Cada mes de octubre se conmemora un año más de la muerte de Edgar Allan Poe, uno de los escritores más trascendentales de la literatura universal y uno de los representantes del llamado ‘género gótico’. Sus obras no han dejado de leerse y estudiarse, y pasará mucho tiempo antes de que alguien no reconozca el nombre del autor de El gato negro.
En 2022 se cumplieron 173 años desde aquella vez en que el escritor cayó muerto de forma misteriosa. Aún hoy no se sabe la razón real de su deceso, y eso es algo que engrandece su figura tanto tiempo después. Así como los personajes que retrató en sus relatos, el propio Poe se esfumó de este mundo.
A él se le atribuye la consolidación de la literatura gótica que, según la crítica, se originó en Inglaterra a finales del siglo XVIII, como un subgénero, o mejor, un apéndice del género de terror. Si bien inició con el autor inglés Horace Walpole y su novela El castillo de Otranto, en 1974, fue con Edgar Allan Poe, entre 1827 y el años de su muerte, que llegó a su máxima expresión.
El género tiende a mezclar la emoción los actantes con situaciones siniestras que desembocan en una suerte de terror placentero, que más que ahuyentar, atrae, tendiendo a la experiencia de lo sublime, aquello que va más allá de nosotros mismos. Esta característica es compartida con el movimiento romántico que se gestaba casi en simultáneo, o por lo menos intentaba surgir, en Francia y Alemania.
El género tomó fuerza en Estados Unidos e Inglaterra con las obras de Poe, a la cabeza, Mary Shelley, Lord Byron, Bram Stoker, Samuel Taylor Coleridge, Ambrose Bierce y Robert W. Chambers, entre otros nombres.
El nombre del género hacía referencia a los godos, inicialmente, pero después hizo referencia a la arquitectura de la época medieval de corte gótico, pues allí residía el romanticismo que terminó por hacerse popular en toda Europa. En las obras pertenecientes al género gótico, los espacios cambian constantemente en relación con las emociones de los personajes. El estilo es marcado por la descripción y la epistola como recurso narrativo.
Los escenarios suelen ser paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos, ambientados por ruidos extraños, especialmente durante la noche; imágenes de esqueletos, demonios... Según algunos críticos españoles y británicos, entre las características más puntuales del género gótico, especialmente en el terreno de la ficción, se pueden situar las siguientes:
1. Intriga ambientada en un escenario arquitectónico de corte gótico, a saber, un viejo castillo, un monasterio, un cementerio...
2. Atmósfera enmarcada en el misterio de una situación o guiada por el suspenso. Es aquí donde aparece lo sobrenatural.
3. Elementos ancentrales, y aquí suelen emplearse las maldiciones que pesan sobre un espacio o un personaje.
4. Emociones desbocadas. Los personajes son víctimas de sí mismos, de sus pasiones desenfrenadas. Generalmente, sienten pánico ante la posibilidad de verse afectados romanticamente.
5. Erotismo, y puesto que comparte características con el romanticismo, este es uno de los ingredientes claves.
Con Edgar Allan Poe el género no solamente se consolida sino que se reforma. El norteamericano establece nuevas características y le permite evolucionar. La novela gótica como la policiaca, siguieron y compartieron la misma línea evolutiva durante mucho tiempo, “como si el paso del tiempo no hubiera significado para esta literatura más que un cambio de escenario, de nombres, de contextos”, señaló el escritor Mempo Giardinelli, en 1996.
Junto a él, autores como Howard Phillips Lovecraft, Guy de Maupassant y el ya mencionado Ambrose Bierce, integran el panteón de los grandes representantes del género.
Puntualmente, la narrativa gótica vivió su gran momento entre 1765 y 1820, aproximadamente. Casi todos los autores que se consideran representantes del género también lo son del Romanticismo. A finales del siglo XIX, con la irrupción de la corriente del positivismo, el gótico se vio en la necesidad de sucumbir, de manera lenta y repentina, un poco como la muerte del mismo Poe.
El autor de El cuervo fue hallado en condiciones lamentables en las calles de Baltimore, el 3 de octubre de 1849. Parecía borracho, en estado de delirio, muy angustiado. James E. Snodgrass, su gran amigo, lo transportó al Washington College Hospital y se dice que allí murió, a las cinco de la mañana del domingo 7 de octubre.
Hay una leyenda, contada por varios escritores en aproximaciones biográficas del autor, que en sus últimos días hablaba todo el tiempo de un tal Reynolds. Hablaba de él y con él. Era su personaje en La narración de Arthur Gordon Pym.
El misterio no terminó ahí. Ni los informes médicos ni el certificado de defunción fueron hallados. Los periódicos de la época que documentaron el deceso de Poe informaron que se debió a una inflamación cerebral, que era lo que se decía cuando alguien se pasaba de borracho y terminaba intoxicándose. Hay teorías, sin embargo, que hablan, incluso, de un posible asesinato, por todo lo que enmarca el fallecimiento del escritor.
Su literatura prevalece hoy, no solo por su gran calidad, sino por todo lo que surge a su alrededor. De alguna manera, Edgar Allan Poe fue la fiel muestra de aquella frase que dice que todo escritor vive como escribe. Si fue así, qué pena por él, porque aunque geniales sus relatos, nadie merece una vida así.
SEGUIR LEYENDO: