¿Cuánto va a influir Putin en el Premio Nobel de Literatura?

Muchas veces la Academia Sueca parece responder a lo que ocurre en lo social y político. ¿Señalarán ahora a Europa del Este? ¿Mirarán otros conflictos, otros movimientos como los de Irán o Cuba? Algunas posibilidades y candidatos.

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  Vladimir Sorokin. Un
Vladimir Sorokin. Un disidente ruso.

Mi colega -y amiga- Hinde Pomeraniec me alerta: ojo que puede ganar Mircea Cartarescu. Casi ni hace falta que diga qué es lo que puede ganar: este jueves se anuncia el Nobel de Literatura y los periodistas vamos tratando de pescar indicios en el aire.

El nombre de Cartarescu hace años que está en danza para el Nobel. ¿Qué pasa ahora de nuevo? Es rumano, viene de ganar el premio FIL de la Feria del Libro de Guadalajara y como la región está que arde las miradas apuntan hacia allí. ¿En qué anda Vladimir Sorokin?, me pregunto. El escritor ruso saltó al mundo en 2006 cuando escribió El día del Oprichnik, donde habla de un futuro cercano en el que el zarismo ha sido restaurado y el Estado manda a sus muchachos a tener las cosas en orden en Moscú.

Sorokin se ocupó de hablar de la represión en la Rusia del siglo XXI. Por esas cosas de la vida salió de su país unos días antes de la invasión a Ucrania y no volvió: el New York Times cuenta que “ha calificado a Vladimir Putin de ‘monstruo’, poniéndose en una posición precaria después de que Putin calificara a los rusos que se oponen a la guerra de ‘escoria’ y ‘traidores”.

Podría ser un perfil para que la Academia Sueca deje clara su oposición a la invasión, ¿no?

Pero las cosas no suelen ser tan directas en el mundo del Premio Nobel de Literatura. El año pasado -¿se acuerdan?- lo ganó Abdulrazak Gurnah, un africano que vive en Inglaterra hace mil años y que habla de lo difícil de la inmigración, de lo dificilísimo de la integración y, sobre todo, deja constancia del camino y la cultura que llevaron a Gran Bretaña quienes serán los padres, los abuelos de jóvenes europeos que todavía no nacieron. ¿Respondía directamente a los diarios de 2021, todavía sacudidos por la pandemia y el desgarro por el asesinato de George Floyd en Estados Unidos en 2020? Mmm no exactamente. Pero tampoco nada que ver.

Así que hacemos cuentas los periodistas. Podría ser un ruso disidente pero ¿no le toca ya a un latinoamericano? (El último fue Mario Vargas Llosa, en 2010). O más bien a una latinoamericana. ¿Elena Poniatowska? La mexicana -¡y de familia polaca!- es autora de una obra deliciosa como Hasta no verte Jesús mío, donde recoge el habla de las mujeres del pueblo en épocas de la Revolución Mexicana de 1910. Poniatowska se basa una historia real y partió de una entrevista: la escritora es periodista y fue pionera en eso de volver literatura lo que sale en los medios.

Abdulrazak Gurnah y uno de
Abdulrazak Gurnah y uno de sus libros. (REUTERS/Henry Nicholls)

En ese sentido, su obra mayor es La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral. Que cuenta la matanza a estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Ciudad de México. Rápida de reflejos, la Poniatowska periodista tomó su grabador y salió a hablar con los protagonistas y sus familias. El libro es un entramado de voces. Muchos años más tarde Svetlana Alexievich, la autora de un trabajo similar -Voces de Chernobil, imperdible- recibió el premio de la Academia Sueca.

La realidad social latinoamericana registrada en libros, puede ser. Pero ahí ¿no tiene unos porotos más Leonardo Padura, un crítico del régimen cubano que sin embargo nunca abandonó la isla? En Cuba ya se consolidaron las protestas de artistas, al punto que se volvió un éxito Patria y vida, una canción que desafiaba: “¡Ya no gritamos Patria y muerte, sino Patria y vida!”. Sin mudarse de su barrio, Mantilla, Padura le dio voz al diverso, multigeneracional exilio cubano en Como polvo en el viento, donde retrataba con cierta amargura el devenir de su generación, que nació con la Revolución Cubana.

Ahora, en Personas decentes, su última novela, el autor cuenta, subraya, sufre la represión cultural de la isla. Vidas arruinadas, dice. Artistas desperdiciados. Sus personajes siempre están del lado de esos que perdieron. ¿Es esa obra la que cuenta un fin de época?

Fotografía que muestra al escritor
Fotografía que muestra al escritor cubano Leonardo Padura mientras habla en entrevista con Efe, en Ciudad de México (México). EFE/Mario Guzmán/Archivo

¿Qué otras cosas vienen pasando? La aparición -y, Brasil mediante, el afianzamiento- de la derecha-derecha. Unas fichas para Michel Houellebecq, que viene registrando los movimientos políticos y culturales en la Europa de los últimos años.

En Sumisión un partido de ultraderecha tiene posibilidades de ganar y, para evitarlo, el Partido Socialista y el sarkozysmo apoyan a un partido islámico. Derecha e Islam tenemos, mientras ahora mismo Irán se levanta por el asesinato de una mujer detenida por la Policía de la Moral -¡Policía de la Moral!- por no llevar “correctamente” el velo islámico.

“El objetivo de Houellebecq es desenmascarar las mañas del progresismo y sus contradicciones: ¿cómo conciliar ecologismo y consumo? ¿cómo armonizar un hedonismo descarado y los deseos de un mundo más sustentable?”, escribía Walter Romero cuando comentaba Aniquilación, la última novela del francés. En las apuestas -sí, hay apuestas sobre el Premio Nobel Nobel de Literatura- Houellebecq pica en punta.

Elena Poniatowska. Mexicana y descendiente
Elena Poniatowska. Mexicana y descendiente de polacos, del periodismo a la literatura.

Le sigue -las apuestas laten con el presente- Salman Rushdie. Claro, podríamos ligar a Rushdie al levantamiento en Irán y, si se cala más hondo, con apuestas culturales como la de Emiratos Árabes, que organiza una fuerte Feria del Libro. Un premio al autor que había sido condenado a muerte por un ayatola en 1989 -y que fue atacado a cuchillazos en agosto en Estados Unidos- también podría ser leído como un parate frente al extremismo y la vuelta de los talibanes a Afganistán. Pero ¿tan pegado a un hecho resonante?

(Y ya que dijimos Brasil por qué no Chico Buarque, con sus letras profundas y sus bellas novelas...)

Claro que todas estas consideraciones, que nos suelen gustar a los periodistas, no incluyen la literatura. Que, entiendo, se da por descontada. Partiendo de la buena literatura ¿qué mira la Academia Sueca?

Cada año es una sorpresa.

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