Pese a no ser comercial, el cuento se mantiene altivo en su lucha por subsistir en el agresivo mercado editorial que, año tras año, dicta nuevas condiciones para los escritores y escritoras, y obliga a las editoriales a fijarse solamente en ciertos géneros y determinados tipos de libros con sus temas. En Colombia, si bien las dinámicas del mercado apuntan a esta tendencia, las editoriales independientes, y de vez en cuando los grandes grupos, deciden apostarle a los mal llamados “géneros menores”, en términos comerciales, y terminan dando a luz un prodigio de libro.
No sé si en el caso de este en particular se pueda hablar de un “prodigio”, pero sí es posible calificarlo de “acierto”, y no sorprende, en ese sentido, pues desde que iniciaron labores, los editores de Angosta no se han equivocado en casi nada. Al principio, era José Ardila el culpable (hoy uno de los nombres incluidos en el más reciente listado de los escritores con mayor proyección en Hispanoamérica de la revista Granta), ahora lo es Alexandra Pareja. Si bien el ojo es distinto, la agudeza se mantiene intacta.
El libro en cuestión fue escrito por un autor alejado por completo de los terruños literarios, al menos del círculo cultural que, en Colombia, es bien reducido. Nacido a mediados de los 80 en Bogotá y economista de profesión, Felipe Ordóñez ha entrado con buen tino por la puerta del frente de la literatura colombiana. Sus cuentos tienen un poco de todo y, a la vez, una buena cantidad de nada. Sí, de nada, porque a veces así es la vida.
En Parásitos sin importancia los personajes protagonizan situaciones cotidianas que suceden de manera singular, reza la contra del libro. “Una empleada doméstica es la mujer más de malas del mundo; un arquitecto deja su profesión para cuidar lotes abandonados; un secuestrado se siente a gusto en el cautiverio, desconcertando a sus captores; un contador aburrido con la vida toma acciones intempestivas para sorprender a su propio Destino; y un hombre dice tener premoniciones sobre su día a día que acaban por decidir la historia de su bebé”.
Si el libro publicado antes de este en la colección de ‘Ópera Prima’ sorprendió y gustó (La vida fue hace mucho, de Marita Lopera), este no tiene nada que envidiarle. Pocas veces un libro de cuentos logra sostenerse en todos los relatos. Este lo logra, y de qué manera.
“Seguramente al comienzo no lo iban a creer, como le pasó a mi tía, pero eventualmente seguirían adelante con su duelo. Posiblemente se arrepentirían de no habernos llevado a ese entierro al que con tanta urgencia tenían que ir. Pero esa culpa no les debería quedar tampoco por mucho tiempo, porque pues un niño nada tiene que hacer en un sitio como ese. Además, de haberme dicho que fuera, yo seguramente les habría dicho que no, porque estoy seguro de que cualquier muerto prefiere sin duda que lo dejen descansar en vez de molestarlo con visitas” (’El niño del más allá', en Parásitos sin importancia).
El escritor Daniel Bravo Andrade, autor de Niño Rata (Editorial Zaíno, 2022) dice sobre los cuentos de este libro que “son geniales, súper divertidos y narran de una manera muy peculiar el mundo de los subordinados, los ejecutivos, los invisibles, la base de la pirámide, los diminutos parásitos (...) Seremos muchos los que hemos enfrentado el aburrimiento de una reunión impertinente haciendo rayitas en una hoja de papel o inventando vidas posibles para las personas que nos acompañan. Este es un libro que opera mediante un procedimiento similar: busca la otra cara del fingido mundo laboral, la espera en una sala de espera, la tediosa pregunta por la muerte, etc., y construye en ese lado B de la realidad el espacio absurdo, divertido, reflexivo, singular, en el que se desenvuelven una serie de relatos. En este mundo al revés, los protagonistas de la historia son, por fin, los parásitos, esas personas invisibles y sin importancia que dejan de ser insignificantes para poder, a través de la literatura, convertirse en alguien. Aunque ahora están a merced de un destino aún más arbitrario y caprichoso: el del lector”.
Y respecto a aquello que los sorprendió en la editorial, Alexandra Pareja señala: “Al abrir el archivo y empezar a leer el libro de Felipe Ordóñez, pude darme cuenta muy pronto de que era un libro de Angosta, un clásico ejemplo de lo que buscamos publicar: gran talento literario que logra construir una poderosa estructura narrativa (una serie de cuentos de gran riqueza en su caso) con un ingenio maravilloso. En Angosta tenemos libros de cuento previos en el catálogo, por lo tanto sabemos bien el tipo de cuento que nos interesa: los llenos de autenticidad, brillo y fuerza narrativa. Parásitos sin importancia llega a completar ese grupo al que pertenecen La Corriente, Libro del Tedio y Lugares comunes demostrando que el lenguaje sencillo y cercano, unido a un trabajo consistente y pulido, da al cuento un atractivo único como género”.
Lo cierto es que los trece aquí incluidos, a lo largo de sus 189 páginas, además de darle un buen rato a los lectores, los dejarán también con la sensación de haber asistido a algo hermoso, porque sí, así es este libro, hermoso. Y es que la cuentística de Ordóñez permite recordar la esencia del género, sin ánimo de exagerar: todo se trata de la sencillez. No es necesario hablar de más para invitar a su lectura, allá llegará, de seguro, todo amante del buen cuento.
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