias y las vanguardias del siglo XX en Argentina. El periódico se encuentra digitalizado gracias al arduo trabajo de investigadores de la UBA en el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHIRA) y se accede a través de su página web (https://ahira.com.ar/revistas/martin-fierro/) donde se pueden descargar todos los números junto a las pintorescas ilustraciones que acompañan al periódico.

La revista Martín Fierro reunía
La revista Martín Fierro reunía a varios integrantes del grupo Florida.

Pero, ¿cuáles eran los principales intereses y pensamientos del Grupo Florida, organizado en torno al periódico Martín Fierro? Uno de los formatos más utilizados durante los años más álgidos de las vanguardias fueron los manifiestos. Estos documentos de formatos usualmente sencillos que utilizaban la enumeración como recurso se utilizaban para sentar las bases que regían al pensamiento del grupo.

En el caso del Grupo Florida, podemos pensar el manifiesto redactado por Oliverio Girondo (poeta argentino conocido, entre otras cosas, por sus ingeniosos caligramas) en el número 4 del peródico. Se trata de un documento central para entender a estos martinfierristas, como se llamó al grupo. En el tono jocoso y muy característico de Oliverio Girondo se lee: “‘MARTÍN FIERRO’ siente la necesidad imprescindible de definirse y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de una NUEVA sensibilidad y de una NUEVA comprensión, que (...) nos descubre panoramas insospechados y nuevos medios y formas de expresión”.

La palabra “nueva” con mayúsculas es un indicador de la importancia que le daban a la innovación. Además, se hace hincapié en la necesidad de situarse, de entenderse argentinos, y al mismo tiempo remarcar la importancia de los aportes europeos (tomaron elementos de vanguardias europeas como el Surrealismo o el Dadaísmo).

Caligrama inicial de "Espantapájaros (al
Caligrama inicial de "Espantapájaros (al alcance de todos)", de Oliverio Girondo.

Varios autores, entre los cuales destaca Jorge Luis Borges, retomaron la tradición gauchesca y el criollismo en su escritura dándole una vuelta de tuerca, una renovación literaria. Porque de esto se trataba Martín Fierro, ya desde el título podemos intuirlo, de jugar con la tradición, con el nacionalismo, pero teniendo en cuenta las innovaciones del siglo XX. “‘MARTÍN FIERRO’ sabe que todo es nuevo bajo el sol si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”, lee el manifiesto.

Girondo, por ejemplo, se preocupaba muchísimo por la forma del poema, la rima y la métrica. Sus versos más famosos pueden leerse en Espantapájaros o en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía: juegan con la forma y el contenido de los poemas. Con literatura como la suya y la de todo el Grupo Florida, lo que se ponía en escena era que el arte no debía necesariamente responder a un objetivo concreto, por ejemplo político, sino ser fiel a sí mismo, ser innovativo y transformador sin subyugarse a un partido político o estar pegado a la realidad social.

En la otra vereda del debate, encontramos al Grupo Boedo. Si La Richmond fue el café que reunió a los intelectuales del grupo Florida, el café Margot en el barrio de Boedo fue el punto de encuentro para el grupo de nombre homónimo. Este café, con su fileteado porteño y sus paredes repletas de cuadros que abrió sus puertas en 1904 y aún se puede visitar, es definitivamente un hito en nuestra historia por haber sido el lugar de encuentro de autores como Roberto Arlt, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, Roberto Mariani, Antonio Zamora y Abraham Vigo.

Pero ¿por qué el café Margot? Así como Martín Fierro servía como punto de referencia para comprender las inquietudes literarias del grupo Florida, la revista Claridad, que se definía como una “revista quincenal socialista de crítica, literatura y arte, tribuna del pensamiento izquierdista”, reunía a los participantes del grupo Boedo. En ese momento, las oficinas de la Editorial Claridad se ubicaban en la calle Boedo, a unos pasos nada más del café.

Con solo ver las tapas de la revista (disponibles en el catálogo de la Biblioteca Nacional) que incluyen por ejemplo obreros trabajando y mujeres encarceladas, y con ver cómo se describían esas escenas, podremos notar que la carga política se hacía presente desde las bases. La revista, cuyo primer número se publicó en julio de 1926 con Leónidas Barletta como director, estaba centrada en las preocupaciones sociales y las luchas obreras y políticas de la época.

La revista Claridad, alrededor de
La revista Claridad, alrededor de la que se alineaban los integrantes del grupo Boedo, manifestaba ideas de izquierda.

Para ellos, era necesario que la literatura se relacionara directamente con la política de izquierda, mostrando por ejemplo el sufrimiento de la clase obrera, las problemáticas sociales del momento y produciendo escritos que hicieran pensar a quienes leyeran para lograr eventualmente la revolución. El arte era una vía para fomentar el pensamiento independiente y el escritor debía ejercer una función social y hacerse cargo de la responsabilidad que significaba escribir y publicar.

Basta con leer algunas de las producciones de Roberto Arlt, aunque siempre se polemiza sobre a qué grupo perteneció, como Los siete locos o Los lanzallamas, para encontrar esas referencias al mundo obrero, al sinsentido de la vida y la alienación de los hombres en un mundo capitalista, o los cuentos de Elías Castelnuovo (escritor perteneciente al grupo y de ideología fuertemente comunista) que podemos encontrar en Tinieblas o Larvas (donde se narra la perversión social y la crueldad en un reformatorio) para entender la importancia que tenía para el grupo Boedo la conexión con la realidad social y el sufrimiento de las clases más bajas.

Es por eso que no se preocuparon tanto por una revolución de la forma como por la revolución social y el rol que debía cumplir la literatura en esta ecuación. Esta fue una de las grandes diferencias con el grupo Florida, que claramente se desligaba de la cuestión social y entendía la renovación literaria de otra manera, más ligada con la forma.

Café Margot, en Boedo.
Café Margot, en Boedo.

Bienvenido sea entonces el paso por el café Margot o por la calle donde solía estar La Richmond, local que hoy se encuentra en obras, para imaginar algunas de las acaloradas discusiones literarias o por qué no, reponer los debates tomando algún libro de los autores de estos grupos cuya calidad, innovación y poder transformador es indiscutible, independientemente de con qué ideología mejor se identificaban.

Este viernes, la Noche de los Bares Notables tendrá más de 150 actividades culturales y gastronómicas. Será desde las 17 hasta la medianoche.

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