Marcelo Gallardo se va de River: tres libros para entender el método y la épica detrás del éxito

El DT anunció este jueves su desvinculación del club en el que creció como jugador y en el que se convirtió en un técnico inolvidable para la hinchada. Infobae Leamos seleccionó obras que permiten conocer su intimidad, su mentalidad de juego y su método de trabajo.

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Gallardo dirigió a River durante ocho años. Este jueves anunció que se va del club: conmoción y agradecimiento entre los hinchas. REUTERS/Agustin Marcarian
Gallardo dirigió a River durante ocho años. Este jueves anunció que se va del club: conmoción y agradecimiento entre los hinchas. REUTERS/Agustin Marcarian

“Es una de las decisiones más difíciles y sentidas”, dijo Marcelo Gallardo este jueves en la conferencia de prensa en la que anunció que dejará de ser el directór técnico de River Plate. Dijo también: “Vengo acá sobre todo a agradecer”, y se emocionó y dio las gracias a la hinchada del club en el que se crió como jugador de fútbol y en el que maduró como técnico.

“Ha sido una historia hermosísima”, dijo también en su conferencia de prensa. Hablaba el técnico al que los hinchas millonarios apodan nada menos que “Napoleón” y el que dirigió a River en el partido más importante de su existencia: la Final de Copa Libertadores que el equipo le ganó a Boca en Madrid, el 9 de diciembre de 2018, cuando el ciclo Gallardo llevaba cuatro de este total de ocho años que están a punto de terminar.

Este domingo River juega en el Monumental contra Rosario Central, el equipo contra el que Gallardo debutó como DT en un partido que sus dirigidos ganaron 2 a 0. Su gente -la que entre en el estadio, que será mucha menos que la que desea estar allí- va a despedirlo con la mezcla de agradecimiento y shock que se desencadenó desde que el Muñeco anunció su partida.

¿Cómo fue que Gallardo superó su propia condición de mito como jugador para volverse el técnico que terminó de devolverle a River la autoestima, golpeada tras el descenso a la B Nacional? Su crianza en el mismísimo club del que luego sería entrenador, la combinación entre sus condiciones como jugador y su mentalidad, lo aprendido de Bielsa y Sabella, el método que construyó para volverse un DT exitoso y la épica de su ciclo fueron algunos de los pilares sobre los que Gallardo construyó su propio camino hacia un éxito que terminó por mitificarlo.

De algunas de esas cosas, a través de la crónica, la entrevista y la investigación periodística, se ocuparon los libros que fueron publicados a lo largo de estos años en los que el DT estuvo al frente del plantel profesional de River.

Infobae Leamos preparó una selección de esas obras. Allí está Gallardo Monumental, biografía a cargo del periodista Diego Borinsky, que se ocupó de la biografía del Muñeco. Está también La final de nuestras vidas, el libro en el que el periodista Andrés Burgo, autor de otros textos como River para Félix y El partido, cuenta todo lo que tuvo que pasar para que los Millonarios le ganaran a Boca el Superclásico más importante de la historia de ambos clubes. Y está Millonarios de gloria, un libro en el que Juan Manuel Cuenca Martínez, hincha fanático del equipo de Núñez, repasa cómo fue que River se recuperó del peor momento de su historia de la mejor manera posible: construyendo el mejor momento de su historia.

Gallardo festeja con la Copa Libertadores que sus dirigidos le ganaron a Boca en la Final disputada en Madrid, en 2018.
REUTERS/Sergio Perez
Gallardo festeja con la Copa Libertadores que sus dirigidos le ganaron a Boca en la Final disputada en Madrid, en 2018. REUTERS/Sergio Perez

“Gallardo Monumental”, de Diego Borinsky

Pase y control constituyen los pilares del credo gallardista. “Nosotros hacemos hincapié en lo técnico más que en lo táctico -explica Hernán Buján-. Estamos convencidos de que si no tenés control y pase es en vano hablar de posesión. El objetivo de nuestros ejercicios es mejorar la calidad del control y del pase. Después, le agregamos otras cosas: la presión alta ante la pérdida, los desmarques y la triangulaciíon, pero la madre de todo es el control y el pase. Sin eso, no tiene sentido lo toro. Intentamos volcar lo que nos inculcaron Pando, Vairo y Pedernera”.

En esa dirección, el Muñeco conserva muy frescas las enseñanzas de sus viejos maestros: “Me cruzaba con Pedernera por los pasillos del club, te agarraba y de decía: ‘Nene, ¿probó hoy con el parietal derecho?’. A algunos no les gustaba. Decían: ‘Este viejo pesado...’ A mí no, a mí me encantaba. O si no te agarraba Martín Pando y te tenía pateando de zurda y derecha media hora contra una pared al terminar la práctica”.

Gallardo se nutrió de todos sus entrenadores, en especial de Marcelo Bielsa y Alejandro Sabella. “Pero mi mayor influencia es la forma de haber sentido el juego”, piensa. “Pase, control, apoyo, opciones y ayudarlos a pensar -enumera Marcelo, los objetivos de los ejericciios cotidianos-, que vean las cosas antes, que resuelvan de la mejor manera posible con anticipación. En un fútbol tan rápido y con tanta fricción, lo más difícil es pensar rápido, por eso buscamos simular situaciones reales de juego”.

Una de las virtudes de Gallardo es armar grupos fuertes que se unan detrás de un objetivo. Ya en Nacional puso a prueba cuán blindados estaban. Les fue regalando plasmas al plantel por objetivos cumplidos. En la recta final prometió un autoi si salían campeones. Con plata de su bolsillo. La única condición fue que no se enterara nadie. Si salía en los medios o algún dirigente le comentaba algo, se suspendía todo.

No le interesa pavonearse públicamente con su generosidad sino realmente motivar al plantel. Salieron campeones, se hizo el sorteo (papelitos en una bolsa, por eliminación) y el auto lo ganó el cuarto arquero, que se había sumado al plantel hacía dos semanas. Lo más destacado del caso es que Gallardo consiguió el compromiso de más de treinta personas para guardar un secreto.

“La final de nuestras vidas”, de Andrés Burgo

Había otro motivo para resignarse a lo peor y era una estadística que el biógrafo de Gallardo, Diego Borinsky, había tuiteado en medio de las finales, y que suponía una especie de garatnía de triunfo para quien convirtiera el primer gol. En los 15 supreclásicos que se habían jugado desde la asunciónd e Gallardo, y sin contar los 4 que terminaron 0-0, el equipo que anotó primero se había quedado con el triunfo 9 de 11 veces -y las otras 2 habían terminado en empate, el 1-1- de 2014 y el 2-2 de la idea en la Bombonera-.

¿Qué motivo había para creer, si además Boca había jugado mejor que River en el primer tiempo? ¿Y si al final no se trataba de justicia poética sino de puro excremento futbolístico? ¿Y si todo, hasta los triunfos de 2014, 2015 y la Supercopa en marzo pasado, se había tratado de una broma macabra? ¿Y si nuestro destino estaba definitivamente marcado y quedábamos condenados a cumplir el mito de Sísifo, el hombre que sube una roca por una cuesta empinada hasta que, a punto de alcanzar la cima, el propio peso de la roca lo hace caer, y así empeza a subir de nuevo, una y otra vez?

Sin embargo, aunque costar, aunque la final del mundo parecía haberse convertido en nuestro fin del mundo, había que aferrarse a los mismos arugmentos por los cuales habíamos llegado hasta el Bernabéu, incluso con 2 goles de desventaja faltando 10 minutos en Brasil: al espíritu competitivo de este equipo y a un último milagro de Gallardo. Porque así como un periodista de El Gráfico escribió en la década del 30 “Creo en Dios y en Bernabé Ferreyra”, en referencia a nuestro primer gran ídolo popular, yo no creeré en Dios pero sí creo en Marcelo Gallardo.

“Millonarios de gloria: tiempos de felicidad”, de Juan Manuel Cuenca Martínez

La ida de Ramón también nos dejaba a todos los hinchas con un gran dejo de orfandad. ¿Quién ocuparía su lugar? Según se informara desde la dirigencia, el elegido era Gerardo Martino, pero el entrenador, que venía de un paso no muy exitoso en el Barcelona, había declinado el ofrecimiento. Ante esta situación, la elección se decantó por un hijo de la casa, Marcelo Daniel Gallardo, situación que daría inicio al ciclo que más emociones depararía para el hincha de River a lo largo de su riquísima historia.

La elección de un exjugador del club es algo que no sorprende en River y que, de hecho, nos llena de orgullo. Es casi una ley no escrita ante la vacante en el bacno de suplentes que la primera opción sea un hombre del riñón del club, de esos que, como habitualmente se dice, conocen los pasillos del Monumental.

Para Marcelo Gallardo nada de lo que se iba a encontrar sería novedoso. Nacido y criado futbolísticamente en la cantera millonaria, llegó a Primera División a poco de cumplir los 17 años mostrando dotes de conductor natural, manejo, claridad y buena pegada. A los 18 años ya había sido convocado a la Selección Nacional como muestra de su precodidad. Quizás la mejor definición del Muñeco jugador la daría Daniel Passarellla al decir: “Gallardo entiende el juego”. ¡Toda una definición! ¿Qué significa esto? Simplemente saber qué hay que hacer y el momento en el que hay que ahcerlo. Elegir la mejor opción en cada situación.

Clarificar, ser simple y efectivo antes que lujoso. Hacer que el juego fluya con facilidad y que el equipo juegue al ritmo que le conviene. ¿Cuántas veces vemos jugadores de enormes condiciones técnicas que las desaprovechan por una mala lectura de juego o una elección egoísta? Ser un buen conductor requiere cabeza y condiciones. Gallardo tenía ambas.

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