La escritora francesa Annie Ernaux, la más reciente ganadora del premio Nobel de Literatura, es conocida por la prevalencia autobiográfica en su obra. Si bien comenzó su carrera abocada a la ficción, no tardó en volcarse a la literatura del yo o autoficción para hacer una meticulosa narración de los hechos más trascendentales -y los más nimios- de su propia vida.
Su complicada infancia entre una familia proletaria y un colegio burgués, el día que su padre intentó matar a su madre, su aborto en 1963 cuando en Francia todavía faltaba más de una década para su legalización, el Alzheimer de su madre, su propio cáncer de mama, sus amores, sus infidelidades y hasta sus idas al supermercado. Nada queda afuera de esta obra que, aunque a sus 82 años todavía se sigue expandiendo, puede leerse como un resumen de su propia vida contado en primera persona.
En español, sus libros fueron editados por Tusquets, Cabaret Voltaire y Milena Caserola, pero solo la monumental novela sobre su aborto clandestino, El acontecimiento, puede conseguirse en papel. Todo el resto de su vastísima bibliografía está agotada. Si bien las editoriales ya están tramitando las reediciones que se esperan, como pronto, para noviembre (con precios que irán de 4900 a 6800 pesos argentinos), los libros de Annie Ernaux pueden comprarse, en su versión digital, en Bajalibros a precios mucho más económicos.
“Los armarios vacíos”
Este es el primer libro de Annie Ernaux, publicado originalmente en 1974 por la editorial independiente francesa Gallimard. Aunque cronológicamente es una de las mejores formas de zambullirse en la extensa bibliografía de la laureada escritora francesa, esta novela se diferencia del resto de sus libros por una cuestión en particular: el uso de la ficción.
Conocida por la fuerte influencia autobiográfica en sus historias y su defensa de la dimensión política de la intimidad, en Los armarios vacíos, sin embargo, Ernaux todavía no escribe desde el yo, sino que camufla su vida bajo el manto protector de lo ficticio. El personaje principal, Denise Lesur, rememora sin vergüenza ni descaro los primeros años de vida, una infancia signada por su clase social, pero también el cambio de perspectiva que únicamente llega con los años.
En esta dura novela, la protagonista es una niña de padres proletarios. Su familia vive en un humilde barrio de Normandía y es dueña de un pequeño café-mercado. Para darle la educación de la que ellos carecen, sus padres deciden esforzarse sobremanera para mandarla a un colegio privado. Pero, a partir del contraste entre su familia de clase trabajadora y el ambiente burgués de su nueva escuela, la protagonista empezará a sentir desprecio, ira y hasta asco por sus padres.
Tal vez haya sido la honestidad brutal con la que Ernaux narra estos sentimientos -de los que la mayoría de las personas sentiría vergüenza o pudor- lo que la llevó a disfrazar su vida real con el personaje de Denise Lesur. Sin embargo, en sus próximos libros la autora se deshace de ese recurso y se adueña de su propia vida. El resto es historia.
“La vergüenza”
“Mi padre intentó matar a mi madre un domingo de junio”. El comienzo de La vergüenza es, sin duda, uno de los más duros y atrapantes de la historia de la literatura. En esta novela de 1997, Ernaux termina de afianzar su proyecto literario basado, por un lado, en la autobiografía y, por el otro, en la reflexión sobre la escritura como el mejor (y tal vez el único) instrumento capaz de interpretar la propia vida.
Como clave para leer tanto este como el resto de sus libros, la autora eligió como epígrafe una frase del escritor estadounidense Paul Auster: “El lenguaje no es la verdad. Es nuestra forma de existir en el universo”. Poco importa si lo sucedido en un libro se dio tal cual en la “vida real”. La magia de la literatura es transformar en realidad -tangible, palpable- aquello que se recuerda.
“La mujer que soy en 1995 es incapaz de penetrar en aquella niña de 1952 que lo único que conocía era su pequeña ciudad, su familia y su colegio, y que solo tenía a su disposición un léxico muy reducido. Y, ante ella, la inmensidad del tiempo por vivir. No existe una auténtica memoria de uno mismo”, escribe Ernaux, a sabiendas de que conceptos como “verdad”, “realidad” y “autenticidad” poco importan en la literatura.
“No he salido de mi noche”
A principios de la década del 80, la madre de Annie Ernaux fue diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer. Aunque en un comienzo la escritora se mostró reticente, tuvo que ingresarla en una residencia para ancianos en la que, casi a diario, la visitaba. Cada vez que Ernaux regresaba a su casa, fiel a su proceso de interpretar la realidad a través de su arte, volcaba todo por escrito.
“Necesitaba escribir sobre ella, sobre su cuerpo, sus palabras, el lugar donde se encontraba. No sabía que aquel periodo me conduciría hacia su muerte, en 1986. Al hacer públicas estas páginas, las revelo tal y como fueron escritas, fruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo. No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella, fuera del tiempo, de todo pensamiento. Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca”, escribe Ernaux en la contratapa.
Este libro de 1997 compila, intactos, todos esos textos con los que Ernaux trató de procesar la enfermedad de su madre, así como los cambios fundamentales que vienen con la orfandad. Estos temas ya habían aparecido en su libro de 1989, Una mujer, en el que reconstruye la vida de su madre. Pero la virtud de No he salido de mi noche surge de la plena comprensión de esos acontecimientos, claridad que solo puede aportar el tiempo transcurrido y el difícil, pero no imposible, acostumbramiento a la ausencia.
“El acontecimiento”
Cuanto más avanza la bibliografía de Annie Ernaux, más avanza también la narración de su propia vida. Mientras que sus primeros libros vuelven sobre su infancia y su relación con sus padres, la mayoría de los que publicó a comienzos del siglo XXI tienen como foco sus primeras experiencias como mujer adulta.
El acontecimiento, uno de los libros clave de la nueva ganadora del premio Nobel de Literatura, narra los difíciles meses finales de 1963 en los que, mientras estudiaba filología en la ciudad francesa de Ruan, descubre que está embarazada, una noticia que no recibió con alegría ni entusiasmo.
Faltaba todavía más de una década para que el aborto se legalizara en Francia gracias a la aprobación de la Ley Veil. Es precisamente la obligada clandestinidad del proceso la que desencadena la narración y la serie de problemas a los que Ernaux -autora y personaje principal a la vez- debe enfrentarse.
“No me parecía que mi cuerpo fuera intrínsecamente diferente al de los hombres (...). El hecho de que la forma en la que yo viví la experiencia del aborto, la clandestinidad, forme parte del pasado no me parece un motivo válido para que se siga ocultando”, escribe en El acontecimiento en en año 2000. A pesar de haber transcurrido ya un cuarto de siglo desde la legalización del aborto, todavía persistía sobre el tema un halo de solemnidad que tendía al mutismo. Ernaux, con su defensa de la dimensión política de la intimidad, fue una de las primeras escritoras francesas en tratar de arrebatárselo y hacer luz sobre algo que no tiene por qué ser una catástrofe ni una tragedia en la vida de una mujer.
“Mira las luces, amor mío”
Podría parecer que la prevalencia autobiográfica en la obra de Annie Ernaux tiene sus raíces en distintos hechos trágicos: los conflictos de la infancia, la violencia familiar, el aborto, la enfermedad y muerte de su madre. Pero la célebre escritora francesa también dejó que en su escritura se colaran los hechos más nimios y en apariencia intrascendentes para insuflarle cierta ligereza a su narrativa pero, a su vez, remarcar la importancia de lo imperceptible y de todo aquello que se resiste a ser captado más que por las miradas más atentas y entrenadas.
¿Y qué más banal y cotidiano que ir al supermercado? Para Mira las luces, amor mío, Ernaux llevó durante un año un diario de sus visitas al mercado Alcampo del centro comercial de Les Trois-Fontaines, en la región parisina. A sabiendas de que los supermercados nunca estaban presentes en las novelas, la autora se preguntó “cuánto tiempo necesitaba una realidad para acceder a la dignidad literaria”.
La elección de esta temática, según explica Ernaux, no fue al azar: “No hay espacio, privado o público, donde deambulen y se junten tantos individuos distintos: por edad, ingresos, cultura, origen geográfico y étnico, aparicencia (...). He visto la oportunidad de dar cuenta de la práctica real de su concurriencia, lejos de discursos convencionales y a menudo teñidos de la animadversión que provocan estos supuestos no-lugares y que no concuerdan en absoluto con mi experiencia”.
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