Claudia Piñeiro explica por qué es “fan” y “admiradora fiel” de Manuel Puig

La escritora argentina más leída prologó la nueva edición de “Maldición eterna a quien lea estas páginas”, en el que halaga al autor de “Boquitas pintadas” y su obra, a la que describió como “una de las más importantes de la literatura argentina”.

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Claudia Piñeiro fue la encargada de escribir el prólogo de "Maldición eterna a quien lea estas páginas", de Manuel Puig, cuya obra fue reeditada por Seix Barral.
Claudia Piñeiro fue la encargada de escribir el prólogo de "Maldición eterna a quien lea estas páginas", de Manuel Puig, cuya obra fue reeditada por Seix Barral.

A fines de 2022 se cumplen 90 años del nacimiento de Manuel Puig, uno de los escritores más importantes de la literatura argentina. Aunque ya pasaron más de tres décadas de su fallecimiento, la obra del autor de Boquitas pintadas y El beso de la mujer araña continúa, en su efervescente relevancia, encontrando nuevos lectores.

Por suerte, para leer a Puig no hace falta -como sucede con otros grandes autores de los 60 y los 70- empolvarse los dedos en librerías de usados en busca de viejas ediciones difíciles de hallar. Su obra, traducida en todo el mundo, nunca dejó de estar en circulación. La última reedición de sus libros, realizada por Seix Barral, cuenta además con prólogos de grandes escritores contemporáneos, como Camila Sosa Villada, que interpretan sus libros desde la actualidad.

Para la reedición de Maldición eterna a quien lea estas páginas la encargada fue nada más ni nada menos que Claudia Piñeiro, la escritora argentina más leída. En el prólogo, la autora de Tuya y Catedrales cuenta su fanatismo por Puig, de quien dice ser una “admiradora fiel”. Pero también explica en qué se diferencia esta novela con el resto de la obra del escritor, a la que describió como “una de las más importantes de la literatura argentina”.

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Prólogo de Claudia Piñeiro a “Maldición eterna a quien lea estas páginas”

Qué felicidad leer a Manuel Puig, siempre. Sé que no es la frase con la que debería arrancar un prólogo, pero es la que le hace más justicia a lo que siento cuando me acerco a sus historias, a sus personajes, a la forma en que construye los diálogos, a los intercambios epistolares, a sus silencios, pero sobre todo a la manera en que rompe —las veces que sea necesario— con las convenciones de la escritura.

No cabe duda de que Maldición eterna a quien lea estas páginas, una de mis novelas preferidas, es un texto muy diferente a otros del mismo autor. Aunque no cabe duda, tampoco, de que él está allí tanto o más que en ningún otro relato. Quizás, en carne viva.

Es su séptima novela y la primera que trascurre en el extranjero. Escrita en 1980 mientras Puig vivía en Nueva York, Maldición eterna a quien lea estas páginas propone asistir a una conversación —un duelo discursivo, dramático, casi teatral—, entre dos personajes que en principio parecen muy distintos, pero tal vez no lo sean tanto.

Por un lado, Ramírez: un hombre mayor, argentino, con un pasado de activista político y gremial, que está en silla de ruedas por una afasia que le impide caminar y compromete su memoria, llegado desde su país a esta suerte de exilio en circunstancias extrañas que no termina de revelar.

Por otro lado, Larry: el joven estadounidense, exprofesor de historia, que pasea a Ramírez por las calles de la misma ciudad donde vivió Puig, evitando peligros que cree inventados por ese peculiar hombre al que le encargaron asistir. Y quien más adelante se interesará en decodificar los apuntes y marcas de Ramírez, cifrados en una serie de libros que el hombre dice que le pertenecen, le promete conseguir, pero tardan en llegar.

En la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, los personajes más icónicos de la obra de Manuel Puig cobraron vida en el carnaval homenaje "Puiguísima".
En la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, los personajes más icónicos de la obra de Manuel Puig cobraron vida en el carnaval homenaje "Puiguísima".

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Casi como una obra de teatro con escuetas didascalias, la novela propone, a partir de ese diálogo ácido, mordaz, por momentos amoroso, por momentos violento, que los lectores asistamos al encuentro de dos soledades. Ramírez y Larry desconfían el uno del otro, les cuesta relacionarse, les cuesta ser amables, pero se necesitan. Los dos están golpeados, los dos sufren por afectos que perdieron, los dos se debaten entre recordar u olvidar, como si esa elección fuera posible. ¿Podemos elegir recordar? ¿Podemos elegir olvidar?

Pero más allá de que Ramírez no se atreva a volver sobre los hechos que le hicieron huir de su país y de los problemas que le ocasiona su afasia, más allá de los enojos de Larry cuando le hace difícil el proceso de reconstruir el pasado, incluso con sus propias contradicciones, queda clara la importancia vital de asir la memoria cuando se escapa.

Hasta acá, parecería que Maldición eterna a quien lea estas páginas es una novela sobre el exilio, sobre la soledad, sobra la memoria. Y lo es. Pero creo que el gran tema de esta novela de Puig es el lenguaje, las lenguas y las dificultades de «traducir» lo que nos decimos los unos a los otros. El eterno problema de entendernos.

En la misma génesis de la novela está esa dificultad. De ahí, tal vez, la discusión que se dio durante mucho tiempo acerca de si Puig escribió esta novela originalmente en castellano o en inglés. Discusión que el propio autor zanja, o no, cuando en la primera edición de 1980 aclara, aunque de manera algo críptica: «Publicada originalmente como una traducción al español por Seix Barral S. A.». Lo de la «traducción al español» se entiende como la consecuencia de que el texto se armó en base a las charlas que Puig mantenía con un vecino de Greenwich Village, donde él mismo estuvo exiliado entre 1976 y 1980. Puig escuchaba y tomaba nota a máquina de cada palabra que el hombre decía en inglés, sin ningún cambio. Y así fue recopilando cientos y cientos de páginas de lo que luego serían las conversaciones entre sus personajes: Larry y Ramírez.

Por lo tanto, esta novela no tuvo una lengua que antecedió a la otra, sino que se fue escribiendo en las dos a la vez. Seguramente, Puig en su cabeza hacía un proceso de traducción constante e inconsciente, formulándose infinidad de preguntas. Quizás desconfiaba de las palabras, de todas, las suyas, las de su entrevistado, y por eso hace que también Ramírez desconfíe de ellas y diga: —Sé lo que significan, leí la definición en el diccionario, pero tal vez no las haya experimentado últimamente. Y por eso entiendo el significado... hasta cierto punto, nada más.

A su vez, Larry también desconfía de él, de la habilidad que tiene de manejar distintas lenguas, y se permite decírselo expresamente: —¿De veras sabe todos esos idiomas? A lo que Ramírez responde, eludiéndolo con su estilo: —Sí... Qué día tan feo.

De ese modo, desde la primera escena, desde el primer paseo por Washington Square, asistimos no sólo a un duelo discursivo rudo, inteligente, sino a la declaración de la importancia que tendrá en el texto la palabra, cada palabra, en la lengua que sea dicha. Y las lenguas de esta novela no son sólo el inglés y el castellano, lenguas maternas de los dos protagonistas: en la resolución del enigma participa, de manera clave, el francés, en ediciones de literatura «de lujo» y como refugio de «lo culto»: Les Liaisons dangereuses, La Princesse de Clèves, Adolphe.

Descubrir lo secreto es descubrir las palabras que se esconden en los textos en ese idioma que marcó Ramírez cuando estuvo preso, para luego traducirlas y así poder entender. Si Ramírez no se apura en transmitir su código, Larry lo sabe, se olvidará de todo y se perderá la memoria. De ahí su desesperación y la lucha que entablan los protagonistas entre recordar o no.

—Esto podría ser importante. Déjeme ir anotando un poco... «malédiction... éternelle... à... qui... lise... ces pages». Es lo primero que dice. Maldición eterna a quien lea estas páginas. Las palabras con que Larry empieza a descifrar el código son las que le dan título a la novela. O no, son, una vez más, la traducción de esas palabras, el eterno juego de hablar en una lengua y convertir lo dicho a otra. Tal vez ésa sea la maldición eterna.

Luego irán apareciendo otras palabras que deberán hacer el mismo recorrido: del castellano de Ramírez, al francés de los libros; del francés de los libros, al inglés de Larry; del inglés del Larry, al castellano de Ramírez. Huelga, represión, resistencia, sentimiento, hijo, carta, son algunas de ellas.

Palabras para armar el rompecabezas, hasta donde los personajes dejen que se arme, hasta donde ellos puedan llegar. «Olvidemos el lenguaje», dice parte de una supuesta carta de Ramírez descifrada por Larry. «No puedo dejar de aspirar a comprender, renuncie usted a un sentimiento que me ofende, y me asusta, y al cual, tal vez, usted debería sentir menos apego, sabiendo que es la barrera que nos separa».

Creo que en lo trascripto está el corazón de la novela, no en lo que revela sino en lo que calla, en lo que oculta, en la metáfora. Porque no son palabras dirigidas por Ramírez a Larry y sin embargo hablan de ellos, de sus lenguas, de las barreras que los separan, de la posibilidad o no de comunicarse en una Babel infinita de sentimientos, memoria, dolor y soledad.

Leí a Puig, leo a Puig, lo recomiendo cuando en cualquier lugar del mundo me preguntan por nuestros autores más destacados. Me di el gusto de poner frases suyas como epígrafes de algunas de mis novelas. Voy al teatro a ver cada obra que se estrena con su firma. Fui a General Villegas, el pueblo donde nació, y caminé con emoción por las calles que seguramente él habrá pisado. Me imaginé que las personas asomadas o escondidas detrás de las ventanas lo habían conocido. Creo que se puede decir que soy su fan, admiradora fiel de su obra. Obra que es, sin ninguna duda, una de las más importantes de la literatura argentina. Larga vida a Manuel Puig.

Quién es Claudia Piñeiro

♦ Nació en 1960 en Burzaco, provincia de Buenos Aires.

♦ Entre sus libros están Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones, Catedrales y El tiempo de las moscas.

♦ Entre otros, recibió los premios Literaturpreis der Schwulen Buchläden (LiBeraturpreis) 2010 por Elena sabe, Sor Juana Inés de la Cruz 2010 por Las grietas de Jara, Pepe Carvalho de novela negra 2019, por ser un “referente ético y literario para las letras de su país y fuera de él”, Dashiell Hammett de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos 2021 por Catedrales y, por la misma novela, el Tormo Negro–Masfarné 2022.

Quién fue Manuel Puig

♦ Nació en General Villegas, Argentina, en 1932. Murió en Cuernavaca, México, en 1990.

♦ Escribió libros como Boquitas pintadas, El beso de la mujer araña y Pubis angelical.

♦ Fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual.

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