Es un día para protector solar, ropa liviana y anteojos oscuros. En las inmediaciones del Centro Cultural Recoleta hay turistas extranjeros, vendedores de ferias, grupos de amigos y parejas: llegó la primavera. Y en el Centro Cultural llegó también el Filba, festival que durante cinco días reúne autores, lectores, artistas y gestores culturales en casi sesenta charlas, lecturas, paneles, talleres y actividades varias que se libran en salas, patios auditorios o en la terraza.
A las once de la mañana, un contingente ingresa en el Centro Cultural Recoleta. Algunos van al taller de biografía dictado por el escritor chileno Diego Zúñiga, y otros van al museo. Como saben los fanáticos del evento, en el FILBA todo está milimétricamente calculado. Los programas se encuentran en folletos de papel y en el sitio web, y decenas de voluntarias orientan a los visitantes con horarios, material impreso y coordenadas geográficas de cada evento. Solo hay una cosa que la organización no puede controlar: el tiempo. Y hoy, sábado 1 de octubre de 2022, está soleado.
Diego Zúñiga: cómo contar una vida
La sala donde se dicta el taller de biografía es muy luminosa y hay un dispenser de agua. Como es tradición, los talleres del FILBA se dictan a la mañana por escritores consagrados y tienen cupos limitados. Zúñiga, de pie, habla. Habla de su experiencia como biógrafo de la escritora chilena María Luisa Bombal y de los problemas a los que se enfrenta quien emprende la tarea de contar una vida.
“Al escribir una biografía, es muy tentador creer que la vida va a explicar la obra del artista”, señala. Afuera se escucha el cantar de pájaros. Adentro, unas diez personas toman nota alrededor de una mesa roja. “Mientras vamos pensando en el proyecto, surgen obstáculos que no deben pensarse como obstáculos, sino como límites”, dice, y después: “A la hora de seleccionar los hitos importantes de una vida, no hay que pensar en los momentos obvios, como el casamiento, la muerte del padre o la recepción de un premio importante, sino en otros que resulten inesperados”.
Hay algo de inmersión en este FILBA. En el mismo edificio funciona el museo del Centro Cultural, de modo que algunos de quienes recorren las instalaciones son personas que ya buscaban el encuentro literario, mientras que otra parte llega por decantación: terminan en el FILBA sin darse cuenta, y cuando se quieren acordar están acostados en una colchoneta, escuchando al torrencial Iosi Havilio en 1590. Niech zdechną nowelistiści!, una lectura de tres horas ininterrumpidas de la que este cronista de Infobae Leamos no pudo salir del todo indemne.
Un paseo literario
A las tres de la tarde, unas sesenta personas esperan en el Parque Rubén Darío, frente a la Facultad de Derecho. Están bajo un árbol gigante –se cree que es un gomero– dispuestos a empezar un recorrido literario bajo la guía de Santiago Llach. En el programa figura como Recorrido-Taller. Caminar y escribir.
“Yo opongo la escritura, que es quedarse quieto, a caminar, que es moverse”, dice Llach a Infobae Leamos. “Hay toda una tradición cultural de personas que han caminado y personas que han caminado y escrito. Ya sea por la naturaleza, como Thoreau en el bosque, o Baudelaire y la figura del flâneur que se pierde en la ciudad. En la caminata hay algo de perderse, de salir afuera y buscar inspiración, opuesto a la escritura, que ocurre en un encierro”.
La idea es dar cuenta de los dilemas a la hora de escribir: ¿debe aparecer lo personal en la escritura?
Hay adultos mayores, de mediana edad y, sobre todo, jóvenes. Abundan las gorras y anteojos de sol, algunos están con la bicicleta, una mujer vino con su perro. Muchos tienen cuadernos. “La propuesta es pasarla bien un rato, contar esta tradición de caminantes y gente que explora y escribe, e invitar a la gente a escribir en medio de una zona de la ciudad, mientras les vamos contando un poco de la historia de Recoleta. Después les propongo viajar al pasado y escribir algo relacionado a la gente que ha pasado por esta zona”.
En las palabras preliminares, Llach habla del barrio, cuenta que el Museo de Bellas Artes era una sitio donde se saneaba el agua del Río de la Plata. La idea es dar cuenta de los dilemas a la hora de escribir: ¿debe aparecer lo personal en la escritura? Junto a ella, una consigna para escribir en el momento. El recorrido físico empieza con unas cien personas que se mueven en conjunto, como una ameba, desde la plaza Rubén Darío hasta el monumento a Bartolomé Mitre.
“¿Sé adonde voy? O me pierdo?”, dice Llach con un parlante portátil para que escuchen todos. La pregunta es válida para la escritura y para los paseos. Estamos en el monumento a Bartolomé Mitre y la metáfora entre caminar y escribir echa raíces como los árboles que nos rodean. Desde el mirador se ve un paisaje más completo de la zona; la Facultad de Derecho, una parte del río, la avenida Libertador, la gente que camina a lo lejos, en miniatura. Este cronista, infiltrado en el paseo, se formula una pregunta análoga y distinta a la vez. La anota en un papelito que guarda en el bolsillo trasero del pantalón: ¿Sé adónde va esta crónica?
Algo supuestamente divertido que nunca volvería a hacer
Un escritorio, dos manzanas, cuatro botellas de agua mineral. En la sala Código Lux, unas diez personas están tiradas en colchonetas, una chica duerme. El escritor Iosi Havilio, autor de las novelas Opendoor y Pequeña Flor, lee una novela inédita de 1.590 capítulos durante más de seis horas ininterrumpidas. O al menos eso dice el programa. ¿Lo logrará? Al llegar, este cronista escucha: 224: un demiurgo hermafrodita dice: la felicidad se construye con pocos y de a poco. Afuera la gente pasa, algunos se asoman. La asistente de la puerta explica heroicamente de qué se trata y muchos huyen despavoridos. Otros entran. 235: hay heridas que no se les niegan a nadie.
La lectura oral de Havilio tiene una fluidez caótica difícil de abandonar. Este cronista quiere huir, pero ya no puede: se sabe atrapado. La experiencia es wallaciana. El epíteto es por David Foster Wallace, quien escribió La broma infinita, novela titánica que ni siquiera quienes la consideran su libro preferido –por ejemplo, este cronista– han logrado terminar. El exceso, el desborde y la enumeración arbitraria son la materia de la que están hechos el texto de Wallace y el de Havilio. En una comunidad literaria regida por el estilo Marie Kondo, donde prevalecen la parquedad y la depuración, la propuesta haviliana es irresistible. 250: un dedo en mal estado produce fascinación. Las ventanas están teñidas de colores, y no es casual: al salir de la sala, el mundo sigue modelado por los colores lisérgicos.
Vamos a quemar a la terraza
En la terraza hay colchonetas y reposeras, estantes de libros, gente practicando algo parecido al yoga. El sol de las cuatro de la tarde todavía es ofensivo. Hay ancianas que scrollean en sus redes sociales, chicos con camisas floreadas, parejas que leen, con sus cuerpos encastrados, en las colchonetas de colores.
Contra la pared, la mexicana Jazmina Barrera y Damián Huergo leen a los asistentes del festival fragmentos de libros. La lectura uno a uno es un clásico del Filba que se renueva con autores siempre distintos, y que de algún modo recrea la intimidad de la lectura. “Está buenísimo conocer a un autor y que te lea algo, yo no tenía idea de qué me iba a leer Jazmina Barrera, no conocía ni el autor ni el libro. Me dijo que ella lo estaba leyendo ahora, no lo había terminado”, explica a Infobae Leamos Federico, de 49 años.
En el centro de la terraza está la Biblioteca Abierta, un espacio para entregar libros y llevarse otros a cambio, o sencillamente tirarse a leer. “Hoy vine temprano para las lecturas uno a uno y para intercambiar algunos libros en la Biblioteca Abierta. Es una actividad que hice otros años y me gusta”, cuenta Federico. “Me gusta aprovechar estas movidas gratuitas, también voy a la Feria del Libro y a la FED”. Para el trueque, trajo libros de la colección Página 12, el Martín Fierro, el Juguete Rabioso, de Roberto Alrt, porque lo tenía repetido, y El proceso de Franz Kafka. Ahora está leyendo Hojas de Hierba, de Walt Whitman, y El viaje inútil, de Camila Sosa Villada.
A las 18 hay un panel titulado Lectura + Bordado. En Cadena. Participan Jazmina Barrera, Alma Estrella, Sebastián Báez y Sebastián Hacher. La propuesta es que cada uno lee un texto mientras el resto se entrega a la tarea textil. Abundan los cruces entre escritura y tejido: “Si bordo letras, ¿estaré escribiendo?”, se pregunta Alma Estrella, quien además cita a Héctor Libertella (“Liber-tella, amo ese apellido”).
Este cronista comprueba que quienes se dedican al tejido gustan de los juegos de palabras. “Yo hago collage textil, pero acá hice un collage textual”, dice el misionero Sebastian Baez. Su propuesta consiste en cruzar el castellano y el guaraní: “En estos ponteros, reloyos de sal que van manchándose”, lee, y más adelante: “Ñandu, ñandutí, telaraña”. Sebastián Hacher leyó un texto de su migración del campo a la ciudad durante la pandemia y continuó la metáfora del bordado (“cuando la aguja sale del lado de la figura, es un pez que emerge en la superficie y enseguida busca donde zambullirse”). Por su parte, la joven Jazmina Barrera leyó fragmentos de Punto Cruz, su último libro, que desde hace días circula entre influencers, bookstagrammers y lectores jóvenes.
Otras actividades en la terraza son el Cadáver exquisito, donde los visitantes se sientan en un escritorio y continúan el texto del predecesor, e Ilustración en vivo. Un logo para tu causa de Julia Barata, autora de Familia, Gravidez, y Quotidiano de luxo. Allí, el participante le dice a la dibujante portuguesa “una causa”, y ella improvisa un dibujo. Infobae Leamos fue el primer participante y se llevó el feliz dibujo de una biblioteca.
“Todos los años venimos”, dice Eugenia, de 21 años, a este cronista. “A mí me sorprendió el intercambio de libros, porque suelo hacerlo en una página que se llama Pila de Libros, pero acá era mucho más fácil”. “Hay gente que dejó libros muy buenos, se nota que le interesaba la idea de intercambiar”, suma Paula, su novia. Ellas trajeron novelas juveniles y poemarios, lecturas de la adolescencia. “Tomé este libro de John Steinbeck, La perla, que se utiliza para enseñar ética a los chicos en Estados Unidos”. También se llevan a Martín Rejtman, Martín Caparrós y Fernando Vallejo.
“Queremos invitar a la gente a que se acerque a este tipo de festivales, cuando lo conocés te das cuenta de que es un festival muy lindo”, termina Paula. Por su parte, Eugenia dice: “Yo creo que tendría que tener más difusión en la calle, porque solo se difunde por redes sociales, y a mucha gente el algoritmo no se lo muestra”.
Pedro Mairal: lectura en vivo y nuevo libro
Está sentado en el escenario, solo hay una mesa y él. El espacio se llama La capilla, y de hecho hay en el aire algo monástico, el sonido tiene una reverberación medieval. “La angustia estaba ahí. Creíste que era un buen día, y quizás lo fue. Salieron bien algunas cosas en la redacción [...]. En el departamento, tu gato, tus plantas y un poco de ropa para poner a lavar. Todo quieto, todo calmo. ¿Dónde estaba la angustia agazapada, entonces? Después de cenar, abriste la caja de pandora de tu laptop”, lee Pedro Mairal. El auditorio catedralicio escucha con atención absoluta. Más allá del eventual carácter autobiográfico, cada texto produce el efecto y el interés de una confesión. Al terminar cada texto, Mairal se repliega en la silla como quien lo ha dicho todo.
“Hay algo de testear los textos y ver cómo me siento leyéndolos”, cuenta el escritor a Infobae Leamos. “Es muy raro, hoy sentí que uno de los textos generaba una tensión, esa tensión tiene que ver con cierta intriga pero también con algo que se va acumulando. Es algo que me interesa mucho hacer; generalmente lo hacés en fragmentos de una novela, en cuentos cortos. Es como un arco que se tensa, y en la última línea suelta la flecha. Eso sirve mucho testearlo con el público, porque sentís el silencio, la tensión de los otros. Probar un texto y leerlo tiene algo de los standuperos: no se puede hacer stand up sin público, y los textos siempre dependen de un otro, así que me encantó hacerlo. A veces, los textos a los que les tenías menos fe son los que más funcionan”.
Con respecto al material leído, pertenece a un nuevo libro, Esta historia ya no está disponible. Va a publicarse en noviembre y está compuesto por textos de ficción (“casi monólogos dramáticos”), y otros de no ficción. También incluye El equilibrio, un libro inhallable que había salido por editorial Garrincha y reunía sus columnas en el diario Perfil.
Luego leyeron en el mismo espacio Hernán Ronsino, que estrena nuevo libro, Una música, publicado por Eterna Cadencia, y Claudia Piñeiro, quien leyó un adelanto de su próxima novela, El tiempo de las moscas.
Asalir de La capilla es de noche. Hay periodistas descargando fotos en la sala de trabajo, donde hay mesas y enchufes para conectar las notebooks. Hay colas en los baños y gente comprando libros en el stand de Eterna Cadencia. La experiencia Filba implica, por definición, no poder estar en todos lados. Estar en una actividad implica perderse otras, pero de eso se trata: de fomentar la idea de que la literatura ocurre en todas partes, al mismo tiempo, y que siempre hay más por descubrir.
Antes de retirarse a escribir, este cronista recorre el pasillo en busca del bar: quiere un café. En el camino escucha una voz amplificada, de una monotonía irónica. Infobae Leamos se asoma a la sala de la que proviene el sonido. Adentro todavía hay gente con los ojos inyectados en sangre, y al fondo alguien recita:
869: Johnny, decime una cosa, ¿vos me querés a mí? Ya me contestaste, reíte.
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