El drama del último Médici: la decisión de las editoriales que conflictúa su carrera como escritor

Lorenzo de Médici es escritor y parte de una de las familias más conocidas del mundo. Las dificultades a la hora de publicar, la intención de usar seudónimo y la pelea por no convertirse en el biógrafo de su propia historia.

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Lorenzo de Médici no tuvo
Lorenzo de Médici no tuvo hijos, tampoco su hermano. Con su muerte terminará una estirpe de seis siglos.

“¿Qué mejor que un Médici para escribir sobre los Médici?” piensan los editores cada vez que Lorenzo se sienta en sus oficinas y les cuenta una nueva idea o les alcanza un manuscrito. Pero cuando esas propuestas no tienen que ver con la historia de su familia o él pide usar un pseudónimo, un nombre que no haga pensar en reyes, duques y papas, la negociación se vuelve más difícil.

“La gente piensa que mi apellido me abrió todas las puertas, pero no es así. O por lo menos no siempre”, le dice Lorenzo de Médici, desde su casa de Portugal, a Infobae Leamos. Con esa declaración trae un fantasma íntimo que va a aparecer varias veces a lo largo de la charla. Uno que no tiene tanto que ver con la historia de su familia como con la suya. Si es que acaso pueden separarse.

El apellido Médici creció en Florencia, Italia, de la mano de súper-estrellas de la historia del arte como Leonardo Da Vinci, Sandro Botticelli, Rafael o Donatello. Para unos fueron responsables y financistas del primer Renacimiento, para otros, sinónimo de poder y ambición. Los que sentaron las bases del modelo que años más tarde repetiría la mafia italiana.

"El Príncipe". Maquiavelo no lo
"El Príncipe". Maquiavelo no lo vio editado, ya que se conoció cinco años después de su muerte.

Lorenzo de Médici nació en enero de 1951 en Milán y aprendió de chico que un apellido podía pesar. Tanto que entre los 15 y los 23 años se lo cambió por el de su mamá, Irina Carrega Bertolini. Fue la mayoría de edad la que obligó a Lorenzo a recuperar el Médici. Lleva además el nombre de pila de su papá y de su antepasado más famoso, ese al que apodaron “El Magnífico” y que habría sido inspiración de Nicolás Maquiavelo para escribir su obra más conocida, El Príncipe.

Tenía sólo un año cuando él y su familia llegaron de incógnito a la Argentina perseguidos por el fascismo, una historia que Lorenzo compartió con Infobae en 2017. Escaparon de Italia luego de que su papá se negara a apoyar las llamadas “leyes raciales” que impulsaba Benito Mussolini. “Esta noche los van a venir a buscar”, les advirtieron el día que se fugaron, recuerda.

Cuando cayó Perón en 1955 los Médici dejaron Argentina y volvieron a Europa. Lorenzo vivió durante veinte años en Sitges, una ciudad cerca de Barcelona, y hace ya tiempo se radicó en Portugal. Su carrera como escritor comenzó con un libro que fue un éxito editorial: Los Médici: nuestra historia (Plaza y Janés, 2001), traducido a 17 idiomas y reeditado a comienzos de este año.

El primer libro de Lorenzo
El primer libro de Lorenzo de Médici acaba de ser reeditado a veinte años de su publicación: fue un éxito de ventas.

“La verdad es que yo siempre he conocido en mi casa autores, escritores. Durante años me habían dicho que debería escribir algo sobre mi familia, pero me rehusaba a hacerlo. Hasta que un buen día un editor me dijo que vaya tomando notas de mis recuerdos. Y eso hice”, cuenta Lorenzo sobre ese consejo que terminó convirtiendo en su primer libro. El cocktail era irresistible. Un Médici abría las puertas del castillo.

Durante los siglos XV y XVI la ciudad de Florencia era lo que París al siglo XIX o Nueva York al siglo XX. El Papa, una autoridad superior, la figura máxima de la época, el mismísimo Dios sobre la tierra: el hombre más poderoso del mundo. En ese entramado social es que la familia florentina logró poner tres papas Médici en el Vaticano en menos de cien años. Una historia construida a base de préstamos, arreglos y favores a cobrar cuando fuese conveniente.

“El libro de Los Médici tuvo muchísimo éxito, entonces mi editor me recomendó escribir una novela que tuviera como protagonista a un miembro de mi familia. Yo en aquel momento no me consideraba escritor, pero se me ocurrió que podía empezar a convertirme en uno. Fue así como escribí sobre la vida de Catalina de Médici, reina de Francia, pero vista desde el punto de vista de una empleada, de una sirvienta”, explica.

“A mí por ejemplo Lorenzo ‘El Magnífico’ no me interesa para nada. No me gusta. Catalina en cambio fue una mujer muy particular y de una extrema importancia para Francia. La gente se da cuenta de eso ahora. En su época fue muy maltratada, pero fue una reina extraordinaria. Los franceses son muy críticos, a todas sus reinas extranjeras las han destruido, desde Catalina a María Antonieta. Por eso yo quería mostrarla desde otro punto de vista y qué mejor que hacerlo desde la mirada de una sirvienta que está todo el día con ella, que ve lo que pasa y cómo se desarrollan las cosas”, dice sobre lo que fue La conjura de la reina (Planeta, 2004), su segundo libro.

Lorenzo de Médici asegura que
Lorenzo de Médici asegura que ya no tiene nada más para decir sobre su familia.

Uno de los pasatiempos preferidos de Lorenzo de Médici es sentarse en una terraza con un café y jugar un juego solitario: el de hacerse preguntas acerca de la gente que pasa. Un día vio a una mujer que se le ocurrió que se veía como la que 450 años atrás pudo ser una sirvienta de Catalina o al menos como él se la hubiera imaginado. Aunque ella nunca lo supo, se convirtió en protagonista de su historia. “Lo hice en varios libros, usar personajes que veo en la calle para estar más cerca de la verdad, describirlos como son y no inventarlos”, comparte con Infobae Leamos.

Pero el mundo editorial no tardó en ponerle condiciones. “Todos los editores, de todos los países, quieren que yo hable de mi familia. Es decir, no me ven como un autor, me ven como un Médici y es frustrante. Me ven como ‘El Príncipe’ y no como el escritor”, dice Lorenzo, que admite que ni siquiera a la hora de dar reportajes sobre sus libros logra sacarse esa mirada de encima: “Me doy cuenta de que cuando es la primera entrevista quieren hablar de mi familia y no de mis libros. Y está bien. Pero cuando llega la cuarta o quinta entrevista y siguen queriendo hablar de lo mismo, me molesta”.

-¿Y usar un pseudónimo?

-Lo he pensado, pero los editores no están de acuerdo y quieren que firme con mi nombre. Los entiendo también. Te aseguro que antes de una entrevista yo puedo adelantar las preguntas que me van a hacer, son siempre las mismas.

“Después del éxito del libro de Catalina me pidieron uno nuevo. Descarté entonces la idea de un libro de mi familia porque quería salir de ahí”, confiesa Lorenzo, que en 2007 publicó El secreto de Sofonisba (Ediciones B), una mala noticia para sus editores, que pretendían seguir explotando el “efecto Médici”. Pero esta vez la trama se basó en una ficción que tuvo como protagonista a la artista italiana Sofonisba Anguissola, considerada la primera mujer pintora del Renacimiento. Sin embargo no sería tan fácil abrirse camino.

La serie ítalo-británica que cuenta
La serie ítalo-británica que cuenta la historia de los Médici hizo que Lorenzo se volviera popular entre el público más joven.

“Cuando yo llegué a vivir a Portugal, acá habían publicado mi libro Los Médici. Le escribí entonces a la editorial que lo había hecho diciéndole que me gustaría que publicaran también mis otros libros en portugués y ni siquiera me respondieron”, recuerda Lorenzo. Pero esta vez el apellido jugó a su favor. Durante una reunión, al “último Médici” le presentaron al dueño de la casa editorial más grande de Portugal, que tras hablar con él esa noche, terminaría aceptando publicar su obra completa.

Hace pocas semanas, durante la Feria del Libro de Lisboa donde firmaba algunos ejemplares de la reedición después de veinte años de Los Médici: nuestra historia, a Lorenzo lo desconcertó que fueran en su mayoría adolescentes los que hacían cola frente a su mesa. “Estaba ahí y veía cómo los jóvenes querían sacarse fotos conmigo. No entendía del todo por qué”, admite, antes de compartir una explicación que no tardó en encontrarle a la escena: la televisión.

“Llegué a la conclusión de que llegan a mí por la serie televisiva y no por el libro. Porque la realidad es que la gente no lee más que antes”, sostiene con una sonrisa, refiriéndose a la producción italo-británica Medici: masters of Florence, protagonizada por Richard Madden (Robb Stark en Game of Thrones) y el actor estadounidense Dustin Hoffman (El Graduado, Rain Man), que puede verse por las cadenas RAI y HBO.

Lorenzo está de acuerdo con la idea de que existen “dos Lorenzos” y que “no se llevan bien para nada”. Sabe que no quiere convertirse en el historiador de su familia y que, a pesar del apellido Médici y lo que los editores puedan creer o vender, él no tiene nada para contar que no haya sido contado ya. “La vida de mis antepasados está tan documentada que es muy difícil encontrar algo que no se sepa”, dice, y recuerda una presentación en Galicia en la que incluso alguien del público le acercó documentos que desconocía.

Hoy Lorenzo de Médici tiene 71 años. Publicó ocho libros. Si tuviera que quedarse con uno elegiría el último, La palabra perdida (Espasa, 2016). Con su muerte y la de su hermano Carlo terminará una historia de más de 600 años, porque ninguno de los dos tuvo hijos. Un reproche, dice, que le han hecho los últimos veinte años. Para eso, guarda una frase en la que cree: “Si en los últimos 600 años se ha hablado de nosotros, se hablará otros 500 años con o sin descendencia”.

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