Mientras estoy lejos de Argentina, en un hotel de Palma en las islas baleares, donde vine a hacer un nuevo capitulo de mi proyecto La Promesa del mar, como bien lo explica Ezequiel Alemian en la última entrega de “De boca en boca”, me llega la propuesta de Infobae de seguir aquella cadena de recomendaciones y sugerir otro autor u otro libro. Hay muy poco tiempo, y yo dentro de este poco tiempo, tengo muy poco tiempo. No lo pienso mucho, el primer nombre que me viene a la mente es Antolín y entonces le escribo.
Nos conocimos el año pasado, compartiendo escenario, él con su banda y yo con Perro Fantasma en el Centro Cultural Matienzo. Le pido el archivo PDF de Una oferta de pureza su último libro publicado por la editorial Ivan Rosado en 2020 y me lo manda al toque. Como tengo que tomar un avión para Barcelona, lo bajo en mi celular y me lo guardo para leerlo mientras esté volando. Me parece que es un buen lugar para leer, o en mi caso volver a leer, la poesía de Antolín, lejos de la Tierra. O lo mas lejos que se pueda.
Mirar la Tierra desde el espacio exterior durante un minuto y preguntarte si querés volver, después de haber visto a toda la humanidad junta en un solo avistamiento.
Antolín (Andrés Olgiatti, Neuquen, 1983) también es dibujante, seguramente ese fue su primer lenguaje (me gusta imaginar, a partir de su línea sencilla y anti-virtuosa, que dibujó antes de hablar) pero habría que preguntarle bien, y también hace canciones, esas mismas canciones que a veces toca solo con su guitarra o a veces con otros músicos, como en aquel recital que nombré más arriba.
Sacó varios discos con el sello Laptra y tiene un público muy fiel. Creo que se puede, aunque no sea necesario, leer su libro desde todos estos territorios a la vez. El titulo Una oferta de pureza está sacado de su canción La pureza, de 2018, y pertenece a su disco Paraiso Cancelado. La letra, que no es un poema del libro, dice asi:
No me tientes con historias de barrancos ni de autos oxidados, se me parte el corazón. colapsar es el destino de las estrellas, una oferta de pureza que nunca llega… ni nunca llegará… nunca llegará … nunca llegará… no me tientes con historias de barrancos solitario en los pinos se me parte el corazón.
Escuchando la canción se completa la oración y Una oferta de pureza aparece como un verso troncado y suena como una paradoja: te voy a dar algo que nunca va llegar. Estamos perdiendo tiempo buscando lo que no se puede encontrar, ni en la poesía, ni en el arte. Resuena en mí la canción de Cristina Rosenvinge y Nacho Vegas: Lloro por las nubes que son de un blanco imposible, aquí abajo nada es puro, todo es feo y tan horrible. (No lloro por ti, 2007, disco Verano Fatal) mientras el avión sube y ya puedo ver las nubes desde arriba. Estamos condenados a vivir en este mundo malo. Muchas obras, y de las mejores, se construyeron desde este mismo punto de partida.
Es verdad que hay cosas peores que la muerte:
la decadencia interminable
de todo lo que alguna vez fue lo máximo.
Sigan su vida,
vivan mucho,
vivan bien.
Yo voy a quedarme acá
leyendo Astérix en la cama.
Ganó tu futuro, no el mío.
Ahora solo quiero estar tranquilo con mi espíritu vacío.
Releyendo los poemas de este libro en el avión muchos versos me parten el corazón, quizás aun más que la primera vez que los leí. Cuarentena, 2020 son las últimas palabras del libro, al final de todo donde en general se pone el nombre del lugar donde se terminó de escribir un texto (Neuquen, 2020) haciendo de la cuarentena un lugar físico. La cuarentena está lejos, lejos como Argentina de España, como las islas de los continentes., las estrellas de la Tierra. Me llega su imagen proyectada desde el limbo del pasado y pienso que vivir en cuarentena nos dejó seguramente para siempre una capa invisible de fragilidad, que nunca se irá, sobre todo a nosotrxs quienes a la base no estábamos parados tan firmemente en este planeta.
Voy a mantenerme en pie, voy a mantenerme en pie, voy a mantenerme en pie.
Soy energía densa como los fantasmas.
La enfermedad de la timidez.
Antolín en su desierto construye un mundo donde encontramos un eco a todas esas emociones tan difíciles de decir porque cada vez que nos animamos a formularlas nos ponemos en peligro
Porque Antolín es un héroe timido. Un héroe timido y solitario atravesando el desierto, este desierto que aparece a todo lo largo del libro, y que no es siempre un pedazo de tierra seca y hostil, ni tampoco exactamente la cuarentena, aunque a veces sus contornos puedan coincidir, como también pueden coincidir con desiertos reales, los que él llama “los desiertos más bellos de la Tierra: Sonora, Gobi, Atacama, Las Vegas, Sahara, Wadi Rum”.
Tampoco es una imagen, un simple recurso poetico, una metáfora de la soledad. No creo. Para mí el desierto de Antolín es su paisaje, en el sentido que es él mismo, como son las playas para Agnès Varda, como lo cuenta y muestra en su película Las playas de Agnès (2008), y en la cual, si bien me acuerdo, dice algo asi: “cada persona es un paisaje”.
El desierto de Antolín está cerca de un bosque, donde se pueden cruzar el Río de la Plata y el Neuquén, donde pasan autopistas, donde se puede caminar por la calle Corrientes, encontrar algún Farmacity abierto de noche y pasar delante de la Perla del Once. Es un lugar también donde Antolín puede recordar con seguridad a su padre, a su abuela, su niñez, y donde, aunque no lo diga exactamente asi, puede encontrar las fuerzas para dibujar, escribir, componer.
Y para seguir creyendo en el futuro, y en los proyectos, con mucha prudencia y a pesar de todo. Porque este desierto está poblado: hay personas, perros, personajes de comics, deportistas, poetas, artistas y músicos. Los va enumerando, acostado debajo de las estrellas.
Cuando comience de nuevo la historia de la humanidad algunas cosas no deberán faltar jamás:
* Los Beatles cuando vivían en el Bambi Kino, todos juntos en una habitación donde se guardan las escobas.
* Ron Thompson arrodillado en el barro llorando la muerte de su hormiga.
* Lawrence de Arabia cruzando el desierto de Wadi Rum, escribiendo su propio destino.
Antolín en su desierto construye un mundo para nosotrxs sus lectores, donde encontramos un eco a todas esas emociones tan difíciles de decir en la vida cotidiana porque cada vez que nos animamos a formularlas nos ponemos en peligro. O asi es como lo vivimos. Este desierto-paisaje propio es un lugar nuestro y ahora que ya me bajé del avión y estoy en el departamento de mi amigo S. en Barcelona, yendo y viniendo entre mi texto escribiéndose y el PDF de Antolín, sigo encontrando caminos y rincones escondidos todo el tiempo. Por ejemplo este verso:
La gente más hermosa vive en “su mundo”.
Quiero interpretar “su mundo” como su mundo, él de Antolín, que se extiende más allá que este libro, en sus dibujos, en sus canciones, en sus conciertos. Asi que allí nos vemos, gente hermosa, yo me voy a quedar explorándolo un buen tiempo.
UN POEMA ENTERO
Miseria y Magía
Soy la promesa que nunca se cumplió,
la promesa felizmente rota.
Hace tiempo que mi vida es callar y observar.
Reflexionar cómo hacer otro mundo.
Cuando llega la angustia
siento nacer dentro mío un imparable deseo
de estar atento, de tratar de distinguir
lo que es saber vivir, lo que es saber dudar.
Deambulo más que camino.
Voy al desierto y desentierro rocas.
Las rocas se ríen de mí.
Soy una montaña de escombros relajados.
Nunca pude pensar en grande.
A veces nombrar las cosas tranquiliza.
A veces uno da lo mejor que puede
y lo mejor que puede es bastante poco.
En ese caso:
dónde estuve todo este tiempo,
durmiendo qué sueño.
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