La segunda parte de las memorias del mánager Carlos Vásquez Moreno, quien en su momento fuera uno de los hombres más poderosos de la industria de representación musical en España, ha sido publicada por el sello Malpaso y está disponible en distintos países de América Latina, entre los que se encuentran Argentina, México y Colombia.
El libro, que le sigue a Memorias de un mánager en la serie, lleva como título No se requiere corbata, y supone un retrato igual de franco al primero, sobre el lado más oscuro de la industria musical. El famoso ‘Tibu’, que representó durante algunos años a Los Hombres G, Marta Sánchez, Vicente Amigo, José Mercé o El Canto del Loco, entre otros artistas, vuelve a la carga con un relato mucho más personal.
Al interior de estas páginas, el lector podrá asistir con Tibu al encuentro con las pandillas de quinquis en el Carabanchel de los años setenta, con el bajista que tocó para Jerry Lewis y Scorpions, todo lo fuerte de la movida madrileña, la experiencia con las drogas, el sexo, los viajes a México, Venezuela, Turquía... El libro es la cara B de las memorias del mánager, que a la vez que explora en su faceta más íntima, también es un gran documento sobre los orígenes del rock hispánico. El testimonio, a través de 272 páginas, de quien vivió todo esto y ha decidido no callarse nada.
Y es que es tanto lo que tenía por decir Tibu. Desde aquel día de noviembre de 2019, cuando navegaba por Ibiza, y a su despacho llegó el aviso de que sería detenido por una denuncia interpuesta por El Canto del Loco, que lo acusaban de robarle al grupo. Dijeron que se había quedado con parte de los beneficios de una gira en 2008, aproximadamente unos 220.000 euros. El mánager venía teniendo problemas financieron con varios de sus representados y varios de ellos lo empezaron a abandonar paulatinamente. Tras las acusaciones, Tibu tuvo que pagar una pena de cuatro años, dos meses y un día en la cárcel de Soto del Real.
A su salida, en abril de 2019, con 60 años, arruinado, separado y con las cargas encima de quien ha pasado un tiempo en prisión y no puede ocultarlo, se dedicó a escribirlo todo, más a manera de confesión y como una forma para vengarse de todos los que le jugaron en contra. Sus memorias, de alguna manera, son su arma de destrucción masiva, su “honorable derecho a la venganza”, como lo reconoció alguna vez.
“Era tan importante el éxito y era tanta la admiración que generaba que si uno quería ligar, bastaba con que dijeras que tocaba hacer un grupo, aunque fuese mentira, y ya tenías todas las papeletas a tu favor, para “tocar pelo” o para que te lo tocasen a ti. Los discos comenzaban a venderse por millones, los grandes almacenes empezaban a tener una planta entera dedicada a la venta de discos. Ir al centro de Madrid y comprar un disco en el Corte Inglés o en Galerías Preciados era sinónimo de que tenías pasta y de que molabas mucho. Comprar un disco y volver a tu casa era, por un lado, como un acto social, y por el otro, como un acto casi religioso” - (Fragmento).
Con este libro no es necesario que el lector conozca la historia completa. Si bien se trata de la segunda parte de las memorias del mánager, no es un libro que exija la continuidad. Habrán cosas, sí, pero no es menester, tan solo estar informado un poco. Y es que son tan buenos los dos trabajos que pueden disfrutarse de manera independiente. A lo mejor, si alguien empieza por la segunda parte, haga el flashback con la primera. En todo caso, le disfrutará.
Las memorias de Tibu son eso, una historia que se disfruta. Y qué historia.
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