Han tenido que pasar tres años para que el nombre del escritor barcelonés Ildefonso Falcones vuelva a treparse en las librerías, tras lograr el éxito entre los lectores con sus libros La catedral del mar, en 2006, La mano de Fátima, en 2009, Los herederos de la tierra, en 2016, y El pintor de almas, en 2019. Con un total de seis obras publicadas, la llegada de la séptima, en agosto de 2022, supone otro posible éxito de ventas para el también abogado de 63 años.
El nuevo libro de Falcones lleva por título Esclava de la libertad y tiene lugar en la Cuba del siglo XIX y el Madrid de nuestros días. Reza la contraportada del libro, publicado por el grupo editorial Penguin Random House, a través de su sello Grijalbo, que todo empieza a suceder cuando a la isla caribeña arriba un barco que lleva consigo una siniestra carga. Más de setecientas mujeres y niñas secuestradas de su África natal llegan para trabajar, hasta la extenuación, en los campos de caña de azúcar y parir hijos que serán también esclavos. Kaweka es una de ellas, una muchacha que vivirá de primera mano el horror de la esclavitud en la hacienda del cruel marqués de Santadoma, pero que pronto demostrará a quienes la rodean que posee la facultad de comulgar con Yemayá. Esta es una diosa voluble que, en ocasiones, le concede el don de la curación y le proporciona la fuerza para liderar a sus hermanos de raza en la lucha por la libertad contra unos opresores que han logrado esclavizar sus cuerpos, pero no sus almas.
Entretanto, Lita, una joven mulata, es hija de Concepción, la mujer que lleva toda la vida sirviendo en casa de los marqueses de Santadoma, en pleno barrio de Salamanca, al igual que hicieron sus antepasadas en la Cuba colonial. A pesar de tener estudios y ambición profesional, la precariedad laboral obliga a Lita a recurrir a los todopoderosos señores de Santadoma en busca de una oportunidad en la banca propiedad del marqués. A medida que se sumerge en las finanzas de la empresa y en el pasado de esta riquísima familia, la joven descubre los orígenes de su fortuna y decide emprender una batalla legal en favor de la dignidad y la justicia, que merecen tanto su madre como todas las mujeres que entregaron sus vidas al servicio de unos blancos que nunca las trataron como a iguales.
En la novela, tres de los muchos personajes que aparecen guían al lector al interior de estas páginas. Por un lado está la ya mencionada Kaweka. Ella, natural de Guinea, es raptada de su aldea y vendida como esclava a la edad de once años. Tras una larga travesía desde África llega a la isla de Cuba en 1856 donde es entregada al marqués de Santadoma.
Desde ese momento, su vida parece condenada a servir en el ingenio azucarero La Merced, parir más esclavos que engrosen la fortuna de los marqueses, ser víctima de todo tipo de abusos y vejaciones y vivir como un animal, sin libertad, derechos o cualquier privilegio digno del ser humano. Pronto descubre que la diosa Yemayá tiene otros planes para ella.
Lita, cuyo nombre de pila es María Regla Blasco, es una joven mulata nacida y criada en Madrid. Licenciada en economía y con un máster en comercio internacional, trabaja en la Banca Santadoma, propiedad de los marqueses de Santadoma, familia aristocrática proveniente de Cuba para la que los antepasados de Lita llevan trabajando más de un siglo, primero como esclavos y después como criados.
A pesar de gozar de cierto reconocimiento profesional dentro de la institución, Lita sabe que siempre la considerarán inferior por el color de su piel y por descender de esclavos, algo que los marqueses suelen recordarle a pesar de vivir en pleno siglo XXI. Cuando descubre que su madre podría estar emparentada con la familia de aristócratas, comienza a luchar para que sea compensada por tantos años de sacrificio y todos los abusos que soportaron sus ancestros.
Finalmente, Mamá Ambrosia es quien se hace cargo de Kaweka cuando, aún siendo una niña pequeña, llega al ingenio La Merced. La siente y la trata como a una hija, y es gracias a ella que la joven consigue aprender, más adelante, cuál es el destino que le se señalan sus orishas.
Esta mujer es una vieja esclava yoruba encargada del criollero, la «gallina de los huevos de oro» del marqués, el lugar donde se crían los nuevos esclavos y esclavas, fruto de las relaciones sexuales a las que son obligadas las mujeres para preñarlas. La anciana se pasará su vida ayudando a los demás, y con su ejemplo, Kaweka elegirá arriesgar su vida en pro de la libertad, en lugar de quedarse con los brazos cruzados.
“Quizá aquellas niñas a las que ahora volvían a encadenar no entendieran el lenguaje en el que hablaban sus captores, pero sí que eran conscientes de su destino. Eran yorubas, naturales de Guinea, y la esclavitud no era ajena a su forma de vida en África. Gran parte de la población trabajadora de los diversos reinos del continente era sierva. Los esclavos constituían la principal fuente de riqueza de los privilegiados, los jefes tribales los poseían a millares, y si bien el comercio con los países occidentales había disminuido sensiblemente debido a la proscripción de la trata, continuaba siendo muy fructífero con Oriente —Egipto y el resto del mundo árabe—, igual que lo había sido hasta entonces en su vertiente atlántica. Todas sabían de sacrificios humanos; todas conocían el significado de las argollas alrededor del cuello” - (fragmento).
Ha dicho la crítica, a tan solo unos meses de haberse publicado la novela, que este trabajo de Falcones es, quizá, tan deslumbrante como los anteriores. Una pieza entretenida sobre dos mujeres valientes que combaten, cada una con sus armas, el racismo y la injusticia.
Pilar Castro escribió en una reseña para El Cultural que la novela se sostiene en la fuerza de sus personajes, en el despliegue de situaciones que exploran sus propias experiencias vitales. El libro no es lo típico de Falcones, pero sí acude a las armas narrativas propias del autor. Esta es una novela de aventuras con un fuerte cimiento histórico, que se sustenta en la ficción y encuentra su cauce en la poesía.
Al lector le queda, entonces, la sensación de haber acudido a un collage de géneros, porque hay intriga, hay realismo, hay fantasía, y al tiempo crítica social y política. A lo largo de 624 páginas, fiel a su convicción de nunca hacer un libro menor a las 300, una vez más, Ildefonso Falcones consigue salirse con la suya.
SEGUIR LEYENDO: