Cómo es “1984″, el libro que inventó Gran Hermano (y cómo leer gratis cinco libros de su autor)

Telefé acaba de estrenar una nueva temporada del reality show que desde hace más de veinte años conquista al público. Pero antes, George Orwell inventó a ese gran ojo que todo lo ve. Bajalibros publica cinco de las grandes obras del escritor para descargar gratuitamente.

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George Orwell nació en territorio
George Orwell nació en territorio de la India cuando aún era una colonia británica.

Después de casi seis años y con picos de rating ya poco habituales en la TV argentina, este lunes volvió a abrir sus puertas la filial local de “la casa más famosa del mundo”: la de Gran Hermano. Con conducción de Santiago del Moro, este reality show, uno de los más exitosos de la historia, inauguró su décima edición en el país, en la que 18 participantes competirán por el codiciado premio de 15 millones de pesos y una casa.

Pero, ¿sabrán los participantes, en su mayoría de 18 a 25 años, que el nombre de este célebre programa televisivo proviene de uno de los mayores clásicos de la literatura del siglo XX?

Creado por John de Mol, Gran Hermano fue emitido por primera vez en los Países Bajos en 1999 y, rápidamente, se extendió por todo el mundo. A la Argentina llegó en pleno 2001, un año signado por la crisis política y económica, lo cual, si se tiene en cuenta el origen del formato, a nadie debería sorprender. Veamos por qué.

El Gran Hermano (o Big Brother, en su inglés original) es un personaje de 1984, la novela más famosa del escritor británico George Orwell, publicada en 1949. Junto a Rebelión en la granja, estos dos libros del autor son una severa sátira política en la que se critica el comunismo, el estalinismo y las sociedades totalitaristas, así como se anticipan de alguna manera a ciertos mecanismos a los que el mundo tendería en las décadas siguientes: el control y la represión por parte del Estado, el rol determinante de los medios de comunicación y la importancia del manejo de la información para manejar, a su vez, a la población. Son dos de las cinco obras del escritor británico que Bajalibros publica en formato digital para que los lectores puedan descargar y leer gratis.

En 1984, la trama sigue a Winston Smith, un trabajador del Ministerio de la Verdad, institución encargada de reescribir la historia para que se adapte a la Verdad (con mayúscula) que dicta el Partido Único. Y es que en la novela, la Verdad no es más que aquello que dicta el Gran Hermano, el líder omnipresente y todopoderoso que, como en el reality show, nunca se muestra pero todo lo ve.

Dividido en tres grandes estados totalitarios (Oceanía, Eurasia y Eastasia), el mundo que se representa en 1984 es uno signado por la guerra, un conflicto perpetuo en el que las potencias cambian constantemente de bando. ¿El objetivo de esa guerra sin fin? Mantener a la población controlada. Como quedó claro con la historia del último siglo, el odio hacia un agente externo es capaz de mantener la paz interna.

Pero como la guerra, aunque indispensable, no alcanza, el Partido Único de 1984 tiene otros recursos para controlar a la población. Primero y principal (acá tal vez esté la principal conexión del libro con el reality show), están las telepantallas. Con estos dispositivos, dispuestos tanto en los espacios públicos como en la intimidad de las casas, el Gran Hermano tiene acceso directo a la población, dividida en tres estamentos diferenciados: el círculo interno del Partido Único, los miembros externos y, por último, los proles, es decir, la masa de gente a la que se mantiene empobrecida y entretenida para evitar cualquier posible levantamiento o revolución.

Así, gracias a esa tecnología de avanzada (cabe recordar que el libro se escribió en la década del 40), este guardián de la revolución, comandante en jefe y juez supremo puede no solo espiar a la población sino, además, darle órdenes. Con consignas como los “Dos minutos de odio”, el Gran Hermano se asegura de que las masas exorcicen sus sentimientos más intensos dirigidos hacia enemigos externos.

Se acaba de estrenar una
Se acaba de estrenar una nueva edición argentina del reality show que surgió en Países Bajos en 1999. Hubo picos de rating de hasta 23 puntos. Prensa Telefé

Además de las telepantallas, el estado totalitario de 1984 se sirve de otros dispositivos de control, como la Policía del Pensamiento, inspirada en el NKVD de la Unión Soviética de Stalin. Este organismo, encargado de reprimir a los posibles agentes revolucionarios mediante secuestros y torturas, es el que terminará arrestando a Winston Smith, el personaje principal de la novela, cuando se descubre que cometió crímenes de pensamiento o “crimentales”.

¿Pero qué es lo que lleva a este trabajador estatal a desafiar al régimen del que forma parte? Nada más ni nada menos que el amor. Justo cuando empieza a dudar de la siempre cambiante construcción de la realidad que hace el Partido Único, Smith conoce a Julia, una joven rebelde que está en contra del sistema político. Así, ambos encarnarán una resistencia de dos contra una sociedad que se vigila a sí misma.

Para quienes todavía no hayan leído este clásico, que mantiene hace décadas su categoría de best-seller, cabe aclarar que, aunque además de la trama política sea una historia de amor, no tiene un final feliz. Esto de ninguna manera cuadraría con la idea que Orwell tenía para 1984, libro que empezó a escribir a finales de la Segunda Guerra Mundial y que terminó pocos meses antes de morir de tuberculosis. Como sucede en el libro, el autor tenía de antemano la certeza inequívoca de su muerte. Su única certeza.

Pero volviendo al reality show, es llamativo cómo un libro que critica con severidad a los medios de comunicación y su manejo de la información con el fin de controlar a la población terminó sirviendo de inspiración para uno de los programas televisivos más exitosos de todos los tiempos.

George Orwell tenía razón. Indefectiblemente, siempre termina ganando el Gran Hermano.

Así empieza “1984″

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

El vestíbulo olía a legumbres cocidas y a esteras viejas. Al fondo, un cartel de colores, demasiado grande para hallarse en un interior, estaba pegado a la pared. Representaba sólo un enorme rostro de más de un metro de anchura: la cara de un hombre de unos cuarenta y cinco años con un gran bigote negro y facciones hermosas y endurecidas.

Winston se dirigió hacia las escaleras. Era inútil intentar subir en el ascensor. No funcionaba con frecuencia y en esta época la corriente se cortaba durante las horas de día. Esto era parte de las restricciones con que se preparaba la Semana del Odio. Winston tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de várices por encima del tobillo derecho, subió lentamente, descansando varias veces. En cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie.

Dentro del piso una voz llena leía una lista de números que tenían algo que ver con la producción de lingotes de hierro. La voz salía de una placa oblonga de metal, una especie de espejo empañado, que formaba parte de la superficie de la pared situada a la derecha. Winston hizo funcionar su regulador y la voz disminuyó de volumen aunque las palabras seguían distinguiéndose. El instrumento (llamado telepantalla) podía ser amortiguado, pero no había manera de cerrarlo del todo.

Winston fue hacia la ventana: una figura pequeña y frágil cuya delgadez resultaba realzada por el «mono» azul, uniforme del Partido. Tenía el cabello muy rubio, una cara sanguínea y la piel embastecida por un jabón malo, las romas hojas de afeitar y el frío de un invierno que acababa de terminar.

Afuera, incluso a través de los ventanales cerrados, el mundo parecía frío. Calle abajo se formaban pequeños torbellinos de viento y polvo; los papeles rotos subían en espirales y, aunque el sol lucía y el cielo estaba intensamente azul, nada parecía tener color a no ser los carteles pegados por todas partes. La cara de los bigotes negros miraba desde todas las esquinas que dominaban la circulación. En la casa de enfrente había uno de estos cartelones. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las grandes letras, mientras los sombríos ojos miraban fijamente a los de Winston.

En la calle, en línea vertical con aquél, había otro cartel roto por un pico, que flameaba espasmódicamente azotado por el viento, descubriendo y cubriendo alternativamente una sola palabra: INGSOC. A lo lejos, un autogiro pasaba entre los tejados, se quedaba un instante colgado en el aire y luego se lanzaba otra vez en un vuelo curvo. Era de la patrulla de policía encargada de vigilar a la gente a través de los balcones y ventanas. Sin embargo, las patrullas eran lo de menos. Lo que importaba verdaderamente era la Polilla del Pensamiento.

Quién era George Orwell

♦ Nació en 1903 en Motihari, una zona del entonces imperio británico que ahora pertenece a la India. Murió en Londres en 1950.

♦ Fue novelista, periodista, ensayista y crítico británico.

♦ Sus novelas distópicas Rebelión en la granja y 1984 lo consagraron a nivel mundial.

♦ También publicó Sin Blanca en París y Londres, Opresión y resistencia y Homenaje a Cataluña.

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