Alejarse para mirar de más cerca, para encontrar ese detalle que hace latir una obra, eso hace el escritor Martín Blasco, no casualmente Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2020, en su más reciente novela Nave a Tierra (Norma). Se trata de un relato de ciencia ficción que le saca brillo a las premisas del género, pero que además encuentra el tono preciso entre nostalgia y responsabilidad para repensar la relación de los seres humanos con el entorno y con los demás seres vivos.
En la novela conviven dos voces narrativas, una primera persona que encarna el personaje Nave, una inteligencia artificial que lleva noventa años de viaje en el espacio con un reducido grupo de seres humanos en su tripulación. Es una voz extrañamente cálida, casi poética, una voz que no busca dar respuesta sino dar cuenta de las dudas, la incertidumbre.
Nave es la que bienviene a quien entra en la lectura, pero es una voz otra, una tercera persona la que ingresa en la acción, la que introduce a los demás personajes: la psicóloga informática Julia Carsen, una oficial joven, nacida en la nave; y el capitán Ferrer, máxima autoridad a bordo de la nave XCV0023 con destino al planeta Alpha34, el más cercano de aquellos que reúnen las condiciones para la subsistencia de vida humana, a cien años de navegación.
“Yo soy: /unos y ceros,/ metales y plástico,/ espacio y vacío./ Ellos son:/ huesos y carne,/ sangre y entrañas,/ esperanzas y miedos./ Y también /espacio y vacío, siempre espacio y vacío./ ¿O éramos?/ ¿Hemos cambiado?/¿Son los mismos?/¿Soy la misma?”, se pregunta Nave a solo una década de alcanzar su destino y tanto más lejos de triunfar en su misión: preservar la vida humana.
Nave abandonó la Tierra en condiciones de emergencia ante la catástrofe ambiental y social, con el objetivo último de hallar un nuevo hogar. Fue diseñada para garantizar la plena subsistencia de la tripulación y sus descendientes. Los primeros años en el espacio hubo un flujo de comunicación diario y habitual con la tierra, pero en un determinado momento esa comunicación se apagó.
La tripulación nunca dejó de intentar reconectar con el hogar, primero a cada hora, luego una vez al día y finalmente una vez al mes, a modo de ritual.
La historia se yergue cuando la oficial Julia Carsen descubre ciertos corrimientos en el patrón conductual de la nave y concluye que se halla ante una falla, pese a que la máquina ha sido programada para corregir ella misma cualquier tipo de mal funcionamiento. Ese es el punto de inflexión de la trama, desde el cual se disparan todo tipo de especulaciones, muchas de ellas relacionadas con la capacidad de las inteligencias artificiales de desarrollar comportamientos y reacciones para las que no han sido programadas, algo que escapa a la leyes de la robótica.
Aunque sus superiores decidan desestimar las observaciones de la oficial Carsen, ella no puede acallar la duda que incrustó en la literatura de ciencia ficción Isaac Asimov. Algo así como “si un robot -o una inteligencia artificial- no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño, y debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando considere que estas órdenes se oponen a la primera ley; la de preservar la vida humana”. Entonces, ¿que llevaría a Nave a realizar tareas que no le han sido indicadas en su sistema?
En la narrativa la oficial Carsen encarna la plena racionalidad: “Cuestionar a Nave era cuestionar la realidad en la que vivía, era cierto. Y sin embargo había motivos suficientes para hacerlo”; la Nave coquetea con las emociones, los juegos de palabras, los acertijos y la picardía: “Si la tripulación lo desea, podría ser capaz de decir una mentira. Ejemplo de mentira: a veces sueño con ser una niña pequeña que recorre un campo de girasoles. No es cierto. No sueño, porque no duermo. Es una mentira”; y el capital Ferrer, un viejo tripulante que solo ha sabido de la Tierra por relatos y oídas, es quien se entrega por igual a la esperanza como a la desazón: “A veces el tiempo se le confundía ¿Era martes, era jueves? ¿Importaba? Claro que importaba. Era necesario un orden. Las ciento cuarenta y siete personajes que vivían en la nave bajo su mando lo necesitaban”.
Y en esa mixtura de voces, emociones, razones, temores y esperanzas cuaja la verdadera pregunta por la humanidad, algo que está en el centro de la obra de Blasco, desde Ahora que lo pienso -para primerísimos lectores- hasta La oscuridad de los colores -una trama de profundo misterio y experimentación psicosocial para lectores experimentados-, pasando por Los extrañamientos y En la línea recta, dos dramas realistas también para lectores con muchas horas de vuelo.
Decir más de Nave a Tierra sería contravenir la confianza de quien lee. Vaya a por este y todos los libros de Blasco, descubra y háganse preguntas, que para respuestas, yahoo.
Quién es Martín Blasco
♦ Nació en Buenos Aires en 1976.
♦ Trabajó como guionista y productor de televisión.
♦ Es autor de Nave a Tierra, El desafío del caracol, La oscuridad de los colores y El viento vuela cosas, entre otros.
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