“Toda vida está conectada a otras vidas, Mara. Seguro que, de algún modo, lo sabés mejor que yo. Un árbol está conectado a un elefante, a un pájaro, a un cascarudo, a un humano, a un perro, a un humedal” se lee en Mara: apuntes sobre la vida de una elefanta (Fondo de Cultura Económica), un libro de Paula Bombara y Raquel Cané que desanda las huellas de una elefanta asiática que llegó a la Argentina durante la dictadura como parte de los tesoros de una familia circense, y cambió de manos y de capitales hasta la quiebra del Circo Rodas en 1995.
Mara y los demás animales quedaron abandonados en un parque y sobrevivieron gracias al cuidado de los vecinos, poco después la elefanta fue llevada al Zoológico de Buenos Aires dónde vivió hasta 2020, cuando fue devuelta a la naturaleza en el Santuario en Mato Grosso, en Brasil. La piel de Mara guarda el polvo de los últimos cincuenta años de nuestro país y es testimonio de tensiones, cambios y crisis sociales y culturales en relación al trato y el respeto animal. El de Bombara y Cané es un libro que conjuga ciencia, historia, identidad, poesía y memoria y obliga a pensar y volver a pensar en el modo en que los humanos nos relacionamos con los demás seres vivos.
Paula Bombara, que es una de las grandes escritoras contemporáneas pero es además bioquímica y comunicadora científica con un sólido y sostenido trabajo en investigación, literatura y discursos en torno a las infancias, tomó a su cargo la tarea de contar la vida de Mara desde la ciencia pero con el ojo atento a la emotividad que provoca la historia. Lo hizo con la complicidad y el compromiso narrativo y estético de la artista e ilustradora Raquel Cané, quien le dio cuerpo y expresión a la elefanta, colores y texturas a sus distintos entornos.
–¿Cómo surgió este libro?
Bombara: -Empezó por una invitación de Lola Rubio, editora de Fondo de Cultura Económica. Lo primero que hice fue empezar a buscar material, ver videos, leer, buscar fotos familiares, de las veces que llevé a mis hijos al zoológico. Se me activaron los resortes de la memoria, fui recorriendo mi historia y me encontré con mucha literatura, pero sobre todo con mis propias elecciones: Eleodoro, que fue de lo primero que yo escribí, es un elefante. Por otro lado me conmovió mucho que se llamara Mara porque mi personaje de La chica pájaro se llama Mara, y la elefanta sufre tanta violencia como mi personaje humano. Así que me sentí muy tocada en mi mundo personal con la invitación. Y cuando supe que Raquel se iba a encargar de ilustrarlo tuve plena certeza de que iba a ir por el mejor de los caminos. Con Raquel nos conocemos hace unos diez años, ella hizo la tapa de Lo que guarda un caracol y también de La desobediente. En este libro capta lo emocional del relato sin dejar de lado lo científico.
Cané: -Hablo del libro y del proceso y me emociono. Mara tiene la edad de Paula y mía y no es una casualidad, y Mara conquistó su libertad en un momento en que estábamos todos encerrados. Paula logró una voz narradora que se sostiene en la pregunta y esa falta de certeza lleva por lugares incómodos y angustiantes. Hay que poder transitar todas las incomodidades y yo, como ilustradora, tuve que encontrar mi hilo conductor. La pregunta de Paula era el motor, pero el hilo propio fue la soga, cuando encontré la soga encontré todo: las tensiones, los nudos y encontré también el color. Porque es un texto que recupera la ternura; ante el horror, la ternura.
–¿Cómo nació esa voz narrativa, ese tú que es Mara?
Bombara: -Lo más difícil fue meter la pregunta sobre cómo consideramos a los animales en nuestros códigos en lo literario. Ahí pensé que el texto fuera ordenado sobre todo en base a preguntas. La primera persona no me funcionaba y la tercera persona se me aparecía como muy distante, por eso empecé por hablarle a Mara. A partir de ahí me sentí cómoda, me resultó un lugar desde el que podía fluir. Le hablo a Mara que en definitiva debe comprender algunas cosas desde su sentir, desde su cuerpo…, y muchas otras no las debe comprender, porque son incomprensibles ciertas cosas que hacemos los humanos.
–¿Cuál fue la primera pregunta de esas muchas que aparecen en el libro?
Bombara: -La pregunta sobre el origen de Mara, porque se perdió el origen. Empecé por pensar en cuál habría sido su nacimiento porque ella nace en una situación -tal vez es fuerte ponerla en esta palabra que es tan propia de los humanos- pero es una situación de esclavitud. Mara es hija de una elefanta esclava. Pensé mucho en eso y busqué mucha información. La propia historia empuja a ponerte en el lugar de Mara y entender cuánto sufrimiento se le causó. Nosotros tenemos que hacer una autocrítica con respecto a los animales que viven con nosotros y lo que yo quería con este texto era no solucionar la inquietud. Porque la pregunta genera inquietud. Entonces el trabajo era no cerrar en una respuesta, sino que quedaran flotando las preguntas. Por más que Mara ahora vive en el mejor lugar que puede vivir hay que ser conscientes de que en el planeta ya no queda paisaje que no haya sido intervenido por los humanos. A veces pensamos en especies invasoras, como puede ser un virus, y la verdad es que la especie humana es la más invasora. De modo que los animales ya están corridos de sus hábitats naturales. Mara es testigo de todos nuestros hechos históricos, es víctima de ellos. Y el desafío del libro fue cómo escribir para que el lector se quede con la pregunta abierta y empiece a mirar su cotidianidad de otro modo.
–¿Se acuerdan de cómo veían a los elefantes de niñas?
Bombara: -Yo adoro a los elefantes desde siempre, desde Dailan Kifki. Lo primero que hizo mi mamá cuando yo llegué a Buenos Aires fue llevarme al zoológico. Yo tengo una cosa con las plantas y los animales que viene de mi bisabuela, ella y mi abuela fueron las personas que más me cuidaron en la infancia, en los momentos en que yo estuve más vulnerable. Mi bisabuela tenía una cosa de la cosmogonía mapuche con las plantas y animales que me transmitió. Mi educación fue entre los bichos. Cuando mamá, a los 4 años, me trajo Dailan Kifki -uno de los libros más conocidos de María Elena Walsh- encontré que esa chica, que lleva a pasear una planta y a la que le dejan un elefante en la puerta de su casa para que lo cuide, era quien yo quería ser de grande. Fue algo de lo que sentí cuando Lola me invitó a escribir, sentí que tenía la responsabilidad de contar esta historia. Porque Mara existe, Mara está en su santuario con sus nuevas amigas. Y hay mucho para contar.
Cané: -Cuando yo era chica e iba a Córdoba a visitar a mi familia, mis tíos me llevaban al zoológico y, si había algo que me deprimía profundamente, era eso. Tengo el registro de la angustia en el cuerpo. Lo mismo me pasaba con el circo, que a mi papá le fascinaba y a mí me generaba una depresión profunda.
–¿Algo de ese registro se coló en el libro?
Cané: -Creo que ya desde entonces tenía la percepción de que no solo se trataba del dolor del encierro sino de una migración permanente, un profundo desarraigo. Porque Mara representa no solo el encierro y el maltrato sino también la migración y la búsqueda de la identidad. Es una historia de mucha soledad. Yo creo que rescato sobre todo la soledad y el desarraigo y una furia que solo se puede manifestar contra el dolor, contra el impacto del dolor físico, que es una imagen que está en el libro. Y es loco porque cuando el que padece reacciona, la reacción lo cataloga como violento, cuando en realidad es la violencia infringida sistemáticamente lo que irrumpe. Creo que lo que atraviesa toda la mirada es la gran soledad y la abnegación. Mara es, en la imagen, una cosa enorme pero completamente frágil, es la que claudica ante un hombre pequeñito porque está sola.
“Todo lo que vivimos y nos afecta deja una huella en nuestra memoria. Esto también les pasa a los elefantes, en esto también nos parecemos. Por eso, al observar tus comportamientos, las y los especialistas coincidieron en que los años vividos junto a nosotros habían afectado tu identidad”, dice uno de los pasajes del libro. La narradora le habla a Mara que para entonces se preparaba para dejar el templo hindú en el que había vivido en el zoológico para ir a un lugar en el que pudiera recuperar su libertad, reaprender el mundo natural y vivir con otras elefantas.
Bombara, que entrevistó a Tomás Sciolla del equipo de cuidadores que se ocupó del traslado de Mara al Mato Grosso, cuenta que se trató de un traslado muy respetuoso de sus necesidades “porque, aunque ella estaba acostumbrada a los traslados de su época en el circo, se buscaba que este último fuera lo más amoroso posible, como una despedida de una etapa de su vida”.
Mara volvió a ser elefanta en un lugar en el que tiene suficiente espacio para caminar los kilómetros diarios que los elefantes necesitan caminar, “agua para jugar y montículos de tierra para empolvarte entera”, dice el libro.
La vuelta a la tierra que, cuenta Cané, fue una de las cosas que eligió para el tratamiento estético del libro “porque los elefantes se bautizan con tierra, ellos se bañan en tierra y es como enraizar. Es algo muy hermoso”.
Mara: apuntes sobre la vida de una elegante, tendrá su presentación en la librería del Fondo (Costa Rica 4568, Buenos Aires) este martes 4 de octubre a las 18:30. Bombara y Cané compartirán mesa con Sofía López Mañán, fotógrafa e integrante del equipo que acompañó a Mara hasta el Santuario. Para ellas este libro abre una conversación sobre la revalorización y concientización acerca del respeto que hay que tener con la vida natural. “Porque todos tenemos el mismo derecho a existir”, concluyen.
Quiénes son las autoras
♦ Paula Bombara nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1972. Es escritora y bioquímica. Es autora de El mar y la serpiente, Lo que guarda un caracol y Ciencia y Superhéroes, entre otros.
♦ Raquel Cané nació en Santa Fe, Argentina. Se formó como diseñadora gráfica y se dedicó justamente al diseño de revistas y libros. Es autora de álbumes como Sopa y El libro del miedo, entre otros.
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