A Álvaro Vanegas, autor de una buena cantidad de libros, unas cuantas obras de teatro y series web, y de varios guiones para cortometrajes y largometrajes, lo conocen sus lectores por ser de los pocos que se ha tomado en serio lo de escribir a partir del terror, en un contexto en el que el género no ha conseguido acomodarse.
La literatura colombiana destaca, y lo ha hecho por varios años, por otro tipo de temas. Ni siquiera La mansión de Araucaima, la novela con la que Álvaro Mutis quiso hablar sobre el terror en la tierra caliente, consiguió hacerse entender de la manera correcta. Y si nos ponemos a repasar, los antecedentes son interesantes, pero al igual que ocurre con la ciencia ficción, que en su momento intentó salir a flote con René Rebetez como su defensor, el terror sigue abriéndose paso entre las letras nacionales.
(Vale la pena aclarar, de paso, que hoy la ciencia ficción en Colombia ya es acogida de otra manera, en parte gracias al trabajo de personas como Rodrigo Bastidas, Luis Carlos Barragan o Andrea Salgado).
Por furtuna, Colombia cuenta hoy con uno de sus representantes más insistentes, y probablemente de los pocos que ha resistido a la inclemencia del mercado editorial. Para él, la idea del renombre no es algo que pese, o las regalías que pueda generar con sus libros. Lo que vale es la historia misma, el género, que esculca en lo profundo de la conciencia humana, en el mal que yace en todos nosotros.
En algún momento, Vanegas señaló que escribe sobre aquello que se le va ocurriendo en el camino, y a medida que avanza en una narración, va tomando las decisiones necesarias para que el lector no se le vaya. Su concepción sobre lo que es literatura apunta a la compulsión, un compendio de sensaciones que, de una u otra manera, llegan a lo más profundo de los seres humanos, “una catarsis perpetua, maravillosa, que está en todas partes”, dijo alguna vez.
Los temas sobre los que se ha dedicado a escribir andan dispersos por ahí, solo necesita fijarse en los detalles necesarios para poder abordarlos. Eso es lo que comenta cuando se le pregunta por su inclinación al terror. Reconoce entre sus influencias al ya mencionado Stephen King, a Chuck Palahniuk (El Club de la Pelea, 1996), y a Douglas Coupland (Generación X, 1991), entre otros; autores todos norteamericanos que han permeado en sus intereses como narrador, por el estilo que manejan y su amplia relación con el cine.
En 2022, el escritor ha dado un paso más en su carrera literaria al publicar La sangre derramada, su novela más reciente, con la filial colombiana del Grupo Planeta.
304 páginas en las que se cuenta una historia de corte metaficiconal en la que un escritor poseido trata de escribir su nueva novela y un sacerdote pedófilo se enfrenta a los demonios de su pasado. Millones de víctimas se vengan de sus victimarios, y Jesús vuelve a la Tierra para perdonar nuestros pecados. “En esta obra de terror llena de sexo, violencia, exorcismos y venganza, Álvaro Vanegas lleva hasta las últimas consecuencias la noción de justicia”, reza la contraportada del libro.
En conversación con Infobae, el autor reflexionó en torno a sus temáticas y lo que significa la publicación de este nuevo libro.
— Un género como el del terror, que no ha sido tan usual en la literatura colombiana, de repente le ha permitido situarse con una obra sólida. ¿Por qué ir por allí?
— Siempre que me preguntan por qué terror, contesto lo mismo: yo no busqué al género, el género me encontró a mí. Desde muy peqyeño tuve la oportunidad de leer historias llenas de monstruos y creaturas espeluznantes, desde los cuentos recopilados por los hermanos Grimm, hasta las perturbadoras historias de Guy de Maupassant y Ambroce Bierce. A los 11 años vi una película llamada Alma Asesina, casi muero de miedo, pero, en medio de todo, la sensación me quedó gustando. Luego leí Misery, de King, y al terminar el libro me convencí de que algún día lograría hacer sentir a alguien más lo que sentí al leer ese libro, la llamada «paradoja del lector», querer terminar una historia y al mismo tiempo no querer terminarla nunca. Así las cosas, cuando me decidí a escribir, lo que me salió de las entrañas fue terror.
— De alguna forma, su trabajo en la escritura se ha tratado también de una labor de fomento de lectura, de educar en este género del terror. ¿Qué ha sido lo más difícil?
— Lo más complicado ha sido convencer a los lectores de que en Colombia también podemos escribir buenas historias de terror. Que aquí, en nuestro país, en nuestras ciudades y pueblos, también se pueden ubicar zombis, vampiros, demonios, brujas. Que el miedo está a la vuelta de la esquina, y que esas historias que amamos de King, Lovecraft, Poe o Saul, le pueden suceder a Laura, Sergio, Esteban, Ignacio; a esa persona tan cercana: al vendedor de dulces, al sacerdote del pueblo, al artista, al banquero, al portero del edificio, a la señora que vende empanadas, a la pareja de pensionados o al adolescente que ama TikTok.
— Esta nueva obra supone un paso más en su carrera literaria. ¿Le añade o le quita algo el hecho de publicar en una editorial “grande”?
— Añade un montón. Para bien o para mal, en apenas una semana desde su publicación, el nivel de aceptación y respuesta de parte del público se ha visto triplicado, tal vez más que eso. La labor de Calixta Editores ha sido, hasta el momento, impecable, pero es imposible tapar el sol con un dedo: por ahora, Calixta no tiene la fuerza y el cubrimiento que tiene una multinacional como Planeta.
— ¿De qué manera su propuesta se enmarca en el presente de la literatura nacional? ¿Cuáles son los precedentes?
— Cuando inicié, por lo menos que yo sepa, éramos muy pocos los que apostábamos en serio al género: Gabriela Arciniegas, Esteban Cruz, Carolina Andújar con su literatura gótica tan bien escrita y exitosa. Y claro, había libros enmarcados en el terror, pero eran esfuerzos aislados, de autores muy buenos, pero que no siguieron ese camino: Aitana de Germán Espinosa, o Ellas se están comiendo al gato, de Miguel Manrique. Ahora hay muchas más apuestas por la literatura de género, y específicamente en el terror, hay varios autores que vale la pena mencionar: Rodrigo Nocove, Santiago Vulestry, Iván Sánchez, Luis Suescún, Lina Correa y Pablo Concha, entre otros.
— ¿Es nuestra cultura lo suficientemente aterradora?
— Sin duda. Somos un país violento, eso es innegable. Y todos los días sucede algo aterrador. De hecho uso esos acontecimientos para mis historias, como una manera de hacer crítica y denuncia. Procuro que mis novelas se puedan disfrutar, que asusten, pero también pretendo que aquellos lectores que quieran hacerlo, encuentren un subtexto, una posición clara ante lo que sucede en nuestro país. Aquí te pueden matar por mirar mal a la persona equivocada, ¿qué puede ser más aterrador que eso?
Si algún lector andaba buscando algo de terror para leer, tiene que saber que el género sí tiene quien le escriba en Colombia, y ese es Álvaro Vanegas, que narra y asusta, con buen tino y gran registro.
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