No soy una persona propensa a las listas o a la jerarquización de los gustos. Nunca me resultó fácil -tampoco productivo- elegir un preferido, sea de lo que sea: ni libros, ni discos, ni películas.
Es por eso que no deja de sorprenderme la certeza y la convicción con la que varias veces me encontré a mí mismo hablando de La despoblación, de la argentina Marina Closs, como “mi libro favorito en lo que va del año”. Más aún si se tiene en cuenta que salió en el primer trimestre de 2022 y, a poco más de dos meses de terminar el año, todavía no hubo otro libro que lograra destronarlo o siquiera atinar a compartir el podio.
Editado por Blatt & Ríos, podría decirse que La despoblación está basado en hechos reales. Pero, a pesar de sostenerse con un andamiaje verídico, no calza a la perfección en la categoría de novela histórica. El acontecimiento central del libro es una hazaña real, digna de la Biblia o de un documental de Werner Herzog: un éxodo guayreño en el que 12 mil indígenas en 700 balsas viajaron río abajo por el Paranapanema y luego por el Paraná.
A comienzos del siglo XVII, el Guayrá, hoy perteneciente al estado brasileño de Paraná, era un paraíso en disputa. Los españoles habían conquistado la región y las misiones jesuitas afianzaban su influencia entre la población nativa con las reducciones en las que predicaban su cristiandad. Sin embargo, el dominio del territorio en cuestión no tardaría en pasar de los españoles a los portugueses gracias a las malocas de los bandeirantes y mamelucos, expediciones armadas que destruían las reducciones jesuitas y esclavizaban a los guaraníes.
En este contexto, La despoblación sigue al padre Antonio Ruiz y su fiel ayudante, el padre Jesús Maceta (los líderes de la reducción de San Ignacio, inspirados en personajes reales), en su encuentro con con Overá, un hermoso “joven de raza guaraní, de hombros anchos, cejas oscuras y pelo largo” que se presenta ante los dos religiosos como el “hijo de Dios”.
“Yo nací de un rayo de luz guardado nueve meses en un cántaro. Mi mamá no tengo ni mi papá. Soy hermano menor de Jesús y, como él, Hijo de Dios, muy amigo”, dice Overá ante el desconcierto y la rabia de los jesuitas. Su presencia será el puntapié para acentuar las diferencias entre colonos y nativos, en particular de su cosmovisión y sus concepciones de la religión y la naturaleza.
Acá, Marina Closs responde cuatro preguntas de Infobae Leamos, en las que habla sobre la influencia de la religión en su escritura, el proceso de investigación detrás de La despoblación, la habilidad de la realidad para escaparle a la ficción y por qué “la literatura es vieja por definición”.
-¿Cómo fue el proceso de investigación previo a la escritura del libro?
-Fue desordenado, accidental, quizá. A veces no sé hasta qué punto estoy leyendo para escribir y hasta qué punto escribo porque leí. La “investigación” tuvo una especie de momento sísmico, en el que me pregunté si todo lo que más me gustaba y sorprendía de lo que estaba leyendo iba a poder aparecer o no. El momento en el que uno cree que lo que parece ser la realidad no cabe en la ficción. No que la supera, sino que se le escapa casi, como por pura pequeñez, por pura minucia. Me refiero sobre todo a algunas cuestiones de la religión guaraní que me parecían fascinantemente intrincadas, pero no quería explicarlas. Solo quería que aparecieran.
-¿Qué influencia tiene la religión en tu obra?
-Yo me tomo la escritura y la lectura como espacios religiosos. Porque, a mí al menos, me permitieron querer ser yo misma (me religaron en el sentido de que me permitieron dejar de escaparme). No sé cómo llamarlo, pero es algo que en La despoblación aparece un poco en el personaje de Antonio Ruiz: una religión de la atención, de la fe en ser capaz de anotar hasta el delirio, hasta la pulcritud agonizante. Escribir me parece una manera de hacer que todo, lo terrible, lo pasajero, lo simple se queden y valgan la pena. Es una fe que uno confiesa con un poco de humor, pero solo porque en el fondo es insoportablemente seria.
-¿Hay algún otro periodo histórico o hecho concreto alrededor del cual te den ganas de escribir?
-Tengo debilidad por algunos personajes y episodios históricos. Parece que estoy magnetizada por la conquista. Hace años, escribí una novela sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Y estuve mucho tiempo tratando de escribir algo sobre la toma de Tenochtitlán (que finalmente no me salió). Creo que La despoblación parte de ese mismo intento de escribir una épica del fracaso. O una épica silenciosa de la supervivencia.
-¿Qué es lo que más te interesa de la escena literaria argentina actual? ¿Algún escritor o editorial que últimamente te haya llamado la atención?
-Suelo llegar un poco tarde a todo lo nuevo, sobre todo porque me encanta leer literatura vieja. Hasta creo que la literatura es vieja por definición y lo que hacemos ahora es tratar de convertirnos en futuros papeles viejos inolvidables. El presente siempre es una especie de campo de prueba. Interesante, obviamente; hormigueante, sí. Pero tratar de concentrarse demasiado en él a mí me resulta un poco desolador. Cada tanto encuentro algún libro nuevo que me da la sensación de que ya existe en algún lugar del futuro. Me pasó hace poco con Pablo Katchadjan y sus Tres cuentos espirituales.
Quién es Marina Closs
♦ Nació en Misiones, Argentina, en 1990.
♦ Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
♦ Escribió libros como La doncella aguja, El violín a vapor, Monchi mesa, La despoblación y una variación fantástica sobre la vida de Jesús llamada El pequeño sudario).
♦ Es una de las nominadas al premio Sara Gallardo 2022.
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