Language is a virus (El lenguaje es un virus), titulaba Laurie Anderson una de sus más famosas canciones, lanzada en 1986 en su película Home of the Brave, tras el éxito de su contundente single O Superman. La artista norteamericana, multifacética y audaz, supo contar que esta frase la tomó de la novela El ticket que explotó, de William Burroughs, con quien mantuvo una estrecha amistad. Extrañada porque un escritor argumentara que el lenguaje es una enfermedad de transmisión oral, creó esa canción con la idea de que las palabas son muy engañosas y que los pensamientos son muy difíciles de traducir.
Recién llegada a Buenos Aires para participar este sábado y domingo en distintas actividades de la 14° edición del Filba —será entrevistada por la dramaturga y performer argentina Agustina Muñoz y cerrará el festival con una lectura—, Anderson habla sobre otro virus. “Pareciera ser que la pandemia me borró toda la memoria y perdí el sentido del tiempo”, dice en un encuentro con periodistas al referirse al COVID-19, porque no recuerda cuándo fue la última vez que estuvo en esta ciudad.
La gran artista norteamericana, polifacética y audaz, conocida por sus presentaciones multimedia y por su innovador uso de la tecnología, llega a la librería Eterna Cadencia un minuto antes de la hora, con una gran sonrisa y una calma abrumadora. “Hi, everybody”, saluda al entrar al bar, con la voz suave y tenue. Tras sentarse le pide a los fotógrafos abstenerse de capturarla mientras habla, que sea al final, agradece con un gesto y otra sonrisa, como las tantas que tiene a lo largo de la charla.
La inteligencia artificial en el arte
Uno de los temas que primero surge en la conversación es la inteligencia artificial, a propósito de la primera actividad que realizará este sábado a las 11 en el Museo Malba, llamada “La influencia de la Inteligencia Artificial en las artes hoy”. ¿Qué le interesa explorar? “No es que me interese tanto la inteligencia artificial per se”, señala, y agrega que “es más para hablar de una base de datos del propio interés”. Pronto cuenta que en esa actividad los asistentes experimentarán con tecnología, que van a tomar algunas palabras y ponerlas en una combinación algorítmica y que “va a ser interesante observar cómo organiza y cómo prioriza, cómo hace sentido del lenguaje”.
Sin embargo, considera que “las máquinas no tienen tanto para decir, tienen muchas reglas”. El interés de Anderson, más bien está en “la imagen más ampliada porque puede ser muy inspiradora para trabajar porque hace conexiones muy interesantes y muy poco habituales”.
La artista visual, escritora, vocalista, performer multimedia nos propone imaginar cómo sería tener acceso inmediato a todo el material escrito por nosotros. Eso es lo que hizo con un especialista en Australia, con quien compiló en una súper computadora todos sus trabajos grabados y escritos para generar algoritmos “que son más en el propio estilo, en la propia voz”. “Si estás escribiendo algo te ayuda y te da conexiones de materiales que ya escribiste, de tu propia producción”, dice y suma que “es una herramienta muy poderosa porque hace conexiones que no tienen una lógica, sino que tienen una lógica poética. Es muy útil porque te ayuda a salir de tus patrones habituales”.
¿La tecnología aleja a lo político del arte? Al respecto opina que “la tecnología tiene menos poder de lo que creemos”. Y cita la frase de un criptólogo que le fascina: “si crees que la tecnología va a resolver todos tus problemas, no entendés la tecnología y no entendés tus problemas”. Y va un poco más allá cuando dice que la tecnología “es neutral, no es buena ni mala, todo depende del uso que se le da”.
La conversación sigue en torno a la tecnología pero esta vez se agrega otro concepto: el cuerpo. Así, propone comparar la experiencia de ver una película y la realidad virtual. En un filme, observa Anderson, uno está de forma paralizada, mientras que en la realidad virtual se necesita el cuerpo para experimentar, moviéndose todo el tiempo, usando las manos. “Cada vez más estoy interesada en lo físico. Hay obras, esculturas que se pueden percibir de una manera diferente, casi corporal”, dice. Anderson es expresiva: gesticula, mueve las manos, sonríe.
A modo de ejemplo, cuenta que tiene un colaborador taiwanés de realidad virtual que creó una serie de esculturas, “bellísimas y súper radicales”. ¿Por qué? Porque con unos sensores en las manos visitó una prisión política para hacer una percepción de todo el espacio para hacer un mapeo. “A partir de esa experiencia sensorial hizo unas esculturas muy pequeñas, que trabajan en distintas niveles y distancias, que representan el espacio-sentido”, dice Anderson, “me llamó mucho la atención porque una forma distinta de pensar el espacio, es una experiencia muy diferente”.
El lenguaje, los libros y el proceso creativo
Volvemos al lenguaje y a los libros. Anderson no solo lleva publicados siete, entre los que se encuentra El corazón de un perro, sino que también se define como una gran lectora, que ama los libros, ya sea por si es una linda historia o por lo bello de la escritura y que tiene cientos. ¿Su favorito? Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, del escritor irlandés Laurence Sterne.
“Amo ese libro porque es una novela fascinante, muy divertida, táctil, gráfica y vuelvo a él una y otra vez”, cuenta y sonríe. También dice que es una escritora de relatos breves. “En lo personal”, detalla, “el proceso de escritura es 95% de edición o más. Uno escribe y ve que todo es horrible y empieza a borrar, a darle forma y ahí aparece el texto”. Y vuelve a definirse: “Quizá haya gente perfecta que escribe de una y de manera impoluta, pero no es mi caso”. ¿Para quién escribe? “Si alguien me preguntara a quién le hablo, le hablo a esa parte tuya que no habla”, responde.
También cuenta de otro proyecto que involucró a la tecnología, antes de los algoritmos. Se trataba de una propuesta para artistas aterrados frente a la página en blanco, cuando el cursor titila y pregunta “¿qué tenés para decir?” Frente a ese horror, revela que involucró la extensa novela Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski.
¿Cómo? El software en cuestión empezaba con la obra completa de Crimen y castigo, y luego reemplazaba los personajes de Dostoievski por los nombres de los amigos, sustituía las ciudades, las diferentes características del espacio y en breve se obtenía una obra completa, donde no se veía la plantilla del libro original pero tenías tu obra terminada. “Es una forma de liberarse, una forma de empezar que, a veces, es tan difícil porque te genera muchas dudas sobre uno mismo”, dice sobre el miedo a la página en blanco.
¿Qué sucede con el lenguaje en la pintura? “No hay palabras en la pintura, es muy difícil describirla con palabras, diría que es casi imposible traducirla” y agrega, contundente: “No confío en la palabra para describir una obra”. El virus del lenguaje vuelve a instalarse. Sin embargo, aclara que no tiene categorías y que no le gustan las jerarquías para pensar si un arte es mejor que otro. “Diría que un verso de una canción de Leonard Cohen es una gran obra de arte”, señala.
Los artistas en la época de Trump
“Sufrimos tanto, dios mío”, dice Anderson en una especie de lamento para referirse a cómo se sintió como artista durante el gobierno de Donald Trump. “Estoy aterrada de que vuelva a suceder. Ustedes conocen la historia. Fue escuchar la locura constantemente, era insania constante”, agrega. En la conversación advierte cómo “se polarizó muchísimo a Estados Unidos” y refiere a que la situación actual “es muy, muy peligrosa, sumada al hecho de que todo el mundo está armado”. “Son millones y millones de armas que circulan y es aterrador”, sentencia.
Anderson sigue sobre el tema: “Como sabemos, el mundo está virando al fascismo y quisiera que cada vez más artistas abordaran este tema y moverse en esa dirección pero es muy difícil. Somos muy presionados, yo fui parte de un grupo que, literalmente, intentan aplastar. Pero es nuestra tarea hablar y denunciar”. También cuenta que es imposible salir a las calles a manifestarse y que cada líder del movimiento Occupy, del que ella forma parte, “tienen al FBI estacionado en la puerta de su casa”
En este sentido, dice que el tema de la vigilancia en Norteamérica es una cuestión bastante seria. Y cuenta una anécdota: un amigo que estuvo en Washington D.C. y le dice: “no se supone que te deba contar esto pero fuiste señalada para estar a cargo del Ministerio de Cultura”. Anderson le contesta a su amigo que ni loca agarraría ese trabajo y la respuesta llama la atención. “Tampoco te lo hubiesen dado porque hay un prontuario bastante extenso en el FBI, que comienza cuando tenías 16 años cuando hacías historietas políticas en el diario del colegio secundario”. “Pero, debo decir, que me enorgullece”, dice riéndose.
En este contexto, Anderson destaca una cuestión positiva que no todo está acaparado por los medios porque cada uno puede tener su forma de difusión, como un podcast, y uno puede difundir su parte de la historia.
Recomendaciones y casualidades del festival
La artista norteamericana recomienda un libro de Robert Palmer: Deep blues. Allí se detalla cómo la música viaja por las diferentes culturas y hace un rastreo de los ritmos de las tribus africanas de los siglos XVII y XVIII, que llegaron a las costas de Estados Unidos y de Cuba como esclavos. De Ghana a Carolina del Norte, de Sierra Leona a Florida, estos ritmos permanecían intactos, entonces esta música, viajaba por el Mississippi y llegaban al jazz o llegaban a Chicago, que eran los mismos ritmos intactos que venían del 1600 o 1700. “Es un libro muy interesante que analiza los orígenes de estos ritmos y del mismo modo que la página en blanco para los escritores tienen un vocabulario, los ritmos son el vocabulario de la música”, dice.
También dice que la cultura actual ya no viaja en barcos, que la circulación en por las redes sociales e Internet cuando dice que “ahora es muy distinto porque la música ya no viaja como antes, ahora la cultura es simultánea. Un niño de 16 años produce un hit, lo sube a TikTok y a los diez minutos está en cualquier parte del mundo. Esto habla del cambio de la cultura, el mundo musical era diferente”. “Ahora estamos viviendo en un mundo que está siendo impulsado todo el tiempo por el mercado”, agrega.
Pronto pide un recomendación de algún escritor argentino para descubrir. Mariana Enriquez es el nombre que surge en la conversación y, como una cuestión del destino o de la magia del festival literario, la celebrada escritora argentina aparece acompañada de la periodista y escritora española Laura Fernández en la librería. Mariana Enriquez estaba en el salón de al lado. “Esto es fácil”, dice riéndose. “La razón por la que estoy acá es porque me interesa conocer escritores de Argentina, qué les interesa, qué piensan, pero uno a uno. No me interesa hacer generalizaciones. Me interesaría leer, conocer quiénes son y tener contactos más personales”, confiesa.
“Las ciudades comunican mucho más que los países y se han convertido en la ruta de la seda de la cultura”, dice Anderson, “y comunican cultura de una forma más eficiente que los gobiernos, porque a ellos no les interesa la cuestión cultural sino el comercio”, sentencia. Y considera que festivales permiten el encuentro, que las personas se conozcan, en definitiva, que coincidan ante una cultura tan compartimentada. “Los festivales como Filba tienen el propósito de que las diferentes culturas se encuentren y que salgan de sus países. Hacer un muestreo de distintas posibilidades, también para mí, para salir del propio agujero y conocer a otros”, señala.
Las preguntas terminan, Anderson agradece y Nora Lezano, una de las fotógrafas argentinas más destacadas y reconocidas por sus trabajos sobre personalidades del rock —algunos de los retratos más icónicos de Charly García y Gustavo Cerati son de su autoría— le dice que tiene un regalo para ella y le extiende un sobre. ¿Qué tiene adentro? Una foto tomada por Lezano en 2008 en el Hotel Faena en la que Laurie Anderson y Lou Reed sonríen. “Parece como un sueño y es la prueba de que estuve acá”, dice la artista.
Agenda de Laurie Anderson en Filba
♦ Sábado 1 de octubre a las 11 hs. - Laurie Anderson en Laboratorio de Escrituras: Clase Magistral. La influencia de la Inteligencia Artificial en las artes hoy. Dónde: Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Actividad arancelada con inscripción y cupos.
♦ Sábado 1 de octubre a las 20 hs. Laurie Anderson en Primera Persona. Dónde: Centro Cultural Recoleta. Sala Villa Villa. Actividad con cupos limitados.
♦ Domingo 2 de octubre a las 20 hs. Lectura. Laurie Anderson por Laurie Anderson. Dónde: Centro Cultural Recoleta. Terraza. Actividad con cupos limitados.
Información general Filba
Sedes: Museo Malba: Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415 / Centro Cultural Recoleta: Junín 1930 / Galería Ruth Benzacar: Juan Ramírez de Velasco 1287 / Eterna Cadencia: Honduras 5574 / Librería Aristipo: Raúl Scalabrini Ortiz 605.
Cuándo: Del miércoles 28 de septiembre al domingo 2 de octubre
Todas las actividades presenciales y virtuales son gratuitas.
Programación completa en: filba.org.ar
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