Nona Fernández: “En Chile, al día de hoy la memoria sigue siendo un tesoro en disputa”

La escritora y actriz chilena, de visita en Buenos Aires para participar del Filba, habla sobre la reedición de “Avenida 10 de julio”, una novela de sorprendente vigencia pese a haber sido escrita 15 años atrás

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Nona Fernández dice que su novela partió originalmente de una "gran incomodidad" con la democracia chilena.
Nona Fernández dice que su novela partió originalmente de una "gran incomodidad" con la democracia chilena.

Nona Fernández Silanes nació en Santiago de Chile, en 1971. Es una prestigiosa y premiada actriz y escritora, autora de narrativa, ensayo y teatro. Entre sus libros se encuentran las novelas Mapocho, La dimensión desconocida, Space Invaders y Chilean Electric, además del relato Preguntas Frecuentes, el libro de cuentos El cielo y el de ensayo Voyager.

Recientemente la editorial Eterna Cadencia acaba de editar en la Argentina Avenida 10 de julio, una novela originalmente publicada en 2007 y que hoy cobra nueva fuerza a partir de la movilización popular que hubo en Chile en octubre de 2019 y que condujo a un escenario político impensado tiempo atrás. La fecha original de publicación de la novela tuvo lugar en el tiempo de lo que se llamó la “revolución pingüina”, un alzamiento masivo y con manifestaciones protagonizadas por estudiantes secundarios (los pingüinos) a favor del derecho a la educación y de protesta contra la privatización del sistema de educación chileno impuesta por la dictadura de Pinochet.

Los protagonistas de Avenida 10 de Julio son Juan y Greta, quienes tuvieron un vínculo amoroso en 1985, mientras eran alumnos de la escuela secundaria, en un año que quedó fechado por una toma escolar inesperada en plena dictadura que, además, los marcaría para siempre. Veinte años después, sin saber nada el uno del otro, se encuentran en momentos duros, difíciles. Uno ya no le encuentra sentido a la vida que lleva y detiene su auto en una calle una tarde cualquiera dispuesto a no seguir como hasta ese momento; la otra no puede salir del peor de los duelos y se embarca en un viaje sin destino firme en un furgón rearmado con piezas de segunda, tercera o cuarta mano, luego de visitar durante largo tiempo casas de repuestos de autos que justamente se encuentran en la Avenida 10 de julio (similiar a la calle Warnes de CABA). Detrás de estas historias personales, un Chile que no permite la ilusión, una democracia que no es como la soñada y un sistema económico que no permite pensar, amar ni alcanzar calidad de vida.

La literatura se nutre de casualidades y la novela de Nona Fernández llega en un momento ideal: 1985 es un año del que volvimos a hablar en Argentina a partir de la película de Santiago Mitre, en Buenos Aires la toma de las escuelas en reclamo por las viandas es una de las noticias de estos días y la democracia sufre embates duros y riesgosos, que imaginábamos en el pasado.

"Avenida 10 de julio" se publicó originalmente en 2007. La reedición argentina es de Eterna Cadencia.
"Avenida 10 de julio" se publicó originalmente en 2007. La reedición argentina es de Eterna Cadencia.

Días atrás conversamos por zoom; fue horas antes de que la escritora chilena embarcara para Buenos Aires, donde se encuentra estos días participando de la edición anual del FILBA y presentando su novela.

— Como libro, Avenida 10 de Julio tiene varias historias. Me gustaría que empezáramos por la primera de esas historias. Fue publicado originalmente en 2007, imagino que algo te pasó con los primeros pingüinos. ¿Sentiste entonces que eran de algún modo herederos de esos alumnos, de esos pingüinos del 85 que son protagonistas de tu novela?

— Sabes qué, la historia de este libro es bien curiosa y es loca, bueno, la escritura es rara y es curiosa y loca. Pero cuando partí a la escritura de este libro en el año 2005, me demoré en hacerlo, acá en Chile todavía no se daban las revoluciones pingüinas que se dieron posteriormente y creo que una de las cosas por las cuales también yo escribo este libro es porque estaba en falta eso de que la juventud fuera la primera que dijera “perdónenme pero esto no está funcionando. Esta democracia no está funcionando tan bien como creemos que funciona”. Y el libro obedece un poco a ese sentimiento y fue algo muy interesante porque recuerdo que cuando empezamos las primeras conversaciones para la edición comenzaron en Chile a ocurrir las revoluciones del 2006, que fueron las primeras revoluciones pingüinas, que son de alguna manera el antecedente a la revuelta social que ocurrió tres años atrás.

Nona Fernández habla del origen de su novela, publicada por primera vez en 2007.

— ¿Y cuál había sido la primera imagen o la primera escena que tenías en la cabeza cuando te propusiste escribir esta novela?

— Yo normalmente no sé mucho lo que voy a escribir, te voy a ser muy honesta. Parto de algunas cosas base, y en este caso para mí había una gran incomodidad. O sea, antes que la imagen, antes que la historia, había una gran incomodidad por las circunstancias en las que nos encontrábamos en ese tiempo. Estoy hablando de los primeros años de los 2000, 2002, 2003, cuando ya llevábamos un tiempo de democracia y estaba este sentimiento del que te hablaba recién. Esto no estaba siendo lo que nos habían dicho que iba a ser. Esto no estaba siendo lo que creíamos que iba a ser. Y mi generación, que es una generación muy bisagra porque éramos muy niños en tiempo de dictadura, no conocía la democracia, por lo tanto creímos y compramos muy bien lo que iba a ser este proyecto democrático. Pero ya en los 2000 había cierta incertidumbre y cierto malestar, cierto desasosiego. Y este libro obedece a eso. Y lo primero que ocurrió es la imagen, una de las primeras del libro, de Juan, uno de los protagonistas, que tal cual como yo, quería renunciar a todo. Quería detener la máquina. Dejar de fabricar. Dejar de producir como el modelo nos pide tan angustiosamente. Quería detenerme, no quería nada más. Y yo creo que de ese deseo también aparece el libro y esa primera imagen y esa primera historia que es la de Juan, que efectivamente decide parar con su vida.

— Decís que no sabés muy bien qué vas a escribir cuando arrancás y, al mismo tiempo, la novela tiene una estructura compleja. Me pregunto cuánto tiene que ver el teatro con la estructura narrativa. Es decir, en el caso de una mujer como vos, que sos actriz, que estás todo el tiempo vinculada al escenario y a un discurso narrativo diferente: ¿cuánto interviene el teatro a la hora de escribir novelas o relatos?

— Yo me imagino que mucho, sin duda que sí. Uno no es muy consciente de cuáles son sus propias estrategias e influencias, ¿no? Pero evidentemente que sí. Para mí, la forma en la escritura, la estructura como tú lo llamas, es tremendamente importante. La forma, el contenido, la historia, el discurso de un libro, están para mí en el mismo status, no entiendo un libro escrito convencionalmente. También creo, tal cual como Brecht lo decía, que la forma debe estar cuestionando… Normalmente en nuestra escritura tiene la forma tiene que estar proponiendo algo nuevo también. No solo nuestra historia, no solo nuestro discurso, nuestras reflexiones. La forma es tremendamente importante, es el cuerpo de una narración. Como así de importante es el cuerpo para una actriz en el escenario. Lo es todo. Así que yo me imagino que sí, que esa influencia viene del teatro. Y voy a indagar un poco más, yo también tengo oficio de guionista y creo que ahí también todas esas herramientas que yo he aprendido en el guion aparecen acá como necesidades. Necesidades de formalizar las historias en estructuras nuevas que propongan y que dialoguen también con sus discursos.

Una imagen de la representación que hizo la compañía La Pieza Oscura de la adaptación de "Space Invaders", escrito por Nona Fernandez, bajo la dirección de Marcelo Leonard. (Foto: Maglio Pérez)
Una imagen de la representación que hizo la compañía La Pieza Oscura de la adaptación de "Space Invaders", escrito por Nona Fernandez, bajo la dirección de Marcelo Leonard. (Foto: Maglio Pérez)

— A mí me da la impresión de que lo conmocionante en tu modo de narrar tiene que ver con que, por un lado, hay un estilo muy poético, por otro lado hay mucho diálogo y muchas voces que podrían atentar contra esa lírica de la narración y, sin embargo, se consigue un efecto que es como otra cosa. Entonces, imaginaba que todo eso que sos, porque sos tantas cosas, debe influir mucho a la hora de escribir y producir textos narrativos, ¿no?

— Sí, me gustó eso que dijiste. ¿Cómo dijiste? Ese efecto que es como de otra cosa, algo así.

— Que termina siendo que normalmente llamamos un estilo.

— Claro. Me imagino que sí. Que ese ser ecléctico que soy se traduce también en esa formalidad o en ese estilo de trabajo y de escritura que para mí por lo menos el desafío está siempre en modificarlo. Creo que es muy aburrido escribir un libro igual al otro, con la misma receta o las mismas formas. El vértigo del escenario es el mismo vértigo de la escritura, encontrar algo nuevo.

"Avenida 10 de julio" y los espejos que miran al pasado, según su autora.

— Te escucho decir eso y pienso en otra cosa que viene del teatro que es la tragedia y en la cantidad de muerte que hay en tu obra, de muerte trágica además. ¿De dónde pensás que viene todo eso, son como las pesadillas de una escritora, de una artista? ¿Qué es?

— Mira, no lo sé. Insisto que uno tiene, o por lo menos yo, no quiero hablar por todas y todos los autores, pero para mí es bien interesante también guardar esa cuota de misterio con respecto a cómo termina ocurriendo esa magia negra. Pero intentando responder esa pregunta, creo que también obedece a la biografía, al momento histórico en el que me toca vivir, que -tú lo sabes- es un momento en el cual la muerte está tremendamente presente. Si bien yo no tengo en mi propia historia, en mi propia biografía pérdidas por la dictadura, yo me crié y viví una infancia, una adolescencia, una juventud en la cual la muerte estaba tremendamente presente en el día a día. Era parte de nuestro hacer estar observando ese dolor y esas muertes. Estar yendo a funerales. Estar yendo a velatones (N. de la R.: homenaje masivo que se hace a una o varias personas fallecidas, encendiendo velas y orando por ellos). Estar preguntando por cuerpos que no sabíamos dónde estaban. Entonces yo creo que hay una cultura de la muerte que se ha impregnado mucho en mi generación y, sin dudas, en mí y se traduce en lo que escribo.

— Hablábamos de las historias que hay detrás de Avenida 10 de Julio. Hay algo que me gusta mucho y que aparece en un par de oportunidades y que tiene que ver con los espejos retrovisores, en donde aparecen imágenes del pasado. ¿Cómo surge esa idea, recordás cuándo apareció en vos esa idea del espejo retrovisor que tiene en el centro la imagen de alguien del pasado?

— Mira, esa imagen aparece en concreto en mis largos paseos por la calle que da título al libro, que es la avenida 10 de Julio. Que, para contar un poco, es un lugar o una calle muy similar, a la Warnes de Buenos Aires. Es un lugar de venta de artefactos automovilísticos. La mitad son nuevos. La mitad son usados. La mitad son robados. Y en mis múltiples paseos, algo que no sé si ocurrirá allá pero aquí ocurre, hay muchos hombres que ofrecen espejos y es una imagen bien pintoresca y extraña. Bien bizarra. Porque son muchos, no son uno o dos, son yo te diría centenares de hombres que, a lo largo de la calle, te van buscando con esos espejos. Espejos que quizás sean de tu propio auto, qué sé yo.

Las segundas oportunidades es uno de los grandes temas de "Avenida 10 de julio".
Las segundas oportunidades es uno de los grandes temas de "Avenida 10 de julio".

— Claro, claro.

— Y es esa idea o esa reflexión que a mí la calle me regaló, que es finalmente un lugar de reciclaje colectivo adonde vamos a buscar piezas que necesitamos pero que a la vez son piezas usadas, piezas robadas y piezas de otras y de otros, son piezas que ya han tenido una vida, ¿no? Por lo tanto, esos espejos contienen información. Contienen vida. Incluso puede ser nuestra propia vida, nuestro propio pasado. Y ahí comienza un poco a tejerse esa imagen de los espejos. Esos espejitos donde podemos vernos y podemos vernos a nosotras y a nosotros mismos en versiones anteriores, en las versiones que estas piezas son, también, porque son piezas usadas.

— Qué interesante pensar que uno habla de esos artefactos como de “repuestos”. Por un lado es lo que viene a reemplazar lo que no está, pero por otro lado, repuesto es algo o alguien que estuvo mal y vuelve a estar bien, ¿no?

— Claro, claro.

— Y ahí aparece la idea de la segunda vida, que es muy fuerte en tu novela.

— Claro, la posibilidad de tener otra oportunidad, de entender que si bien las cosas no han ocurrido como tú quieres, o se han ido derechamente por el abismo, podemos quizás inventar una nueva oportunidad para nosotras mismas, para nuestras sociedades, para nuestras vidas, para lo que queramos. Y yo creo que la novela teje mucho esa idea del intento de una segunda oportunidad. Y los personajes intentan dársela de las maneras más chifladas y delirantes posibles. Hay un momento donde se rompe el realismo completamente y se abre una grieta y ya entramos a un mundo… pasamos al otro lado del espejo.

Una imagen de la protesta estudiantil de 2016 en Chile. (AP)
Una imagen de la protesta estudiantil de 2016 en Chile. (AP)

— Completamente.

— Donde ya las versiones empiezan a ser un poco más extrañas. Pero yo creo que sí, todas esas reflexiones a mí se me aparecieron efectivamente a partir de la observación de esa calle. De una calle que nos regalaba esa posibilidad.

— Hablábamos de los espejos, de la mirada del pasado, de los niños. ¿Qué son los niños perdidos? ¿Son símbolo de qué?

— Yo creo que, volviendo un poco a las imágenes de las que estábamos hablando, creo que los niños perdidos son esa pieza original que intentamos constantemente reponer en nosotras mismas con mucha dificultad porque efectivamente es difícil reponer a esas personas que fuimos, esas energías que tuvimos, esas ganas, esas voluntades. Pero lo intentamos. Intentamos darnos constantemente una segunda oportunidad. En el libro es un poco eso. Y también es la fantasía de pensar que quizás en nosotras mismas esos niños y esas niñas no han muerto y están ahí. Que en estas señoras que están conversando ahora, Hinde, en este minuto conviven también las niñas que fuimos, las jóvenes que fuimos, las chicas que fuimos, y todo revuelto y al mismo tiempo. En un tiempo plegado que es el que normalmente vivimos. Pero nos cuesta entender que vivimos así.

— La novela es del 2007 hay algo que cambió mucho y tiene que ver con el lugar de las mujeres y con conceptos como sororidad, por ejemplo. Y uno ve a tus mujeres en Av. 10 de Julio y lee la relación de Greta con Maite así, como de absoluta sororidad. Y me parece que, como concepto, entonces no teníamos tan presente a mujeres que son solidarias unas con otras como ahora, ¿no?

— Qué bonito lo que dices de la observación de esos personajes porque sí, porque son personajes como rivales en la novela, aparentemente rivales, pero ya han deshecho tanto su vida que finalmente lo que queda es la posibilidad de ser justas y de apoyarse y de estar. De ser familia, finalmente, de darse una segunda oportunidad justamente en ese lugar que es el del enredo colectivo. Que es el que nos regalan estas calles tan raras de reciclaje, un lugar donde nos enredamos unas con otros y otras con unos. Y también intentando responder lo que preguntabas antes acerca de quiénes son esos niños perdidos, creo que también volviendo al origen del libro para mí eran esos niños que yo no encontraba en ninguna parte en la sociedad, al comienzo del 2000. Dónde estaban esos niños capaces de reclamar. Aquellos niños que son los que están de cara al futuro. La lucidez de la juventud, lo sabemos, es la que modifica las realidades normalmente o nos enseña, o nos muestra aquello que ya a nosotros nos es difícil ver porque estamos muy en la máquina, muy en la vía, en la producción. Yo echaba de menos a esos niños. Sentía que estaban perdidos. Y los echaba de menos también en mí misma. No entendía por qué yo misma, yo y mi generación, habíamos dejado de ser aquellos niños que, como se cuenta en la novela, habían logrado agruparse, trabajar juntos, pelear por la dictadura. Echaba de menos esa energía.

— Eso quiere decir que, cuando en octubre de 2019, en la protesta por el costo del transporte los chicos y las chicas chilenas comenzaron a saltar por arriba de los molinetes del subte (y de la historia), los viste volver.

— Pero, por supuesto. Ya los había visto en 2006, en la revolución pingüina. Los vi en 2011, ya en conjunto con los universitarios. Y acá la imagen de las chicas y los chicos pasándose los molinetes del subte (N. de la R.: torniquetes, los llaman en Chile), claro, yo creo que es una de las grandes postales que queda después de este desastre que estamos viviendo en nuestros corazones, como una alerta y como que, insisto, sigo pensando que hay que cuidar esas piezas originales. Hay que cuidarlas. Hay que atenderlas. Hay que protegerlas. No hay que olvidarlas y no hay que encerrarlas en una pieza oscura, en ningún caso.

Una imagen de la primera protesta estudiantil de octubre de 2019, en el metro de Chile. Fue el inicio de la revuelta masiva. (Reuters)
Una imagen de la primera protesta estudiantil de octubre de 2019, en el metro de Chile. Fue el inicio de la revuelta masiva. (Reuters)

— Hay dos temas muy fuertes y profundos que atraviesan la novela, que está plagada de señales y cuestionamientos al sistema. Uno es el final del amor, el amor sacrificado, agotado. Y el otro es qué estamos haciendo con nuestros hijos, con su crianza, con su formación. Si uno lo ve, insisto, es un libro escrito hace varios años pero que hoy tiene una contundencia enorme.

— Mira, qué interesante lo que dices. Si tuviese que explicarlo, o intentando dialogar con lo que tú dices, creo que quienes nos dedicamos a la creación o a la escritura, el gran trabajo que tenemos y que nos apasiona y que intentamos hacer es estar observando la realidad única y exclusivamente. Y yo creo que estos problemas que aparecen en este libro, que desgraciadamente siguen siendo tan actuales, son cosas que estábamos viviendo hace ya bastante tiempo. Yo misma me sorprendo ahora que he tenido la posibilidad de esta reedición en Eterna, que vuelvo a observar el libro como lo estaba observando como cuando lo escribí, vuelvo a entrar en el libro, y efectivamente es como deprimente pensar que el tiempo en algunas dimensiones no pasa en lo absoluto, ¿no? Y que nos encapsulamos en ciertos problemas y no logramos salir de ellos y a veces los vamos profundizando cada vez más.

— Aparece la figura de Mercedes Sosa en un momento en el que se va a dar información clave. Y aparece como una contraseña, como una contraseña de lo bueno diría yo. ¿Qué Mercedes Sosa es la que está en el disco que lleva Greta bajo el brazo?

— ¿Qué disco sería? Yo ya no lo recuerdo tan puntualmente. Pero parte de los ejercicios de clandestinidad que teníamos era justamente ése. Y bueno, acá Mercedes Sosa sigue siendo una ídola, y en aquellos tiempos era un, cómo decirlo, un bastión de energía escuchar su voz. Tan poderosa, tan querida y tan maternal también, hay que decirlo. Yo creo que cada día hubo un disco distinto y los escuchamos todos.

Nona Fernández habla del rechazo al proyecto de reforma constitucional de la Convención, en su país o como volver del fracaso.

— Quería preguntarte por Preguntas frecuentes, un libro breve pero también muy poderoso en el que aparecen la pandemia, la amistad y también el taller de la escritura. Porque una de las protagonistas es una escritora y se pueden ver los insumos para sus columnas y sus textos en el vínculo con su amiga. Es un libro que fue escrito muy rápido. Es como una especie de manifiesto político y urgente. ¿Lo viviste así?

— Sí, sin duda que sí. Me he dedicado toda la vida a escribir libros que han ido investigando sobre la gran disputa de la memoria que este país, mi país, tiene. La memoria sigue siendo hasta el día de hoy un tesoro en disputa. Quién cuenta lo que hay que contar. Cómo se cuenta lo que hay que contar. Y, claro, en el escenario que vivimos tan complejo de la pandemia, y acá en Chile enredado con la revuelta social, fue muy, muy intenso. Las lecturas mediáticas, los relatos mediáticos, como siempre en la historia de mi país, comenzaron a tomar ciertos rumbos que yo dije “no, no vamos a dejar que esto pase nuevamente. Intentemos registrar”. El tema del registro para mí es importantísimo en la escritura. Normalmente lo que he registrado tiene que ver con un diálogo con el pasado. Siempre estoy en ese registro de cómo vamos observando el pasado. Pero en este caso era registrar el presente, cómo estábamos viviendo el presente, cómo se estaba tejiendo ese presente y lanzar un registro más sobre ese momento. Sobre todo lo pensaba más hacia el futuro. Y fue una escritura muy urgente que enredó, como tú dices, columnas de opinión, también ficción, la ficción que va tejiendo el libro, la historia entre estas dos amigas. Es una ficción que está inspirada en un archivo también real. Y se fue armando este libro que a mí me gusta llamarlo artefacto literario, donde hay muchos elementos que me robé de la realidad, como testimonios concretos que la gente me daba o me regalaba en la pandemia. De las cosas más delirantes que hicimos en esos momentos, que para mí empezaron a tomar caracteres tan poéticos y que yo sabía que nunca más iban a ocurrir, que no podíamos dejar que se fueran en el aire. Mi suegra me decía, por ejemplo, “yo tejo todo el día y como no puedo salir a comprar lana deshago en la noche para al día siguiente volver a tejer lo mismo”. Porque no tenía otra cosa que hacer.

"Preguntas frecuentes", de Nona Fernández, fue publicada en Chile por Alquimia editorial.
"Preguntas frecuentes", de Nona Fernández, fue publicada en Chile por Alquimia editorial.

— Volvemos a los griegos, a Homero (risas).

— Exactamente. Tú sabes, Penélope. Y qué belleza, ¿no? La gente que hablaba con sus plantas. La gente que comenzó, me incluyo, a hablar con los objetos. Todos esos delirios que nos permitimos porque sabíamos que necesitábamos tener un cable a tierra. Pero que también me parecían importantes de registrar, no solamente la realidad conflictiva y política que estábamos viviendo sino también ese momento tan extraño de introspección y de detención temporal que vivimos con un ánimo muy extraño y que yo creo que no vamos a volver a vivir durante mucho tiempo.

Nunca me ha gustado ocupar el léxico de la guerra pero ya después de esto creo que hay que saber ocuparlo bien porque la dimensión de quienes tenemos en contra es muy grande, es muy poderosa, tienen mucho dinero, tienen mucha estrategia y tienen mucha maldad.

— Me gustaría que me dijeras algo sobre el presente de tu país. Un país que despertó a la protesta masiva en el 2019, que después se puso entre paréntesis por la pandemia y ahora procesa el rechazo a la reforma constitucional que propuso la Convención. ¿Qué sentís que se hizo mal? ¿Qué sentís que se puede hacer mejor?

— Quiero, antes de responder cualquier cosa, decirte que toda respuesta va a estar hecha desde el corazón y el estómago, todavía. No he podido poner tanta cabeza como es necesario poner aquí porque el dolor ha sido muy grande. Lo voy a decir súper, súper abiertamente, ha sido un golpe feroz. Feroz. Por primera vez teníamos una posibilidad concreta y real de generar una realidad distinta. Imagínate, hace 40 años que estamos viviendo en un marco dictatorial con la Constitución de Pinochet. Podíamos salir y podíamos salir airosos, airosas, democráticamente, paritariamente. O sea, era una cosa impactante. Era un regalo al mundo, yo lo sentía así. Y si tuviera que lanzar algunas teorías, insisto, muy poco claras y probablemente capaz que me desdiga después, yo creo que fuimos muy ingenuas, que acá nunca me ha gustado ocupar el léxico de la guerra pero ya después de esto creo que hay que saber ocuparlo bien porque la dimensión de quienes tenemos en contra es muy grande, es muy poderosa, tienen mucho dinero, tienen mucha estrategia y tienen mucha maldad. Y en ese sentido creo que fuimos muy ingenuos de tratar de hacer esto lo mejor posible y con herramientas muy blancas por decirlo así. Y también no observar de manera clara que vivimos en un país extremadamente conservador, extremadamente neoliberal, donde el gen del neoliberalismo está en nuestro ADN. Por lo tanto, hay una gran cantidad de población que se manifestó en octubre del 2019 porque necesitaban rápidamente un cambio. Y ese cambio no tiene pensamiento político. Y eso, con la crisis económica, con la pandemia mediante, hizo un giro rápido porque no tiene diálogo político. Porque esa gente quiere algo rápido y para su bienestar personal. Y creo que eso tampoco se observó bien y somos un país conservador. Pensamos que éramos muchísimos más quienes queríamos avanzar porque llevamos mucho tiempo de retraso en relación al mundo. Y creo que todas esas ecuaciones no se hicieron a la altura de las circunstancias, esa es la verdad. Y lamento decir que la oportunidad la perdimos; yo creo que vamos a tener una nueva Constitución. No va a ser la de Pinochet, eso es bueno sin dudas, pero pudimos haber tenido algo para regalarle al planeta completo. Y ese dolor yo creo que no va a salir, nos va a nublar la razón durante mucho tiempo. Y está bien, las cosas son así. Las cosas no solamente son intelectuales y políticas. Uno vive la vida también desde el estómago, desde el corazón, desde el nervio. Y ha sido muy, muy, muy doloroso, esa es la verdad.

— La democracia también es ganar y perder, ¿no? Aunque duela.

— Claro. Y entender también cuáles son los códigos para recuperarse y volver a hacer el intento. Yo creo que de eso se trata, de volver a hacer el intento cada vez que se pueda.

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