Leila Guerriero dejó anoche su impronta en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), donde contó cómo lidia con la angustia al empezar a escribir, qué otros mundos le tientan como cronista –señaló que le gustaría entrevistar a Marcelo Bielsa, por ejemplo- y por qué prefiere no intervenir en redes sociales. “Creo que la escritura es el espacio de la más absoluta y salvaje libertad”, sostuvo Guerriero, a la vez que reivindicó el periodismo como “un lugar de duda y donde hacerse preguntas” y se definió como una “desobediente por naturaleza” durante el encuentro titulado Leila Guerriero en Primera Persona, moderado por Franco Torchia.
Sobre el escenario de la majestuosa capilla del Centro Cultural Recoleta, Torchia partió con una pregunta sobre cómo repercute en la referente del periodismo narrativo en América Latina, el acto de escribir. “Creo que en las primeras etapas de escritura siempre hay algo fuerte de angustia”, reflexionó Guerriero. Y consideró que esa “angustia no ansiosa” está muy relacionada con los primeros momentos de la escritura, cuando se cuenta con gran cantidad de información, pero aún no se sabe bien por dónde pasa la historia.
Y, en “un sentido un poco más atávico, sentís una y otra vez, y año tras año, y artículo tras artículo, que todo lo que tenías lo has perdido, y que si antes nunca lo hiciste demasiado mal, esta vez va a ser el derrumbe, el efecto dominó retrospectivo, que ahora te vas a cargar todo lo que hiciste”, resumió la periodista, vestida con suéter claro y jeans.
Naturalmente cuando se escribe, se pasa por momentos de mucho fervor creativo y otros más aplacados y mesetarios, comentó la autora de libros como La otra guerra, Opus Gelber y Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños. “Eso que, a veces, parece como el final del fuego, angustia también. Cuando sentís que el mundo no te habla… Eso me pone mal”, graficó. Y la forma de superar esos estados, indicó la ganadora del premio CEMEX-FNPI y del González-Ruano, ya sea en una semana, tres días o media hora, es “básicamente insistiendo, trabajando, escribiendo y tratando de no darme mucha bolilla a mí misma”.
Cuando se encuentra inmersa en el proceso de la escritura ya no hay muchas cosas que la angustien, señaló Guerriero durante la entrevista que se extendió por más de una hora. Al ahondar en sus rutinas y necesidades para escribir, detalló que si tiene un compromiso, aunque este sea por la noche, eso le impide sentarse a trabajar durante el día. “Hay una disposición de ánimo distinta. Si yo sé que a las siete de la tarde tengo que dejar de escribir para estar a las nueve de la noche en la casa de un amigo, hay algo que no fluye”. Lo mismo sucede si debe hacerse un estudio médico o atender a Mercado Libre, porque también implica que “hay algo que se corta. Manía, se llama”, se rio la multipremiada periodista, quien colabora en diversos medios gráficos de América Latina y Europa.
Torchia le consultó si “se siente una escritora de escritores, una periodista de periodistas”. Guerriero respondió que no, argumentando que su nivel de popularidad es modesto y “muy de nicho”. Puso como ejemplo que, mientras camina por la calle, no la reconocen, a diferencia de otros colegas. Aunque recordó entre risas que justo el día anterior había ido “al baño del Teatro San Martín y me reconoció Mirta Busnelli”. A la vez, aclaró que popularidad de ninguna manera va de la mano de falta de calidad en la escritura. Y citó a “John Irving, un escritor muy popular, de mucha calidad. Y Julio Cortázar es un escritor súper popular y es un genio”.
También explicó por qué no tiene cuentas propias en las redes sociales. “Hay gente que es muy buena con Twitter o con Instagram. Yo no tengo esa imaginación. A veces me piden una frase para una fajita de un libro y a menos que sea gente muy cercana siempre digo que no, porque me lleva una semana”. Y agregó: “No pienso cosas interesantes todo el tiempo. No tengo tanto para decir. Yo hablo poco”.
La periodista y editora afirmó que esa no intervención en las redes tiene que ver además con resguardar su tiempo para escribir. “Entrar en estado de concentración para la escritura me lleva mucho tiempo”, dijo. A la vez, reflexionó sobre su labor: “Hay mundos que no he abordado demasiado”. Aunque son universos que le interesan, como el de las ciencias duras o el del deporte. “Pero es un mundo muy difícil, son súper estrellas”. En ese momento, confesó que le encantaría hacer un perfil del DT de fútbol Marcelo Bielsa. “Me parece una persona absolutamente genial. Pero él es muy reticente a dar entrevistas. Nunca intenté tampoco; imagino que me diría que no”.
Leila Guerriero (Junín, 1967) , cuya obra fue traducida al inglés, francés, alemán, sueco, portugués, polaco e italiano, se definió como “una persona desobediente por naturaleza. La idea de la desobediencia está en la base de todo lo que hago y básicamente en mi comportamiento”.. Y se mostró partidaria de ejercer el periodismo de forma tal de “desaparecer completamente detrás de la historia”. “Uno tiene que desaparecer completamente tras el texto, lo que importa es la historia del otro”, sintetizó.
La cronista, que comenzó su carrera en 1991 en el diario Página/12 y la revista Página/30, reivindicó al periodismo como “un lugar de duda y de hacerse preguntas”. “El mundo de los matices, que uno intenta de alguna forma escribir, es un mundo más arriesgado también. Porque decir ‘soy tal cosa’ o ‘soy anti tal cosa’ te deja en un lugar de cierta no confusión. Yo prefiero que la gente esté más confundida. A mí me gusta estar en un lugar más confuso”. Y recordó que el gran escritor y periodista mexicano Juan Villoro acuñó el término de “periodismo selfie”, que es el que “se pone adelante, como ‘yo y la historia’. Es repugnante”. Desde su punto de vista, se trata de escabullirse detrás de la historia. “Esto es una lección de Homero Alsina Thevenet, el gran editor uruguayo. Él tenía una especie de declaración de principios, que se llamaba manual para periodistas modestos”.
Entonces evocó: “Cuando empezabas a colaborar en su suplemento, en El País Cultural, te daba literalmente esa hoja impresa, ‘esto es lo que hay que hacer acá’. Y una de esas máximas era que solo había que usar la primera persona para hablar de una experiencia intransferible. Sigo usando esa misma vara, con ciertas flexibilidades”.
Después llegó el momento de las preguntas del público. Allí adelantó que está escribiendo un nuevo libro, sin mayores precisiones, y se entusiasmó hablando de sus recientes lecturas: las estadounidenses Elizabeth Strout (“acabo de terminar Ay, William y me compré todos los libros que pude encontrar de ella”) y Barbara Ehrenreich (autora de Sonríe o muere, “un libro muy crítico acerca de cómo todo en nuestra era tiene que ser tomado de manera muy positiva”). Y aprovechó para recomendar a la poeta californiana Ada Limón.
La entrevista culminó con un estruendoso aplauso. Desde el escenario, Guerriero y Torchia aplaudieron también. Y ni bien se desocuparon las butacas, se formó una extensa fila de lectores, aguardando que la periodista y escritora procediera al ritual de la firma de libros. La organización del Filba acercó una silla y una mesa. Sin poder dejar de lado el oficio que lleva impregnado, Guerriero fue preguntando nombres y profesiones de sus lectores, mientras estampaba dedicatorias. Y no pudo más que sorprenderse cuando una joven periodista, Ángeles, le contó que había viajado especialmente desde Rosario para verla.
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Afuera de la capilla, el Centro Cultural Recoleta ya comenzaba a verse mayormente desierto después de un día ajetreado. El recinto de estilo neogótico se fue vaciando de a poco. Queriendo celebrar la mística de un FILBA nuevamente presencial, mientras aún resonaban bajo los techos altos las palabras de Guerriero.