Leé gratis “La casa de Bernarda Alba”, la historia que Lorca no alcanzó a ver en escena y que la Argentina refugió

La obra teatral escrita por Federico García Lorca justo antes de que el franquismo lo asesinara se estrenó en Buenos Aires en 1945. Cuenta una historia de la España de principios del siglo XX y está disponible en Bajalibros.

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Federico García Lorca fue perseguido por el franquismo hasta su asesinato en 1936.
Federico García Lorca fue perseguido por el franquismo hasta su asesinato en 1936.

“En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Hacemos cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos”. Así, con estas palabras, Bernarda Alba se planta ante sus cinco hijas al principio de la obra de la que es el personaje principal. Acaba de quedar viuda por segunda vez y recuerda que, en esta, su casa, se hará lo que ella diga.

Y lo que dice es seguir la tradición de la España rural de principios del siglo XX. Oprime y es portavoz de la opresión. O tal vez, también, cumpla el rol de una madre que no dará aire a sus hijas tratando de protegerlas de un entorno ciertamente hostil.

La casa de Bernarda Alba, célebre pieza escrita por Federico García Lorca, fue estrenada en Buenos Aires en marzo de 1945 por deseo de la actriz y directora Margarita Xirgu, amiga de Lorca. Se sabía que en la España franquista el texto no podía estrenarse ni publicarse. Al poeta lo habían asesinado en 1936, unos meses después de que haberlo concluido. El libro, tal vez la obra más emblemática del gran poeta español y una de las referencias centrales del teatro escrito en castellano, puede descargarse gratis de Bajalibros.

Era un mundo duro y opresivo el que Lorca vivía y que describe tan bien en su obra. Bernarda, de buena posición económica, con cinco hijas, de entre 20 y 39 años, impone virginidad hasta el casamiento y aceptar el dominio masculino. “Eso tiene ser mujer”, dice. “Malditas sean las mujeres”, contesta Magdalena (30), quien sufre mucho el cruel destino impuesto. Todas igualmente son conscientes de la opresión en la que viven: “Nacer mujer es el mayor castigo”, reflexiona Amelia, la del medio. “Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen”, refuerza Magdalena. Bernarda, despiadada, contesta tajante: “Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”.

No sólo es dura con sus hijas, también lo es con María Josefa, su madre de 80 años, quien “perdió la cabeza”. La mantiene encerrada en su cuarto –escondida del qué dirán–.

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[“La casa de Bernarda Alba” se descarga gratis de Bajalibros clickeando acá]

A casarse

El control frente al mundo exterior; guardar las apariencias como sea. De eso se trata. Y esperar a un candidato adecuado para Angustias, su hija mayor, de 39 años, quien es la heredera de la fortuna de su primer marido.

El elegido, Pepe el Romano –personaje aludido en la trama pero que no aparece nunca– tiene 25 años, viene de una “buena familia” y siempre está acompañado por su madre. Bernarda lo acepta con sumo agrado.

Muy pronto, Angustias comienza lo que podría llamarse un noviazgo con Pepe. Se ven en la puerta, se hablan a través de la ventana. Todo vigilado por la atenta mirada de su madre, quien no permitirá que nada ocurra más allá de las palabras. La joven se arregla para verlo, coquetea. “¿Salir? Después de que te hayas quitado esos polvos de la cara –le ordena Bernarda–. ¡Suavona! ¡Yeyo! ¡Espejo de tus tías!”. Le quita violentamente con un pañuelo el maquillaje y entonces sí la deja ir.

En tanto, Adela, la hija menor, de 20 años, no solo se opone al luto impuesto por su madre y sueña con pasearse con su vestido verde por las calles. También puso sus ojos en Pepe el Romano. Para complicar aún más la situación, no será la única enamorada entre las hermanas: Martirio –quien le hace honor a su nombre– se fijará en el candidato, que a esta altura aparece como una especie de “liberador”.

La competencia entre las hijas, sorda y sutil, enseguida se activará. Y será precisamente Martirio quien, detrás de escena, marque los hilos. En una de las más recordadas puestas de esta obra –se hicieron como mínimo sesenta sólo en Buenos Aires, según el sitio especializado Alternativa.com– Vivi Tellas le otorga a Martirio el protagonismo de la historia. Interpretada entonces por la actriz Carolina Fal, esta hija aparece como quien desata finalmente la tragedia inevitable.

La actriz y directora Margarita Xirgu fue amiga íntima de García Lorca. Ella decidió estrenar "La casa de Bernarda Alba" en Buenos Aires en 1945. Foto: margaritaxirgu.es
La actriz y directora Margarita Xirgu fue amiga íntima de García Lorca. Ella decidió estrenar "La casa de Bernarda Alba" en Buenos Aires en 1945. Foto: margaritaxirgu.es

Es que la chica tiene dos escollos contra los que luchará: Angustias, la elegida para casarse por tener dinero, y Adela, la más enamorada, quien aparece como el espíritu rebelde dispuesto a franquear cualquier límite para conseguir a ese hombre.

Precisamente, en el segundo acto, Adela grita: “¡Yo hago con mi cuerpo lo que me parece! ¡Mi cuerpo será de quien yo quiera!”. La Poncia, criada y confidente de Bernarda, ya sabe que la niña se queda medio desnuda con la ventana abierta para que el galán la vea, y trata de apaciguarla: “Ya lo podrás tener tú… Angustias es enfermiza. Esta no resiste el primer parto. Entonces Pepe hará lo que hacen todos los viudos de esta tierra: se casará con la más joven, la más hermosa, y ésa eres tú. Alimenta esa esperanza, olvídalo. Lo que quieras, pero no vayas contra la ley de Dios. ¡Tanto te gusta ese hombre!”. Adela desafía: “¡Tanto! Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre”.

El retrato

Días después, Angustias se da cuenta de que el retrato de Pepe el Romano que guardaba bajo su almohada desapareció. Furiosa, trata de averiguar quién fue. Podría pensarse que justamente Adela, en su rebeldía, cometió el acto.

Bernarda quiere saber quién robó el retrato e increpa a las hijas: “Me hacéis al final de mi vida beber el veneno más amargo que una madre puede resistir”. La Poncia, siempre fiel, hace caso a su ama y busca en todos lados. Finalmente, lo encuentra entre las sábanas de la cama de Martirio. Al enterarse, Bernarda reacciona con violencia y hasta le pega con su bastón a su hija.

La chica dice que lo que hizo fue una simple broma a su hermana y Bernarda termina aceptándolo e incluso busca la paz entre sus hijas. “Ella no me quiere”, dice Angustias. “Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar. ¿Lo entiendes?”, le suelta su madre.

La última puesta exitosa de "La casa de Bernarda Alba" en Buenos Aires fue dirigida por José María Muscari. Verónica Guerman / Teleshow
La última puesta exitosa de "La casa de Bernarda Alba" en Buenos Aires fue dirigida por José María Muscari. Verónica Guerman / Teleshow

Angustias, sin embargo, duda de Martirio, y tampoco sabe que a sus espaldas Adela se está viendo con Pepe el Romano y que esos encuentros ya van más allá de un cruce de palabras a través de la ventana.

“Mujeres sin hombre”

El tiempo avanza y cuando todo parecía marchar camino a la boda, una noche oscura, una en que Pepe no vendría y todas se irían a dormir temprano, la hecatombe se desata. “Las cosas se han puesto ya demasiado maduras. Adela está decidida a lo que sea, y las demás vigilan sin descanso. Martirio está envenenada. Son mujeres sin hombre y en estas cosas se olvida hasta la sangre”, dice La Poncia.

Como un fantasma, Adela sale de la casa y va a encontrarse con Pepe el Romano en el corral. Al volver, es enfrentada por Martirio. Desafiante, admite que tuvo sexo con el joven: “Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el mérito que tú no tienes -le dice a su hermana–. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido a buscar lo que era mío, lo que me pertenecía”.

“Le quiero”, replica Martirio. Sin embargo, Adela impone su deseo: “Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado”. Está dispuesta a todo, a soportar el escarnio. Incluso admite que dejará que se case con Angustias mientras que ella estará en una casita cerca, donde él la verá cuando quiera.

“Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre en mi cuerpo”, le grita Martirio, quien, enceguecida, decide contarle todo a su madre. Llama a voces a Bernarda, en medio de la noche y le dice que su hermana se entregó a Pepe el Romano.

Bernarda siente entonces que la catástrofe se cierne sobre su casa. Descubre que su mundo, ese que construyó, ese que ideó para sus hijas, fue “manchado”. Sabe que habrá que guardar las apariencias de cualquier manera. Y, por desgracia, hará hasta lo imposible para cumplir con lo que las reglas sociales demandan. En el duro final, una vez que la tragedia ocurra, exigirá silencio.

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