El 2022 abrió con el natalicio número 140 de Virginia Woolf, la escritora británica más importante del Vanguardismo en Europa. Hoy, su obra sigue dando de qué hablar casi tanto como la primera vez, y puede que un poco más. No cabe duda de que es una de las grandes voces de la literatura universal.
Autora de obras tan notables como “La señora Dalloway” o “Las Olas”, entre muchas otras, su carrera literaria no solo estuvo volcada a la escritura. También fue editora, y una de las buenas.
En 1917, Virginia y su marido Leonard Woolf crearon The Hogarth Press, una pequeña editorial que se proponía renovar la literatura británica de entreguerras. Juntos la pusieron en marcha. Invirtieron en los cinco primeros años de aventura editorial un total de ciento treinta y seis libras, dos chelines y tres peniques, que cubrieron básicamente los gastos de imprenta, y así consiguieron consolidar un sello exitoso que les trajo numerosos beneficios hasta la muerte de Leonard en 1969.
Entre los libros que publicaron figuran algunos títulos de la misma Virginia. Los mencionados anteriormente y “Al faro”, entre otros. Destacan, además, “La tierra baldía”, de T. S. Eliot, y obras de autores como Katherine Mansfield, E.M. Forster, Clive Bell, Vita Sackville West y Roger Fry. Editaron también “Adiós a Berlín”, de Christopher Isherwood, y una antología de poesía española. Tradujeron al inglés la obra completa de Sigmund Freud, lo trabajaron a Reiner María Rilke y exploraron la literatura rusa de la época.
La editorial duró lo que tenía que durar y, durante esos años, Virginia Woolf creció como intelectual, al tiempo que alimentaba sus demonios. A su olfato de lectora debemos grandes obras de la literatura inglesa. La suya fue una apuesta arriesgada desde el principio: publicar mujeres en un entorno machista. ¿Una postura feminista? Quizá, o tan sólo fue la visión de una editora que se dio cuenta de que el mundo necesitaba otras lecturas, otras perspectivas. Y eso mismo lo defendió en su escritura, tanto en sus novelas como en sus relatos y ensayos.
“El suspiro y luego la risa, la melancolía y el humor, hacían que la gente lo quisiera, y él lo sabía, y el hecho de que lo apreciaran no había compensado la frustración, y si se aprovechaba de la simpatía que la gente le tenía (hacía largas visitas a las damas que le prestaban atención, largas, largas visitas), era con cierta amargura, porque nunca había hecho ni la décima parte de lo que pudo hacer y había soñado cuando era un muchacho en Canterbury” (’Juntos y Distantes’, en Cuentos completos. Seix Barral, 2022).
Leer a Virginia Woolf es para los lectores tan necesario como para los futboleros saber diferenciar entre Ronaldo el brasileño y Ronaldo el portugués. La metáfora no es nada poética, pero práctica sí. La cuestión, en últimas, es que la escritora británica es más que vital para todo amante de las letras. Sumergirse en sus novelas y en la finura de sus palabras es entrar en la mente de una mujer cuya época le era hostil, que rechazó hasta más no poder su realidad y terminó abrazando la muerte como lo que siempre supo que era, una vieja amiga.
A propósito de la efeméride de su natalicio, y no queriendo dejar de lado la oportunidad para hacer algo grande, la filial colombiana del Grupo Planeta publicó hace unos días, a través de su sello Seix Barral, la primera edición traducida e ilustrada en el país de aquellos dieciocho cuentos que Leonard Woolf reunió en 1944, tres años después de que la escritora se suicidara, bajo el título de A Haunted House and Other Short Stories. Se trataba de un proyecto en el que habían trabajado juntos, pero que no lograron llevar a término durante la vida de la autora.
Ahora, en 2022, estos cuentos recobran vigencia aquí, en este ejemplar maravillosamente ilustrado por Daniela Cuervo y diseñado por María Alejandra Bueno.
“Para mí fue un honor ilustrar los cuentos de esta autora que me ha interpelado tanto. Nunca había leído estos cuentos en particular. Siento que reúnen muy bien lo que era ella, su estilo, esa prosa que está tan llena de poesía. El trabajo fue muy placentero. La ilustración desde el collage supone otra forma de traducir el texto, de crear un puente y abrir otros universos. Lo que interpretas del texto y plasmas en una imagen da paso a otra forma de contar. Tuve varias reuniones con Alejandra, la editora a cargo del proyecto. Fue muy valiosa su mirada. Es una mujer con una mente muy abierta, muy receptiva. Te inspira a ir más allá. La sinergia con ella fue más que interesante. En realidad, fue maravilloso. También trabajé mucho con uno de los traductores, que era el líder del proyecto, y compartimos impresiones alrededor de cada uno de los cuentos. Fue muy útil como insumo”, destaca la ilustradora del libro.
“Los personajes de estos cuentos transitan un mundo que se hace infinito en hilos de pensamiento. Una pareja discute en una fiesta sobre quién tiene más bondad, quién entiende más la belleza. Una estudiante se sumerge en un trance imaginario que termina en un beso con su profesora de piano. Los movimientos de flora y fauna son los protagonistas de Kew Gardens mientras distintos grupos de personas pasan con sus problemas humanos de turno”, reza la contraportada del libro.
Respecto al trabajo que supuso este libro y la satisfacción de acogerlo, la editora a cargo, Alejandra Algorta, autora también del libro Nuncaseolvida, le comentó a Infobae:
“Creo que lo más valioso de esta edición es el trabajo colectivo. En todos los libros participan muchas personas, pero creo que en este fue especialmente importante ese trabajo de confianza y apoyo en los demás. El manuscrito llegó a Planeta en manos de Mateo Cardona, líder del colectivo Barbárika, después de haber sido discutido, diseccionado casi, por años, con el equipo de traductores. Lo que siguió fue, desde las traducciones, imaginar el libro. ¿Cómo hacerle justicia?¿Qué orden debían tener los cuentos? ¿Cómo se debía sentir el libro? Contactamos a Daniela Cuervo para que se uniera al equipo, porque más que necesitar a una artista que ilustrara, queríamos una traductora más, una lectora aguerrida de Woolf que pudiera traducir los cuentos en collages. El libro también pasó por el ojo impecable de Laura Navas, nuestra correctora, que supo cuestionar, revisar y uniformar cada decisión del lenguaje que había tomado el colectivo. Al final el libro tuvo las manos de tantas personas que quien brilla es Virginia Woolf, con su complejidad, con su relieve, con su magia”.
El colectivo Barbárika, perteneciente a la Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes (ACTTI), del que habla Algorta, trabajó estas traducciones en un taller que duró toda la pandemia. Catorce intérpretes se enfrentaron a las dificultades propias del estilo woolfiano, tratando de conservar su textura particular, sus inesperados cambios de voz, su sintaxis personalísima.
“Sabíamos que completar las dieciocho traducciones sería difícil y que si llegábamos a cumplir nuestro objetivo saldríamos transformados como lectores y traductores. Y en efecto así ha sido: puedo afirmar con certeza y no sin orgullo que el pequeño grupo de entusiastas que me secundó en esta aventura se ha convertido en una verdadera escuela de avezados traductores que ya cosechan sus propios triunfos profesionales y vuelan solos a gran altura, pero además en una entrañable comunidad de pares y amigos”, comenta Mateo Cardona, en cabeza del Colectivo Barbárika, en el prólogo del libro.
El resultado de este trabajo es una maravillosa traducción que honra el relieve propio de los cuentos de una de las escritoras más importantes de la literatura occidental. De repente, para aquellos lectores que apenas han oído hablar de la autora, que buscan acercarse a su obra, este volumen de sus cuentos completos pueda ser una buena forma de adentrarse en el universo de la escritora británica. Una vez adentro, ya nadie quiere salir.
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